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Autor: Esteban Beitze

Es interesante observar como Dios hace de todo para evitar que sus enemigos se pierdan. Les provee oportunidad tras oportunidad para arrepentirse. ¡Cómo se acerca a ellos en amor o en serias advertencias una y otra vez!


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PE2974 – Estudio Bíblico
El llamado de Eliseo (71ª parte)



¿Una mentira piadosa?

Estamos analizando la última misión encomendada por Dios al profeta Eliseo. Éste había viajado a Damasco, la capital del reino de Siria. Al enterarse de esta visita, el rey Ben-adad, que se encontraba enfermo, pregunta acerca de su posible sanidad ofreciendo un gran regalo para conseguir una respuesta favorable del profeta Eliseo. Eliseo le contesta a Hazael, el emisario del rey: “Vé, dile: Seguramente sanarás. Sin embargo, Jehová me ha mostrado que él morirá ciertamente”. Son innumerables los casos de médicos, que a sabiendas que su paciente ya no viviría mucho tiempo, lo tienen engañado y no le dicen la verdad. Quizás hasta le prometen mejorías inexistentes.

Una vez, una enfermera estuvo presente cuando un médico le prometía la pronta recuperación a un paciente del cual todos sabían que estaba desahuciado. Frente a esta mentira piadosa, ella encaró al médico preguntando si no sería mejor decirle la verdad para que se pudiera prepararse para despedirse de este mundo, de su familia y dejar en orden sus cosas. El médico le dijo: “Si te parece, se lo puedes decir, pero hazte cargo de las consecuencias”. Esta enfermera era creyente, y, aparte de darle a conocer su verdadero estado físico al paciente, también le habló de su necesidad espiritual y le habló de la salvación en Jesucristo. El enfermo pudo arreglar sus cuentas con Dios antes de partir de este mundo.

Uno se pregunta, si Eliseo había actuado de esta forma, ocultándole la verdad. Si entendiéramos el pasaje de esta forma, evidentemente, el profeta estaría incurriendo en una mentira, y ya no contaría con la bendición de Dios en su ministerio. Pero fue al contrario. Como veremos todavía, Dios lo utilizó como herramienta para ser un canal de juicio sobre el pecado en su pueblo.

Entonces, ¿cómo se entiende esta frase: “Vé, dile: Seguramente sanarás. Sin embargo, Jehová me ha mostrado que él morirá ciertamente”? Simplemente tenemos que reconocerlo como dos verdades que se cumplirían como todo lo dicho por el profeta. Ben-adad habría de sanar y, su enfermedad actual no sería la causa de su muerte. Pero también anticipó que habría de morir, y evidentemente muy pronto.

Un hablar divino infructífero

Cuando uno analiza la vida de Ben-adad, puede observar como Dios estuvo golpeando incesantemente a la puerta de su corazón, sin conseguir el objetivo de su arrepentimiento.

La primera vez fue una doble derrota frente al ejército de Israel. La segunda vez había dicho que Jehová era Dios de las montañas, pero que lo iba a vencer en la llanura. Pero su derrota fue tremenda, y si no fuera por la clemencia equivocada del rey Acab, no habría sobrevivido (1R.20).

El segundo toque a la puerta del corazón de Ben-adad fue el feliz retorno de Naamán, su general preferido. Había tenido lepra, pero ni Rimón, el dios adorado por el rey, pudo sanarlo. Pero, por la intervención del Dios de Israel, y específicamente por medio del profeta Eliseo, había recobrado su salud. Era evidente el poder superior de Jehová. Para colmo, Naamán, incluso introdujo el culto al Dios verdadero en Siria. Al no escucharse más nada de él, suponemos que esto no gustó mucho al rey.

Luego fueron una seguidilla de intentos frustrados de invadir Israel, que llevaron al rey a buscar atrapar al profeta Eliseo (2R.6). Envió un gran ejército, solo para enterarse que habían sido cegados, llevados cautivos y luego liberados por el magnánime siervo de Dios. Dios seguía tocando a su corazón, pero en vano.

Un golpe mucho más fuerte a la puerta de su endurecido corazón fue la derrota de su ejército frente al sitio de Samaria (2R.7). Su ejército que había logrado a llevar a Samaria a una terrible hambruna, seguros de su victoria, de repente huyen de un ruido enviado por Dios. Dios volvió a mostrarle Su poder. Pero aun así siguió con su corazón endurecido.

