¿Falló en llegar a la meta suprema, o aún la puede alcanzar? 3/3

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Título:»¿Falló en llegar la meta suprema, o aún la puede alcanzar?» 3 / 3

 Autor: Herman Schmälzle  PE 1241

Muy bienvenido querido amigo al programa de Llamadade Medianoche. Con mucho gusto le presentamos una nueva audición en donde podrá escuchar la tercer parte de la meditación Bíblica titulada: «¿Falló en llegar la meta suprema, o aún la puede alcanzar?

Deseamos que pueda leer con mucha atención este programa y que pueda abrir su corazón para poder escuchar lo que Dios tiene para usted.


 

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Hola Amigo, comenzaremos hablando sobre el misterio más grande de la Biblia.

Como ya mencionamos, Pablo quería conocer cada vez mejor al Señor Jesús, pero también era muy importante para él conocer «el poder de su resurrección».

Cuando nos encontramos sufriendo, cuando se burlan de nosotros, cuando nos odian; cuando Dios nos ha quitado todo, cuando ya somos solamente un montón de pedazos y queremos ir por el camino de la muerte, entonces es bueno tener «el poder de su resurrección». A través de ese mismo poder, Dios resucitó a Su Hijo de la muerte, y ese poder también nos ayuda a renunciar al orgullo y al honor, y a no dar golpes a diestra y a siniestra cuando somos rechazados, rebajados, y hasta odiados por causa de Jesús. El Señor Jesús dijo: «Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a si mismo, tome su cruz cada día, y sígame». Solamente en el «poder de Su resurrección», es decir, en el poder del Espíritu Santo, podemos renunciar a todo lo que tenemos.

El Señor Jesús nunca se aferró a Sus derechos; y a eso Pablo aún no había llegado. Por eso le era muy importante conocer mejor al Señor y conocer «el poder de su resurrección, y la participación de sus padecimientos, llegando a ser semejante a él en su muerte». ¡Cuán profundamente Dios, a veces, nos tiene que meter en el horno caliente, para que las impurezas de nuestro propio carácter se quemen, en cierto sentido, o sean quitadas! En la estrofa de una canción dice: «Sigo con gozo el camino del Cordero.» A veces nos es muy fácil cantar de seguir el camino del Cordero. Sí, lo hemos cantado, es verdad, ¿pero realmente hemos seguido el camino en pos del Cordero? También nosotros debemos tratar de conocer cada vez más al Señor Jesús, y el poder de Su resurrección y la participación de Sus padecimientos.

¿Y qué aspecto tienen los padecimientos de Jesús? De los seres humanos que Él mismo creó, soportó la burla y el desprecio. Le escupieron, le golpearon, lo coronaron con una corona de espinas, lo flagelaron y finalmente lo clavaron en la cruz. Allí, Él sufrió indecibles dolores en cuerpo, alma y espíritu. Fue tan provocado por el pueblo, los fariseos y los escribas, que finalmente rompieron Su corazón.

Aunque Pablo sufrió golpes, lapidación, naufragio, cárcel y muchas cosas más por causa de Jesús, y aun estaba dispuesto a morir por Su nombre, él notaba, con dolor en su alma, que aun no estaba tan transformado a la imagen del Cordero de Dios como debería estarlo. A los corintios escribió Pablo: «… según pienso, Dios nos ha exhibido a nosotros los apóstoles como postreros, como a sentenciados a muerte; pues hemos llegado a ser espectáculo al mundo, a los ángeles y a los hombres. Nosotros somos insensatos por amor de Cristo …»Pero aún así, la imagen de Jesús no estaba pronta en Pablo.

Querido oyente, en la segunda carta a los corintios Pablo escribe: «Pero tenemos este tesoro en vasos de barro, para que la excelencia del poder sea de Dios, y no de nosotros, que estamos atribulados en todo, mas no angustiados; en apuros, mas no desesperados; perseguidos, mas no desamparados; derribados, pero no destruidos; llevando en el cuerpo siempre por todas partes la muerte de Jesús, para que también la vida de Jesús se manifieste en nuestros cuerpos».

Pablo siempre tenía presente esta meta: «No que lo haya alcanzado ya, ni que ya sea perfecto; sino que prosigo, por ver si logro asir aquello…». Él quería más que las medallas de oro, quería una «corona incorruptible»: Él se lo jugaba todo para algún día poder alcanzar la incorruptible corona celestial de victoria, lo que significaba que sería formado a la imagen de la muerte de Jesús. Pablo sabía: ¡No puedo ni quiero pasar por alto la meta más sublime de Dios!

