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Autor: William MacDonald

En los distintos temas que vamos a tratar, estaremos pensando en varios grandes momentos del tiempo, cuando los cristianos tomaban los dichos de Jesús literalmente, amando a sus enemigos, perdonando a sus enemigos, devolviendo bien por mal, resistiendo sin represalias, dando sin esperar algo a cambio a la brevedad, sólo preguntándose: “¿Qué haría Jesús?”, y luego haciéndolo.

 


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PE2108 – Estudio Bíblico
Viviendo por encima del promedio – I (1ª parte)



Hola amigos! ¿Cómo están? Luego de pasar la noche orando en un monte, Jesús eligió doce discípulos. Los llamó apóstoles, porque los enviaría a difundir el evangelio. La palabra apóstol significa “el que es enviado.”

Cuando descendieron, Jesús comenzó a entrenarlos para su misión. Primeramente, trató con sus estilos de vida. Ellos debían vivir sacrificialmente, ser serios con respecto a su llamado, carecer de popularidad, y sufrir persecución por Su causa.

Luego, en Lucas 6:27 al 36, vemos que inició una descripción de cómo deberían comportarse: «Pero a vosotros los que oís, os digo: Amad a vuestros enemigos, haced bien a los que os aborrecen; bendecid a los que os maldicen, y orad por los que os calumnian. Al que te hiera en una mejilla, preséntale también la otra; y al que te quite la capa, ni aun la túnica le niegues. A cualquiera que te pida, dale; y al que tome lo que es tuyo, no pidas que te lo devuelva. Y como queréis que hagan los hombres con vosotros, así también haced vosotros con ellos. Porque si amáis a los que os aman, ¿qué mérito tenéis? Porque también los pecadores aman a los que los aman. Y si hacéis bien a los que os hacen bien, ¿qué mérito tenéis? Porque también los pecadores hacen lo mismo. Y si prestáis a aquellos de quienes esperáis recibir, ¿qué mérito tenéis? Porque también los pecadores prestan a los pecadores, para recibir otro tanto. Amad, pues, a vuestros enemigos, y haced bien, y prestad, no esperando de ello nada; y será vuestro galardón grande, y seréis hijos del Altísimo; porque él es benigno para con los ingratos y malos. Sed, pues, misericordiosos, como también vuestro Padre es misericordioso».

¿Cuál es su relación con los mandamientos del Señor? ¿Dice, tal vez: “Sí, eso es lo que creo, y eso es lo que los cristianos hacemos?” Si se siente cómodo porque todos vivimos de esa manera, le sugiero que lea el pasaje otra vez, y se sorprenda por lo que allí dice.

Lo que el Señor está enseñando allí es una forma de vida extraordinaria. Es un comportamiento que no es natural. Es una caminata por encima de la carne y de la sangre, una vida en un avión más alto. Jesús está insistiendo en que mi vida debe ser diferente a la de mis vecinos. Si no soy distinto, les estoy diciendo: “No teman. Soy exactamente como ustedes.” Si no hay diferencia, ¿por qué deberían escucharlo cuando los presiona con las declaraciones acerca de Cristo? Son las diferencias las que importan. Es la vida por encima del promedio.

Si, por otra parte, ven una gran diferencia entre mi vida y la de ellos, estarán en condiciones para buscar cuál es la razón, y de ese modo me abrirán la puerta para que les comparta el evangelio. Major Ian Thomas, fundador de Torchbearers, dice: Es sólo cuando su calidad de vida desconcierta a sus vecinos, que probablemente queden impresionados. Tiene que hacerse sumamente obvio para los otros que el tipo de vida que está viviendo no sólo es altamente recomendable, sino que está más allá de toda explicación humana. Que está más allá de las posibilidades de la capacidad del hombre para imitar, y aunque pocos entiendan esto, claramente sólo es consecuencia de la capacidad de Dios de reproducirse a Sí mismo en usted. En resumen, significa que sus semejantes deben convencerse de que es precisamente el Señor Jesucristo, de quien usted habla, el ingrediente esencial de la vida que usted vive.

Las personas no cristianas a menudo realizan grandes actos de heroísmo. Donan riñones para las víctimas de nefritis. Cuidan extraordinariamente de padres de avanzada edad. Dan generosamente a causas de caridad. Nosotros, sin embargo, somos llamados a ir más allá de lo normal, por aquellos que no son salvos.

Habiendo dicho todo esto, debemos agregar que cada vez que un cristiano exhibe verdaderamente su comportamiento semejante a Cristo, no hay garantía de que los no salvos sean ganados para el Salvador. Somos responsables de actuar como lo habría hecho el Señor, pero los no creyentes son aún responsables de poner su fe en Él. Siempre habrá quienes se alejen.

