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Autor: Norbert Lieth

En este programa continuaremos escuchando sobre los requisitos, cuidados y testimonio que debe tener el liderazgo de la iglesia local, más específicamente los Obispos.


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PE2745- Estudio Bíblico
La primera carta a Timoteo (11ª parte)



Liderazgo de la iglesia II

En 1 Timoteo 3:4-5 leemos sobre quien aspira a ser Obispo: Que gobierne bien su casa, que tenga a sus hijos en sujeción con toda honestidad (pues el que no sabe gobernar su propia casa, ¿cómo cuidará de la iglesia de Dios?)«. Observemos el pasaje paralelo de Tito 1:6: El que fuere irreprensible, marido de una sola mujer, y tenga hijos creyentes que no estén acusados de disolución ni de rebeldía«.

En algunas versiones de la Biblia, la expresión “hijos creyentes” es sustituida por “hijos fieles”. Eso confirma que los hijos del obispo deben ser creyentes fieles. En ese caso, la observación no se refiere solamente a hijos menores; esos hijos no deberían ser culpables por hechos de depravación o insubordinación. Esos delitos pasan, evidentemente, con hijos mayores. En todo caso, se trata de hijos que todavía están viviendo en la casa paterna, y, así, todavía hacen parte de la familia gobernada por el padre. No se refiere a hijos que ya son independientes, o casados y con su propia familia, pues esos ya no son liderados por los padres.

¿A partir de qué momento los hijos ya no pertenecen bajo dominio de su padre? En el momento en que ellos salen de la casa paterna para empezar su propio hogar.  Como leemos en Génesis 2:24: Por tanto, dejará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer, y serán una sola carne. Ese versículo enseña el momento de salida de la casa de los padres para que sea formada una célula familiar nueva e independiente. A partir de ese momento, el hijo no pertenece más a la casa paterna. Con eso, un obispo no necesita perder su función si uno de sus hijos adultos, que ya no pertenece a la casa del padre, busca sus caminos propios.

De modo general, ese pasaje bíblico hace énfasis que la vida de la iglesia no se sobrepone a la vida familiar. Algunas personas se dedican tanto a la iglesia y a las actividades cristianas que acaban descuidando su familia. Imaginan que el servicio en la iglesia es más importante que el cuidado a la familia, y no perciben que el cuidado a la familia también es un servicio para el Señor. El servicio para el Señor necesita iniciar en la propia casa. Antes de asumir un cargo de liderazgo, necesita estar comprobado que la respectiva familia está debidamente cuidada, tenga una educación conveniente, y que los hijos sean orientados y enseñados en la fe.

Como nos hace ver 1 Timoteo3:6 advirtiendo sobre las características del Ovispo diciendo: No un neófito, no sea que envaneciéndose caiga en la condenación del diablo. La palabra del griego antiguo aquí traducida como “envaneciéndose” también puede significar “estar envuelto en humo,” lo que tiene relación con éxtasis, con limitación, y con ceguera. Uno podría hasta imaginar que justamente el nuevo convertido, que ya haya alcanzado la gracia, que recién experimentó el quebrantamiento y, acaba de arrepentirse, y recibir el Espíritu Santo, estuviera libre de eso. Sin embargo, ¡por el contrario! En ese aspecto también vemos que la Biblia es mucho más sobria que el propio ser humano.

Somos exhortados a cuidarnos de nosotros mismos, de permanecer alertas y sensatos, y de cuidar de otros también. Para mantener el mismo sentir de Jesucristo es necesario observar una serie de reflexiones, superaciones y reglas igualmente sobrias.

