El llamado de Eliseo (13ª parte)
4 junio, 2023El llamado de Eliseo (15ª parte)
4 junio, 2023Autor: Esteban Beitze
Nadie de ellos merecía una acción divina a su favor. Pero Dios lo hizo igual. ¿Por qué? Sin lugar a duda, una consecuencia de la gracia divina. Creo que también es la realidad que está sobre nuestras vidas. Tampoco nosotros merecemos el perdón, la ayuda y bendición de Dios sobre nuestras vidas. Todo es gracia.
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PE2917 – Estudio Bíblico
El llamado de Eliseo (14ª parte)
Vamos a hablar acerca de una inspiración musicalizada.
El impío rey Joram de Israel había hecho alianza con el piadoso rey de Judá y el rey de Edom para combatir a los moabitas. El camino que tomaron fue por el desierto, y después de 7 días se quedaron al punto de morir de sed. Allí acudieron en busca de ayuda y consejo al profeta Eliseo. Éste les dijo con todas las letras que no apoyaba en absoluto la idolatría del apóstata rey Joram. Pero de una petición desesperada de estos tres reyes frente al profeta Eliseo, en 2ª Reyes 3:15 el profeta pide: “Mas ahora traedme un tañedor. Y mientras el tañedor tocaba, la mano de Jehová vino sobre Eliseo”.
A primera vista parece una petición al menos un poco rara. Antes de poder recibir la revelación de lo que Dios le habría de mostrar, necesitaba escuchar música. Sin prestar más mayor atención a los reyes en su casa, pasa a escuchar los sonidos musicales del “tañedor” o sea alguien que tocara un instrumento de cuerdas.
¿Por qué lo habrá hecho llamar? Después del encuentro con el idólatra rey Joram hijo de la perversa Jezabel que había perseguido a muerte a los profetas de Dios, probablemente, el alma del profeta se había turbado. Ahora, antes de escuchar e interpretar correctamente la voluntad de Dios, su alma tenía que encontrar paz y ser sintonizada en la misma frecuencia que Él. El gran profeta de Dios conocía sus limitaciones y no podía dar una instrucción adecuada a estos reyes que suplicaban por su gente, sin tranquilizar primero su corazón para poder escuchar la voz de Dios.
Cuando queremos que Dios nos hable, también nuestros corazones tienen que buscar y encontrar esta tranquilidad frente a Él. Mientras las preocupaciones, la turbulencia de nuestro corazón no haya llegado a silenciarse, no tendremos un oído atento al hablar de Dios.
Bien recordamos los efectos que tenían los salmos tocados por David en la presencia del rey Saúl cuando éste era inquietado por el mal espíritu. Realmente es así como, por medio de la música adecuada, la que muestra la grandeza de nuestro Dios, resalta Sus cualidades, Su poder y actuar, como nuestro corazón halla paz. Por esta razón, en nuestras reuniones, generalmente le damos lugar a la alabanza y la adoración antes de abrir nuestros corazones al hablar de Dios por medio de la enseñanza bíblica. Allí el ruido del día a día, las preocupaciones, las peleas, son acalladas. Hay lugar para escuchar a Dios. La tierra es preparada para recibir la semilla de la Palabra.
El apóstol Pablo sabía de la importancia que la enseñanza bíblica fuera acompañada de alabanza a Dios. Así lo escribe a los colosenses: “La palabra de Cristo more en abundancia en vosotros, enseñándoos y exhortándoos unos a otros en toda sabiduría, cantando con gracia en vuestros corazones al Señor con salmos e himnos y cánticos espirituales” (Col.3:16). Justamente Pablo, acompañado de Silas, fue otro que experimentó el poder de la alabanza, por encima del dolor físico, del trato injusto y la preocupación por su vida.
Ambos habían sido acusados, azotados y encarcelados injustamente. No sabían cómo habría de terminar esta historia. Pero, aunque sus extremidades estaban sujetas en el cepo, aunque sus espaldas chorreaban sangre por los azotes recibidos, su alma se llenó de paz, gozo y esperanza cuando se pusieron a alabar a Dios (Hch.16). Fue allí donde los otros presos también lo oyeron, fueron impactados por este canto, al punto de no huir cuando el terremoto abrió las puertas. Dios se manifestó con poder no sólo en el evento telúrico, sino en salvación de la familia del carcelero y la liberación de los siervos de Dios.
