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Autor: Ernesto Kraft

En la historia de los Patriarcas del Antiguo Testamento, vemos una presencia directa de la fe en medio de sus circunstancias. Cada uno con su personalidad, sus fallas y su impronta, pero con una misma esperanza.


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PE2762- Estudio Bíblico
Héroes de la fe (7ª parte)



Isaac, Jacob y José

En el estudio de hoy se nos presentan tres personas que tienen historias muy influyentes en el relato bíblico. Hebreos 11:20 se adentra en la historia de Isaac, el Patriarca, diciendo “Por la fe bendijo Isaac a Jacob y a Esaú respecto a cosas venideras”. El nombre Isaac significa “sonriente”. La fe de ese personaje también produjo ese fruto, a pesar de haber cometido varios errores durante su vida. Sin embargo, lo más importante es que en el final de la vida sea posible decir que la persona creyó. ¡Y todos los que creen van a sonreír y sentir una felicidad indescriptible! Quien cree vivirá la realidad de la sentencia que dice “quien ríe por último ríe mejor,” a pesar de que en el presente haya dificultades. La palabra de Dios en Juan 16:22 se va cumplir: “También vosotros ahora tenéis tristeza; pero os volveré a ver, y se gozará vuestro corazón, y nadie os quitará vuestro gozo”.

Es maravilloso saber que quien juzga todas las cosas es Dios, y no los hombres. Quien lee la historia de Isaac probablemente no definiría a Lot como “justo,” y si alguien evaluara el proceder y la manera de cómo Isaac bendijo a sus hijos, tal vez dudara de su fe. Pero leemos que por la fe los bendijo. Es un gran alivio el saber que hay un Dios que todo lo ve y juzga correctamente todas las cosas. Si nos ponemos diariamente a la disposición de Dios, también podremos ser bendición a nuestro prójimo, como pasó con Isaac. Quien cree siempre tiene dones espirituales para beneficiar a otros, como leemos en Romanos 1:11: “Porque deseo veros, para comunicaros algún don espiritual, a fin de que seáis confirmados”. Cuanto más profunda sea nuestra comunión con Jesús, más crecerá en nosotros el deseo de servir al prójimo. Fue de esa manera que Isaac tenía una bendición preparada para sus hijos. ¿Cómo podría Isaac haber hablado a sus hijos sobre el futuro si no hubiera estado en profunda comunión con Dios? Seremos bendición para otros en la misma medida y profundidad con la cual cultivamos nuestra relación con Dios y creemos en Su Palabra. ¡Que en este día podamos ser una bendición para todos los que conviven con nosotros!

La historia de Isaac se entrelaza con la de su hijo Jacob, un personaje muy interesante del Antiguo Testamento.  Dice Hebreos 11:21: “Por la fe Jacob, al morir, bendijo a cada uno de los hijos de José, y adoró apoyado sobre el extremo de su bordón”. Jacob confirmó el significado de su nombre que es “engañador”. Conocemos su conducta, sus mentiras y la manera en la que actuaba al enfrentar los problemas de la vida. Pero también leemos que ese hombre tuvo un final feliz. Su camino en la fe comenzó mal, pero su final fue bueno. En el caso de Saúl, por ejemplo, pasó lo contrario: comenzó bien, pero tuvo un fin triste. En Hebreos 13:7 leemos que la Biblia siempre nos lleva a mirar hacia el final: “Acordaos de vuestros pastores, que os hablaron la palabra de Dios; considerad cuál haya sido el resultado de su conducta, e imitad su fe”. Ese principio también vale para quien realiza la obra de Dios. Vemos que Jacob creció verdaderamente en la fe, y en el final de su vida no tenía dudas respecto de lo que Dios deseaba para él. No se dejó persuadir por su hijo José y por sus experiencias. En el ocaso de su vida Jacob da la bendición de primogenitura al hijo menor de José, por lo que este quiso corregirlo. Pero vea lo que dice Génesis 48:19: “Mas su padre no quiso, y dijo: lo sé, hijo mío, lo sé; también él vendrá a ser un pueblo, y será también engrandecido; pero su hermano menor será más grande que él, y su descendencia formará multitud de naciones”.

