Comunión ininterrumpida con Dios
8 diciembre, 2021Las ofrendas que debemos dar
29 diciembre, 2021Estimados amigos, creo que fue el tenista Boris Becker quien dijo: «Durante dieciocho años tuve la impresión de que los periodistas nunca me planteaban la pregunta correcta. Siempre iban dirigidas a los resultados, nunca a la persona».
No es así con Dios. A él le importas tú y no tus éxitos. La Navidad es una clara evidencia de ello.
La Navidad expresa el deseo de Dios de conectarse con los seres humanos, un anhelo que se expresa de manera contundente en la parábola del hijo pródigo en la cual el Padre espera día tras día al hijo que le había dado la espalda, y corre a su encuentro cuando este regresa arrepentido.
Muchas personas tienen una imagen equivocada de Dios, viéndolo como un soberano inflexible y severo, y no como un Padre amoroso colmado de anhelo que corre hacia nosotros.
Un día, mientras esperaba a alguien en un centro comercial, vi en una de las vidrieras una oferta de pantalones con algunas frases impresas. Uno de ellos decía: «Una vida sin tonterías no tiene sentido». Esto me parecía bastante tonto, aunque también expresaba una realidad: cuando el ser humano no encuentra el sentido de la vida, comete todo tipo de estupideces.
Nada en la vida tendrá sentido mientras no reconozcamos el verdadero sentido de la vida y nos entreguemos a él por completo.
Pero ¿Cuál es?
El ser humano es perseguido por preguntas como:
• ¿por qué estamos en esta tierra?
• ¿para qué fui creado?
• ¿será que el sentido de la vida es nacer para algún día morir?
• ¿Será simplemente venir al mundo, tener un poco de alegría, trabajar y esforzarse mucho, sufrir temores, preocupaciones y dolores, para luego morir?
• ¿eso será todo?
No podemos negar que tenemos en nuestro interior una añoranza no cumplida, que no puede ser satisfecha con nada de este mundo.
Una de las obras de arte más famosas de la historia de la humanidad es “La creación de Adán”, un fresco de la Capilla Sixtina, pintado por Miguel Ángel, la cual pretende ilustrar la creación del primer hombre. En este, Dios estira su dedo hacia la mano flácida del ser humano. Este toque lo despierta para recibir aquello para lo cual Dios lo ha destinado.
Fuimos creados para la comunión con Dios. Él desea vivir entre y con nosotros, anhela trabajar, caminar, comunicarse con cada ser humano.
Nadie es producto de la casualidad, sino que Dios quiso crearnos a cada uno y darnos un sentido, un propósito.
El hombre pierde el sentido de su existencia una vez que ignora a Dios y pretende tomar por sí solo el timón, de la vida que le fue obsequiada. Es allí cuando la vida se convierte en un sinsentido.
No importa la forma en que lo veamos, una simple mirada a la realidad evidencia que, según Proverbios 14, verso 34, «…el pecado es afrenta para los pueblos», otra versión dice «…el pecado deshonra a todos los pueblos».
El pecado es todo aquello que deja a Dios de lado, que nos separa de vivir en plenitud con él. Es aquello que nos aleja y nos aliena de nuestro Creador.
Esta es la razón de los sinsentidos, de toda avaricia y egoísmo, de toda crueldad y miseria, e inclusive de la muerte.
En el principio, Dios creó al ser humano. Este era feliz con Dios, pero se separó de él. Desde ese momento su alma tuvo un vacío. Intentó llenar este vacío con miles de cosas, y no se daba cuenta de que su situación empeoraba aún más, pues solo Dios podía llenarlo. Y gracias a Dios que él nunca se rinde y se dispone siempre a llenar este vacío.
Vemos en la Biblia este insistente anhelo de Dios por vivir con los seres humanos. El Señor mismo le dijo al pueblo de Israel en el desierto: «Allí me reuniré con los hijos de Israel; y el lugar será santificado con mi gloria. Y santificaré el tabernáculo de reunión y el altar; santificaré asimismo a Aarón y a sus hijos, para que sean mis sacerdotes. Y habitaré entre los hijos de Israel y seré su Dios. Y conocerán que yo soy Jehová su Dios, que los saqué de la tierra de Egipto, para habitar en medio de ellos. Yo Jehová su Dios» (Éx. 29:43-46).
Dios escogió a un pueblo para encontrarse con el ser humano. Él quería vivir en medio de la gente.
Cuando leemos en la Biblia acerca del «tabernáculo de reunión», podemos entender que fue el Dios Todopoderoso quien hizo todo lo necesario para morar con su pueblo, lo que los israelitas debían hacer era tan solo aceptarlo.
El pueblo sería santificado por medio de Su santidad. Dios había determinado, por ejemplo, que todo lo que tocara su altar sería santo.
