La piedra angular y la gloria (3ª Parte)

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La lección – La piedra angular y la gloria 
(3ª parte)

Autor: Greg Harris

En su primera carta, capítulo 2, versículo 7, Pedro escribe:“La piedra que desecharon los edificadores ha venido a ser cabeza delángulo”. Estas palabras son lasque Jesús había usado en una lección personal para Pedro, hacía más de treintaaños atrás – una lección que lo acompañó por el resto de su vida. Y es unalección que Jesús también quiere dar a todos los que Le siguen – y a todos losque se oponen a Él.


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PE1829 – Estudio Bíblico
El Pecado que Nadie Confiesa (3ª parte)



Queridos amigos oyentes, estábamos viendo en el programaanterior que la llamada “entrada triunfal” de Jesús a Jerusalén, cumple laprofecía requerida y establece el orden de los acontecimientos de la Semana dela Pasión. Juan registra que él y los otros discípulos “no… entendieron… alprincipio [el significado de los eventos de ese día]; pero cuando Jesús fueglorificado, entonces se acordaron de que estas cosas estaban escritas acercade él, y de que se las habían hecho” (así leemos en Juan 12:16). Las memoriasde los discípulos eran de la mayor importancia posible para Jesús, ya que,después de todo, las memorias son tierra fértil de la cual, a menudo, emergenlas lecciones más importantes. Aun antes de que hubiera cualquier tipo depronunciación durante esa semana de pascua, Jesús constantemente enseñabalecciones a Sus discípulos, que ellos sólo comprenderían después de los eventosque sacudirían la tierra en los próximos días.

Recordemos ahora que: Las películas y otros informes quemuestran la entrada de Jesús a Jerusalén en ese día, generalmente no captan lanaturaleza tumultuosa del evento. Pues, anteriormente a la animación de lascomputadoras, ellos sencillamente no tenían los fondos necesarios parapresentar correctamente el bullicio que acompañó a Jesús cuando Él entrócabalgando a Jerusalén. Según una estimación muy conservadora, había más de2.000.000 de judíos reunidos alrededor de Jerusalén para celebrar la semana dela Pascua. Siglos antes, cuando Israel estaba exiliado a causa de su atrozdesobediencia del pacto, Dios prometió, a aquellos a quienes acababa de juzgar,un futuro regreso a la Tierra Prometida. Cuando Dios deseó ilustrar la gloriosarepoblación futura de la nación, que Él mismo realizaría, usó una ilustraciónque le era familiar a la gente: “Así ha dicho Jehová el Señor: Aún serésolicitado por la casa de Israel, para hacerles esto; multiplicaré los hombrescomo se multiplican los rebaños. Como las ovejas consagradas, como lasovejas de Jerusalén en sus fiestas solemnes, así las ciudades desiertas seránllenas de rebaños de hombres; y sabrán que yo soy Jehová” (así leemos enEzequiel 36:37 y 38). Obviamente, “como las ovejas de Jerusalén en sus fiestassolemnes” sería el número de la multitud.

Los escritores de los evangelios constataron que fueronmultitudes las que dieron la bienvenida a Jesús (así lo leemos en Mt. 21:8 y 9;y en Lc. 19:37); y Juan lo describe como “grandes multitudes” (en Jn. 12:12).Una multitud, de entre las filas de dos millones, serían cientos de miles – nolas docenas o los pocos cientos que las películas muestran a menudo. Lasemociones se desbordan. La electricidad de tanta gente reunida en un humor festivo,impresiona. Sin embargo, no es sólo Jesús, el hombre, el que está entrando enJerusalén – sino que es Jesús, el Mesías, el que se está haciendo camino y estáentrando a la ciudad del Rey.

La muchedumbre anuncia a Jesús con una alabanza reservadasolamente para el futuro Prometido de Israel, aunque ellos malinterpretaron laobligada naturaleza salvadora de la obra del Mesías. Muchos de ellos saben queel Rey de Israel ha llegado; la exclamación de su adoración da testimonio desus expectativas. Las multitud grita las palabras del Salmo 118:25 y 26:“¡Bendito el que viene en el nombre del Señor! (como leemos en Mt. 21:9), loque se entremezcla con otras adoraciones y expresiones de expectativamesiánica. El “¡Hosanna!”, que se traduce como “¡salva ahora!”, llega a sertanto una adoración como una oración. “¡Bendito el reino de nuestro padre Davidque viene!” (leemos en Mr. 11:10). Las exclamaciones:“¡Bendito el rey que vieneen el nombre del Señor!” y “¡paz en el cielo, y gloria en las alturas!” (de Lc.19:38), son muy similares a la adoración llena de alabanza de los ángeles en elnacimiento de Jesús (que encontramos en Lc. 2:13 y 14). La grandeza, elentusiasmo, el gozo, la adoración, y la expectativa sin límites – todo estáasociado al advenimiento del Mesías Rey entrando en Su santa ciudad.

