¿Qué es nuestra vida?
21 febrero, 2008Deja tus cargas en Jesús
21 febrero, 2008Título: ¿Cómo se vence al Diablo?
Autor: Norbet Lieth PE1268
En nuestro espíritu sentimos cada vez más tribulación. La maldad de los últimos tiempos va en aumento, y sus vientos también sacuden las puertas de los cristianos. Muchos se quejan de desaliento, depresión, irritación y desánimo — se sienten cansados y hasta miserables, y sienten que ya no pueden soportar más carga. Las acusaciones de los unos hacia los otros van en aumento, y también las acusaciones hacia uno mismo.
Buenas noticias: ¡Existe el camino a la victoria! Escucha de él en este programa
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Estimado amigo, vamos a comenzar nuestra meditación bíblica escuchando lo que dice la palabra de Dios en Apoc. 12:10-11: «Oí una gran voz en el cielo que decía: «¡Ahora ha llegado la salvación y el poder y el reino de nuestro Dios, y la autoridad de su Cristo! Porque ha sido arrojado el acusador de nuestros hermanos, el que los acusaba día y noche delante de nuestro Dios. Y ellos lo han vencido por causa de la sangre del Cordero y de la palabra del testimonio de ellos, porque no amaron sus vidas hasta la muerte».
Esta Palabra habla, en primer lugar, del tiempo de la gran tribulación y toca a aquellos que saldrán de la misma como vencedores. Aun así, ya ahora, podemos aprender mucho de la misma para nuestra vida cotidiana, pues todo aquel que cree en Jesucristo se las tiene que ver con el mismo acusador, y también sólo le podemos vencer de esa misma manera.
¿Quién es nuestro adversario en la lucha espiritual?
Ya en Apocalipsis 12:9 se le describe como: «…el gran dragón, la serpiente antigua que se llama diablo y Satanás, el cual engaña a todo el mundo….» El es el acusador, el que nos acusa día y noche delante de Dios. Con ojo vigilante observa todo lo que hacemos y no hacemos y usa toda posibilidad para estar, constantemente, acusándonos delante de Dios.
La táctica de Satanás es la misma de siempre: primero nos facilita el pecar y luego nos dificulta el perdón.
Muchos cristianos, en nuestros días, se encuentran en una situación nada fácil. En el mundo espiritual hay mucha actividad porque Jesús viene pronto. Es por eso que en nuestro espíritu sentimos cada vez más tribulación. La maldad de los últimos tiempos va en aumento, y sus vientos también sacuden las puertas de los cristianos. Muchos se quejan de desaliento, depresión, irritación y desánimo — se sienten cansados y hasta miserables, y sienten que ya no pueden soportar más carga. Las acusaciones de los unos hacia los otros van en aumento, y también las acusaciones hacia uno mismo. Algunos están a un paso de abandonar. Las tentaciones, en todo tipo de forma, ya casi no pueden ser aumentadas. Todo esto ocurre porque el Señor viene pronto y la demonización en nuestro mundo va en aumento.
El Camino a la Victoria
Justamente, en las crecientes tribulaciones de nuestros días, es necesario que los hijos de Dios venzamos victoriosamente, al enemigo, en la vida cotidiana. El triple camino hacia la victoria nos es descrito, con toda claridad, en Apocalipsis 12:11: «Y ellos lo han vencido por causa de la sangre del Cordero y de la palabra del testimonio de ellos, porque no amaron sus vidas hasta la muerte.»
1. Por causa de la sangre del Cordero
«Y ellos lo han vencido por causa de la sangre del Cordero…» El diablo tiene que parar cuando ve la sangre del Cordero. Allí se ve vencido. Allí toda acusación pierde efecto. Esta verdad se nos ilustra al mirar la Catedral de Bamberg, Alemania:
Una de las paredes de la Catedral de Bamberg muestra una escultura en piedra del juicio final. El ángel del juicio tiene en su mano una balanza. En uno de los platos de la misma hay gruesos libros, aparentemente el registro de los pecados. Pequeños diablitos se cuelgan de este plato, tratando de tirarlo hacia abajo. Pero no lo logran, a pesar de que el otro plato está prácticamente vacío. En él solamente se encuentra una pequeña copa de la Santa Cena. La sangre de Cristo pesa más que todos nuestros pecados.
Es muy importante que nos aferremos al perdón recibido y que creamos firmemente en el mismo y, más aún, que nos gloriemos en la sangre de Cristo. Jesucristo, y Su sangre derramada en la cruz del Gólgota, es el poder que rompió el documento con la deuda a pagar, borrando así lo que debíamos (Col. 2:14). Una deuda saldada ya no puede ser usada en nuestra contra.
