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La culpa es una emoción o creencia muy compleja con la que muchos luchamos. En el programa de hoy, Yeni Kerikian nos trae un estudio sobre qué tipos de culpa existen y qué debemos hacer para lograr una relación saludable con nosotras mismas y con quienes nos rodean.


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EA1106 – Entre Amigas –
Enfrentando la culpa (1ª parte)



Entrevista a Yeni Kerikian

Yeni: Vamos a estar hablando de la culpa, de este sentimiento, de esta emoción, de esta creencia que muchas veces tenemos los seres humanos y, justamente, hablando de esta emoción o de esta creencia, la culpa es algo que puede ser real o imaginario. Nosotros podemos sentirnos culpables por algo que realmente paso, que ahora vamos a estar hablando de cómo tratarnos y cómo mirarnos a nosotros mismos cuando tenemos errores. Estos errores los tenemos todos porque somos humanos y está dentro de nuestra naturaleza el errar, el equivocarnos, el omitir determinadas situaciones. Esta culpa, desde este punto de vista psicológico puede ser real, pero también puede ser imaginario, una culpa falsa. Es algo que yo voy tejiendo mentalmente sobre un hecho que no pasó, sobre algo que no es real, que es imaginario, del cual no tenemos responsabilidad. Esto pasa muchas veces porque esta culpa falsa es el resultado de un mal percibido que no se funda en la realidad, que no está basado en la realidad, sino que es producto de mi imaginación.

Muchas veces la culpa es una mochila muy difícil de cargar, con piedras muy pesadas, con situaciones y experiencias que realmente no nos ayudan por eso es por lo que esto nos da el pie para decir que la culpa es un sentimiento ineficiente. ¿Por qué es ineficiente? Porque no nos lleva a ningún lado. Porque en realidad, si lo que hacemos es generar culpa sobre culpa, no estamos pudiendo conectar con el presente, conectar con el futuro y seguir andando. Por eso es ineficiente, porque no nos permite avanzar, no nos permite salir de ese lugar en el que estamos de culpabilidad y por eso es necesario que cuando nosotros estamos hablando de la culpa, es porque también estamos teniendo una dificultad de conectar con el presente. Nos quedamos pegados al pasado. O también, lo que podemos hacer, es hipotecar el futuro. ¿Qué quiero decir con esto? Cuando nosotros no estamos en este aquí y ahora, en este presente, y estamos pegados al pasado, la culpa puede venir justamente por una situación que pasó ayer, hace una semana, hace unos años, entonces nos quedamos pegados a ese pasado. Pero también hipotecamos el futuro porque nos estamos culpando de situaciones que todavía no han sucedido. Y esto también se ve en la vida cotidiana, en el trato con las personas, en la clínica misma. Quienes nos escuchan hace tiempo saben que yo me dedico a lo que es la clínica en psicología, y esto se ve, esa culpa por el futuro. Y no sabemos, porque en realidad no tenemos certezas. Entonces estamos hipotecando algo que en definitiva no sabemos cómo es que va a resultar.

La culpa puede traer remordimiento. A mí me gusta decir que hay términos que son amigos, que van de la mano. La culpa, si yo la dejo ganar demasiado espacio en mi vida, me puede generar remordimiento. Casi siempre el remordimiento tiene que ver con el pasado que a mí me está generando ese sentimiento, que justamente, vuelvo a lo mismo, es ineficiente porque no me está permitiendo conectar con este presente y tampoco me está permitiendo remediar la situación. Ahora vamos a desarrollar un poco más cómo es que podemos darnos esa segunda oportunidad. Entonces, la culpa tiene que ver con esta dificultad de no poder conectar con el presente. O nos quedamos pegados a ese pasado o hipotecamos ese futuro, entonces nos perdemos realmente el disfrutar de lo que significa el presente. Yo tengo que poder disfrutar de ese presente de una manera plena. La conciencia plena del aquí y el ahora es lo que realmente a mí me ayuda a decir “estoy en este lugar”. Yo disfruto de ese presente, sin quedar pegada a ese pasado, sin hipotecar el futuro, anclada en este presente.