¿No querrás aprender de esto? ¡Que se vuelva una sana costumbre llenar nuestra vida de alabanza y adoración a Dios! Muchas cosas se verán de otra forma, la paz de Dios llenará nuestros corazones, se evitarán pecados y habrá victoria y fruto.
De hecho, el cantar cánticos espirituales es una señal de llenura del Espíritu (comp.Ef.5:18,19). Sabemos que Eliseo tenía esta llenura, por lo cual también se manifiesta en esta forma.
Pero claro, también existe la otra música, la que, en lugar de tranquilizar, revoluciona, que exaspera, o la que ensucia la mente y el corazón. De esto el mundo se encuentra lleno. Lamentablemente incluso creyentes son capaces de cantar con voz en cuello canciones cuya letra da vergüenza hasta leerla. En tal caso, seguramente no habrá mucho lugar para escuchar la voz de Dios.
¡Qué bendición cuando la música, los instrumentos y los intérpretes, se ponen a disposición de Dios! ¡Qué bendición es también poder abrir nuestra mente y corazón a música cristiana bíblica y selecta en nuestras casas, camino al trabajo o cuando nos juntamos con otros creyentes! Le quitamos lugar a las tentaciones, preocupaciones y eleva nuestras almas a la presencia de Dios.
Quizá sea el momento de revisar el contenido de nuestros dispositivos electrónicos, y consagrarlos también a Dios. Si el mundo no tiene vergüenza en difundir con fervor sus pensamientos pecaminosos por medio de la música, los creyentes, podemos y debemos exaltar a Dios, para Su gloria y nuestra bendición.
Una acción prosperada
Después de escuchar la música, el profeta recibió la palabra de Dios. Una parte estaba dirigida al bienestar del pueblo de Dios, la salvación de sus vidas: “quien dijo: Así ha dicho Jehová: Haced en este valle muchos estanques. Porque Jehová ha dicho así: No veréis viento, ni veréis lluvia; pero este valle será lleno de agua, y beberéis vosotros, y vuestras bestias y vuestros ganados”.
Para que pudieran tener agua suficiente para salvar las vidas de sus soldados y animales, Dios les ordena hacer estanques en el valle. Allí por donde en la época de lluvia corría un arroyo, todo estaba seco y estéril. No había una nube en el cielo, ni viento de tormenta que prometiera una lluvia. Y allí Dios todavía ordena hacer estanques. ¿Tenía esto sentido? Pero los reyes, impactados por el profeta, hacen que sus gentes, caven estanques en la llanura. Aunque no hubo viento ni lluvia, de repente estos estanques se llenaron de agua. Quizá Dios utilizó alguna veta de agua subterránea para hacerlo. Sea como fuera, Dios hizo el milagro, salvándoles las vidas y preparándolos para la victoria.
¿No queremos nosotros también un avivamiento? Quizás anhelemos un despertar en nuestra iglesia. ¿Cómo se logra? Se logra “inclinando la espalda y cavando cisternas”, o sea, buscando en profunda humillación la presencia del Señor en el estudio profundo de las Escrituras y la oración. Antes de tener victoria, antes de poder conquistar campo en manos del enemigo, el pueblo de Dios necesita ser confortado con los ríos de agua viva del Espíritu. Por lo tanto, necesita una humilde rendición en adoración y obediencia a Su Palabra. Para que nuestra árida vida se trasforme en un vergel fructífero, se requiere una humilde entrega de todo el ser al Señor. Tenemos que rendir nuestros “cuerpos en sacrificio vivo, santo, agradable a Dios” lo cual es el culto que agrada a Dios. Haciendo esto y diferenciándonos claramente del mundo, descubriremos “cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta” (Ro.12:1,2).
La segunda parte de la revelación de Dios era un anticipo de victoria y una orden de ejercer juicio contra esta nación pagana como se puede leer en los versículos 18-27: “Y esto es cosa ligera en los ojos de Jehová; entregará también a los moabitas en vuestras manos. Y destruiréis toda ciudad fortificada y toda villa hermosa, y talaréis todo buen árbol, cegaréis todas las fuentes de aguas, y destruiréis con piedras toda tierra fértil. Aconteció, pues, que por la mañana, cuando se ofrece el sacrificio, he aquí vinieron aguas por el camino de Edom, y la tierra se llenó de aguas. Cuando todos los de Moab oyeron que los reyes subían a pelear contra ellos, se juntaron desde los que apenas podían ceñir armadura en adelante, y se pusieron en la frontera.
