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Título: El consuelo robado

Autor: Wim Malgo
PE1281

Existen ladrones del consuelo que Jesucristo Mismo ha dado a su iglesia. Hay que identificarlos para poder protegerse de su acción.


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¿Cuales son los ladrones del consuelo?

 

Ya que los tesalonicenses estaban tan grandemente frustrados, Pablo les escribió: «Que no seáis movidos fácilmente de vuestro modo de pensar ni seáis alarmados, ni por espíritu, ni por palabra, ni por carta como si fuera nuestra, como que ya hubiera llegado el día del Señor» (2 Ts. 2:2). Los tesalonicenses habían permitido que falsos proclamadores les robaran el consuelo.

 

La joven iglesia de Tesalónica se encontraba en un tiempo de gran persecución. Su fe estaba siendo muy probada. Estaban atribulados al máximo y tenían que soportar mucho sufrimiento. A esto, en medio de esta situación, se sumaba el que se presentaban hombres que enseñaban que el «Día del Señor» ya había llegado, que ya se encontraban en la Gran Tribulación. Pero ya que, obviamente, ellos habían sido enseñados que el arrebatamiento ocurriría «antes» de la Gran Tribulación, o sea «antes» del «Día del Señor», uno puede imaginarse el pavor que ellos deben haber experimentado. Los tesalonicenses estaban fuera de sí, llenos de espanto y de una repentina inseguridad. ¿Podría el «Día del Señor», en verdad, haber llegado ya? ¿Pero, donde estaba entonces la promesa de que, anteriormente al mismo, habría que esperar al Hijo de Dios, que vendría desde el cielo, para salvarlos de la venidera ira de la tribulación? ¿Habrían esperado en vano el arrebatamiento? ¿Sería que, después de todo, ellos, en aquel tiempo de persecución y sufrimiento, habrían caído bajo la ira de Dios? Pero ellos habían sido enseñados que no deberían pasar por la ira de Dios, que a ellos el Día del Señor no los tomaría como ladrón en la noche, y que este día del juicio era para otros, los que estaban afuera, pero no para la Iglesia de Cristo.

 

 En 1 Tesalonicenses 5:1-5, leemos que se les había dicho. «Pero acerca de los tiempos y de las ocasiones, hermanos, no tenéis necesidad de que os escriba. Porque vosotros mismos sabéis perfectamente bien que el día del Señor vendrá como ladrón de noche. Cuando digan: «Paz y seguridad», entonces vendrá la destrucción de repente sobre ellos, como vienen los dolores sobre la mujer que da a luz; y de ninguna manera escaparán. Pero vosotros, hermanos, no estáis en tinieblas, como para que aquel día os sorprenda como un ladrón. Todos vosotros sois hijos de luz e hijos del día. No somos hijos de la noche ni de las tinieblas.»

 

Los cristianos de Tesalónica fueron totalmente confundidos y desorientados, por las cartas falsificadas, con respecto a la enseñanza recibida hasta entonces. Se les quería robar la esperanza que les daba la primera carta de Pablo a su iglesia. Por eso, el apóstol les escribió, en su segunda carta: «Así que, hermanos, estad firmes y retened las doctrinas en que habéis sido enseñados, sea por palabra o por carta nuestra» (2 Ts. 2:15).

 

Razonemos: Si el apóstol les hubiera enseñado que ellos, de todos modos, entrarían en el «Día del Señor y serían arrebatados en algún momento de la gran tribulación, entonces, no tendrían por qué haberse preocupado. Todo hubiera estado en el mejor orden posible, a pesar de tener que esperar grandes sufrimientos, tribulaciones y persecuciones. Para ellos hubiera sido totalmente normal que el «Día del Señor» ya hubiera comenzado y que el arrebatamiento sería inminente. Entonces, hasta habrían podido alegrarse que por fin estaba llegando. Pero ya que ellos, según entendemos, habían sido enseñados que el arrebatamiento ocurriría «antes» del «Día del Señor», estaban frustrados e inseguros.

 

Pablo dijo, claramente, que el «Día del Señor» solamente es para aquellos que no han aceptado el amor por la verdad (Jesús), que no han creído y que, por eso, se pierden: «…El advenimiento del inicuo (del Anticristo) es por operación de Satanás, con todo poder, señales y prodigios falsos, y con todo engaño de injusticia entre los que perecen, por cuanto no recibieron el amor de la verdad para ser salvos. Por esto, Dios les enviará una fuerza de engaño para que crean la mentira, a fin de que sean condenados todos los que no creyeron a la verdad, sino que se complacieron en la injusticia» (2 Ts. 2:9-12).

Con respecto a la iglesia de fe, sin embargo, escribió: «Pero nosotros debemos dar gracias a Dios siempre por vosotros, hermanos amados del Señor, de que Dios os haya escogido desde el principio para salvación, por la santificación del Espíritu y fe en la verdad. Con este fin os llamó Dios por medio de nuestro evangelio para alcanzar la gloria de nuestro Señor Jesucristo. Así que, hermanos, estad firmes y retened las doctrinas en que habéis sido enseñados, sea por palabra o por carta nuestra. Y el mismo Señor nuestro Jesucristo, y nuestro Padre Dios quien nos amó y por gracia nos dio eterno consuelo y buena esperanza, anime vuestros corazones y os confirme en toda obra y palabra buena» (vs. 13-17). De modo que existe una diferencia notable entre «ellos», los que serán juzgados en el «Día del Señor» por haber rechazado la verdad, y aquellos («vosotros») que son llamados a alcanzar la gloria en Jesucristo, porque han aceptado la verdad por la fe.