Para poder generar este cambio yo también tengo que poder pensar, en la medida que pueda, porque es un ejercicio que vamos adquiriendo, en poder cambiar ese estado de perfección que muchas veces tratamos de tener, por esto de “yo quiero”, “yo puedo”, “estoy dando mi mayor esfuerzo”, y no siempre esos esfuerzos van de la mano con los resultados obtenidos. Y esto también está bueno que la audiencia lo pueda entender. Ese estado de perfección, de que “yo tengo que poder con todo”, y en vez de poder pensarme a mí mismo en el “estoy haciendo lo mejor que puedo”, en esto de que “estoy poniendo mi mayor esfuerzo”, “estoy haciendo lo que quiero” también, no solo lo que puedo sino lo que quiero hacer. Pero muchas veces eso va en contraposición con ese perfeccionismo. Cuando tendemos a ser muy perfeccionistas, tendemos también a culparnos mucho. ¿Por qué? Porque no vamos a alcanzar nunca la perfección. Y yo lamento si estoy decepcionando a alguna de las personas que nos están escuchando, pero la perfección no es para este tiempo. Todo puede ser perfectible y mejorable, pero no va a llegar a ser perfecto, porque nosotros, en el accionar, en el pensar, en el ejecutar las cosas somos por esencia imperfectos. Entonces todo lo que hagamos va a estar teñido de esa imperfección.

Eso no significa que no busquemos la excelencia en lo que hacemos o lo que decimos. La excelencia no significa perfección. Significa hacer lo mejor que puedo, dar mi máximo potencial, al 100% en lo que yo estoy haciendo. Puede ser que me equivoque, puede ser que haya cosas que no salgan de la manera en la que yo lo pensé, y que los resultados no vayan de la mano con el esfuerzo que yo puse en esa actividad o en ese pienso. Sin embargo, la tranquilidad y la paz vienen desde esto, desde dar lo mejor que pueda. Ahí es donde se disipa la culpa. Porque si yo realmente soy consciente de que en la preparación de este tema di lo mejor que pude, y en la exposición de este estoy poniendo mi mayor potencial, la culpa tiene muy poca entrada en esto. Porque yo realmente soy consciente de que, en este momento, en este presente, estoy dejando todo en la cancha, dirían los futbolistas. Entonces de eso se trata también, cambiar el estado de perfección por esto de evaluar si estoy dando lo mejor de mí. Y recordar, también, que muchas veces todo lo que nosotros damos no va de la mano con los resultados que obtenemos. Ahí también tenemos que poder entender que, en esto del perfeccionismo, en esto del control, nosotros no podemos controlar todo. Damos lo mejor que podemos, y los resultados no dependen siempre de nosotros. ¿Por qué? Porque acá hay un interaccionar con el otro, en el que yo puedo dar lo mejor de mí, pero también va a estar la otra persona, que tiene que hacer su parte. El resultado no siempre depende de mí. Poder entender y aceptar esto ayuda a que nuestra culpa pueda ir bajando.

Cuando uno busca un culpable es una característica también de querer poner en el afuera lo que yo no me hago cargo. Si yo me hago responsable de lo propio, entonces no tengo por qué culpar al otro. Si yo, por ejemplo, llego tarde a algún lugar, no es porque el tráfico se complicó, que pudo haber sucedido, claramente, pero es esto de poner afuera lo que es mi propia responsabilidad. Y cuando hablamos de mi propia responsabilidad, en esto de poder aceptarnos a nosotros mismos, a mi me gustaría traer dos metáforas de cómo nos podemos aceptar a nosotros mismos: el ladrillo y la almohada. El ladrillo es duro, es áspero, es frío, en realidad si nosotros lo tuviéramos que alzar es pesado, entonces muchas veces nosotros nos tratamos a nosotros mismos como ladrillos. Nos tratamos de forma áspera, nos tratamos de forma dura, nos tratamos con cargas pesadas sobre nosotros mismos, nos tratamos en forma fría, como un ladrillo. Si nosotros apoyáramos la cabeza sobre un ladrillo, en realidad estaríamos incómodos, ¿no? Nos levantaríamos muy contracturados, estaríamos siendo hostiles con nosotros mismos. Con frecuencia los humanos nos tratamos de esta manera, como si fuéramos ladrillos. Y la manera en la que nos tratamos a nosotros también tratamos a los demás. Entonces si yo soy áspero conmigo, si soy duro conmigo, si soy frío conmigo, si soy rígido conmigo, claramente voy a ser de la misma manera con el otro. Entonces, ante la primera situación difícil, yo voy a actuar como ladrillo. Mis palabras van a ser ásperas, voy a ser duro en el trato, me voy a vincular de manera fría, voy a estar siendo duro.

