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Autor: Norbert Lieth

Dios amó tanto al mundo, que envió a su Hijo, para que el hombre, pecador por inclinación, pudiera tener salvación. Esto significó la materialización de la frase “Dios es amor”, ya que Jesucristo tuvo que hacerse infinitamente inferior a la gloria que tenía desde antes de la fundación del mundo. En este estudio y próximos programas escucharemos sobre ese “descenso” y posterior “ascenso” de Jesús.


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PE3011 – Estudio Bíblico
El séptuple descenso y ascenso de Jesús (1ª parte)



El séptuple descenso y ascenso de Jesús

Queridos amigos, dicen las estadísticas que, en la actualidad, la población mundial pasa por encima de los ocho mil millones de personas. Ahora yo les pregunto: ¿Habrá, entre tantas personas, alguna a quién Dios no ame? ¿Alguna persona que esté excluida del amor de Cristo?

Cuando la Biblia dice que Dios amó de tal manera al mundo que ha dado a su Hijo unigénito para que TODO AQUEL que en el crea no se pierda mas tenga vida eterna ¿se refiere verdaderamente a todos los seres humanos sin excepción?

La respuesta es sí: todo individuo que por medio de la fe clame al Señor será salvo. Es imposible sondear los límites del amor divino que hizo posible una salvación tan grande. Aun así, queremos conocer más del amor de Dios en Cristo, y lo haremos estudiando el séptuple descenso y ascenso de Jesús que la Biblia describe en la carta a los Filipenses capítulo 2, donde leemos:

 “Haya, pues, en vosotros este sentir que hubo también en Cristo Jesús, el cual, siendo en forma de Dios, no estimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse, sino que se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo, hecho semejante a los hombres; y estando en la condición de hombre, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz”.

En primer lugar, aprendemos de este pasaje que Jesús es Dios, pues dice: “siendo en forma de Dios, no estimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse”. Juan 17:5 nos dice que él ya era antes de que el mundo fuese, por lo tanto, su nacimiento en Belén NO marcó el principio de su existencia. Jesucristo es el Verbo eterno que en el principio era con Dios y era Dios. (Juan capítulo 1) “y aquel Verbo fue hecho carne, y habitó entre nosotros…” . No hay nada que no haya sido creado por Él y al mismo tiempo Él mismo no ha sido creado. El es eterno.

Él es la imagen y revelación del Dios invisible (Colosenses 1:15). Él mismo enseñó esto cuando dijo: “Antes que Abraham fuese, YO SOY; “El que me ha visto a mí, ha visto al Padre”. También otros dieron testimonio de Su deidad, por ejemplo, Tomás al poner sus manos en las heridas del Señor resucitado exclamó “¡Señor mío, y Dios mío!” Y Dios el Padre mismo da testimonio acerca de su Hijo en Hebreos 1:8: “Tu trono, oh Dios, es por los siglos de los siglos

Leemos en Isaías 14:13 que Satanás es un usurpador que quiso ascender a los cielos para ser igual a Dios. Pero, Jesús, siendo Dios, no consideró su posición como cosa a qué aferrarse, sino que estuvo dispuesto a descender de los cielos para hacer la voluntad del Padre. En la eternidad pasada, el Padre y el Hijo se pusieron de acuerdo y el Hijo dijo: He aquí que vengo; en el rollo del libro está escrito de mí. Hacer tu voluntad, Dios mío, es mi delicia, y tu ley está en mi corazón» (Sal 40:8-9).

Este acuerdo fue una declaración de amor de Dios Padre y Dios Hijo a una humanidad caída; y a la vez una declaración de guerra contra el pecado, la muerte y el diablo.

En segundo lugar, leemos que Jesús se despojó a sí mismo

siendo en forma de Dios, no estimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse, sino que se despojó a sí mismo . Otras versiones dicen: “se anonadó a sí mismo”, “se rebajó voluntariamente” o “renunció a sus privilegios divinos”.

¿Quién haría algo semejante: convertirse por voluntad propia en un don nadie? Todos queremos ser alguien, alguien importante, ser reconocidos, tener una carrera exitosa. No obstante, Dios eligió el camino contrario. Jesús no fue obligado a seguir este camino, sino que tuvo la voluntad de obedecer al Padre. Esta es la razón por la que Jesús dijo: “Por eso me ama el Padre, porque yo pongo mi vida, para volverla a tomar. Nadie me la quita, sino que yo de mí mismo la pongo. Tengo poder para ponerla, y tengo poder para volverla a tomar”. El Señor no dejó de ser Dios durante su ministerio terrenal, sin embargo, decidió dejar a un lado su gloria celestial. Durante su ministerio terrenal, Cristo se sometió por completo a todas las limitaciones y necesidades humanas: “Porque hay un solo Dios, y un solo mediador entre Dios y los hombres, Jesucristo hombre, el cual se dio a sí mismo en rescate por todos, de lo cual se dio testimonio a su debido tiempo” (1 Ti. 2:5-6).

