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Estimados amigos, no sé qué es peor: ver a un líder alejarse de la Palabra y poco a poco causar daño en el cuerpo de Cristo, o escuchar de repente de un líder que ha estado viviendo una doble vida, que también crea daño en el cuerpo…

Hace algunas semanas atrás supe de otro líder cristiano, contratado por una iglesia y que había estado sirviendo de manera aparentemente fiel, que tuvo que ser retirado debido a una vida de adulterio. A lo largo de los años de su matrimonio, había mantenido una relación adúltera la mitad del tiempo. Para completar el daño, este adulterio se llevó a cabo con una joven líder de la iglesia donde ministraba.

Ante otra historia de este tipo, encuentro dos reacciones en mi corazón:

1 – Temor a Dios y gratitud por haberme preservado de semejante tragedia.

Pablo es muy claro cuando dice en 1 Corintios 10.12: «Así que, el que piensa estar firme, mire que no caiga». Por la gracia y la misericordia de Dios me he librado de este pecado. No lo digo con ninguna arrogancia u orgullo, sino con la seguridad de que he sido preservado. Por eso y por estar seguro de que no soy mejor que este pastor, tengo un gran motivo de gratitud a Dios.

2 – Procurar saber qué hacer para ser preservado.

Comprendo y agradezco la gracia de Dios, pero al mismo tiempo entiendo que tenemos nuestra parte en esta y otras tentaciones. El texto anterior continúa (1 Corintios 10.13): «No os ha sobrevenido ninguna tentación que no sea humana; pero fiel es Dios, que no os dejará ser tentados más de lo que podéis resistir, sino que dará también juntamente con la tentación la salida, para que podáis soportar».

Queda claro entonces que la famosa excusa de «no pude hacer nada» o «fue más fuerte que yo» simplemente no es cierta. Dios proporciona la salida y no permitirá que seamos tentados más allá de lo que podemos soportar.

Esta segunda reacción me lleva a tratar de enlistar consejos o sugerencias para los pastores y líderes jóvenes que están comprometidos con una vida de integridad ante Dios. Hace años, el conocido profesor y escritor Howard Hendricks, a través de una encuesta entre aquellos que habían abandonado el ministerio por fracaso moral, encontró que tenían las siguientes características en común:

  • (1) no tenían una vida devocional regular;
  • (2) se involucraban sexualmente con alguien cercano, normalmente alguien que trabajaba en la misma iglesia u organización cristiana;
  • (3) no tenían a alguien a quien dar cuenta de su vida y sus luchas; y
  • (4) no creían que les pudiera pasar a ellos.

Basándome en estos datos y en lo que he visto durante más de treinta años de ministerio, permítanme esbozar algunas sugerencias muy prácticas:

1 – Cuida tu vida devocional. Todos tenemos períodos de mayor intimidad y períodos de mayor distancia espiritual. Procura que el desapego no se convierta en tu rutina. No tengo un consejo más importante: cuida tu vida con Dios a través de la oración, la lectura de la Biblia y la reflexión personal.

2 – Teme a Dios y desconfía de ti mismo. De hecho, desconfía de tu propio autocontrol. Hace años escuché a un líder de casi ochenta años: «Gestiono las situaciones porque tengo miedo de mis reacciones». Pablo deja claro que conoce su propia capacidad de pecar: ¡Miserable que soy! ¿Quién me librará de este cuerpo de muerte? Gracias a Dios por Jesucristo nuestro Señor. Así que yo mismo con la mente soy esclavo de la ley de Dios, pero con la carne soy esclavo de la ley del pecado. (Romanos 7.24-25)

3 – Toma medidas muy claras para tener un amigo cercano que conozca el estado de tu corazón e incluso qué tentaciones están presentes en tu vida en este momento. Este tipo de relación no es fácil de construir y creo que es difícil de mantener, pero me atrevo a decir que es una salvaguarda muy importante en la vida de todo líder.

4- Establece límites muy claros para tus relaciones con el sexo opuesto. En este ámbito se me ha acusado de legalismo, pero agradezco que se establezcan límites que me alerten de la peligrosa situación en la que puedo estar entrando. Los límites no impiden pecar, pero sirven como alarma de peligro. Cuando hablo de límites me refiero a evitar una relación con alguien del sexo opuesto en la que pases demasiado tiempo a solas, tengas secretos y sueños (aunque sean ministeriales) o crees un espacio «sólo tuyo».

Mi oración por este joven pastor es que se quebrante ante Dios y busque la restauración que Dios tiene para él, su matrimonio y quizás incluso su ministerio. Mi oración para ti y para mí es que busquemos con todas nuestras fuerzas los «escapes» que Dios tiene para las tentaciones que seguramente nos golpearán. Que al final de nuestra carrera podamos decir con Pablo en 2 Timoteo 4:7: «He peleado la buena batalla, he acabado la carrera, he guardado la fe».

Por Daniel Lima


Publicado primeramente en chamada.com.br

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