El orgullo y la vanidad son ingredientes peligrosos para el cristianismo, y ya causaran grandes estragos, principalmente para aquellos que sostienen esa postura. Es algo muy interesante observar y constituye un mensaje en sí mismo, el cómo es difícil para una persona mantener la actitud adecuada en una cierta situación. Para el cristiano también es fácil sucumbir en el orgullo. De hecho, puede ser visto con frecuencia, el cambio negativo en el comportamiento de una persona después de haber concluido el Seminario Bíblico, o de haber asumido una función de responsabilidad en la iglesia. A veces, llegan a ser totalmente irreconocibles. Una versión alemana de la palabra lo dice literalmente: “para que él no sea ofuscado por la vanidad.” La vanidad logra alterar los sentimientos y anestesiar la sensatez. La persona es capaz, a cualquier instante, de incurrir en el mismo pecado que Satanás cometió, como mayor representante de los orgullosos.

La frase ubicada en 1 Timoteo 3:6: No sea que envaneciéndose caiga en la condenación del diablo”, no significa que el diablo tenga el poder de juzgar un cristiano. En verdad, somos exhortados a no caer en el mismo pecado en que él cayó, y, en consecuencia, fue condenado. Era el Ángel de Luz, una posición elevada, posiblemente mucho arriba de los demás ángeles, y no estaba satisfecho con eso, por lo cual, pecó al rebelarse contra Dios.

En Isaías 14:13 y 14 leemos sobre esto: Tú que decías en tu corazón: Subiré al cielo; en lo alto, junto a las estrellas de Dios, levantaré mi trono, y en el monte del testimonio me sentaré, a los lados del norte; sobre las alturas de las nubes subiré, y seré semejante al Altísimo”  También Ezequiel 28:17 habla sobre esto: «Se enalteció tu corazón -dice- a causa de tu hermosura, corrompiste tu sabiduría a causa de tu esplendor; yo te arrojaré por tierra; delante de los reyes te pondré para que miren en ti”

Nosotros somos exhortados a cuidarnos al máximo, y a no rebelarnos como el diablo lo hizo, para no recibir la misma condenación. 1 Timoteo 3:7 dice: “También es necesario que tenga buen testimonio de los de afuera, para que no caiga en descrédito y en lazo del diablo. La cuestión es colocada muy claramente: un líder de iglesia necesita tener un buen testimonio delante de los no cristianos. Debe tener un buen concepto en el medio en que vive, donde naturalmente se puedan diferenciar lo que es chisme y acusaciones verdaderas. Pero no es suficiente que apenas los participantes de la iglesia local hablen bien del líder o de sus familiares.

Es preocupante el hecho observado aquí, que el diablo sabe cómo aprovechar un desliz en un procedimiento, y utilizarlo contra nosotros. Cuando un obispo es el blanco de comentarios llenos de maldad, fácilmente se torna víctima del diablo, que, como señala 1 Pedro 5:8 como león rugiente, anda alrededor buscando a quien devorar. El diablo arma las emboscadas y atrae su presa para que sea atrapada, enseñando cómo es de traicionero. Es un cazador de almas. El mismo que atrajo Adán y Eva a la trampa no se cansa de tentar atraernos a nosotros también. Así, al saber de la existencia de trampas en un lugar, necesitamos poner más atención y controlar más si tenemos que pasar por allí.

Cuando el diablo se está dedicando en atacar a los líderes de una iglesia, eso es una señal de que sabe del potencial de daños que puede causar a esa iglesia. Entre sus trampas, podemos mencionar ambición por dinero y riqueza. Eso es la causa de la caída de varios líderes de iglesia, o de misiones. 1 Timoteo 6:9 dice: Porque los que quieren enriquecerse caen en tentación y lazo, y en muchas codicias necias y dañosas, que hunden a los hombres en destrucción y perdición.

Además de eso, la irritación o la rebeldía, y la falta de buen sentido también son trampas que utiliza 2 Timoteo 2:25-26 dice sobre el líder:que con mansedumbre corrija a los que se oponen, por si quizá Dios les conceda que se arrepientan para conocer la verdad, y escapen del lazo del diablo, en que están cautivos a voluntad de él. El contexto de los dos pasajes que acabamos de oír, nos enseña que no apenas los responsables de las iglesias están sujetos a caer en trampas, sino que cada cristiano se encuentra en este peligro, y necesita estar muy alerta.

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