Es interesante observar como Dios hace de todo para evitar que sus enemigos se pierdan. Les provee oportunidad tras oportunidad para arrepentirse. ¡Cómo se acerca a ellos en amor o en serias advertencias una y otra vez! En libro de Job dice: “He aquí, todas estas cosas hace Dios Dos y tres veces con el hombre, Para apartar su alma del sepulcro, Y para iluminarlo con la luz de los vivientes” (Job 33:29,30). Creo que es esta la razón por la cual Dios no juzga de una buena vez los que continuamente pecan y dañan deliberadamente. El creyente fiel pregunta: “¿Hasta cuándo Señor?”. Aunque no nos parece oportuno tanta dilación del justo juicio de Dios, el principio de 2ª Pedro 3:9 es aplicable también aquí: “El Señor no retarda su promesa, según algunos la tienen por tardanza, sino que es paciente para con nosotros, no queriendo que ninguno perezca, sino que todos procedan al arrepentimiento”. Quizás encontremos la respuesta aquí frente a la tan larga maldad desenfrenada y sin juicio de algunas personas en este mundo. Siempre me pregunté, por qué Dios permitió que Hitler pudiera seguir con su plan diabólico durante tanto tiempo. Probablemente también para con él y los nazis, Dios estaba siendo paciente buscando su arrepentimiento. Pero como éste no llegó, vino su terrible final.

¡Cuántas veces Dios golpeó a la puerta del corazón de Ben-adad, pero sin resultado! Por lo tanto, el juicio se estaba por desencadenar, de una forma y por una persona que él jamás hubiera esperado. Dios es bueno, es paciente, pero llega el momento, que esto hace lugar a su terrible juicio.

Este mensaje no perdió su actualidad. En Juan 3:19 dice: “Y esta es la condenación: que la luz vino al mundo, y los hombres amaron más las tinieblas que la luz, porque sus obras eran malas”. La expresión “condenación” en el original es la palabra “crisis”. Esta palabra se introdujo en nuestro idioma como sinónimo de una gran cantidad de calamidades sean estas económicas, físicas, políticas, tectónicas, climáticas, sociales, emocionales, etc. Son circunstancias que sacuden al ser humano y lo sacan de su estado de control cotidiano. Algo se le escapó de las manos. Esto puede producir un sinfín de actitudes, muchas de ellas desesperadas y más dañinas aún.

Como decía Juan 3:19, una crisis se produce también cuando Dios, su luz, su propuesta de salvación toca la puerta del corazón del hombre. El ser humano se da cuenta de su problema, de su necesidad y su incapacidad. Frente a ello tiene que tomar una decisión: a favor o en contra de Dios; intentarlo en sus propias fuerzas o confiar en el Señor. Cuando en Juan 6 el Señor Jesús el Señor requería una identificación completa con Él, diciendo que tenían que comer su carne y tomar su sangre, las multitudes de seguidores le dieron la espalda (Jn.6:66). Frente a esta “crisis” se apartaron. Sólo quedó un pequeño grupo de fieles que se identificaron con Cristo diciendo: “…Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna. Y nosotros hemos creído y conocemos que tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente” (Jn.6:68,69). Estas “crisis” nos llegan de diferentes lados y formas. Puede ser una enfermedad, una pérdida, injusticias, la Palabra que nos toca en una conferencia, predicación o estudio personal y tantas formas más. Esto produce una crisis. Nos tenemos que decidir a quién seguimos, a quién obedecemos y en quién confiamos. O entramos más en el río de la gracia divina, o nos endurecemos y cerramos contra ello.

Por lo tanto, si Dios toca la puerta de tu corazón con un llamado al arrepentimiento o te quiere mostrar nuevas verdades o guiar a nuevos senderos, no endurezcas tu corazón. No seas como Ben-adad, quién fue de crisis en crisis endureciendo su corazón hasta que tuvo lugar el juicio de Dios.

Lo opuesto sería una cada vez mayor identificación con el Señor y Su voluntad llegando al punto de ser “…transformados de gloria en gloria en la misma imagen, como por el Espíritu del Señor” (2Co.3:18b). ¡Este es el mejor resultado de cualquier “crisis”!

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