 

Obviamente, era la intención del enemigo de Dios, robarle esta esperanza a la joven iglesia de Tesalónica. Por eso, sembró semillas falsas entre ellos en una época en la cual, en verdad, estaban siendo fuertemente atribulados, para que surgieran dudas y, así, hacerlos caer definitivamente del fundamento de la fe. Eso llegó a oídos del apóstol Pablo, en base a lo cual les escribió una segunda carta a los tesalonicenses, la cual –en un tiempo de inseguridad– debía trasmitirles seguridad. Había penetrado en la iglesia un mensaje falsificado, que decía exactamente lo contrario de lo que ellos habían aprendido del apóstol.

Aquí –en contraste al Espíritu Santo– estaba obrando un espíritu falso.

En contraste a la Palabra de Dios– estaba siendo transmitida una palabra falsa.

Y, en contraste a las cartas del apóstol, se les dio a los tesalonicenses una carta falsa y probablemente, también, con firmas falsificadas.

Se levantaron falsos maestros, que decían que el «Día del Señor» ya había llegado y que, de este modo, la Gran Tribulación ya había comenzado. Al decir esto ellos se remitían, en forma engañosa, al apóstol. Por eso, Pablo los exhortó: «No seáis movidos fácilmente de vuestro modo de pensar ni seáis alarmados, ni por espíritu, ni por palabra, ni por carta como si fuera nuestra, como que ya hubiera llegado el día del Señor» (2 Ts. 2:2). Así lo hace el enemigo cuando se presenta como «ángel de luz»: El adapta su mentira a la verdad de la Palabra de Dios. Sus siervos, los falsos apóstoles, que se presentan como embajadores de Cristo, proclaman la así-llamada «pura doctrina» que, sin embargo, es una gran mentira. De este modo, Satanás siembra su dañina semilla la cual, a primera vista, aparece como muy similar a la semilla buena pero que, finalmente, nace como fruto de la duda (vea 2 Co. 11:13-15).

 

 

Como el peligro de la falsificación era tan grande, Pablo advierte de la misma (2 Ts. 2:2) y, luego, en el versículo 3, dice con insistencia: «¡Nadie os engañe de ninguna manera!»  Seguidamente, también insiste en eso en el versículo 15 y, al final de la carta (cap.3:17), Pablo hace notar el distintivo de su firma: «Este saludo es de mi mano, Pablo. Así es mi firma en todas mis cartas, tal como escribo.» En otra traducción dice: «Este saludo a ustedes lo escribo yo, Pablo, personalmente. Así termino todas mis cartas a vosotros, para que vean, que realmente vienen de mí.»

 

La enseñanza de que la iglesia primero debería pasar por la Gran Tribulación, roba la idea de que el arrebatamiento podría suceder «en cualquier momento». Esta enseñanza es un enemigo de la esperanza de la inminente venida de Jesús, y proclama que el Señor no viene todavía, o sea, que no puede venir todavía, porque la Iglesia primeramente debe pasar por la Gran Tribulación. Equivocadamente, este tipo de personas, entonces, sigue esperando el cumplimiento de ciertas señales de los últimos tiempos «antes» de que pueda ocurrir el arrebatamiento. Pero eso no es así. El arrebatamiento puede ocurrir en cualquier momento, ya que las señales de los últimos tiempos se refieren a la venida de Jesucristo en gloria, en el «Día del Señor», y, en general, a Israel. Las personas que esperan que la Gran Tribulación y la revelación del Anticristo sucedan antes del arrebatamiento, rara vez tienen una visión de la completa gracia que se nos ofrece a través de la salvación obrada por Jesús en la cruz del Calvario, y que es proclamada en el evangelio de Cristo.

 

Naturalmente también la verdadera cristiandad puede pasar por tribulaciones, persecuciones y catástrofes. También le pueden sobrevenir guerras, miseria, hambre, enfermedad y problemas. Eso siempre fue así y sigue sucediendo, también hoy, en muchas partes de la tierra. La mayor parte de la Iglesia de Jesús sufre persecución en la tierra.  Jesús, como el eterno sumo-sacerdote, intercede por los Suyos delante de Dios. Según mi entendimiento, el Señor no hará pasar a Su Iglesia por las señales del juicio que se refieren a la Gran Tribulación del «Día del Señor». Porque el «entonces habrá gran tribulación como no ha habido desde el principio del mundo hasta ahora, ni habrá jamás» (Mt. 24:21), está destinado a un mundo de incredulidad y de rebelión hacia Dios. Esto es expresado muy claramente en 2 Tesalonicenses 2:10-12: «…y con todo engaño de injusticia entre los que perecen, por cuanto no recibieron el amor de la verdad para ser salvos. Por esto, Dios les enviará una fuerza de engaño para que crean la mentira, a fin de que sean condenados todos los que no creyeron a la verdad, sino que se complacieron en la injusticia».

 

Si la Iglesia de Jesús debiera esperar primero la revelación del Anticristo y tuviera que pasar por la Gran Tribulación, podría calcular, con bastante precisión, el momento del arrebatamiento y estar segura de que su Señor no vendría antes de eso. Por eso: ¡No permitamos, de ninguna forma, que se nos robe el consuelo de ser arrebatados hacia Jesús «antes» del tiempo de la Gran Tribulación!

 

Y, nuevamente, les digo a todos los creyentes nacidos de nuevo lo que leemos en 1. Pedro 3:14-15: «Por tanto, no seáis atemorizados por temor de ellos ni seáis turbados. Más bien, santificad en vuestros corazones a Cristo como Señor y estad siempre listos para responder a todo el que os pida razón de la esperanza que hay en vosotros, pero hacedlo con mansedumbre y reverencia».

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