Ame la Asamblea de Cristo (4ª Parte)
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30 abril, 2013Ame la Asamblea de Cristo
(5ª parte)
Autor: William MacDonald
La palabra discípulo ha sido por demás utilizada, y cada usuario le ha dado el significado de su conveniencia. El autor de este mensaje nos lleva a examinar la descripción de discipulado que presentó Jesús en sus enseñanzas, la cual se halla también en los escritos de los apóstoles, para que aprendamos y descubramos más acerca de este concepto.
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PE1924 – Estudio Bíblico
Ame la Asamblea de Cristo (5ª Parte)
Amigos oyentes, es un gusto para mí estar nuevamente junto a ustedes. En cuanto al tema “Ame la asamblea de Cristo”, hemos dicho que: En la mente de Dios y en la Palabra de Dios, la asamblea tiene una vital importancia. Es importante porque es la única sociedad en la tierra a la cual Dios le ha prometido perpetuidad. Jesús dijo:“Sobre esta roca edificaré mi iglesia, y las puertas del Hades no prevalecerán contra ella”. Esto no se aplica a ningún otro grupo.
Cristo murió para que los seres humanos de todo tipo fueran reconciliados con Dios y entre sí. El genio del cristianismo es que hace posible una comunión continua entre gente que de otra manera no se toleraría, y mucho menos disfrutaría la cercanía.
Dios ama a la asamblea. Él tenía este secreto en su mente desde la eternidad: formar una nueva sociedad con un llamado celestial y un destino celestial, y luego Él enviaría a su Hijo a este mundo para buscar a su esposa, a un precio enorme.
Algunas de las verdades y los principios de la asamblea se encuentran en la Palabra de Dios, para que todo el pueblo de Dios los crea y los practique.
El primer principio es que existe sólo un cuerpo. Un cuerpo aquí en la tierra, constituido por todos los verdaderos creyentes en el Señor Jesucristo. Cristo es la cabeza de la iglesia. Es el centro de reunión de su pueblo. Y los creyentes son miembros del cuerpo de Cristo
Todos los creyentes son sacerdotes santos y reales. Todos tienen la función de sacrificar sus personas, sus posesiones, sus alabanzas, y sus servicios al Señor. Pero, el Espíritu de Dios coloca controles sobre el ejercicio público del sacerdocio.
La asamblea local está constituida por santos, ancianos y diáconos, quienes se reúnen para perseverar en la doctrina de los apóstoles, en la comunión, en el partimiento del pan y en la oración.
Cada creyente es un ministro. La iglesia de Antioquía fue fundada por laicos, llevada adelante por laicos, y esparcida en todo el mundo por laicos. Esto es importante para la reconstrucción de la iglesia hoy en día. El siguiente gran despertar espiritual vendrá a través de los laicos. Sin embargo, el centro de gravedad siempre ha estado en el ministro.
La constitución hoy en día de una iglesia típica tiende a producir lo anónimo. La congregación, supuestamente, debe estar en silencio y ser receptiva, y el pastor, supuestamente, debe ser extrovertido y agresivo. Eso produce, por su propio perfil, una constitución de espectador y participante.
Esto conduce a producir personas recesivas, encarnadas, que no contribuyen y que son parásitas. Los hombres y mujeres que, durante la semana, son modelos de opinión, directores de grandes empresas, directores de destinos, supuestamente deben ser fofos como arcilla el domingo. ¡Y supuestamente les debe gustar eso! Tienen poca responsabilidad, por lo tanto brindan una leve respuesta, excepto a la hora de decir, “Disfruté su sermón”. Tienen poco para hacer debido a que hacen muy poco.
Este perfil debe cambiar; los laicos deben salir de las tribunas como espectadores, y entrar en la cancha como jugadores, y el clero debe salir de la cancha como jugadores y estar al costado, como entrenadores del equipo. Los clérigos deben ser los directores, los que estimulan, los que infunden espiritualidad en un movimiento esencialmente de laicos. ¿Los estamos bajando? No, los estamos subiendo. Porque es mejor ser entrenador que jugador. Es mejor hacer trabajar a diez personas que trabajar por diez personas.“El futuro del cristianismo y la evangelización del mundo está en manos de hombres y mujeres comunes y corrientes, y no en manos de ministros cristianos profesionales”.Harnack proclamó que “Cuando la iglesia obtuvo sus más grandes triunfos, en los primeros días del Imperio Romano, no lo hizo a través de predicadores, o maestros o apóstoles, sino de misioneros informales, de personas que iban por todas partes y compartían el evangelio”.
