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Un Camino Fatal
(2ª parte)

Autor: Marcel Malgo

El mensaje del profeta Oseas es el del increíblemente paciente amor de Dios. Usted quedará asombrado con los aspectos personales, que tienen que ver con nuestra vida, que serán mencionados en este estudio. Se tratarán temas específicos que nos conducirán, cada vez, a un nuevo desafío.


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PE1554- Estudio Bíblico
Un Camino Fatal (2ª parte)



¿Cómo están amigos? Comenzamos hoy el mensaje hablando de la:Falta de conocimiento.

Porque cuál es la respuesta a la pregunta: ¿cuáles de los caminos que Israel tomó en aquella época fueron los más fatales? Lo resumiremos en forma sencilla: Israel rehusaba conscientemente la Palabra de Dios, o como se menciona en algunas traducciones: desecharon el conocimiento.

Con respecto a esto, leemos en Oseas 4:6:«Mi pueblo fue destruido, porque le faltó conocimiento. Por cuanto desechaste el conocimiento, yo te echaré del sacerdocio; y porque olvidaste la ley de tu Dios, también yo me olvidaré de tus hijos’’.

Lamentablemente,se incitó al antiguo Israel a que desechara la Palabra de Dios, con lo cual perdieron el conocimiento; de esta manera, leemos en 2 Crónicas 30:10, qué sucedió cuando el rey Ezequías mandó mensajeros a todo el país para intimar a los hombres a que se convirtieran: «»Pasaron pues, los correos de ciudad en ciudad por la tierra de Efraín y Manasés, hasta Zabulón; mas se reían y se burlaban de ellos’’.

Lo más triste de todo esto, es que los hombres eran miserables por su propia actitud de rechazo. En esta condición se encontraba el pueblo de Israel en los tiempos de Oseas, siendo este profeta el instrumento de Dios para predicarle a Su pueblo: «» Por cuanto desechaste el conocimiento, yo te desecharé…’’

Lo mismo sucedió en otras épocas, como se lee en 2 Crónicas 36:15-16: «»Y Jehová el Dios de sus padres envió constantemente palabra a ellos por medio de sus mensajeros, porque él tenía misericordia de su pueblo y de su habitación. Mas ellos hacían escarnio de los mensajeros de Dios, y menospreciaban sus palabras, burlándose de sus profetas, hasta que subió la ira de Jehová contra su pueblo, y no hubo remedio’’.

Comprendemos a través de estas horribles consecuencias, que un camino como éste siempre será fatal. Todo el que desecha conscientemente la Palabra de Dios (y con eso su conocimiento) pierde absolutamente todo. Queda sin orientación y se perderá.

Entendamos esto: los que rechazaron la Palabra de Dios en los tiempos de Oseas, así como en otras épocas, no fueron los ateos, sino el mismo pueblo del pacto, Israel.

¡Es por este motivo que nosotros,los creyentes del nuevo pacto, debemos pensar seriamente sobre estos hechos! Ya que en 1 Corintios 10:11 se dice con respecto a Israel: «»Y estas cosas les acontecieron como ejemplo, y están escritas para amonestarnos a nosotros, a quienes han alcanzado los fines de los siglos’’.

Analicemos ahora las trágicas consecuencias que generó el rechazo a la Palabra y el conocimiento de Dios por parte de Israel. En este sentido, Israel tenía la función sacerdotal de proclamar a los pueblos vecinos la existencia de un único y verdadero Dios. Por este motivo, en Dt. 4:5 al 7, Moisés expresa lo siguiente: «»Mirad, yo os he enseñado estatutos y decretos, como Jehová mi Dios me mandó, para que hagáis así en medio de la tierra en la cual entráis para tomar posesión de ella. Guardadlos, pues, y ponedlos por obra; porque esta es vuestra sabiduría y vuestra inteligencia ante los ojos de los pueblos, los cuales oirán todos estos estatutos, y dirán: Ciertamente pueblo sabio y entendido, nación grande es esta. Porque ¿qué nación grande hay que tenga dioses tan cercanos a ellos como lo está Jehová nuestro Dios en todo cuanto le pedimos?’’

Ésta era entonces la actitud que Israel debía tenerfrente a los otros pueblos, una tarea realmente poderosa, sacerdotal. ¡Debían además recordarse mutuamente que eran el pueblo perteneciente al Dios vivo, Creador de la tierra y del cielo!

¡Lamentablemente, fallaron en esta importante tarea, desechando la Palabra y el conocimiento de Dios! ¿Cómo reaccionó el Señor frente a esta actitud? Leemos en Oseas 4:6 que Él les dijo categóricamente: «»Por cuanto desechaste el conocimiento, yo te echaré del sacerdocio; y porque olvidaste la ley de tu Dios, también yo me olvidaré de tus hijos’’.