Sin embargo, no todos se regocijan con la llegada de Jesús.Los fariseos también son testigos de estos eventos, y se reprenden unos a otrospor sus intentos fallidos de refrenar a Jesús y a la multitud. “Ya veis que noconseguís nada. Mirad, el mundo se va tras él” (leemos en Jn. 12:19) – lo cual,desde su perspectiva, da otra indicación del enorme tamaño de la muchedumbre.Unos tres meses antes de que Jesús llegara a la Pascua, cuando Él se dirigía aJerusalén (lo que está escrito en Lc. 13:22), un grupo de fariseos se acercó aJesús para advertirle acerca de que Herodes quería matarlo (como leemos en elvers. 31). Pero no eran verdaderos amigos de Jesús, y sus motivos eran todomenos honorables. Y en lugar de agradecerles y huir con temor, Jesús lecontestó al grupo de fariseos. Él no hizo una proclamación pública en esemomento – y sólo se refirió a que Herodes no frustraría ni el programa ni lostiempos de Dios (así leemos en Lc. 13:31 al 33). Y, luego, les dio un anticipode lo que debían esperar:

“Jerusalén, Jerusalén, que matas a los profetas, y apedreasa los que te son enviados! ¡Cuántas veces quise juntar a tus hijos, como lagallina a sus polluelos debajo de sus alas, y no quisiste!

He aquí, vuestra casa os es dejada desierta; y os digo queno me veréis, hasta que llegue el tiempo en que digáis: Bendito el que viene ennombre del Señor”.

En Lucas 13:35, Jesús cita el Salmo 118:26. Él anunció a losfariseos lo que debían esperar para cuando Él entrara en Jerusalén, y el díaque Él llegó, las multitudes gritaron exactamente lo que Él dijo – y paradecirlo aún con mayor exactitud – las mismísimas palabras que Él dijo quegritarían. En lugar de hacerles maravillarse y arrepentirse, eso sólointensificó el odio de los fariseos hacia su enemigo.

No obstante, más allá de lo que ya hemos visto, se destacandos significativas verdades. Primero, la entrada de Jesús a Jerusalén dacomienzo a la cuenta regresiva hacia el Calvario. Segundo – y de la mayorimportancia posible – Su entrada estableció el fundamento para gran parte de laenseñanza final de Jesús, la cual impartiría en el transcurso de unos pocosdías anteriores a Su muerte. Aunque en ese momento sólo Jesús mismo loentiende, Él ya ha presentado la primera porción de Su lección divina: a Pedroy Juan y a los otros discípulos; a las hostiles autoridades religiosas; a lacolectividad de Israel. Hoy, Jesús inicia Su lección, pero Él tiene mucho másque enseñarles a todos ellos, tanto en cuanto a Él mismo como a Su obra.

El Segundo segmento de la lección vino dos días más tarde,después que Jesús había limpiado Su templo, y había comenzado a enseñar en eledificio recién purificado (lo cual leemos en Mt. 21:23 en adelante). MientrasJesús estaba enseñando a sus seguidores, los principales sacerdotes y ancianoslo interrumpieron. Ellos demandaron saber con la autoridad de quién Él hacíatodo eso – probablemente refiriéndose tanto a la limpieza del templo como a Suderecho de enseñar, especialmente en la casa de Dios. Hablando técnicamente,Jesús no necesitaba dar explicación alguna; Él no había cometido pecado alguno,ni siquiera según los santos parámetros de la ley mosaica. Jesús no habíadeshonrado ni profanado el templo en forma alguna. No había entrado en elrestringido Lugar Santísimo. En lugar de eso, Jesús había purgado los elementosextraños que habían deshonrado la casa de oración de Dios y la habíanconvertido en una casa de comercio (como leemos en Mt. 21:12 y 13; y en Mr.11:15 al 18). Si hubiera existido un pasaje bíblico que prohibiera tallimpieza, los oponentes de Jesús de buena gana lo habrían recitado en ese mismomomento; pero no pudieron. Como consecuencia, Sus críticos sólo pudieronpreguntar de dónde venía la autoridad con la cual Jesús actuaba.

De acuerdo a la mejor costumbre judía, Jesús respondió a lapregunta con otra pregunta. Él ofrecería una revelación completa de la fuentede Su autoridad, si los líderes religiosos contestaban una sencilla preguntaSuya.

 

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