Jesús ¿para qué? (2ª parte)
4 abril, 2018Nuestro derecho al amor (2ª parte)
4 abril, 2018Autor: Wilhem Busch
Hombres y mujeres mezclan su sentimiento de soledad con su instinto sexual, y esto da lugar a todo tipo de relaciones dañinas. Pero Dios tiene algo para decir al respecto.
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PE2370 – Estudio Bíblico
Nuestro derecho al amor (1ª parte)
“¿Acaso es pecado el amor?” ¿Te has hecho esta pregunta alguna vez? En esta oportunidad comenzaremos a ver el tema “nuestro derecho al amor”, y como estaremos hablando del amor, será necesario aclarar algunas cuestiones en relación con el sexo.
Algo muy extraño en nuestros días es el hecho de que tantas personas sufran de soledad, a pesar de que vivimos aglomerados como nunca antes. Vivimos como sardinas en lata, pero estamos más solos que la luna. Mucha gente se queja de estar solo: desde los muchachos y muchachas jóvenes hasta los más ancianos. Hay mujeres que viven junto a su marido en completa soledad y viceversa. El marido no tiene ni idea de lo que conmueve y ocupa a su mujer. Y la mujer no tiene la menor idea de lo que preocupa a su marido. ¡Y a eso lo llaman matrimonio!
Cuando los filósofos de nuestros días hablan de la soledad del hombre, todos están atentos y escuchan. El grito del hombre es su clamor por salir de esa soledad. Y mire lo que pasa: Estas ansias de ser liberado de la soledad se unen con la mayor potencia que hay en nuestra vida: el instinto sexual. Y entonces se rompen los diques: el chico de 15 años se busca una amiga que lo rescate de su soledad. La esposa que vive una vida paralela al lado de su marido, sintiéndose absolutamente sola, se involucra en relaciones con otro hombre, para que él quizá la saque de su soledad. El joven estudiante, uno entre 10,000 o 20,000 estudiantes en una universidad, y aún así se encuentra solo, se junta con una estudiante igualmente sola como él. El anhelo de salir de la soledad se une con el instinto más poderoso de la vida: con el instinto sexual. Y este es el motivo por el que hoy vivimos en un mundo tremendamente sexualizado. Muchos comerciantes astutos se aprovechan de este hecho, al igual que los directores de cine y los escritores de novelas. Eso significa que no hay película sin escenas de sexo, ni libro sin al menos un adulterio. ¿Se le ocurre algún ejemplo? ¡Sí, hay muchos!
Si observamos la juerga (el buscarse, el coquetear, el emparejarse) entonces parece que todo es alegría y placer. Pero sé por experiencia que las cosas no van de maravilla, que todo es mera fachada. ¡Y cuántas penas hay detrás de esa fachada! ¡Chicos y chicas viviendo en uniones tristes y dudosas; jóvenes que no pueden consigo mismos, que no ven ninguna salida! Matrimonios que no son sino hipocresía o que están quebrados. ¡Es para llorar! Y todos sabemos algo de esa miseria, pues no hablo de personas cualesquiera, sino de nosotros mismos. En el campo de lo sexual hay tanta angustia y miseria que es desgarrador; a primera vista todo parece arroyos de leche y miel, pero cuando se escarba un poco más la angustia sale a flote.
Te preguntarás, amigo, ¿en qué consiste la miseria? En el fondo la miseria consiste en el hecho de que ya no sabemos lo que es bueno y lo que es malo. Decimos que hoy tenemos nuevos puntos de vista en este campo, que las cosas han cambiado, que no son como antes; pero lo cierto es que el pecado sigue siendo una realidad. Cuando peco, se pone una carga sobre mi conciencia, y así nace esta angustia; porque ya no sabemos distinguir entre el bien y el mal, no sabemos lo que es bueno y lo que es malo. Ahora, déjame preguntarte sin rodeos, amigo: ¿Está bien tener una relación sexual antes de casarse? ¿Es eso bueno o malo? En un matrimonio difícil, ¿es el adulterio una necesidad o es incorrecto? ¿Es pecado el amor homosexual o no? ¿Es mala la masturbación? ¿Y el divorcio? Mirándolo bien, ¿qué es malo y qué es bueno? Aquí nace el problema. Miles de novelas hacen como si este ámbito estuviera más allá del bien o del mal, como si esta cuestión se pudiera dejar a un lado. Por todos lados nos hacen creer que este tema de la sexualidad no tiene nada que ver con el bien y el mal. Mira las películas hoy en día: ¡llenas de escenas de sexo! Hoy es todo muy normal, todo esto parece estar fuera de evaluación. ¿Es eso aceptable? ¿Qué está mal y qué está bien?
