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Autor: Norbert Lieth

Pocos días antes de su muerte, Jesús habló a sus discípulos en el Monte de los Olivos. Este sermón contiene las más importantes declaraciones proféticas de la Biblia, que nos ayudan a ordenar cronológicamente los hechos futuros y nos desafían a alcanzar con el Evangelio a los que están afuera.


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PE2474- Estudio Bíblico
Señales de Su Venida (20ª parte)


 


Amigo, si a usted alguna vez ha presenciado el desarrollo de un control sobre los aportes fiscales o la contabilidad de una empresa o asociación, sabrá muy bien que es una instancia que siempre conlleva algo de tensión. ¿Estará todo en orden? ¿Cómo saldrá la liquidación final? Cada detalle debe registrarse con exactitud, y al final del año, todo quedará expuesto sobre la mesa. De esta misma forma nuestra vida, es decir la administración que hicimos de los dones y talentos que hemos recibido es registrada en un libro en el cielo y, al final, llegará el gran arreglo de cuentas.

Para comprender un poco mejor esto, amigo, quisiera compartir con usted el pasaje de Mateo 25:14-30, donde Jesús no explica qué será lo que acontecerá.

Porque el reino de los cielos es como un hombre que yéndose lejos, llamó a sus siervos y les entregó sus bienes. A uno dio cinco talentos, y a otro dos, y a otro uno, a cada uno conforme a su capacidad; y luego se fue lejos. Y el que había recibido cinco talentos fue y negoció con ellos, y ganó otros cinco talentos. Asimismo el que había recibido dos, ganó también otros dos. Pero el que había recibido uno fue y cavó en la tierra, y escondió el dinero de su señor.

Después de mucho tiempo vino el señor de aquellos siervos, y arregló cuentas con ellos. Y llegando el que había recibido cinco talentos, trajo otros cinco talentos, diciendo: Señor, cinco talentos me entregaste; aquí tienes, he ganado otros cinco talentos sobre ellos. Y su señor le dijo: Bien, buen siervo y fiel; sobre poco has sido fiel, sobre mucho te pondré; entra en el gozo de tu señor. Llegando también el que había recibido dos talentos, dijo: Señor, dos talentos me entregaste; aquí tienes, he ganado otros dos talentos sobre ellos. Su señor le dijo: Bien, buen siervo y fiel; sobre poco has sido fiel, sobre mucho te pondré; entra en el gozo de tu señor.

Pero llegando también el que había recibido un talento, dijo: Señor, te conocía que eres hombre duro, que siegas donde no sembraste y recoges donde no esparciste; por lo cual tuve miedo, y fui y escondí tu talento en la tierra; aquí tienes lo que es tuyo.

Respondiendo su señor, le dijo: Siervo malo y negligente, sabías que siego donde no sembré, y que recojo donde no esparcí. Por tanto, debías haber dado mi dinero a los banqueros, y al venir yo, hubiera recibido lo que es mío con los intereses. Quitadle, pues, el talento, y dadlo al que tiene diez talentos. Porque al que tiene, le será dado, y tendrá más; y al que no tiene, aun lo que tiene le será quitado. Y al siervo inútil echadle en las tinieblas de afuera; allí será el lloro y el crujir de dientes”.

La parábola que leímos en Mateo 25 nos habla de un arreglo de cuentas: “Después de mucho tiempo vino el señor de aquellos siervos, y arregló cuentas con ellos”, dice el texto (Mt. 25:19). Antes, en su convocación, cuando recibieron sus talentos, se les dijo que tuvieran siempre presente y nunca perdieran de vista la orden: “Negociad entre tanto que vengo”, agrega el texto de Lucas 19:13.

Es necesario, amigo, que apliquemos esta orden del Señor a nuestro tiempo presente y ajustemos nuestras vidas a ella, pues con toda seguridad llegará el día del arreglo de cuentas para cada uno de nosotros individualmente. El apóstol Pablo podía decir de sí mismo que administró con responsabilidad los dones que Dios le había dado. Por ejemplo, en 1 Corintios 15:10 nos dice: “Pero por la gracia de Dios soy lo que soy; y su gracia no ha sido en vano para conmigo, antes he trabajado más que todos ellos; pero no yo, sino la gracia de Dios conmigo”.

Pablo trabajaba con la gracia, sí, la hacía rendir lo más posible. Y en otro pasaje, el apóstol pone la misma responsabilidad sobre la Iglesia: “Así, pues, nosotros, como colaboradores suyos, os exhortamos también a que no recibáis en vano la gracia de Dios” (2 Co. 6:1). Amigo, que nuestros dones y talentos no nos hayan sido dados en vano. ¡Consagrémoslos a Dios y llevémosle mucho fruto con ellos!

Como vimos en partes anteriores de esta serie, si bien esta parábola y todo el discurso del Monte de los Olivos está dirigida al pueblo de Israel, también podemos sacar de sus contenidos importantes enseñanzas para nuestra vida como cristianos. En este sentido, quisiera enfocarme en la figura de los talentos como una imagen de los dones que recibimos. El talento era la unidad monetaria de plata, la mayor que existía en aquel entonces. Fueron, por lo tanto, grandes sumas de dinero las que les fueron confiadas a los siervos.

