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Ezequías – El hombre que puso su esperanza en Dios
(1ª parte)

Autor: Wolfgang Bühne

El rey Ezequías es, junto a Josías, uno de los reyes de Judá bajo cuyo reinado Dios dio un notable avivamiento, en un momento cuando el juicio de Dios sobre Su pueblo estaba ya pronunciado. La historia de Ezequías tiene una actualidad especial para nosotros, además de ser un reto, porque nosotros, como Iglesia del Nuevo Testamento, también nos encontramos en los últimos tiempos.

 


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PE2041 – Estudio Bíblico
Ezequías – El hombre que puso su esperanza en Dios (1ª parte)



Hola amigos! el tema de hoy es: Ezequías – el hombre que puso su esperanza en Dios

En 2 Reyes 18:1 al 3, leemos: “En el tercer año de Oseas hijo de Ela, rey de Israel, comenzó a reinar Ezequías hijo de Acaz rey de Judá. Cuando comenzó a reinar era de veinticinco años, y reinó en Jerusalén veintinueve años. El nombre de su madre fue Abi hija de Zacarías. Hizo lo recto ante los ojos de Jehová, conforme a todas las cosas que había hecho David su padre”.

El rey Ezequías es, junto a Josías, uno de los reyes de Judá bajo cuyo reinado Dios dio un notable avivamiento. Y esto sucedió en un momento cuando el juicio de Dios sobre Su pueblo estaba ya pronunciado, por medio de los profetas Oseas e Isaías. Pocas décadas después de la muerte de Ezequías, ese juicio fue ejecutado por los babilonios.

Pero, antes del hundimiento, Judá experimentó este avivamiento espiritual, esta reforma radical y de gran alcance. Los libros 2 de Reyes cap. 18 al 20, y 2 Crónicas 29 al 32, nos narran estos hechos; y también el profeta Isaías en su libro, capítulos 36 al 39.

Por lo general, se supone que Ezequías reinó entre los años 715 al 686 antes de Cristo (otros dicen que fue entre el 726 y el 697 a. C.). Pero, ciertamente en un período cuando el reino del norte de Israel, en su mayor parte, fue llevado en cautiverio asirio por su idolatría. O sea, fueron tiempos abrumadores política y espiritualmente, además de inseguros y con perspectivas muy deprimentes. Es muy interesante que en los libros de Reyes y Crónicas se nos narre la vida de Exequias, desde perspectivas distintas: El segundo libro de Reyes enfatiza más las reformas políticas y morales llevadas a cabo por Exequias. Mientras que el segundo libro de Crónicas se centra en la limpieza del Templo, la restauración del culto y la celebración de la pascua, lo cual no se menciona en el segundo libro de Reyes.

Hablemos, ahora, del: Avivamiento del pueblo de Dios en los últimos tiempos.

La historia de Ezequías tiene una actualidad especial para nosotros, además de ser un reto, porque nosotros, como Iglesia del Nuevo Testamento, también nos encontramos en los últimos tiempos. Ya sabemos que esto comenzó con Pentecostés, y hoy – si interpretamos bien las señales de los tiempos – se halla en su fase final.

Ya en el Siglo XVI, Lutero escribió un ensayo titulado “Sobre el cautiverio babilónico de la Iglesia”, para hacer patente la apostasía de la cristiandad de sus tiempos. ¡Cuánto más motivo tenemos nosotros hoy para lamentarnos de las influencias liberales, esotéricas y carismáticas, aun en iglesias que se llaman ¡“evangélicas conservadoras”!

No obstante, hay no pocos personajes conocidos que hablan hoy de un avivamiento mundial y de una “Segunda Reforma” inminente, y de la “transformación” de pueblos y naciones enteras al cristianismo, etc.

Hace ya veinte años, que el conocido misiólogo C. P. Wagner se proclamó él mismo “profeta” de la presente cristiandad; dijo que para el momento de su muerte habría “18 millones de creyentes en Turquía.”

Y no hace tanto tiempo, que la iniciativa evangélica mundial “AD 2000”, en conexión con la iniciativa católica “Evangelización 2000”, quiso entregarle a Cristo, para Su cumpleaños número 2000, el regalo de un “mundo mayoritariamente evangelizado.” Ciertos “profetas” dijeron que “Dios quiere que nos preparemos para el mayor avivamiento de todos los tiempos” y que estaban convencidos de que “De todos los tiempos que han existido, éste es el mejor para vivir con Dios.”

