En búsqueda de la vida verdadera (1 de 2)
20 agosto, 2009El Señor es mi Pastor (1 de 3)
20 agosto, 2009Título: En búsqueda de la vida verdadera
Autor: Johannes Vogel
NºPE1397
Cuando un miembro de la familia tiene una enfermedad terminal, ¿quién no busca al mejor especialista, para que, si es posible, lo sane de su enfermedad? Lo mismo le sucedió a un oficial del rey de la época de Jesús, cuyo hijo se estaba muriendo. Dejó todo atrás y buscó – con éxito – a Aquél que todo lo puede y que es la vida verdadera en persona
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Queridos amigos: El oficial del rey estaba totalmente desesperado. Su hijo estaba muriendo. Y Jesús tenía que sanarlo. Tenemos que ponernos en el lugar de ese padre. Recorrió treinta kilómetros a pie, se esforzó hasta lo máximo, y luego, en el versículo 48, leemos la respuesta de Jesús a la pregunta del oficial de si podía sanar a su hijo. Jesús le dijo:„Si no viereis señales y prodigios, no creeréis.»¿Qué habrá pensado el padre? Después de hacer un esfuerzo supremo, recibir esta respuesta. Quizás pensemos: Jesús, no te comprendo. ¿Por qué le diste una lección tan dura a ese hombre que tanto se esforzó? Sin embargo, estos pensamientos acerca de la reacción del Señor, son una crítica contra el Maestro que tiene todo bajo control. Y olvidamos el hecho de que el Señor no comete ningún error. Tampoco comete errores ni en tu vida ni en la mía. Él siempre hace lo correcto. Éste es un principio bíblico que nunca tenemos que olvidar.
Jesús ve a ese oficial del rey y sabe muy bien que puede sanar a su hijo, y que incluso lo puede resucitar de los muertos. Porque Jesús es todopoderoso. Le ha sido dado todo poder en el cielo y en la tierra, y así lo dice en Mt. 28:18:„Y Jesús se acercó y les habló diciendo: Toda potestad me es dada en el cielo y en la tierra». Y en Mt. 9:4 leemos que Él también conoce los pensamientos de las personas:„Y conociendo Jesús los pensamientos de ellos, dijo: ¿Por qué pensáis mal en vuestros corazones?».
Generalmente, tenemos una imagen equivocada del Señor de la vida
¿Cómo ve el oficial a Jesús? ¿Lo ve tan sólo como un sanador milagroso, o Lo ve como el Hijo de Dios? ¿Busca una experiencia extraordinaria, o es otra cosa lo que quiere? Es verdad que este hombre cree que Jesús puede sanar a las personas antes que hayan muerto, pues dice:«Señor, desciende antes que mi hijo muera.»Eso es lo que hasta el momento ha escuchado de Jesús. Y es lo que muchas veces pasa hoy en día. Limitamos a Jesús en Su poder. Y el oficial también limitaba a Jesús en Su poder.
Y éste, en realidad, es el profundo mensaje de este pasaje de Juan 4. Jesús quiere corregir la imagen que la gente tiene de Él. Antes que vayamos a Jesús para que nos sane, es mucho más importante que tengamos la vida eterna. La sanidad tendría que ser secundaria. Sin embargo, la actitud de buscar primero la solución del problema físico es típicamente humana. Recordemos la historia de Lázaro, de Jn. 11:39, quien estaba en la tumba y el proceso de putrefacción del cuerpo ya había comenzado:„Dijo Jesús: Quitad la piedra. Marta, la hermana del que había muerto, le dijo: Señor, hiede ya, porque es de cuatro días». Seguramente también María, la hermana de Marta y de Lázaro, pensó algo similar: Señor, ¿por qué no viniste antes? Podrías haber hecho algo antes que tu amigo Lázaro muriera.
Jesús quiere mostrarnos claramente, en este capítulo 4 de Juan, que Él es Dios. Si este padre hubiera reconocido a Jesús como Dios, habría pedido en primer lugar el perdón de sus pecados. Sin embargo, como no lo hizo, comprendemos que Lo veía en primer lugar como al que sanaba milagrosamente.