Podemos ver entonces que el Espíritu Santo no nos da dones pequeños. Aunque es verdad que unos tienen más y otros menos, aun así siempre son una “suma considerable”. Es interesante ver también que los talentos fueron distribuidos “conforme a la capacidad” de cada uno. Sabemos que el Espíritu de Dios distribuye los dones como Él quiere. Lo dice 1 Corintios 12:11 “Pero todas estas cosas las hace uno y el mismo Espíritu, repartiendo a cada uno en particular como él quiere”.

¿No considerará el Señor en qué manera nosotros mismos procuramos conseguir los dones, es decir, en qué grado está dispuesto nuestro corazón? Las palabras de 1 Corintios 14:12 parecen afirmarlo: “Así también vosotros; pues que anheláis dones espirituales, procurad abundar en ellos para edificación de la iglesia”. El siervo que recibió un solo talento, probablemente no anhelaba más. Esto nos muestra qué importante es que vayamos por más en el área espiritual.

Ahora, mi amigo: lo decisivo no es que hayamos recibido mucho (cinco talentos), o poco (dos talentos o un talento), sino que administremos con fidelidad los dones recibidos. El que ha sido fiel con los cinco talentos, recibe exactamente el mismo elogio del Señor que el que ha demostrado su fidelidad con dos talentos. Leemos en la parábola que el Señor le dijo: “Bien, buen siervo y fiel; sobre poco has sido fiel, sobre mucho te pondré; entra en el gozo de tu señor” (Mt. 25:21,23).

El siervo que recibió solamente un talento, también debería haber dado prueba de fidelidad con ese don, como dice 1 Corintios 4:2: “Se requiere de los administradores, que cada uno sea hallado fiel”. Pero, ha sido infiel y, por eso, es amonestado y condenado por el Señor. Esto nos muestra que, en la eternidad, una fiel madre y ama de casa, posiblemente reciba más recompensa que un evangelista que ha desaprovechado su don. Una persona pobre, al dar poco, posiblemente da más que un rico que da mucho (comp. Marcos 12:41-44). Un paralítico, en ciertas circunstancias, puede hacer más para el Reino de Dios que una persona sana.

Predicando acerca de este tema, un cristiano egipcio usó la siguiente ilustración para explicarnos que cada persona renacida, en la cual mora el Espíritu Santo, es importante para el Reino de Dios. Nos dijo: “Imagínate que tienes una balanza con dos platillos. De un lado hay medio kilo de azúcar suelto. En el otro platillo tienes que poner el mismo peso en forma de terrones de azúcar. ¿Cuál de los terrones será el más importante? ¿El primero? ¿El último?”. La respuesta correcta la dio en seguida él mismo: “Cada uno de los terrones tiene exactamente la misma importancia para llegar a completar el medio kilo”. Si se quitara solamente un terrón de azúcar, la balanza ya estaría en desequilibrio. Lo mismo pasa en la Iglesia de Jesús. Por eso, no digas: “Soy solamente un terrón”. ¡Tú eres decisivo! Sin ti, sin tu aporte con los dones espirituales que el Señor te ha dado, falta algo esencial. Usa el don o los dones que has recibido.

Para ser pescador de hombres (Mateo 4:19), amigo, no es imprescindible ser joven y tener buena vista. Dios también puede usar, de manera maravillosa, a un anciano ciego que se consagra al Señor. Pienso en el ejemplo de una señora de 70 años, ciega, que tenía una Biblia en francés que amaba mucho. Pidió a un misionero que le marcara en rojo el pasaje de Juan 3:16, donde dice: “Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna”. Él quedó asombrado por el deseo de esta mujer completamente ciega, pero lo hizo.

Luego, de alguna forma, ella logró llegar hasta un banquito situado delante de un centro de estudios. Cuando salió un grupo de alumnos, les preguntó si habían prestado atención en las clases de francés, y todos dijeron que sí. Entonces, les pidió que, uno por uno, le leyeran el texto marcado en su Biblia. Luego, les preguntó si lo habían entendido. Cuando dijeron que no, les explicó el Evangelio de Jesucristo a partir de ese texto. Este fue el principio de su ministerio.

Más tarde, se supo que, a través del servicio de esta mujer ciega, 24 jóvenes llegaron a ser predicadores del Evangelio. Todos testificaron que el ministerio que la anciana ciega cumplía, a pesar de su debilidad física, marcó de una manera decisiva su trayectoria. ¡Un terroncito de “azúcar”, amigo! Esta creyente ciega no estaba amargada por su “destino”, sino que tenía un corazón que ardía por los que no eran salvos. Por eso, imploró al Señor que la usara para Su servicio. Él le dio la idea del versículo marcado en rojo y ella la puso en práctica. Fue fiel con lo poco que había recibido. Ahora ella ya está en la presencia del Señor y ciertamente habrá escuchado de Su boca las palabras “Buena sierva y fiel; sobre poco has sido fiel, sobre mucho te pondré; entra en el gozo de tu señor”. El Señor Jesús ¿podrá recibirle un día a usted también con estas palabras?


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