El Nuevo Testamento no se enfoca en un líder de la iglesia local. Las iglesias se reunían en los hogares y eran guiadas por grupos de ancianos. Hechos 20:17-38 habla de la interacción de Pablo con los ancianos de Éfeso. No se enfoca la atención en un líder en particular en este pasaje.
Sea como sea que una iglesia organice sus reuniones, hay algo que no debe hacer, y es permitir que un miembro y sólo uno lleve a cabo toda la predicación, enseñanza, evangelismo y ministerio espiritual. Esto causa un serio daño al crecimiento del cuerpo de Cristo, ya que se aparta del patrón del Nuevo Testamento.
¿Cuál es el daño del sistema clerical? Éste siempre implica el peligro de reunir a la gente en torno a un hombre, en lugar de en torno al bendito Señor Jesucristo. Atrofia los dones de los miembros de la congregación. Además, siempre existe peligro cuando una sola persona implementa toda la enseñanza. Ningún hombre tiene el monopolio de la verdad, y al Espíritu de Dios le fascina tomar a diferentes personas y hablar por medio de ellas. Es más fácil introducir el error cuando las personas tienen a un solo hombre como su maestro.
El sistema clerical ignora el propósito por el cual los dones fueron dados: perfeccionar a los santos para la obra del ministerio. Los santos son quienes hacen la obra del ministerio.
Otra gran verdad de la asamblea del Nuevo Testamento es que la adoración es central. Muchas personas que se reunieron en las asambleas durante años y luego se van a otro grupo, dicen: “Realmente extraño el partimiento del pan”. Siento ganas de preguntarles:“¿Por qué se fueron?”La adoración es central. Si no le gusta la adoración, no le gustará el cielo, ya que la adoración será la actividad central en el cielo.
Todo creyente tiene algún don o dones. Creemos esto, y debería haber libertad en la asamblea para el ejercicio de éstos. Ellos son dados para el beneficio del cuerpo. No para hacer una exhibición egoísta, sino para el beneficio del cuerpo. Por supuesto, algunos de estos dones, como el de evangelismo y la hospitalidad, no están limitados a servir a los creyentes únicamente.
Quisiera enfatizar lo siguiente: Los principios del Nuevo Testamento requieren el poder del Nuevo Testamento. No existe sustituto alguno de la espiritualidad. No hay nada peor que ver a la gente tratando de moverse en forma no espiritual. Dios quiere un pueblo que esté en contacto con Él, personas que caminen en el Espíritu día tras día, personas que caminen en comunión con el bendito Señor Jesucristo. No es suficiente tener la doctrina correcta. Debemos ser espiritualmente correctos.
Existe un reproche en relación a mantener la verdad del Nuevo Testamento en la iglesia de hoy en día. Si usted no está dispuesto a sobrellevar ese reproche, realmente se va a apartar. Si se apega a la verdad del Nuevo Testamento, siempre será como un ave moteada en la comunidad. Podría darle ejemplo tras ejemplo de esto. Pero, pienso en el siguiente: Un día antes de su ejecución, Anaken Janz le escribió a su pequeño hijo: “Cuando oigas de un rebaño de personas, pobre, sencillo, dejado a un lado, despreciado y rechazado por el mundo, úneteles. Porque dondequiera que esté la cruz, allí estará Cristo”.
Hace años, Alfred Mace me dijo: “Bill, cuando obtengas principios divinos, apégate a ellos”. Y ese dicho ha permanecido conmigo. He procurado aplicarlo. “Cuando obtenga principios divinos, apéguese a ellos”. No los negocie y no se aparte de los mismos. Y me dijo algo más: “Ningún hombre es demasiado grande para los principios de Dios”. Puedo llegar a pensar que mi don es demasiado grande para las pequeñas y despreciadas asambleas. ¡Nunca! Ningún hombre es demasiado grande para los principios de Dios.
Para culminar, comprométase con la asamblea. Sea entusiasta de ella. No sea un saltarín de iglesias. No sea una mariposa religiosa. Sea alguien de quien Cristo pueda decir:“Has estado conmigo en Mi tentación, y yo te entrego un reino”. Recuerde que la asamblea más pequeña y débil del pueblo de Dios, significa mucho más que el mayor imperio mundial. Cuando Dios habla de un imperio, lo compara a una gota de agua en un balde. Pero, él nunca dice eso sobre la iglesia. La iglesia es el cuerpo y la esposa de Cristo. ¡Imagínese! Un anciano piadoso en una asamblea significa más para Dios que el gobernador de una nación. El Nuevo Testamento le dedica más espacio a la obra de un anciano, que a la obra de un presidente o un rey.
Apéguese a estas convicciones. Permita que moldeen su vida, y viva a la luz de las mismas.