Ahora bien estimado amigo, el primer mártir fue como su maestro.

El nombre Esteban significa «guirnalda, corona». Él fue uno de los diáconos de la primera iglesia y un evangelista joven, ferviente, lleno de gracia y del Espíritu Santo. Después de que él les cantó la justa con toda seriedad a los líderes judíos, ellos lo arrastraron hacia afuera y lo lapidaron. Como podemos deducir de sus últimas palabras, él probablemente había alcanzado la meta aspirada por Pablo, ya que acerca del moribundo Esteban leemos: «Y puesto de rodillas, clamó a gran voz: Señor, no les tomes en cuenta este pecado. Y habiendo dicho esto, durmió». El Señor Jesús había podido tomar forma en la vida de Esteban, pues Él mismo también pidió al Padre celestial que perdonara a Sus torturadores: «Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen». Con una mente transformada e iluminada por Cristo, Esteban pasó a la gloria eterna. Él, al igual que Pablo, había perseguido esa meta prefijada, y había alcanzado el «premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús».Esteban, al igual que Pablo, era un ser humano como nosotros. Por eso también nosotros podemos decir llenos de confianza: La meta suprema también es alcanzable todavía para nosotros!

Vimos antes de la pausa que la meta suprema también esalcanzable para nosotros. Pero la misma solamente puede ser alcanzada por aquellos creyentes que no descansan en sus verdaderas o supuestas experiencias, ni se conforman con lo ya alcanzado, sino que persiguen la «meta prefijada», como lo hacían Pablo y Esteban. El Señor Jesús hizo todo para ganar a la iglesia y nosotros los cristianos nacidos de nuevo, debemos caminar en Sus huellas.

¿Estamos dispuestos a ser odiados por causa de Jesús? Quien con los más pequeños «pinchazos» aun reacciona con excesiva sensibilidad, no ha alcanzado la «participación de sus padecimientos»para llegar a ser «semejante a él en su muerte».

No pocos han suavizado el mensaje de la cruz, y han tratado de adaptar su lenguaje al sentir del siglo actual. ¡Hay que terminar con eso! Si seguimos al Señor y a Su Palabra con fidelidad y compromiso, existen suficientes posibilidades para nosotros en la vida familiar y en el trabajo, como ser injusticias, juicios equivocados y muchas cosas más, para que aprendamos a no descontrolarnos enseguida, sino a vencer a través del «poder de Su resurrección» y así poder llegar a ser «semejantes a él en su muerte.

Todos los cristianos verdaderamente nacidos de nuevo serán arrebatados. A continuación, en el así llamadotribunal de recompensas de Cristo, se repartirán a los verdaderos hijos de Dios las «recompensas», o sea «las coronas». Pero no todos recibirán la «recompensa completa», como la recibirán Esteban y Pablo por ejemplo, quienes alcanzaron «la meta, el premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús», porque vencieron victoriosamente en el„poder de su resurrección», penetraron en «la participación de sus padecimientos»y llegaron así a ser «semejantes a él en su muerte».

El alcanzar la meta más sublime, la «recompensa completa», sin embargo, aun es alcanzable también para usted, si sigue adelante con perseverancia con la ayuda del Señor, persiguiendo la meta prefijada, para alcanzar el «premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús».

En todo esto, sin embargo, debemos tener en cuenta una cosa: Ese seguir adelante gozoso y perseverante comienza con la fe en la impresionante gracia de Jesús, y no puede ser realizado con nuestras propias fuerzas. No errar a la meta significa, no estar bajo la presión del rendimiento, sino vivir sobre la base absolutamente firme de la salvación realizada en el Gólgota. Solamente quien es salvo, justificado y liberado por la gracia, a través de la sangre victoriosa del Cordero de Dios, tiene la absoluta seguridad de la vida eterna y el gozo de ser un hijo de Dios.

Si somos cristianos verdaderamente nacidos de nuevo, que desean alcanzar la meta más sublime de la fe, pidámosle a Dios el ferviente anhelo del corazón para poder «conocerle, y el poder de su resurrección, y la participación de sus padecimientos, llegando a ser semejante a él en su muerte». Esta felicidad, que es la más sublime, y este galardón, que es incorruptible, es lo que deseo para todos nosotros.

Finalizo con un breve poema que dice: 

Mi Yo debe perecer totalmente,

Y mi nombre desaparecer,

para que solamente Jesús sea hallado,

para que Él sea visible en mí.

Mi vida pierdo,

para ganarlo a Él,

para que el sentir del Cordero,

triunfe por completo en mí.

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