¿Qué es lo más importante para nosotros en un encuentro con Jesús? Queremos en primer lugar lo terrenal, lo que está delante de nuestros ojos, o buscamos lo eterno?
Pero ¿podemos criticar a este oficial del rey? Creo que estaríamos muy equivocados. En primer lugar, critiquémonos a nosotros mismos.
Nos preguntábamos antes de la pausa si podíamos criticar a este oficial del rey. Y yo creo que estaríamos muy equivocados si lo hiciéramos. Comencemos preguntándonos qué habríamos hecho nosotros. Jesús escuchó el ruego de este hombre, y se dio cuenta de que ese oficial no Lo conocía de verdad, y eso entristeció al Señor. El oficial pensaba que Jesús tenía que estar en persona donde estaba su hijo para poder sanarlo. Pero justamente ahí está la diferencia: Jesús es el Hijo de Dios. Y Él está con los suyos. ¿Cuándo? ¿Qué dijo Él al respecto en Mt. 28:20?„Yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo». Él siempre está presente. Jesús está por encima del tiempo, está con los suyos en todo momento y en todo lugar. Esto debería hacernos reflexionar. También cuando hacemos cosas que no corresponden a la voluntad de Dios – Jesucristo está presente.
En aquel entonces al igual que hoy, la sanidad no se efectuaba por la imposición de manos, sino por la Palabra de Dios. Pues las palabras pronunciadas por Jesucristo tienen fuerza. Él habla y tú sanas – solamente por Su Palabra. Y Él te dice hoy: „Tú vivirás.» En Juan 14:19 leemos:„Todavía un poco, y el mundo no me verá más; pero vosotros me veréis; porque yo vivo, vosotros también viviréis.»
A veces, tenemos dudas frente a la garantía de la vida.
Al oficial Jesús le dijo:„Ve, tu hijo vive»(así lo leemos en Jn. 4:50). No sé cómo hubiéramos reaccionado nosotros en ese momento. ¿Qué haría ahora el padre? Creo que pasaría lo mismo si alguien depositara un cheque en tu mano y te dijera: „Aquí tienes un millón de dólares.» De alguna manera te costaría creerlo. ¿Cuándo realmente podrías creer que verdaderamente posees ese millón? A partir del momento en que la suma estuviera depositada en tu cuenta bancaria, cuando tuvieras delante de ti el resumen de cuenta que especificara la entrada de un millón de dólares en ella. Algo inconcebible: un uno con seis ceros… Pero ahora sí podías creer que ese cheque era válido, mientras que antes habías pensado: No puede ser, debo estar soñando.
El oficial pasó por una verdadera prueba de fe. Tenía que confiar incondicionalmente en la palabra de Jesús, así como había que confiar en que el cheque era válido en el ejemplo antes mencionado. Y realmente creyó en la exhortación y promesa del Señor Jesús, cuyas palabras traen sanidad completa:„Ve, tu hijo vive». Pues leemos en el vers. 50:„Y el hombre creyó la palabra que Jesús le dijo, y se fue». Jesús habló con él a la hora séptima, es decir al principio de la tarde. Eso significa que el hombre no pudo llegar a Capernaum de día. Y en aquel entonces, no era posible viajar de noche. Debe haber tenido que quedarse en algún lugar a la noche. ¿Qué te parece? ¿Habrá emprendido su viaje con alegría, como lo hizo en otra ocasión un alto oficial de Etiopía, del cual leemos en Hch. 8:39:„… y siguió gozoso su camino»?
No lo creo, pues posiblemente en el camino de regreso lo habrán querido atormentar otra vez las dudas. Se habrá preguntado: ¿Sanará realmente mi hijo? ¿Será verdad lo que dijo Jesús? Y de repente, sus pensamientos fueron interrumpidos por la llegada de sus siervos, que se acercaban a él corriendo. ¿Qué noticia le traerían? Este hombre experimentó una prueba de fe extrema.