Sin embargo, si nosotros pensamos en una almohada pensamos en algo confortable, como algo suave, como algo que es blando, flexible, se amolda para darme comodidad, se adapta. Todas estas cualidades que tiene la almohada hacen que yo me pueda mirar a mí mismo de esa manera. Con flexibilidad, siendo adaptable, siendo suave, pudiendo ser de una textura que me agrade, y si yo me trato de esa manera, si yo me quiero de esa manera, entendiendo que puedo ser flexible, que no tengo por qué llegar a todo, que me puedo adaptar a los cambios y que esos cambios me pueden ayudar, yo voy a tratar de la misma manera a ese otro. Y cuando trate a ese otro con amabilidad, con suavidad, con flexibilidad, adaptándome a esa otra persona, eso va a hacer también que mi culpa se vaya disipando. Entonces, la pregunta para la audiencia es ¿de qué manera te querés tratar? ¿Como un ladrillo? ¿O como una almohada? Y como consecuencia de cómo te trates a vos mismo, vas a estar tratando a los demás. Qué bueno sería que en este tema de la culpa podamos tener presente que muchas veces lo culposo viene a raíz de cómo nos vemos a nosotros mismos, y de cuánto nos podríamos desprender, de cuántas piedras pesadas de culpa nos podríamos desprender si nosotros tenemos una mirada de almohada para con nosotros, y no una mirada de ladrillo.

En este sentido, cuando nosotros somos severos con nosotros mismos, cuando somos tan duros y rígidos, perdemos de vista también esta sensación y esta mirada de bondad hacia los otros. Y cuando nosotros somos severos, somos rígidos, somos ásperos, casi siempre estamos con esta sensación de falta. Y cuando tenemos estos gestos de bondad, de flexibilidad, de almohada para con los otros, podemos disfrutar de esta sensación de abundancia. Entonces ¿cuánto está implicado en esto de la culpa? La rigidez, la escasez, o estos gestos de bondad, estos gestos de agradecimiento, esta sensación de abundancia. Qué bueno sería que nosotros podamos decir “bueno, si hasta ahora me traté como un ladrillo, yo quiero empezar a pensarme como una almohada, con esta sensación de abundancia”. El agradecimiento tiene que estar como base para que yo pueda aceptarme y también pueda aceptar al otro. La no aceptación de las diferentes situaciones de la vida trae consigo angustia, problemas gástricos, depresión, alteraciones en el sueño, porque yo no me acepto. Y si alguien nos está escuchando en este momento y dice “ay sí cuando algo me preocupa me pasa que tengo problemas gástricos en el estómago, o no me puedo dormir, o me duermo, pero me despierto”. ¿Cuántas veces todo esto se traduce en nuestra vida cotidiana? ¿A raíz de qué? De sentirnos culpables porque fuimos ladrillo. Muchas veces pasa que todos me echan la cupa y yo no me corro de esa posición. Pero si yo tengo la posibilidad de mirarme a mí mismo, aceptarme como soy y quererme, puedo decir “¿Por qué me estás echando la culpa? Esto no es mi responsabilidad” y correrme de esa culpa.

Los demás nos ven de la manera en la que nosotros permitimos que nos vean. “Siempre tengo que hacer todo. Todos me piden a mí que haga las cosas”. Bueno, entonces empezá a decir que no, y tal vez no te pidan todas las cosas. “Me echan la culpa de todas las situaciones” Bueno, tal vez te tengas que ausentar un poquito de algún ámbito para que no te echen la culpa de absolutamente todo. O tal vez te tengas que conocer un poco mejor y poder discernir y decir “¿Bueno, esto fue mi responsabilidad? Porque si fue mi responsabilidad, me tengo que hacer cargo. Y si no lo fue, tengo que ser almohada.

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