Pero, eso no es todo. Si usted tiene bien puesta la camiseta de
Cristo, estarán aquellos que dirán que está mentalmente desquiciado, que se ha vuelto loco. No espere recibir un mejor trato del que Él recibió. El discípulo no está por encima del maestro.

Años atrás, el novelista ruso Fyodor Dostoevsky escribió un libro, en el que intentaba representar al Príncipe Mashkin como el espécimen perfecto de la humanidad. Las personas no podían comprender al Príncipe. Pensaban que estaba fuera de sí. El título del libro es «El Tonto». Cuanto más conforme a la imagen de Cristo seamos, más correremos el riesgo de ser conocidos como tontos.
Entonces, el apóstol Pablo estaba en lo cierto. Somos olor de “vida para vida”, para algunos; y “olor de muerte para muerte”, para otros. O los impresionamos al dejarlos perplejos, o los confundimos al actuar de una manera piadosa. En cualquiera de los casos, nos damos a conocer como hijos del Altísimo al imitarlo.

En los distintos temas que vamos a tratar, estaremos pensando en varios grandes momentos del tiempo, cuando los cristianos tomaban los dichos de Jesús literalmente, amando a sus enemigos, perdonando a sus enemigos, devolviendo bien por mal, resistiendo sin represalias, dando sin esperar algo a cambio a la brevedad, sólo preguntándose: “¿Qué haría Jesús?”, y luego haciéndolo.

El primer tema será: Un amigo de Dios

Henry Suso fue un místico alemán que vivió por allá por el 1300. Él, Paul Tersteegen, y algunos otros creyentes devotos, fueron conocidos como “Los amigos de Dios.” Fueron hombres que “(permanecieron) en el lugar secreto del Altísimo.” Ellos fueron como los hombres bienaventurados del Salmo 1, cuyo “gozo (estaba) en la ley del Señor, y en Su ley (ellos meditaban) día y noche.” Su ciudadanía estaba en el cielo. La santidad de sus vidas era proverbial.

Un día, alguien golpeó a la puerta de Suso. Cuando abrió, una mujer, a quien él nunca antes había visto, estaba allí parada con un bebé en sus brazos. Sin advertencia alguna, le entregó al bebé en sus brazos, diciendo: “Aquí tienes el fruto de tu pecado,” y se fue caminando.

Suso estaba aturdido. Su culpabilidad infundada, lo golpeó como un rayo. Se quedó parado allí, con el pequeño infante en sus brazos. No había duda que el niño era fruto del pecado de ella, pero no así del de él. Hoy en día, quizás ella lo podría haber puesto en una bolsa de plástico y depositado en un contenedor de basura. Pero, para ella, en ese momento, era más importante culpar a alguien más.

Las noticias del incidente se esparcieron rápidamente por la ciudad, exponiendo a Suso a la culpa de ser un fraude religioso. Pero, él no era ni un hipócrita ni un fraude. Todo lo que podía hacer era retirarse y clamar: “¿Qué debo hacer, Señor? Tú sabes que soy inocente.” La respuesta vino a él, clara y sencillamente: “Haz como yo hice: sufre por los pecados de otros y no digas nada.” Suso tuvo una fresca visión de la cruz, y la paz inundó su alma.

Crió al bebé como si fuera suyo, sin defenderse jamás del cargo.
Años más tarde, la mujer pecadora retornó a la ciudad y les dijo a todos que Suso era inocente, que su acusación contra él era falsa. El daño estaba hecho, pero Dios lo había cambiado para bien. Suso se había convertido en una persona más conforme a la voluntad de Dios. Él había ganado la victoria.

Leemos, en el Antiguo Testamento, que José experimentó dolor en su corazón por la injusticia de ser acusado falsamente. Aquella seductora mujer lo culpó de intento de violación, usando el argumento de su túnica, como prueba de su supuesto pecado. No obstante, José encomendó su caso al Señor, dependiendo de Él para ser vindicado.

El Señor Jesús fue acusado falsamente. Sus enemigos insistían en que Él había nacido fuera del matrimonio. Sostenían que realizaba los milagros por el poder de Satanás. Lo acusaban de subversión contra el gobierno romano. Pero, Él fue capaz de decir, en los momentos más difíciles: “Sí, Padre, porque así te agradó.”

Aprendemos de Su ejemplo que no necesitamos justificarnos a nosotros mismos, ni recurrir a la ayuda legal. Dios permite que el pecado se manifieste por sí mismo, exponiendo al acusador, y honrando a la víctima.

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