¿Cómo vamos al encuentro del esposo? 2/3

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Titulo: “¿Cómo vamos al encuentro del esposo?” 2/3
 

Autor: ErnstKraft
Nº: PE1042

Pongamoshoy mismo nuestra vida en orden! ¡Procuremos la paz donde tengamos disputas! ¡Pidamos perdón a quién sea necesario! ¡Rompamos ataduras que a Dios no le agradan! ¡Velemos y andemos en la luz! Sólo así no nos asustará su luz y nos podremos alegrar de su regreso.”

 


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«¿Cómo vamos al encuentro del esposo?» 2/3

¡Hola estimado amigo!, en el programa pasado vimos que existían siete verdades las cuales nos iban a mostrar de qué manera nosotros, como esposa (iglesia), debemos ir al encuentro de nuestro esposo celestial. Hoy descubriremos juntos 4 de ellas.

Debemos ir como purificados

Noemí le dijo a su nuera: «Telavarás, pues, y te ungirás, y vistiéndote tus vestidos…» . El que se lava se limpia de toda suciedad. ¿Vivimos en la purificación, tal como se nos dice en la palabra? En 2 Corintios 7:1 somos exhortados: «Así que, amados, puesto que tenemos tales promesas, limpiémonos de toda contaminación de carne y de espíritu, perfeccionando la santidad en el temor de Dios.» ¿Vivimos separados del pecado?

Un creyente fue cuestionado en forma crítica: «¿Acaso aún eres un pecador?» – «¡Sí, lamentablemente!» – «Pero, ¿entonces qué diferencia hay entre tu estado pasado y tu estado actual?» – El hombre calló por unos instantes, para entonces responder: «Antes era un pecador que perseguía al pecado. Ahora soy un pecador que huye del pecado.»

Noemí le aconsejó a Rut que se lavara, o bien que se purificara para su encuentro con Booz en la era. En la primera carta de Juan somos exhortados, en vista a nuestro Señor Jesús: «Y todo aquel que tiene esta esperanza en él, se purifica a sí mismo, así como él es puro» (1 Juan 3:3). En Hebreos 12:14 se dice que sin santidad «nadie verá al Señor«. ¿Estamos en santidad, en arrepentimiento, en purificación de «toda contaminación de carne y de espíritu» – o mal o bien vamos al encuentro de nuestro Señor con indiferencia, sin notar lo sucios que en realidad estamos? No sabemos cuándo, pero podría ser (por accidente, fallo cardíaco, arrebatamiento etc.) quehoymismo nos encontremos con Jesús.

El evangelista Wilhelm Busch contó: «En el tiempo del «Tercer Reich» tuvimos una junta. Nuestras carpetas y muchos papeles estaban sobre la mesa. De pronto se abrió la puerta. Aparecieron un par de hombres gritando con severidad: «¡Policía secreta del Estado. Todos en pie y contra la pared. Dejen todas las carpetas y papeles!» Más de uno hubiese querido esconder u ordenar aquí o allá. Pero ya no se podía. Así también será el regreso del Señor. ¡Pongamos hoy mismo nuestra vida en orden! ¡Procuremos la paz donde tengamos disputas! ¡Pidamos perdón a quién sea necesario! ¡Rompamos ataduras que a Dios no le agradan! ¡Velemos y andemos en la luz! Sólo así no nos asustará su luz y nos podremos alegrar de su regreso.»

Como grato perfume.

«Te lavarás, pues, y te ungirás…» Para un cristiano renacido, esto significa: Procura esparcir un grato perfume, tal como lo expresa Pablo: «Porque para Dios somos grato olor de Cristo…«

Una persona no permanece con mucho gusto, por mucho tiempo, con alguien mal oliente y de ropas sucias. Antes bien, prefiere estar con personas bien vestidas y que huelan bien. En Jesucristo somos perfume agradable. Fuera, o separados, de él, expelemos un olor desagradable. Eso ocurre cuando los hombres aún son «amadores de sí mismos, avaros, vanagloriosos, soberbios, blasfemos… ingratos, impíos«. ¿Es esta la manera en la que vamos al encuentro del Esposo?

