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Autor: Wim Malgo

La mano de Dios está dispuesta a bendecir ricamente, pero debemos levantar manos en oración hacia Él para que podamos recibir. Los creyentes son exhortados: “sed edificados como casa espiritual y sacerdocio santo…”. Pero ¿dónde está hoy la gloria del Señor en este templo? ¿Dónde está el poder de Dios en la Iglesia de Jesús? Esta pregunta y otros asuntos son tratados porque Dios, muchas veces, no puede bendecir la iglesia, lo que tanto desea hacer.


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PE2661 – Estudio Bíblico
Llamado a la oración (14ª parte)


 


La oración de la Iglesia

…no tenéis lo que deseáis, porque no pedís” (Santiago 4:2b). Mientras no estemos dispuestos a llevar a la presencia del Señor muy concretamente y con perseverancia, los asuntos más urgentes, carecemos de la contestación. Pero, luego que nos decidamos a volvernos cooperadores de Dios en oración, sucederán hechos maravillosos. La mano de Dios está dispuesta a bendecir ricamente, pero debemos levantar manos en oración hacia Él para que podamos recibir. “No tenéis lo que deseáis, porque no pedís”. Quiero mencionar uno de los asuntos más urgentes: la Iglesia de Jesús debe volver a ser un verdadero templo del Espíritu Santo, llena de la gloria del Señor. Así está escrito en Efesios 2:20: “edificados sobre el fundamento de los apóstoles y profetas, siendo la principal piedra del ángulo Jesucristo mismo, en quien todo el edificio, bien coordinado, va creciendo para ser un templo santo en el Señor”; y en 1 Pedro 2:4, los creyentes son exhortados: “sed edificados como casa espiritual y sacerdocio santo…”. Pero ¿dónde está hoy la gloria del Señor en este templo? ¿Dónde está el poder de Dios en la Iglesia de Jesús?

Amados hermanos, tus muchos ministerios en la iglesia no pueden sustituir la gloria y el poder del Señor. Tu predicación es de primera, desde el punto de vista de la teología. Tu manera de cantar, en cuanto al estilo y a la música, es libre de reproches, pero lo que falta son el poder y la gloria de Dios. No es ninguna sorpresa que haya dormilones notorios a tu alrededor. No es de admirar que haya una atmósfera mohosa y paralizadora en sus iglesias. ¡No tienen, porque no piden! El gran rey Salomón había construido un maravilloso templo. Todo estaba organizado, hasta los mínimos detalles. Pero Salomón sabía una cosa: a no ser que la gloria del Señor llenara ese templo, se convertiría en templo de ídolos. Por esto, Salomón se pone a orar; y el resultado: “Cuando Salomón acabó de orar, descendió fuego de los cielos, y consumió el holocausto y las víctimas, y la gloria de Jehová llenó la casa, y no podían entrar los sacerdotes en la casa de Jehová, porque la gloria de Jehová había llenado la casa de Jehová” (2 Crónicas 7:1-2). Esto es lo que necesitamos. ¿Aún no se han dado cuenta del hecho de que su lugar de congregación se volverá una casa sin vida espiritual si es que falta allí la presencia del Señor? Hay sueño, inercia, incredulidad, concupiscencia del mundo y de los ojos. Me dirijo a todos los creyentes que son miembros de una iglesia: congréguense en sus iglesias y clamen al Señor hasta que Su gloria vuelva a llenarlas.

Y aquí tenemos el segundo asunto: que haya nuevamente poder para un avivamiento. Pablo dice, en Gálatas 4:19 “Hijitos míos, por quienes vuelvo a sufrir dolores de parto hasta que Cristo sea formado en vosotros”. Cristianos mediocres generan a cristianos mediocres. El gran problema de nuestra época son los abortos dentro de la Iglesia de Jesús: personas que sí fueron impactadas, pero que no han nacido de nuevo. Consecuentemente, no son capaces de generar hijos espirituales en sus evangelizaciones. Hay decisiones emocionales, pero falta el poder para el nuevo nacimiento. Conocemos a una mujer especial en el Antiguo Testamento: Ana. No tenía capacidad de dar a luz hijos. “Ella con amargura del alma oró a Jehová, y lloró abundantemente. Mientras ella oraba largamente delante de Jehová, Elí, estaba observando la boca de ella. Pero Ana hablaba en su corazón, y solamente se movían sus labios, y su voz no se oía, y Elí la tuvo por ebria” (1 Samuel 1:10, 12-13). Miren, esta mujer, durante ese tiempo que pasó en oración, fue como si sufriera dolores de parto, pues en respuesta a su oración nació Samuel. Y ese niño llegó a ser el hombre que Dios usó para llevar al pueblo otra vez al Señor. La autoridad religiosa, representada en la persona del sumo sacerdote Elí, inicialmente rechazó la oración de Ana. Él la tuvo por ebria. Hoy en día sucede lo mismo. ¿Dónde están entre ustedes las personas, como Ana, que siguen orando y llorando delante del Señor hasta que nazcan niños como Samuel? Te ruego, ¡conságrate al Señor tal como lo hizo Ana en ese santo servicio de oración, y llora delante de Su rostro! ¡Hazlo, aunque los religiosos rehúsen este procedimiento y lo declaren locura!

