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Autor: William MacDonald

Hay un fenómeno típico de la vida cristiana que se llama: recaída. La comunión es un débil hilo. La recaída tiene consecuencias, tiene un costo. Pero… como veremos en este mensaje… ¡hay un camino de vuelta a Dios!


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PE2191 – Estudio Bíblico
Hay un camino de vuelta a Dios (5ª parte)



Cuando un creyente está lejos de Dios, en algún momento se sentirá desgarrado por emociones contrapuestas: por un lado, la vergüenza atormentadora de admitir el pecado y el fracaso. Por el otro, el fuerte deseo de volver al hogar y de arreglar las cosas.

Tan pronto como piensa dar media vuelta, mil demonios parecen estar sujetándolo.

Pero una vez más, oye la voz tierna y amante de Dios: “Vuelve… a Jehová tu Dios; es tu pecado el que te ha hecho tropezar. Llevad con vosotros palabras de súplica, y volved a Jehová, y decidle: Quita toda iniquidad, y acepta lo que es bueno, y te ofreceremos en vez de terneros la ofrenda de nuestros labios».

Entonces llega el momento de la gran resolución. El dique de tensiones acumuladas se rompe de repente. Comienzan a fluir las lágrimas, con sollozos que brotan de un corazón quebrantado. El terco y orgulloso recaído yace postrado a los pies del Salvador.

Con labios temblorosos, ora con las palabras del Salmo 51:
«Ten piedad de mí, oh Dios, conforme a tu misericordia; conforme a la multitud de tus piedades borra mis rebeliones. Lávame más y más de mi maldad, y límpiame de mi pecado. Porque yo reconozco mis rebeliones, y mi pecado está siempre delante de mí. Contra ti, contra ti solo he pecado, y he hecho lo malo delante de tus ojos; para que seas reconocido justo en tu palabra, y tenido por puro en tu juicio. He aquí, en maldad he sido formado, y en pecado me concibió mi madre. He aquí, tú amas la verdad en lo íntimo, y en lo secreto me has hecho comprender sabiduría. Purifícame con hisopo, y seré limpio; lávame, y seré más blanco que la nieve. Hazme oír gozo y alegría, y se recrearán los huesos que has abatido.
Esconde tu rostro de mis pecados, y borra todas mis maldades. Crea en mí, oh Dios, un corazón limpio, y renueva un espíritu recto dentro de mí. No me eches de delante de ti, y no quites de mí tu santo Espíritu. Vuélveme el gozo de tu salvación, y espíritu noble me sustente.
Entonces enseñaré a los transgresores tus caminos, y los pecadores se convertirán a ti.
Líbrame de homicidios, oh Dios, Dios de mi salvación; cantará mi lengua tu justicia.
Señor, abre mis labios, y publicará mi boca tu alabanza. Porque no quieres sacrificio, que yo lo daría; no quieres holocausto.
Los sacrificios de Dios son el espíritu quebrantado; al corazón contrito y humillado no despreciarás tú, oh Dios».

El sentimiento de un arrepentido se expresa también con las palabras de Lucas 15: «He pecado contra el cielo y ante ti. Ya no soy digno de ser llamado hijo tuyo; hazme como a uno de tus jornaleros».

Después de la confesión, empieza a surgir una sensación de enorme alivio. Se ha levantado una carga. Ha amanecido una gran luz: el amanecer de un nuevo día. Las palabras del apóstol Juan vienen a su mente: «Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonarnos nuestros pecados, y limpiarnos de toda iniquidad». Se aferra a esta promesa como si todo dependiese de ella.

Luego, recuerda cómo volvió el hijo pródigo y cuál fue la regia bienvenida que le esperaba:
«Y levantándose, marchó hacia su padre. Y cuando aún estaba lejos, lo vio su padre, y fue movido a compasión, y corrió, y se echó sobre su cuello, y le besó efusivamente. Y el hijo le dijo: Padre, he pecado contra el cielo y ante ti, y ya no soy digno de ser llamado tu hijo. Pero el padre dijo a sus siervos. Sacad de prisa el mejor vestido, y vestidle; y poned un anillo en su mano, y calzado en sus pies. Y traed el becerro engordado y matadlo, y comamos y hagamos fiesta; porque este mi hijo estaba muerto, y ha revivido; se había perdido, y ha sido hallado. Y comenzaron a regocijarse.»