Todo hijo de Dios pasa por pruebas de fe. Por eso es importante que oremos para poder salir victoriosos de ellas. Y también es importante saber que Dios no pone más cargas sobre nosotros de las que podemos soportar, pues está escrito en 1 Co. 10:13:„No os ha sobrevenido ninguna tentación que no sea humana; pero fiel es Dios, que no os dejará ser tentados más de lo que podéis resistir, sino que dará también juntamente con la tentación la salida, para que podáis soportar».
Como cristianos renacidos, tenemos la promesa de la salvación. Dice Ef. 2:5:„… aun estando nosotros muertos en pecados, nos dio vida juntamente con Cristo (por gracia sois salvos)». Pero no siempre confiamos alegremente en eso. Muchas veces, en lugar de estar alegres, más bien estamos dudosos. Por eso, en Ro. 12:12, recibimos la siguiente exhortación de nuestro Señor:„… gozosos en la esperanza; sufridos en la tribulación; constantes en la oración». Y 1 Tesalonicenses 5:16 Él nos invita:„Estad siempre gozosos.»
Cuando los siervos le anunciaron al oficial del rey:„Tu hijo vive»,¡qué alivio debe haber sido eso para aquel padre! Pero lo primero que preguntó no fue cómo estaba su hijo, sino que leemos en Jn. 4:52:„Entonces él les preguntó a qué hora había comenzado a estar mejor. Y le dijeron: Ayer a las siete le dejó la fiebre». Aquí vemos otra vez un principio de Dios. Cuando Jesús sana, sana inmediatamente, no lo hace vacilando. Si hemos sido salvos por la obra de Jesús en la cruz del Gólgota, esa salvación es para el tiempo y la eternidad, y se aplica enseguida, no paso a paso. El hijo del oficial experimentó una sanidad inmediata. Y también nosotros hoy en día podemos experimentarla. En el momento en que Jesús dice: „¡Vivirás!», verdaderamente recibes la vida. Con Él sólo hay un sí o un no. Todo lo ambiguo es invento del diablo. O eres salvo totalmente, o no lo eres. En aquel entonces, el padre quiso saber si Jesús había dicho la verdad y se dio cuenta de que así había sido.
Con cada una de Sus palabras Jesús comprobó que Él era, realmente: Dios mismo. Su meta principal no es la sanidad física de las personas. ¡Qué importante es que hoy en día oremos, en primer lugar, para que las personas sanen interiormente, vengan a Jesús y Lo reciban en sus vidas, antes de recibir la sanidad física! No debemos cambiar las prioridades en perjuicio de nuestra vida espiritual. Leemos en el vers. 53, que el padre se dio cuenta que la sanidad había ocurrido, exactamente, a la hora en la cual Jesús le había dicho:„Tu hijo vive». Y luego pasó algo maravilloso, pues tanto el oficial como sus familiares fueron salvos:„… y creyó él con toda su casa». ¡Vinieron a Jesús y sanaron espiritualmente por medio de Su palabra! Esto debería servir de ejemplo para nosotros.
¿Es mejor experimentar milagros que recibir la vida? No, eso nunca. De ninguna manera. ¿Tienes un concepto equivocado del Señor de la vida? Entonces hay que cambiarlo. ¡Nunca dudes de la garantía de la vida! Adoremos a Jesús como el que verdaderamente es: Jesús es Dios, todopoderoso y omnipresente. En Juan 20:31 leemos:„Pero éstas (cosas) se han escrito para que creáis que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios, y para que creyendo, tengáis vida en su nombre.»¿Quién es Jesús para ti? ¿Solamente un Sanador? Espero que veas a Jesús como Hombre, pero que también Lo aceptes como Dios. Sí, como el Dios que puede perdonar tus pecados y que te dice: „¡Vivirás!» ¡Confía en Él! Disfrutarás las consecuencias ahora, en este tiempo, y por toda la eternidad.