Además, veo un tercer asunto urgente para nuestra época: la preparación de la Iglesia novia para el encuentro con el Novio celestial, Jesucristo. Esta preparación es únicamente a través del velar y orar. Jesús dice, en Lucas 21:36: “Velad, pues, en todo tiempo orando que seáis tenidos por dignos de escapar de todas estas cosas que vendrán, y de estar en pie delante del Hijo del Hombre”. ¿Qué piensan que está haciendo nuestro Señor Jesús, en el trono de Su Padre, a favor de los Suyos? Romanos 8:34 dice que está a la diestra de Dios e intercede por nosotros. Hebreos 7:25 dice que está viviendo siempre para interceder por ellos. Jesús seguirá orando por nosotros hasta aquel momento en que venga a encontrar a Su novia preparada. ¡Qué ejemplo maravilloso de este suceso tenemos en Génesis 24! Allí está escrito de Isaac: “Y había salido Isaac a meditar al campo, a la hora de la tarde, y alzando sus ojos miró, y he aquí los camellos que venían, Rebeca también alzó sus ojos, y vio a Isaac, y descendió del camello, porque había preguntado al criado: ¿Quién es este varón que viene por el campo hacia nosotros? y el criado había respondido: Este es mi Señor. Ella entonces tomó el velo, y se cubrió” (v, 63-65).

Rebeca, escoltada por Eliezer, que era un sirviente de Abraham (una representación del Espíritu Santo), viaja al encuentro de Isaac. Sus pensamientos están ocupados con el novio. E Isaac, como si fuera atraído por la disposición de ella, le salía al encuentro, orando, a pesar de que aún no la veía. Puedo imaginarme cómo Rebeca, orando, viajaba hacia Isaac, y así fue que estuvo inmediatamente preparada cuando él apareció, ya que bajó apresuradamente del camello, cubriéndose con el velo. Queridos hermanos, no pregunto si son salvos, sino pregunto: ¿están listos para cuando Jesús se manifieste en las nubes? Solamente puedes estar preparado cuando permites que el Señor te separe de todo lo terrenal, por medio de la oración insistente. Colosenses 3:1 dice: “Si, pues, habéis resucitado con Cristo, buscad las cosas de arriba, donde está Cristo sentado a la diestra de Dios”. ¿Por qué hay que buscarle siempre en oración? Colosenses 3:4 nos da la respuesta: “Cuando Cristo, vuestra vida se manifieste, entonces vosotros también seréis manifestados con él en gloria”. Te digo con certeza: la manifestación del Señor Jesús en las nubes del cielo está más cerca de lo que piensas. Jesús te dice: “Vela y ora”. Rebeca estaba preparada para el encuentro con Isaac. No dormía sentada en su camello. Tú también debes estar dispuesto para el encuentro con el Señor cuando Él venga.

Llegamos a otro asunto importantísimo de la oración: La oración propiciatoria de arrepentimiento. “Cuando Daniel supo que el edicto había sido firmado, entró en su casa, y abiertas las ventanas de su cámara que daban hacia Jerusalén, se arrodillaba tres veces al día, y oraba y daba gracias delante de su Dios, como lo solía hacer antes” (Daniel 6:11). ¿Qué clase de oración era la de Daniel? Él era un hombre de Dios, que experimentaba cosas grandes con el Señor. Contemplemos las tres características más llamativas de su oración:

1. Reconocer y confesar la culpa colectiva. Reconoció y confesó en su oración la culpa colectiva del pueblo de Dios: “Hemos pecado, hemos cometido iniquidad… No hemos obedecido a tus siervos los profetas, que en tu nombre hablaron a nuestros reyes, a nuestros príncipes, a nuestros padres y a todo el pueblo de la tierra” (Daniel 9:5 a y 6). “Oh Jehová, nuestra es la confusión de rostro, como el día de hoy lleva todo hombre de Judá, 1os moradores de Jerusalén, y todo Israel, los de cerca y los de lejos, en todas las tierras adonde los has echado a causa de su rebelión con que se rebelaron contra ti” (v. 7). Este factor es muy decisivo en cuanto a la oración para la llegada de un despertar. Tenemos que reconocer que vivimos en un tiempo determinado. Miramos hacia el pasado, el futuro, y el presente, pero Dios es eterno. Para Él, tanto el pasado como el futuro son presente. Mil años son como un día delante del Señor, y un día como mil años. Los pecados no expiados del pueblo de Dios en el pasado trajeron una sombra, sí, una maldición sobre esa generación de creyentes. Ejercen un efecto paralizador. ¡No subestimemos la justicia de Dios! Solamente el arrepentirse de verdad hace posible el actuar del Espíritu de Dios, obviamente a través del poder purificador de la sangre de Jesús.


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