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Autor: Wim Malgo

En esta última parte sobre las “Nueve ventanas de la Biblia”, se examinan cuatro ventanas: la de la promesa, que anima a confiar en las promesas de Dios; la de la humillación, que muestra el poder transformador de la rendición; la de Jezabel, que advierte sobre la dureza del corazón; y la de la esperanza de Noé, que nos recuerda la mirada del creyente hacia el cielo en medio del juicio.


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PE3072 – Nueve ventanas en la Biblia (3ª parte)



¡Bienvenidos, amigos y amigas! Hoy quisiera examinar las últimas cuatro ventanas de nuestra serie «Nueve ventanas de la Biblia». Recordemos las que ya vimos: la ventana de Rahab, la ventana del corazón, las ventanas de los cielos, la ventana de la oración y la ventana de la vida.

Ahora, en 2 Reyes 13:16-17 encontramos otra ventana importante para el creyente: la ventana de la promesa. El contexto es que Eliseo está enfermo y a punto de morir. Joás, el rey de Israel, llora ante él, pero Eliseo, el hombre de Dios, no quiere saber nada de abatimiento. Lleva al rey a la ventana y le pide que tome su arco y sus flechas.

«Entonces dijo al rey de Israel: «Pon tu mano en el arco». Y él puso su mano sobre el arco; entonces Eliseo colocó sus manos sobre las manos del rey. Y dijo: «Abre la ventana hacia el oriente, y él la abrió». Entonces Eliseo dijo: «Tira». Y él tiró. Y Eliseo dijo: «Flecha de victoria del Señor, y flecha de victoria sobre Aram, porque derrotarás a los arameos en Afec hasta exterminarlos.»».

Eliseo no se deja deprimir por las circunstancias. Conoce las ilimitadas promesas del Señor y deja que el rey abra esta ventana de la promesa y le dice: «¡Tira!». En otras palabras: «¡Ataca, aquí está la promesa del Señor contra los sirios! Golpearás a los sirios en Afec hasta derrotarlos».

Hijo, hija de Dios, si estás abatido, triste, ¡abre la ventana de la promesa! Abre tu Biblia. Ataca al enemigo, pues ha sido vencido completamente en la cruz del Calvario. Esto es lo que nos dice la Palabra, esto es lo que vemos a través de la ventana de las promesas infalibles de Dios. Es una gran tragedia que muchos, como el rey Joás, solo hagan un uso limitado de las promesas de Dios y, por lo tanto, también tengan bendiciones limitadas.

Luego Eliseo le dijo a Joás: ««Toma las flechas»; y él las tomó. Y dijo al rey de Israel: «Golpea la tierra»; y él la golpeó tres veces y se detuvo. Y el hombre de Dios se enojó con él, y dijo: «Deberías haber golpeado cinco o seis veces, entonces hubieras herido a Aram hasta exterminarlo. Pero ahora herirás a Aram solo tres veces.»».

La bendición y la victoria se ven limitadas por la incredulidad y el desaliento del rey Joás. ¿Por qué? Aunque la ventana de la promesa estaba abierta, aunque el rey tenía la promesa completa, no se atrevió a apoyarse en la promesa con fe. Hermano mío, hermana mía, ¡la ventana de la promesa de la palabra de Dios, que es infalible, está abierta de par en par! Por eso te animo: ¡Tira! Ataca, avanza, en el nombre de Jesús.

Ahora, quisiera pensar en otra ventana: la ventana de la humillación. Pablo dice en 2 Corintios 11:32 y 33: «En Damasco, el gobernador bajo el rey Aretas, vigilaba la ciudad de los damascenos con el fin de prenderme. Pero me bajaron en un cesto por una ventana en la muralla, y así escapé de sus manos».

Recuerda a Saulo, sentado en su caballo y cabalgando hacia Damasco en persecución de la iglesia del Señor, acompañado por un destacamento de soldados. Una imagen de fuerza, de poder desafiante. Pero Saulo se ha convertido en Pablo. El Señor lo ha quebrantado. Cuando abandona la ciudad, pasa desapercibido, ya no se le ve. El Saulo fuerte ha desaparecido y un nuevo Pablo atraviesa la ventana de la humillación, es bajado en una cesta y escapa del enemigo.