Le invito a deleitarse con unos compases de música y enseguida regresamos.

Ahora bien estimado amigo, debemos ir al encuentro del esposo celestial,como quien se ha vestido con ropa nueva.

Rut debía ir al encuentro de Booz con sus mejores vestidos: «…y ponte tu mejor ropa…» ¿Qué nos quiere decir esto?

Acompáñeme al «comercio» en el cual el creyente quiere comprar su «mejor vestido». Cualquiera puede «comprar» allí, sólo una cosa está prohibida: Ponerse el nuevo vestido por encima del viejo. Eso no se puede. Primero hay que quitarse los harapos viejos, para después sí ponerse la ropa nueva. ¡Qué cambio maravilloso!

Querido amigo, el «vestido viejo y común» es el vestido de la «ira, la rabia, la calumnia, la maldad, la mentira». Este tipo de vestidos también los encontramos en los «cristianos de los tiempos finales»: Vestidos de desamor, de implacabilidad, de difamación, de traición etc. ¿Con estos vestidos vamos al encuentro del esposo? Ciertamente no: ¡Queremos agradar al Señor Jesús! Por eso, dejemos de lado la ropa vieja y vistámonos de «vestidos de salvación» y envolvámonos con el «manto de la justicia», que también es admirado por los incrédulos por no poseerlos. Varios incrédulos ya le han preguntado, por esta razón, a algún creyente: «¡Tú tienes algo que yo no tengo! ¿Qué es?»

En Colosenses 3:12-14 somos exhortados a ponernos estos nuevos vestidos: «Vestíos, pues, como escogidos de Dios, santos y amados, de entrañable misericordia, de benignidad, de humildad, de mansedumbre, de paciencia; soportándoos unos a otros, y perdonándoos unos a otros si alguno tuviere queja contra otro. De la manera que Cristo os perdonó, así también hacedlo vosotros. Y sobre todas estas cosas vestíos de amor, que es el vínculo perfecto.» En estos vestidos podemos ir gozosos al encuentro de nuestro Señor Jesús. En ellos él nos reconocerá como verdaderos discípulos y discípulas suyas, pues todo esto viene de él.

Como obedientes

En la vida de Rut vemos un precioso rasgo de su carácter: La obediencia. Cuando fue alentada a lavarse, a ungirse y a ponerse su mejor vestido, le contestó a Noemí: «Haré todo lo que tú me mandes«. Pablo también pudo dar buen testimonio de los cristianos en Roma: «Porque vuestra obediencia ha venido a ser notoria a todos» (Romanos 16:19). Pero Rut no sólo fue obediente sino que, evidentemente, también era decente y virtuosa: «…toda la gente de mi pueblo sabe que eres mujer virtuosa«, dice la palabra.

¿Cómo estamos nosotros en cuanto a la obediencia a la palabra de Dios? Pedro, en su primera carta, escribe: «como hijos obedientes, no os conforméis a los deseos que antes teníais estando en vuestra ignorancia«. ¿Realmente obedecemos las instrucciones bíblicas, o aún somos esclavos de los deseos y pasiones de nuestro pasado? En Mateo 7 se describe a personas que en aquel día tendrán mucho de «cristiano» para mostrar, pero a pesar de eso viven fuera de la voluntad de Dios: «Muchos me dirán en aquel día: Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre echamos fuera demonios, y en tu nombre hicimos muchos milagros? Y entonces les declararé: Nunca os conocí; apartaos de mí, hacedores de maldad«. Lo importante no es hacer tal o cual cosa en la viña del Señor, sino que hagamos su voluntad: «No todo el que me dice: Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos«.

Dios le bendiga.

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