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Título: Sobre la bndición de la humildad 

Autor: Norbert LiethPE1263

La sociedad del «yo primero» está creciendo.

No importa cuanto sufra el otro a causa de esto – lo más importante es que uno mismo alcance el primer lugar. La Biblia nos muestra otro concepto y muy diferente.


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Estimado amigo, el cuarto punto que queremos tratar bajo el tema – la bendición de la humildad es –

«el orgullo siempre trae como consecuencia la caída».

Leemos en Proverbios 16:18 lo siguiente: «Antes de la quiebra está el orgullo; y antes de la caída, la altivez de espíritu.»

Esto también nos da a entender el Señor Jesús cuando dice en Lucas 14:8-9: «Cuando seas invitado por alguien a una fiesta de bodas, no te sientes en el primer lugar; no sea que otro más distinguido que tú haya sido invitado por él, y que viniendo el que os invitó a ti y al otro, te diga: «Da lugar a éste», y luego comiences con vergüenza a ocupar el último lugar.» El hecho es que el orgullo no hace que seamos mejor vistos y más importantes en el Reino de Dios, sino exactamente lo contrario: si somos orgullosos, cada vez seremos más insignificantes para los asuntos del Reino de Dios, y finalmente quizás hasta seamos descalificados.

Quien se da demasiada importancia a sí mismo como obrero del Reino de Dios, fácilmente puede ser degradado al nivel de un burro, como lo ilustra el siguiente episodio: Un estudiante de un Instituto Bíblico un día, en el tono del más profundo convencimiento, le dijo a un hombre de Dios: «El Señor me necesita. Quiero servirle.» A lo cual éste respondió: «Jesús solamente una vez dijo: 'El Señor lo necesita', y se refería a un burro» (vea Marcos 11:1-3).

Muchas veces el orgullo no produce una ampliación de las responsabilidades en el servicio al Señor, como quizás lo piensen y quieran los orgullosos, sino justamente lo contrario: se vuelven inútiles para servir y disminuyen en el Reino de Dios. La Biblia dice en 2 Corintios 10:18: «Porque no es aprobado el que se recomienda a sí mismo, sino aquel a quien Dios recomienda.»

Porque el Señor se humilló tan extraordinariamente en la cruz, «… Dios lo exaltó hasta lo sumo y le otorgó un nombre que es sobre todo nombre» (Filipenses 2:9). Es justamente éste el principio indicado por El en Lucas 14:11, donde dice: «Porque cualquiera que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido.»

Vamos a un quinto punto: 

la humillación muchas veces viene a través de otras personas.

De esto habla el Señor en Lucas 14:8b-9: «no sea que otro más distinguido que tú haya sido invitado por él, y que viniendo el que os invitó a ti y al otro, te diga: «Da lugar a éste», y luego comiences con vergüenza a ocupar el último lugar.»

Aun si el orgullo ocurre en forma relativamente escondida y en secreto, se da a conocer y la humillación se hace manifiesta ante todos. Algunos convidados se sentaban casi furtivamente en los mejores lugares. Pero cuando luego el anfitrión les indicó que ocuparan los lugares más bajos, todos se enteraron de lo sucedido.

Es cosa extraña que las personas orgullosas muchas veces son humilladas, justamente, por aquellos con quienes deseaban congraciarse. En el reino de Asuero, por ejemplo, fue un cierto Amán, quien disfrutaba de todos los privilegios concebibles (Ester 3:1). Pero en cuanto Asuero supo, por su esposa judía Ester, de las intenciones orgullosas y malignas de Amán (él quería colgar en una horca al judío Mardoqueo, quien no le había honrado, y quería exterminar a todos los judíos en un cierto día), comenzó su caída irrefrenable: Amán, al igual que sus hijos, terminaron en una horca (Ester 7:10; 9:25).

Vamos a compartir algo más de música, pero no se vaya, ya volvemos con algunos puntos más e importantes.

El orgullo da inseguridad

Las personas con tendencia al orgullo muchas veces se presentan como si estuvieran muy seguros de sí mismos, pero el hecho es que son incentivados por una extraña inseguridad. No están firmes, no saben cuál es realmente el mejor camino para ellos, y en las cosas espirituales no son ni responsables ni dignos de confianza. Esto es porque van por un camino errado y en lo profundo de su corazón siempre deben contar con una caída: «Porque cualquiera que se enaltece será humillado…»

Y el séptimo punto de porque el caso del orgullo no se trata de una pequeñez es: 

porque solamente las personas humildes están muy cerca del Señor.

En Lucas 14:10 dice: «Más bien, cuando seas invitado, ve y siéntate en el último lugar; para que cuando venga el que te invitó, diga: «Amigo, sube más arriba.» Entonces tendrás gloria delante de los que se sientan contigo a la mesa.» Para comenzar, dijimos que los orgullosos viven un cristianismo sin cruz, contrario al Señor, mientras que los humildes, orientados hacia el Señor, viven de Su Palabra y en Su mentalidad. Por eso, también, es que en la parábola solamente al invitado humilde se le llama «amigo»: «Amigo, sube más arriba.» ¿No dijo el Señor: «Vosotros sois mis amigos, si hacéis lo que yo os mando» (Juan 15:14)?

Solamente a los humildes les son dadas más oportunidades, solamente ellos son enaltecidos. ¿Por qué? Porque tienen el mismo sentir que tiene su Maestro. El dijo: «Porque cualquiera que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido» (Lucas 14:11).

El Camino a la Verdadera Humildad

No es a través de la mucha oración, ni por medio del pedido: «¡Señor, humíllame!» que llegamos a la verdadera humildad, sino a través de una decisión voluntaria que se convierte en hecho. Acerca del Señor Jesús dice que El se humilló a Sí mismo, en Filipenses 2:8.

Y en Salmos 40: 7 – 8a leemos del Señor Jesucristo que dice: «He aquí, yo vengo. En el rollo de pergamino está escrito acerca de mí: El hacer tu voluntad, oh Dios mío, me ha agradado».

En nuestra parábola el Señor muestra claramente, en forma bien práctica, como se cumple la humildad: 

– «…no te sientes en el primer lugar…» (Lucas 14:8).

– «…siéntate en el último lugar…» (v. 10).

– «Porque cualquiera que …se humilla…» (Lucas 14:11).

Se trata de tomar la postura de Juan el Bautista, quien al ver a Jesús dijo: «A él le es preciso crecer, pero a mí menguar» (Juan 3:30). Fue por eso que Juan fue tan grande a los ojos de Dios. El Señor testifica de él: «Os digo que entre los nacidos de mujer, no hay ninguno mayor que Juan» (Lucas 7:28). Por eso es necesario escoger diariamente el camino de la humildad y quedarse en él. La receta que Pedro nos da en su primera carta, capítulo 5:6: «Humillaos, pues, bajo la poderosa mano de Dios para que él os exalte a su debido tiempo».

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