Cuando Pablo salió de Damasco por esta ventana, comenzó un viaje por todo el mundo. El mundo entero de ese momento fue sacudido y conmovido por el mensaje del evangelio a través de la boca de Pablo. ¿Por qué? El enemigo ya no podía apoderarse de él, porque había desaparecido. Ya no podía ser visto. Atravesó la ventana de la humillación. Hijo de Dios, el enemigo no podrá apoderarse de ti, no podrá paralizarte, si ya no te ve; si tu naturaleza egocéntrica ha muerto y desaparecido con Jesús; si pasas por la estrecha ventana de la humillación; si estás dispuesto a rendirte a Él.

Quisiera ahora pensar juntos en la octava ventana, que es muy seria. En 2 Reyes 9:30 leemos: «Y llegó Jehú a Jezreel, y cuando Jezabel lo oyó, se pintó los ojos, adornó su cabeza y se asomó por la ventana».

Esta mujer, la reina Jezabel, era una idólatra que se aferraba a sus ídolos con gran tenacidad. A pesar de que su esposo Acab, el rey de Israel, había sufrido un final terrible, a pesar de que ahora ve venir a Jehú, quien está llevando adelante el juicio sobre la casa de Acab, ella va a su muerte adornada. Se adorna la cabeza. Esta es una imagen del ser humano endurecido, una imagen del hombre de nuestro tiempo. Aquellos que no se humillan bajo la poderosa mano de Dios, sino que continúan pecando deliberadamente, eventualmente se volverán tan duros como la piedra. Si comparamos a esta Jezabel con Rahab, de la que hablamos en la primera parte de la serie, podemos ver un paralelismo interesante. Ambas estaban frente a su ventana de perdición. Una fue salvada porque conectó su ventana de perdición con la cuerda roja. La otra, Jezabel, fue devorada por los perros porque no se arrepintió. Jehú dio la orden de derribarla, como leemos en el versículo 33: «¡Y Jehú les dijo: «Échenla abajo». Y la echaron abajo y parte de su sangre salpicó la pared y los caballos, y él la pisoteó».

Quizá haya entre los oyentes alguno que esté tenazmente apegado a sus ídolos: al dinero y a las posesiones, a los honores personal, a los pecados secretos… ¡Mira por tu ventana y verás cómo se acerca el juicio! Hoy, si oyes su voz, ¡no endurezcas tu corazón!

Y con esto llegamos a la última, la novena ventana: la ventana de la esperanza, la ventana de Noé. También podría llamarla la ventana de Maranata. En Génesis 6:16 leemos: «Le harás una ventana que terminará a un codo del techo».

Así se lo ordenó el Señor a Noé, que construyó el arca. Solo le permitió construir una ventana en ella, y no en el lado desde el que todavía habría tenido una vista del mundo, que había abandonado, sino una ventana hacia arriba.

Si eres salvo, si has pasado por la puerta del arca, por la única puerta que puede salvarte, que es Jesús, entonces solo queda una ventana, que ya no está dirigida hacia la vieja vida, sino hacia la nueva, hacia arriba. Como dice Filipenses 3:20: «Porque nuestra ciudadanía está en los cielos, de donde también ansiosamente esperamos a un Salvador, el Señor Jesucristo».

Queridos hermanos y hermanas, ustedes que han sido salvados de esta generación malvada y perversa, ¡no tienen más ventanas por las que mirar a la antigua vida! El Señor le permitió a Noé construir una sola ventana, con vista hacia arriba.

Pero hay algo más a considerar con respecto a esta ventana: ¡Permaneció firme durante el juicio!

Cuando el terrible juicio de Dios, el Diluvio, cayó sobre el mundo en ese momento, y todas las ventanas se oscurecieron, una ventana permaneció despejada, dejando entrar la luz. ¿Cuál? La ventana en la parte superior del arca de Noé.

Nuestro tiempo es como el tiempo de Noé. Puede que tengas muchas ventanas: ventanas de trabajo, de posesiones… Pero pronto se oscurecerán. Y solo quedará una ventana: la ventana de la esperanza. Es la ventana de Maranata en el arca de la salvación. Maranata, ¡Cristo viene! Esa era también la única esperanza de Noé en medio del juicio: ¡el Señor mismo! Noé miró por la ventana. Cuando todo había perecido y nadie tenía esperanza, Noé tenía una ventana de esperanza. Nuestro mundo se tambalea. El juicio amenaza; llegará. Pero ¡bendito el que está a salvo en esta arca de salvación, el que está a salvo en Jesús! Cuando la noche cae sobre este mundo, su ventana permanece despejada y grita: «¡Maranata, ven pronto, Señor Jesús!».

El que tenga oídos para oír, que oiga lo que el Espíritu dice a la Iglesia.

Amén.

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