Como hombre, no sabía ni el tiempo ni la hora de su regreso. Pasaba por todas las necesidades de los seres humanos, y no era capaz de hacer nada por sí mismo (Juan 5:19), sino tan solo lo que el Padre le había encomendado. Por voluntad propia, dejó aquella gloria que tenía antes de que el mundo fuese. Era precisamente en esto que consistía su humillación. Como dice Hebreos 5:8: “Y aunque era Hijo, por lo que padeció aprendió la obediencia”. Imaginemos a un multimillonario que se aparta por completo de su riqueza y las ventajas que ellas le otorgan, con el fin de vivir entre los más pobres. Aunque sigue teniendo su riqueza, no la utiliza a su favor, por ende, aunque es multimillonario, es también un pobre entre los pobres.

Este amor es difícil de imaginar: en lugar de darnos el juicio que merecíamos y aniquilarnos, en vez de crear un nuevo mundo con nuevos habitantes, Dios decidió hacerse hombre para morir en nuestro lugar. Él asumió toda nuestra culpa.

La encarnación de nuestro Señor Jesucristo es para nosotros motivo de ánimo en medio de nuestras pruebas y dificultades, porque tenemos un sumo sacerdote que puede compadecerse con nuestras debilidades. El Hijo de Dios siendo hombre, se cansó, tuvo sed, lloró, sufrió la pérdida y vivió tiempos de desesperación, Si el Señor Jesús experimentó indignación, tristeza y angustia, cansancio y dolor ¿por qué no podríamos también nosotros llorar, gritar y suplicar ante Dios?

En tercer lugar, el Señor Jesús fue aún más allá: se hizo siervo

tomando forma de siervo” Fileipenses 2:7. Se hizo tanto siervo de Dios como de los hombres. Mateo 20:28 dice: el Hijo del Hombre no vino para ser servido, sino para servir, y para dar su vida en rescate por muchos”. La palabra griega para “siervo” puede traducirse como “esclavo”. En este sentido, es interesante que el Señor fuera traicionado por una suma de treinta monedas de plata.  Según Éxodo 21:32 era la indemnización que se debía pagar por la muerte de un esclavo.

En Cristo, Dios se hizo siervo. Se burlaron de Él, lo escupieron, lo azotaron, lo humillaron y finalmente lo crucificaron. Con el objetivo de obtener la victoria, el Señor Jesús dejó que le hicieran todo eso y no abrió su boca. Esa supuesta derrota fue utilizada por el Señor para redimirnos de nuestra esclavitud, la esclavitud del pecado, del diablo y de la muerte.

En cuarto lugar, el Señor Jesús se hizo en todo semejante a nosotros.

 El versículo 7 termina diciendo: tomando forma de siervo, hecho semejante a los hombres. Siendo Dios se hizo uno de nosotros. El Hijo de Dios se hizo Hijo de los Hombres. Mientras los hombres desean ser dioses, Dios estuvo dispuesto a hacerse hombre. El Señor Jesús, descendiendo a la profundidad del hombre caído, fue tentado en todo según nuestra semejanza, pero sin pecado Leemos en Hebreos 4:15.

Max Lucado escribió acerca de esto: “Si Dios está dispuesto a nacer en un corral, entonces puedes esperar que él obre en cualquier sitio: bares, alcobas, salas de juntas y prostíbulos. Ningún lugar es demasiado ordinario. Nadie está demasiado endurecido. Ningún lugar es demasiado lejano. No existe ninguna persona que él no pueda alcanzar. No hay límite para su amor”.

Jesús se sometió a todas las limitaciones humanas: fue envuelto en pañales, acostado en un pesebre, creció y experimentó lo que es pasar hambre y sed; estuvo afligido y angustiado. Solo en una cosa no era como el resto de los hombres: había nacido sin pecado, y vivió sin pecar.

En quinto lugar, leemos en Filipenses 2:18 que Jesús se humilló a sí mismo

Imaginemos esto, Cristo pasó de ser el Creador Todopoderoso a ser un niño envuelto en pañales, necesitado de ayuda y cuidados, debían darle de comer. Dios llegó al extremo para salvarnos. Es difícil pensar en un sacrificio más grande.

– Se convirtió en nada para darnos todo.

– Se humilló para exaltarnos.

– Se hizo esclavo para hacernos libres.

– Cargó con nuestro pecado para librarnos del pecado.

– Fue vendido para poder comprarnos, redimirnos.

¿Qué otra cosa podemos hacer que exclamar con el salmista en el salmo 138:5 Reina Valera 2015?  tu condescendencia me ha engrandecido”.

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