Sin embargo, si analizamos sobriamente la situación de las iglesias evangélicas, por lo menos en el mundo occidental, nos daremos cuenta que en casi todos los países el testimonio cristiano se ha extinguido o está en peligro de extinguirse.

Pero, esto jamás debe ser un motivo para resignarse. Aunque en las epístolas del Nuevo Testamento no haya ninguna promesa de un avivamiento global en los últimos tiempos, sino un desarrollo general hacia la decadencia, Dios, no obstante, puede dar un avivamiento local en cualquier lugar y en cualquier tiempo, el cual tendrá su repercusión. Y esto es precisamente lo que podemos aprender de la historia de Ezequías y también de Josías, a quienes Dios otorgó en vida este avivamiento asombroso e imprevisible, aun en esos últimos tiempos de Israel.

En nuestros días, vemos un ejemplo de lo que estábamos diciendo en China, donde – desde nuestro punto de vista – ahora podemos observar el mayor avivamiento de toda su historia. Esto sucede, aunque sin gran escándalo y casi sin que se den cuenta los propios chinos, ya que el desarrollo de los acontecimientos espirituales en su enorme país, sólo los pueden advertir en su entorno más próximo. Allí no hay revistas cristianas ni hojas informativas – al menos oficialmente no las hay – que pudieran informar sobre avivamientos en las distintas provincias y publicar estadísticas sobre el enorme crecimiento de la así llamada “iglesia clandestina”.

Pero, muchas veces un “aguacero” llega de manera inesperada y repentina.

Es de notar que el avivamiento en el reinado de Ezequías, al parecer, vino sobre el pueblo sin ningún antecedente espiritual previo. Al menos no leemos nada de reuniones de oración públicas o clandestinas, que a menudo preceden a un avivamiento. Más tarde, en la historia de la Iglesia, observamos esto una y otra vez, pero aquí, en los últimos tiempos de Israel, parece que no fue ése el caso. Da la impresión que este avivamiento de ningún modo se podía pronosticar, y nos recuerda al “aguacero” descrito muy acertadamente por Lutero en el año 1524:

“Mis queridos alemanes: comprad mientras el mercado se halla delante de vuestra puerta; recolectad cuando el sol brilla y es favorable el tiempo; usad la gracia y la palabra de Dios mientras la tenéis con vosotros. Porque habéis de saber que la Palabra de Dios y Su gracia son como un aguacero que pasa veloz, y que nunca retorna después que ha descargado. Estuvo entre los judíos, pero se marchó; ya no pueden disfrutarlo. Pablo lo llevó a Grecia, pero pasó; ahora está bajo el dominio de los turcos. Le tocó su turno a Roma y a las regiones italianas: también de allí se marchó; ahora tienen al Papa. Y vosotros, alemanes, no penséis que vais a tener estas lluvias de gracia a vuestra disposición para siempre, porque la ingratitud y el menosprecio harán imposible su permanencia. Por eso, el que pueda tomarlas y retenerlas, que las tome y las retenga con fuerza. Los perezosos tendrán un año malo.”

Ezequías se crió en un entorno impío. Su padre, Acaz, fue un rey sumamente cruel e impío. Era impensable que su hijo recibiese una formación especial, fiel a la Biblia, que lo preparara para sus tareas futuras. Solamente la mención explícita de la madre de Ezequías, Abi (nombre abreviado de Abijah “Mi Padre es Dios”) y de su padre Zacarías (“el Señor se acuerda”), parecen sugerir que de parte de la madre hubo una influencia positiva. Esto podría ser un fuerte consuelo y estímulo para madres que tienen a su lado maridos incrédulos, o sin interés en lo espiritual. Les podría animar a educar a sus hijos para el Señor, preparándolos para que sigan a Cristo en su vida. Sea como fuere, el hijo del impío Acaz recibió el nombre de Ezequías (“mi fuerza es Dios”), por razones que no conocemos. Y efectivamente, en su vida posterior, Ezequías hizo honor a su nombre – confió en Dios.

En 2 Re. 18:5, leemos: “En Jehová Dios de Israel puso su esperanza; ni después ni antes de él hubo otro como él entre todos los reyes de Judá.”

Tal rey, cuya confianza en Dios no fue superada por ningún otro rey en el pueblo de Dios, en verdad debería retarnos para que lo estudiemos e imitemos.

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