La Iglesia frente al concubinato
14 agosto, 2009Cristo, Nuestra Pascua (2 de 3)
19 agosto, 2009Autor : Fredi Winkler
Los Evangelios relatan que Jesús subió a Jerusalén para la fiesta de Pascua, para morir en ese determinado momento. Es como si Dios, una vez más, quisiera llamar la atención de Su pueblo al verdadero Cordero de Pascua.
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¡Qué gusto estar nuevamente con ustedes, queridos amigos! Juntos, queremos meditar hoy en nuestra fiesta de Pascua, la cual no tiene ninguna fecha fija, ya que siempre se ha regido por el calendario lunar y por eso depende de la fecha de la fiesta de Pascua instituida en la Biblia.
Como ya se ha mencionado en la introducción del programa, los Evangelios relatan que Jesús subió a Jerusalén para la fiesta de Pascua, para morir en ese determinado momento. Y esto nos hace pensar que es como si Dios, una vez más, hubiera querido llamar la atención de Su pueblo al verdadero Cordero de Pascua.
La Pascua es la primera y quizás también la más importante de las siete fiestas del Señor. Ella nos hace recordar la salvación del pueblo de Israel de la esclavitud de Egipto. La historia de la salvación por medio de la sangre de los corderos, con la cual se pintaron los marcos de las puertas de las casas de los israelitas, es única en toda la Escritura, pues ilustra claramente el significado que tiene la sangre para Dios. Por medio de Moisés, Dios mismo indicó al pueblo exactamente cómo se tenía que proceder. En Exodo 12:13 leemos que Él dijo:» Y la sangre os será por señal en las casas donde vosotros estéis; y veré la sangre y pasaré de vosotros, y no habrá en vosotros plaga de mortandad cuando hiera la tierra de Egipto». Y el siguiente versículo muestra claramente lo importante que era este asunto para Dios:«Y este día os será en memoria, y lo celebraréis como fiesta solemne para Jehová durante vuestras generaciones; por estatuto perpetuo lo celebraréis».
Hoy en día, los judíos todavía celebran la así llamada «noche de Séder» con una cena solemne, acompañada de una determinada liturgia con canciones y textos bíblicos. La palabra hebrea «séder» significa «orden o estatuto» y, en relación a este acontecimiento, se refiere al «estatuto perpetuo» que Dios le dio al pueblo de Israel en la fiesta de Pascua. También Jesús celebró esta cena de Séder, o Pascua, en Jerusalén, la última noche antes de Su sufrimiento y muerte, juntamente con Sus discípulos. Según nos relata Lucas en el cap. 22, vers. 15 y 16, en esa ocasión, Él les dijo:«¡Cuánto he deseado comer con vosotros esta pascua antes que padezca! Porque os digo que no la comeré más, hasta que se cumpla en el reino de Dios.»Con esto Jesús dio a entender que la fiesta de Pascua tiene todavía un significado y cumplimiento profético futuro, y que el acontecimiento de aquel entonces en Egipto solamente era una imagen de la verdadera salvación, que tendrá su cumplimiento completo en el tiempo en que se establezca el Reino de Dios.
En Sus palabras siguientes, Jesús profundizó en el significado de la cena de Séder, la cual fue dada al pueblo por Dios como estatuto perpetuo, en memoria de la sangre salvadora del cordero de Pascua en Egipto. Él hizo referencia a Su propia sangre, la cual derramaría para la salvación de los suyos. El evangelista Lucas, en el cap. 22, vers. 20, lo relata de esta manera:«De igual manera, después que hubo cenado, tomó la copa, diciendo: Esta copa es el nuevo pacto en mi sangre, que por vosotros se derrama».
En Egipto, la sangre de los corderos salvó de una manera maravillosa a los primogénitos israelitas de la muerte física. Sin embargo, la sangre del Hijo de Dios tiene un significado y una fuerza que van mucho más allá . No nos salva de la muerte física, sino de una muerte aún mucho más terrible, de la cual Jesús nos advirtió seriamente, por ejemplo en Lucas 12:4 y 5:«Mas os digo, amigos míos: No temáis a los que matan el cuerpo, y después nada más pueden hacer. Pero os enseñaré a quién debéis temer: Temed a aquel que después de haber quitado la vida, tiene poder de echar en el infierno; sí, os digo, a éste temed».