Cómo es de bueno conocer a personas que de hecho creen; por la fe, el carácter de estas personas es transformado: los cobardes se vuelven luchadores valientes; los escépticos se vuelven columnas fuertes; los indiferentes pasan a ser personas íntegras y responsables. Todo eso engrandece a Dios. Al comienzo de su vida, Jacob era un hombre de ánimo dividido. Pero se dejó transformar por Dios. Actuaba como un impostor, pero no siguió en ese camino. De igual manera, observamos a Moisés: un hombre muy impulsivo que, en la escuela de Dios, se transformó en una persona mansa. ¡Todo lo que nos causa problemas hoy puede ser transformado si creemos! No se desanime, ¡usted también puede ser transformado! Veamos lo que Jacob respondió en su desesperación al luchar con él ángel. Leemos en Génesis 32:36 que Jacob dijo al Ángel de Jehová: “…Déjame, porque raya el alba. Y Jacob le respondió: No te dejaré, si no me bendices”. ¡Pero no se decepcionó! No desista hasta que la bendición en su vida sea tan grande que pase a bendecir también a otros. Jacob oraba apoyado en su bastón. Oraba sin poder explicar la preferencia por el hijo más pequeño. Sin embargo, no juzgó los caminos de Dios sino se puso de acuerdo con lo que el Señor quería. Conocía a su Dios y sabía que el Señor jamás comete errores. Recuerde: ¡Incluso en el día de hoy, Dios no comete errores!

En nuestra lista de Héroes de la fe, encontramos al cuarto integrante que se menciona de esta familia. Hebreos 11:22 dice: “Por la fe José, al morir, mencionó la salida de los hijos de Israel, y dio mandamiento acerca de sus huesos”. Cuando Jacob murió, los hermanos de José tuvieron miedo de que José finalmente se vengara de las injusticias sufridas. Percibimos un fruto maravilloso de la fe en la vida de José, quien maduró con el pasar de los años. Leemos sus palabras en Génesis 50:19: “Y les respondió José: No temáis; ¿acaso estoy yo en lugar de Dios?” Cuánto más tiempo ejercemos la fe, más sumisos a Dios y dominados por Él deberíamos volvernos. Sin embargo, muchos cristianos son activos en sus iglesias durante años, pero se portan como incrédulos, de forma que no es posible identificar que Dios reina sobre sus vidas. El comportamiento de José al final de su vida también demuestra cuán profunda era su fe. Pidió que sus huesos fueran llevados de Egipto, a pesar de que en aquella época nada indicara que el pueblo un día dejaría aquel lugar. Asimismo, José habló sobre la salida de Egipto con confianza. ¿Cómo podía sustentar esa afirmación si nada indicaba ese acontecimiento? La explicación está en Génesis 50:24: “Y José dijo a sus hermanos: Yo voy a morir; mas Dios ciertamente os visitará, y os hará subir de esta tierra a la tierra que juró a Abraham, a Isaac y a Jacob”. Para José fue suficiente recibir esa certeza de Dios, ¡y eso significa creer verdaderamente! Creer a pesar de no ver la promesa todavía, creer sabiendo que aquello que Dios dice se realizará.

¿Cuántas veces cuestionamos las afirmaciones de Dios cuando el tema es la concreción de Su Palabra? En Efesios 5:27 leemos que Cristo purificó la iglesia “a fin de presentársela a sí mismo, una iglesia gloriosa, que no tuviese mancha ni arruga ni cosa semejante, sino que fuese santa y sin mancha”. Pero acabamos concluyendo que eso parece que no puede darse, pues cuando miramos hacia dentro de nosotros, vemos claramente que estar “sin mancha ni arrugas” es imposible. Sin embargo, esa es una afirmación de Dios –¿será que confiamos en Él?

José también podría haber dudado, pero su fe estaba basada en el hecho de que Dios ya había dicho algo. Y cuando Dios dice algo, las circunstancias tienen que someterse a Su promesa. Ni el propio faraón u otros enemigos podrían impedir la concretización de esa promesa, pues Dios cumple Su plan a pesar de todos los obstáculos. Él es siempre poderoso para cumplir Su Palabra. Crea en lo que Dios dijo, a pesar de que usted no siempre lo entienda todo. ¡Crea y usted nunca será desilusionado!

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