Y piensa especialmente en las palabras «… su padre… corrió, y se echó sobre su cuello, y le besó efusivamente». Se da cuenta de que esto es lo que le ha sucedido también a él. El Padre le vio cuando estaba todavía lejos. Corrió y le abrazó y le besó. Comprende ahora lo que significan estas palabras, porque está gozando del beso del padre – y además:
– del mejor vestido…
– de un anillo en su mano…
– del nuevo calzado en sus pies. Y…
– de un becerro engordado…

Las campanas han comenzado a tañer en su alma, pero sigue habiendo un gran obstáculo: la vuelta a su familia y a los amigos cristianos. Se encoge de vergüenza ante el pensamiento de tener que comparecer ante ellos. Teme la reacción de ellos. ¿Se mostrarán fríos y distantes? ¿Intentarán evitarlo? ¿O se mostrarán severos y críticos?

Recuerda a Noemí, en el libro de Rut, en el Antiguo Testamento. Cuando volvió a Belén, tras un tiempo de alejamiento y recaída en Moab, la gente preguntaba: «¿No es ésta Noemí?» Ella respondió: «No me llaméis Noemí (que significa Placentera), sino llamadme Mara (que significa Amarga); porque en grande amargura me ha puesto el Todopoderoso. Yo me fui llena, pero Jehová me ha vuelto con las manos vacías».

Los temores del creyente arrepentido acerca de cómo su familia y sus amigos lo recibirán, carecen de fundamento. Lo que le dan, es una maravillosa bienvenida, casi como si hubiese vuelto de los muertos. Le dan un cálido apretón de manos, algunos le abrazan, y las lágrimas corren libremente. No hay recriminaciones. Nadie dice: «Te lo había advertido.» Todos están contentos de verle de vuelta. Él trata de pedir perdón por la deshonra que ha causado al Nombre del Señor, por el dolor que ha causado a su familia, por la tristeza que ha provocado a los cristianos en la iglesia local. Pero ellos le interrumpen, afirmando que ha sido perdonado, y expresando su gratitud porque sus oraciones han sido contestadas. Él pensaba que le harían entrar a gatas, en humillación; pero aquí los tiene, tratándole con amor y misericordia.

Cada latido del corazón dice: «¡Qué bueno es estar de vuelta en la comunión con el Señor y con Su pueblo! Tener restaurado el gozo de Su salvación. Experimentar el beso del Padre… De hecho, es como haber nacido de nuevo». Un pensamiento le pasa por la mente: «Me pregunto si jamás había sido salvo antes… ». Pero en este momento, esta cuestión es puramente académica. Si nunca lo había sido antes, lo es ahora, y eso es lo que cuenta.

El sentimiento de alivio es asombroso. ¡No estar contendiendo más con el Señor! ¡No estar orgulloso ni duro de corazón! ¡No estar siempre huyendo!

Le cuesta creerlo. ¡El mejor vestido! ¡Un anillo en el dedo! ¡Calzado en los pies! ¡El ternero engordado! ¡La fiesta que empezó y que nunca acabará! ¡Y no hay hermano mayor descontento porque el hijo perdido volvió al hogar!

Es maravilloso ser restaurado al Señor. Sin embargo, eso no significa que no vaya a haber problemas en adelante. Algunos creyentes que vuelven a la comunión con Dios, pasan luego tiempos difíciles. Su renovada sensibilidad y convicción de pecado les pueden causar dudas y tristezas. ¡Encuentran difícil creer que han sido verdaderamente perdonados!

2 Comments

  1. Luis Fernando Gomez Serna dice:

    Saludos hermanos,que bendición para mi vida ha sido ésta serie»un camino de vuelta a Dios»
    Por 22 años fui un hijo pródigo y como bien lo exponen al final del mensaje número 6,tuve bien mucha inseguridad acerca de hab sido bastante perdonado cuando hace ya más de 6 años el Señor en su misericordia me llamó de nuevo al redil.
    El Señor Maravilloso los puso en mi camino para encontrar esta serie de estudios.
    Dios les continue bendiciendo.
    !!! Gloria a Dios!!!

    • llamadaweb dice:

      Gracias Luis por su comentario!

      Es una alegría para nosotros saber que el Señor lo trajo nuevamente al redil!! Él lo fortalezca y anime!!
      También nos gozamos que el material que publicamos sea de bendición a su vida! Esperemos que lo siga siendo!

      Le mandamos un gran saludo desde estas latitudes!

      Robert Brasil
      LlamadaWeb.org

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