Para todos los que creemos en Jesús, Su sangre ha llegado a ser la señal de que Él ha tomado sobre sí el castigo en nuestro lugar. De la misma manera en que el Señor pasó de largo, en Egipto, frente a las casas de los israelitas en las cuales vió los postes y el dintel untados con sangre, concederá Su gracia a los que se refugien en Jesús. De esta manera la fiesta de Pascua (y la palabra «Pascua» significa justamente «pasar») encontrará su cumplimiento más profundo cuando venga el Reino de Dios. Después de la pausa musical, analizaremos el tema de cómo recibir la salvación por la sangre.
Bien, como ya dijimos, abordamos ahora el tema de cómo recibir la salvación por la sangre. La historia de los primogénitos israelitas preservados de la terrible desgracia por una señal, que fue la sangre de un cordero puesta en el marco de la puerta, es extraordinaria en muchos aspectos. En primer lugar, los israelitas tenían que creer que el Señor su Dios pasaría por Egipto en aquella noche para matar a todos los primogénitos, y que solamente la sangre de un cordero podía preservar a sus familias de la destrucción. Tenían que confiar en que lo que Dios les decía, por medio de Moisés, era verdadero. La fe en la verdad de lo que Dios decía, era el primer paso para ser salvos de la perdición.
Según el relato bíblico, todos los israelitas cumplieron con la ordenanza de Pascua. Pero si algunos de ellos no hubieran hecho caso de la ordenanza, no habrían sido protegidos del destructor, por más que fueran israelitas. La pertenencia al pueblo de Israel no era, pues, ninguna garantía para no ser destruido, sino solamente la fe en lo que Dios les había dicho, y la obediencia a eso. La fe en la verdad y seriedad de la Palabra de Dios, está inseparablemente ligada a la obediencia a Sus indicaciones. La manera de actuar de Dios con los israelitas en Egipto, nos muestra claramente que una fe sin obediencia no salva, pues ni siquiera es fe. Sólo cuando ponemos en acción aquello en que confiamos, comprueba ante de Dios la genuinidad de nuestra fe.
En la noche de Séder, Dios les dio aún otra ordenanza a los israelitas. Es algo que se menciona una sola vez y, por eso, fácilmente se pasa por alto. Los israelitas no podían abandonar sus casas, no podían salir fuera de los marcos de sus puertas untados con sangre, que los protegían. Leemos en Exodo 12:22,«… y ninguno de vosotros salga de las puertas de su casa hasta la mañana». La Biblia tampoco relata que alguno de los israelitas hubiera desatendido esta orden abandonando su casa. En tal caso, la persona ciertamente hubiera muerto herida por el destructor.
Es muy significativo que Jesús, durante la cena de Pascua en la última noche antes de Su detención, instara a Sus discípulos encarecidamente a que permanecieran en Él . Siete veces en Juan 15, Jesús les dirige esta exhortación. Los que obedecen Sus palabras, reciben tres veces Su promesa de que entonces Él también permanecerá en ellos. Y hablando de este tema, es bueno que nos preguntemos: ¿Cómo permanecemos en Él? Y: ¿Cuál es la característica por la cual el Señor ve que realmente permanecemos en Él? La respuesta la encontramos en Juan 15:10:«Si guardareis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor; así como yo he guardado los mandamientos de mi Padre, y permanezco en su amor». Y en el versículo 14, Jesús subraya una vez más que recién el cumplirlos nos hace discípulos suyos, más aún, nos hace amigos suyos:«Vosotros sois mis amigos, si hacéis lo que yo os mando».
Jesús, en la noche de Su última cena de Pascua, quiso recordar a Sus discípulos la importancia de permanecer en Él. Tal como el permanecer en la casa, detrás del marco untado con sangre, fue para los israelitas en Egipto la única garantía de ser guardados del destructor, también nosotros como creyentes en Jesucristo, solamente seremos preservados del destructor si permanecemos en Él, si guardamos Sus mandamientos y los obedecemos. Y por encima de todo esto está, por supuesto, elnuevomandamiento que Él nos ha dado en Juan 15:11 al 17, de amarnos mutuamente como Él nos ha amado y nos amará eternamente.