Cuando se levantaron por la mañana, y brilló el sol sobre las aguas, vieron los de Moab desde lejos las aguas rojas como sangre; y dijeron: ¡Esto es sangre de espada! Los reyes se han vuelto uno contra otro, y cada uno ha dado muerte a su compañero. Ahora, pues, ¡Moab, al botín! Pero cuando llegaron al campamento de Israel, se levantaron los israelitas y atacaron a los de Moab, los cuales huyeron de delante de ellos; pero los persiguieron matando a los de Moab. Y asolaron las ciudades, y en todas las tierras fértiles echó cada uno su piedra, y las llenaron; cegaron también todas las fuentes de las aguas, y derribaron todos los buenos árboles; hasta que en Kir-hareset solamente dejaron piedras, porque los honderos la rodearon y la destruyeron. Y cuando el rey de Moab vio que era vencido en la batalla, tomó consigo setecientos hombres que manejaban espada, para atacar al rey de Edom; mas no pudieron. Entonces arrebató a su primogénito que había de reinar en su lugar, y lo sacrificó en holocausto sobre el muro. Y hubo grande enojo contra Israel; y se apartaron de él, y se volvieron a su tierra”.
El agua que a unos les salvó la vida, para los enemigos del pueblo de Dios se convirtió en su engaño y derrota. Cuando salió el sol, vieron el reflejo de los rayos sobre el agua, que el día anterior no estaba, y pensaron que los tres reyes se pelearon entre sí matándose entre ellos. Ahora sólo había que ir y recoger el botín. Seguros de sí, y confiados en su conclusión se abalanzaron sobre el valle, solo para descubrir demasiado tarde que los enemigos estaban todos bien y fortalecidos por el agua. El espanto fue tal que la unión de reyes destruyó completamente a los moabitas y sus tierras. La incursión concluyó cuando el rey sacrificó en un clásico ritual pagano a su propio hijo sobre el muro. Podría ser un intento de incentivar por el miedo a los suyos a la última defensa. Vemos como la oscuridad de los impíos, los lleva a realizar las acciones nunca imaginadas.
Esto hizo que Israel, aunque en evidente apostasía, se alejara de Moab. Puede que fuera un toque de conciencia a los del reino de Israel, o la aberración hiciera que el aliado Judá se retirara escandalizado, o que el pueblo de Moab peleara con más ahínco, espantados por una posible amenaza a sus vidas de su rey. La cuestión es que, aquí se terminó esta rebelión de Moab. Las consecuencias para ellos fueron terribles. Aparte de la gran cantidad de perdidas de vidas, su nación quedó desecha.
Vemos aquí hasta donde puede llegar la persona que actúa sin Dios. Es capaz de matar incluso a sus familiares. Esta es una triste realidad también en nuestros tiempos. Los titulares de los noticieros nos cuentan los detalles macabros de asesinatos interfamiliares. Y si todavía le sumamos el aborto, vemos vidas sacrificadas a los dioses de la comodidad, del placer y el egoísmo. Las consecuencias de este tipo de vida siempre terminarán con el juicio del Dios sobre sus vidas y naciones. No es de extrañar si Dios quita la mano de bendición sobre nuestras naciones.
Por el otro lado, vemos el actuar de Dios a favor de tres reyes que no merecían ningún bien de parte Suyo. Joram por ser un rey que hacía lo malo ante los ojos de Dios; Edom, descendiente de Esaú quién vendió su primogenitura y Josafat quién vivía en yugo desigual con la casa idólatra de Acab y se alió con él para un negocio en yugo desigual. Nadie de ellos merecía una acción divina a su favor. Pero Dios lo hizo igual. ¿Por qué? Sin lugar a duda, una consecuencia de la gracia divina. Creo que también es la realidad que está sobre nuestras vidas. Tampoco nosotros merecemos el perdón, la ayuda y bendición de Dios sobre nuestras vidas. Todo es gracia. ¡Alabemos a Dios por ello! Amén.