2. Por la Palabra del Testimonio de Ellos
«Y ellos lo han vencido por causa de la sangre del Cordero y de la palabra del testimonio de ellos…»
No solamente es importante tener la sangre de Jesús y saber acerca de Su poder, sino también hacer uso de la misma en el testimonio. En otras palabras: la victoria sobre el enemigo tiene lugar en base a la muerte de Cristo y de nuestro testimonio acerca del valor de esa muerte. Debemos saber que el poder siempre se encuentra en la Palabra de Dios. En el mismo momento en el cual tomamos la Palabra de Dios para nosotros, la sangre de Jesús se activa. Sucede como en el caso de una herencia que le sea dejada a usted. Para que el enemigo ya no pueda atacarlo, y la herencia quede para usted, necesita el testimonio escrito (el testamento). Ese documento, con la firma del que dejó la herencia, le asegura a usted dicha herencia. Ya ningún otro puede reclamarla para sí, y nadie se la puede quitar. En la Palabra de Dios rebotan todas las acusaciones. Con respecto a esto, un acontecimiento:
El portero de un hotel leía mucho en su pequeña Biblia, y especialmente en la noche. Cuando no la usaba, siempre la llevaba en el bolsillo de su saco. Un día fue asaltado. El criminal le disparó — pero la bala, que debía penetrar en su corazón, se trancó en su Biblia. ¡La Biblia le salvó la vida!
Cuando caemos en tentaciones y tribulaciones, o cuando el enemigo nos acusa, hacemos bien en remitirnos a la Palabra de Dios. David oró: «Mi corazón ha dicho: «Buscad su rostro.» ¡Tu rostro buscaré, oh Jehová!» (Sal. 27:8). El Señor Jesús nos anima a orar basándonos en la Palabra de Dios y a creer apoyándonos en la misma: «Por esta razón os digo que todo por lo cual oráis y pedís, creed que lo habéis recibido, y os será hecho» (Mc. 11:24). Para Dios es un honor que nos basemos en Su Palabra y, de nuestro lado, es la expresión de nuestra fe: consideramos Su Palabra como verdad.
3. Por estar crucificados juntamente con El
«Y ellos lo han vencido por causa de la sangre del Cordero y de la palabra del testimonio de ellos, porque no amaron sus vidas hasta la muerte.»
Parte del vencer verdaderamente las tentaciones, sin duda alguna, es el desprenderse de uno mismo. En el camino en pos del Cordero de Dios, el amor a sí mismo es, sin duda alguna, el más grande de los obstáculos. El vicio del Yo también representa el problema más grande dentro de la Iglesia de Jesús. Asimismo, el egoísmo es el obstáculo más grande en el servicio al Señor. Mucha discordia, intransigencia, acusación e irritación provienen solamente del hecho de que aún amamos demasiado nuestra propia vida.
Los cristianos mencionados en Apocalipsis 12:11 «¡no amaron sus vidas hasta la muerte!» El camino en pos del Cordero es el camino de la muerte. Si bien es el más difícil de todos, también es el camino más fructífero. La muerte de Jesús fue lo que llevó más fruto (vea Is. 53:11-12). Por eso la esencia del discipulado es que me haga semejante a la muerte de Jesús.
Pero que trágico es cuando un hijo de Dios no camina del todo en el camino del Cordero. Si usted sigue al Señor Jesús solamente a medias, eso se convierte en la carga más grande para usted y para la gente a su alrededor. Por medio de cosas insignificantes el viejo enemigo puede atarle una y otra vez. Por eso el profeta Jonás, quien al principio no quiso ir por el camino de la completa voluntad de Dios, exclamó en el vientre del gran pez: «Los que veneran las vanidades ilusorias abandonan su lealtad» (Jonás 2:8). Y el apóstol Pablo testifica, en su segunda carta a Timoteo: «Fiel es esta palabra: Si morimos con él, también viviremos con él» (2 Tim. 2:11). A los cristianos de Roma les escribió: «Porque si vivís conforme a la carne, habéis de morir; pero si por el Espíritu hacéis morir las prácticas de la carne, viviréis» (Rom. 8:13). Por eso se nos exhorta: «Por lo tanto, haced morir lo terrenal en vuestros miembros: fornicación, impureza, bajas pasiones, malos deseos y la avaricia, que es idolatría» (Col. 3:5).
Resumiendo: La victoria sobre la maldad de los últimos tiempos, el camino hacia la superación, la victoriosa batalla en la vida de la fe consiste, sólo y únicamente, en seguir a Jesús. Se basa en la obra consumada de Jesús en la cruz del Gólgota (sangre), en el fiel testimonio (confianza y fe), y en la disposición de entregar la vida propia a la muerte (ser crucificados con El). ¡Hágalo, y vencerá al diablo, juntamente con todos sus astutos ataques!