Para poder responder bien a esta pregunta tenemos que hacer primeramente otra pregunta: “¿Quién es el que determina lo que es bueno y lo que es malo? ¿Quién puede definirlo?”
El otro día me encontré con una parejita. “No hace falta que les pregunte nada, se ve desde lejos cómo están viviendo,” les dije. Entonces la chica me explicó: “Pero, pastor, ¿qué hay de malo en ello?” Y yo contesté: “¡Un momento! ¿Quién decide si hay algo malo en ello o no?” ¿Quién nos puede decir lo que es bueno y lo que es malo? ¿La iglesia quizá? ¡No! Yo no me sometería a ella. De joven me negué a que los pastores tuvieran dominio sobre mi vida, pero mire por dónde, ahora yo mismo soy un pastor. ¿Quién dice lo que es bueno y lo que es malo? ¿La tía Amalia? ¿O mi propia conciencia? Algunos dicen: “Yo me guío por mi voz interior” – ¡Cuidado! ¿Quién define lo que es bueno y lo que es malo?
Mira, amigo, hemos llegado a un punto muy importante. Si existe un Dios vivo, Señor del mundo, entonces Él establece lo que es bueno y lo que es malo. Si Dios no existe, entonces haga lo que quiera. Portarme bien solo porque la tía Amalia así lo desea, eso no me convence. Aquí, amigo, tendrías que plantearte la pregunta: ¿Existe Dios o no? Conozco a personas que viven en toda clase de suciedad, y, sin embargo, afirman que ellos también creen en Dios. ¡Eso no es normal! Si Dios existe, entonces Su voluntad en el campo de lo sexual es lo que cuenta y tiene validez. Amigo, debes tomar una decisión: puedes destituir a Dios de su vida, pero entonces también tienes que estar dispuesto a morir sin Él. No puedes decir hasta los 45 años: “Yo vivo sin Dios”, y después en la vejez creer en Él. Eso no funciona. “Buscad a Dios mientras pueda ser hallado”, dice la Biblia. No dice “Buscadlo cuando a vosotros os parezca bien.” Repito: Si Dios no existe, entonces puedes hacer lo que quieras. Pero, si Dios existe, entonces Él decide lo que es bueno y malo. Lógico, ¿no?
En este punto te diré que ¡Dios existe de verdad! Dios está vivo. Y si me preguntas de dónde lo sé con tanta certidumbre, entonces te contestaré: ¡Porque Él se ha revelado en Jesús! Me gustaría dejarlo muy claro: Desde la venida de Jesús es ignorancia o mala voluntad el ser indiferentes con respecto a Dios o negarlo. Dios vive, y porque vive, Él establece lo que es bueno y lo que es malo. Tú puedes desterrarlo de tu vida; puedes decir: “Yo tengo otros principios morales”; pero te garantizo que un día tendrás que dar cuentas de tu vida delante de Dios.
Es sumamente liberador cuando comprendemos que es Dios quien decide lo que es bueno y lo que es malo; en su Palabra, la Biblia, nos lo ha dicho claramente. Una vez me preguntó un hombre muy asombrado: “Pero, ¿es verdad que la Biblia habla también de ‘esas cosas’?” “Pues, claro que sí,” le contesté, “Dios da instrucciones muy claras acerca de lo que es bueno y lo que es malo en el campo de la sexualidad”. ¿Qué dice Dios sobre este tema? Responderemos esa pregunta en el próximo programa.