El Señor debía comunicar a su pueblo dos cosas que traían pesar a su corazón. Primero, Él les quitaría los derechos especiales, que tenían ante los demás pueblos: el sacerdocio; y segundo, «»olvidaría a sus hijos’’, lo cual significa que el pueblo como tal, no viviría más en directa comunión con su Dios.

Con respecto a este punto es menester hablar de las similitudes de estos hechos con nuestra época actual.

Comenzaremos hablando de nosotros, como predicadores de la Palabra de Dios. Con absoluta certeza y gozo en el corazón podemos afirmar: ninguno de nosotros, los que predicamos la Palabra de Dios y pertenecemos a alguna obra misionera, dudamos de la misma; ni pensaríamos en rechazarla. ¡Jamás, de ninguna manera! Wim Malgo, el fundador de nuestra obra siempre nos exhortaba: «»¡Prediquen la Palabra de Dios y nada más!” O utilizando las palabras de Lutero: «»Que dejen la Palabra intacta’’.

Pablo le escribe lo siguiente a Timoteo con respecto a la predicación: «»Que prediques la palabra; que instes a tiempo y fuera de tiempo; redarguye, reprende, exhorta con toda paciencia y doctrina’’ (así leemos en 2 Timoteo 4:2). Y a Tito lo amonesta de la siguiente manera: «»Esto habla, y exhorta y reprende con toda autoridad. Nadie te menosprecie’’ (cap. 2, vs. 15). Al despedirse de su congregación en Éfeso, leemos en Hechos 20:20 y 31 que dijo: «»Y como nada que fuese útil he rehuido de anunciaros y enseñaros, públicamente y por las casas. Por tanto, velad, acordándoos que por tres años, de noche y de día, no he cesado de amonestar con lágrimas a cada uno’’; y en 2 Tim. 4:7 afirmó: «»He peleado la buena batalla, he acabado la carrera, he guardado la fe’’. ¡Él, como predicador se aferró a la Palabra de Dios hasta el fin!

Entendemos así, entonces: La responsabilidad de los predicadores

Pero, ¿Qué sucede, en nuestro caso, si alguno de nosotros fracasa? ¿Qué si uno de nosotros alguna vez se debilita, ya que se ha cansado de predicar, «» a tiempo o fuera de tiempo; de redargüir, de reprender, de exhortar con toda paciencia y doctrina’’? ¿Qué sucede, si comenzamos (tal vez para agradar a la gente, por falsa consideración o motivación) a cambiar la Palabra de Dios, y a no predicar la plena verdad y conocimiento del Señor? ¿Qué sucedería entonces?

Éste es un asunto muy serio. Aunque debo decir que el que comete estos actos no desprecia precisamente en forma consciente la Palabra, sino que lo hace indirectamente (omitiendo ciertas verdades, con el ánimo de no lastimar a nadie). Pero, de esta forma, podríamos decir que está rechazando la Palabra de Dios, ya que no predica la plena verdad y la voluntad del mismo. Él recorta la Palabra por motivos muy humanos. ¿Pero qué dijo Dios a Israel cuando rechazaron Su Palabra? Leemos en Oseas 4:6: «»por cuanto desechaste el conocimiento (o: la Palabra de Dios); yo te echaré del sacerdocio; y porque olvidaste la ley de tu Dios, también yo me olvidaré de tus hijos’’.

Es un hecho triste pero cierto: muchos predicadores perdieron su «»sacerdocio’’, es decir, su autoridad y poder para predicar, ya que se atrevieron a recortar la Palabra de Dios, y por ende la rechazaron. Casi peor que esto son las consecuencias que emergieron. ¿Por qué cuando un pastor es infiel pierde el manejo de sus hijos «»espirituales’’?: «»Porque olvidaste la ley de tu Dios, también yo me olvidaré de tus hijos’’.

Estas palabras significaban para Israel que ya no podía vivir en comunión con su Dios.

Para un predicador en la actualidad significaría perder su congregación. ¡Sus hijos espirituales se van y muchos miembros de la congregación lo abandonan! Porque su pastor se atrevió a recortar la Palabra de Dios, despreciándola, por consiguiente, no recibieron la alimentación correcta. ¡Piedra en vez de pan!

En verdad éste es un asunto muy serio. Como lo es también el tema que venimos tratando, así que le invito a no perder la tercera y última parte del mismo en el próximo programa, porque hoy, lamentablemente, se nos ha acabado el tiempo. ¡Hasta entonces y qué Dios le bendiga!

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