Y esto – mi querido amigo y amiga – es precisamente una imagen de la Navidad: toda persona que entre en contacto con Dios, por medio de Jesucristo en esta Navidad, será santo para él.
Si miramos el libro de Éxodo capítulo 29, Dios se había encargado de todo, hasta el último detalle: de la salvación, la reconciliación, la purificación y la unción de aquellos que se acercaban a él.
Es muy significativo el lugar en que Dios, según las narraciones bíblicas, buscó el contacto con los seres humanos, es decir en medio del desierto, un lugar donde se sufre un intenso calor durante el día y en la noche un frío penetrante.
Un sitio infértil, que carece de todo, donde uno se encuentra a merced del entorno, sin protección alguna, fue allí donde Dios, a quien el universo entero no puede contener, quiso estar con los seres humanos.
Al leer estos capítulos del libro de Éxodo, me llamó la atención algo maravilloso. Dios ordena que, en el caso de los utensilios sagrados para el servicio a él – como una mesa o altar – se coloque una cornisa de oro alrededor.
Esto era simbólico: la cornisa tenía la función de que durante el viaje por el desierto – o el servicio sacerdotal – los elementos que estaban encima no se cayeran.
Quizá te encuentres precisamente en un desierto. Te sientes oprimido, tanto por dentro como por las circunstanciasde afuera, el calor sofoca tu alma, ha caído la noche para ti o el frío y la oscuridad comienzan a afectarte gravemente.
Sin embargo, si permites que Dios more en tu vida, él se encargará de que jamás caigas de “Su gracia” en tu camino por el desierto.
Estando en él, su misericordia nos rodea, el profeta Isaías – en el capítulo 46 de su libro – escribió las siguientes palabras “Escúchenme […] Los que han sido llevados por Mí desde el vientre, cargados desde la matriz. Aun hasta su vejez, Yo seré el mismo, Y hasta sus años avanzados, Yo los sostendré. Yo lo he hecho, y Yo los cargaré; Yo los sostendré, y Yo los libraré”
Tal vez te preguntes ¿Qué es la Navidad?
La Navidad es el cumplimiento del anhelo divino de morar entre los humanos. Él mismo, en su perfecta persona, es amor, y es justamente el amor lo que lo impulsa.
La Biblia, en Juan 1:14, describe la primera Navidad con estas misteriosas palabras “Y el Verbo – es decir Dios – se hizo hombre y habitó entre nosotros. Y hemos contemplado su gloria, la gloria que corresponde al Hijo unigénito del Padre, lleno de gracia y de verdad.”.
Para ilustrar este hecho, que Dios se “hizo” hombre, quiero contarles algo. Cuando era niño he iba al supermercado con mi papá, pasábamos por donde estaban los licores, y siempre quedaba impresionado cuando miraba una botella de licor que tenía una pera entera dentro. Y cada vez que la veía me preguntaba «¿Cómo habrán metido la pera entera por el pico de la botella?», realmente me asombraba y me intrigaba.
Cuando tuve unos años más descubrí cómo lo hacían, y he aquí que colgaban la botella de un árbol y le introducían una rama dentro para que la fruta creciera en el interior de la botella.
La Navidad es la venida de Dios al mundo. Es Jesucristo, el Hijo de Dios encarnado.
Así como cuando era niño y no podía imaginar como una simple pera podía entrar por el pico de una botella, nuestra mente limitada no nos permite comprender como Dios, omnipotente, omnisciente, que tiene toda la sabiduría y jamás se equivoca, que creó todo el universo, un Dios tan grande que ni siquiera podemos imaginar su grandeza, se humillara y se encarnara en algo tan pequeño como un ser humano.
Uno de los profetas judíos, Isaías, siglos antes ya lo había anunciado con estas palabras “Entonces un retoño brotará del tronco de Isaí, – descendiente de Jesús – Y un vástago dará fruto de sus raíces.”
Esto es Navidad: Jesús, quien estando con Dios y siendo Dios, se hizo hombre y vivió entre nosotros.
El Señor, quien habitó en el desierto con Israel, quiere morar en la “casa” o en la vida de cada persona.
Es cierto, el pecado es la ruina de la humanidad porque te separa del Dios creador, sin embargo, con la venida de Jesús al mundo llegó un nuevo mensaje; el aposto Pablo escribió “Palabra fiel y digna de ser recibida por todos: que Cristo Jesús vino al mundo para salvar a los pecadores […]”.
Este es el sentido de la vida, encontrarte con el Dios que te busca, que anhela comunicarse contigo, que está dispuesto a perdonarte, que todo lo cambia y que te ofrece una vida plena. Sin ninguna duda, Él llenará el vacío de tu alma.
Norbert Lieth