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Autor: William MacDonald

Cuando hablamos de la crisis del compromiso, nos referimos a la primera vez que una persona entrega su vida al Señor para hacer lo que Él desee. Puede haber una lucha respecto a dejar sus planes y ambiciones personales. Por eso las palabras entrega y rendición describen muy acertadamente la crisis del compromiso.


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PE2241 – Estudio Bíblico
“Compromiso total” XI (2ª parte)



Estimados amigos, decíamos en el programa anterior que: Cuando una persona recibe la salvación tiene un escaso conocimiento. Luego, a medida que crecen en la fe, la magnitud de lo que sucedió en el Calvario comienza a hacerse viva en ellos, y experimentan una creciente convicción de que el Señor Jesús merece todo lo que son y tienen. Aun allí, puede haber una lucha respecto a dejar planes y ambiciones personales. Es por eso que las palabras entrega y rendición describen tan acertadamente la crisis del compromiso.

Al hacer este compromiso, la persona le está diciendo al Señor: «Donde sea que quieras que vaya. Lo que sea que quieras que diga. Lo que sea que quieras que haga.» Y: «No te daré sólo parte, o la mitad de mi corazón, te daré todo a Ti.»

En la medida en que nos involucramos en un compromiso total, estaremos contentos por la medida en que hemos entregado nuestras vidas al Señor, y arrepentidos de no haberle dado más.

A fines de la década de los ’70, la Marina estadounidense desarrolló un sistema automático para aterrizar aviones en un portaaviones. El oficial controlador de aterrizaje instruía al piloto a acomodar el avión en la cubierta en medio de la neblina. A medida que el avión descendía, él decía: «Quite sus manos de los controles.» El avión se dirigía hacia la cubierta «inclinándose y moviéndose hasta que las computadoras corregían su curso en sincronización con las de la cabina.» El piloto estaba a salvo siempre y cuando quitara sus manos de los controles. De otra manera, podría provocar un accidente.

El Señor nos está diciendo: «Quita tus manos de los controles. Yo te guiaré a casa a salvo y con todo tu cargamento.»

Como ya se ha dicho, un acto de compromiso único no es suficiente. Lo que comenzó con una crisis debe continuar como un proceso. Tiene que haber un compromiso único definitivo seguido de un compromiso repetitivo. «El espíritu está dispuesto pero la carne es débil.» Ponemos la mano valientemente en el arado, pero cuando el costo del discipulado cae sobre nosotros, miramos hacia atrás. Por eso, es que John Oxenham escribió:

Quien responde el insistente llamado de Cristo,
Debe darse a sí mismo, su vida, su todo,
Sin mirar atrás siquiera una vez;
Quien pone su mano en el arado,
Y mira hacia atrás con ansiedad,
Su llamado ha confundido.
Cristo lo reclama, completo, para Él;
Debe ser de Cristo y sólo de Cristo.

El remedio para esa tendencia de mirar hacia atrás es rededicarnos al Señor Jesús cada día. Charlotte Elliott lo expresó en este verso:

Renueva mi voluntad día a día;
Fúndela con la tuya y quita de mí
Todo lo que hoy me dificulta decir,
«Tu voluntad sea hecha.»

El obispo Taylor Smith solía arrodillarse al lado de su cama cada mañana, y decir: «Señor Jesús, esta cama es Tu altar, yo soy Tu sacrificio vivo.»

Anne Grannis lo describió como un diario «intercambio de voluntades».

Quiero mi vida tan libre del ego
Que mi amado Señor pueda venir
Y acomodar Sus propios muebles
Y hacer de mi corazón Su hogar.
Puesto que sé lo que esto requiere,
Cada mañana cuando aún hay quietud,
Me escabullo hacia ese cuarto secreto,
Para entregarle a Él – mi voluntad.
Él siempre la toma con gracia,
Y me presenta la Suya;
Estoy lista para encontrarme con el día
Y cualquier tarea que haya que hacer.
Así es como mi Señor controla
Mis intereses, mis males;
Porque nos encontramos al comienzo del día
Para un intercambio de voluntades.

Creamos que Él Está en Control

Y, entonces, luego ¿qué ocurre? Probablemente nada sensacional. Si esperamos luces que brillen, campanas que suenen, o escalofríos que vibren por nuestro sistema nervioso, probablemente nos decepcionemos. Lo que sucede es que volvemos a nuestro trabajo normal sin fanfarrias. La mayor parte será rutina y lo cotidiano. Si hay tareas que particularmente no disfrutamos, las hacemos, sabiendo que son parte de la voluntad de Dios. Aceptamos cualquier cosa que nos mande – accidentes, interrupciones, o experiencias en la cima de la montaña – en respuesta a nuestro compromiso.

Un evangelista inglés llamado Harold Wildish, tenía este útil consejo plasmado en el frente de su Biblia:

Al dejar toda la carga del pecado, y descansar en la obra consumada de Cristo [salvación], también hay que dejar toda la carga de la vida y el servicio, y descansar en la presente obra interna del Espíritu Santo [consagración]. Darse uno mismo cada mañana para ser guiado por el Espíritu Santo, seguir adelante en alabanza y descanso, dejando que Él lo dirija a usted y a su vida. Cultivar a lo largo del día el hábito de depender y obedecer a Dios gozosamente, esperar que Él le guíe, le ilumine, le repruebe, le enseñe, le use y haga en y con usted lo que Él desee. Cuente con Su obra como un hecho, aparte de lo visual o los sentimientos. Creamos y obedezcamos al Espíritu Santo como el gobernador de nuestras vidas, y apartémonos de la carga de intentar dirigirnos a nosotros mismos. Y luego, que el fruto del Espíritu aparezca en nosotros, como Él quiera, para la gloria de Dios.

Frances Ridley Havergal nos ofrece un consejo similar, una vez que volvemos nuestras vidas al Señor:

Vayamos por el camino regocijándonos, creyendo que Él ha tomado nuestras vidas, nuestras manos, nuestros pies, nuestras voces, nuestros intelectos, nuestras voluntades, todo nuestro ser, para ser eterna, sola, y completamente para Él. Considerémoslo algo benditamente establecido: no por algo que hayamos sentido, o dicho, o hecho, sino porque sabemos que Él nos oye, y porque sabemos que es fiel a Su Palabra.

La vida quizá no parezca sensacional en ningún día en particular, pero los discípulos comprometidos experimentarán una paz y serenidad en su vida que no conocían.

Experimentarán que los engranajes de la vida van encajando. De vez en cuando verán que suceden cosas que no sucederían de acuerdo a las leyes de oportunidad o probabilidad. Sabrán que Dios los está usando, y no será un conocimiento que produzca orgullo. Sea que lo sepan o no, su servicio brilla con lo sobrenatural, y cuando tocan otras vidas, algo sucede para Dios.

Ahora suponga que usted ha vuelto su vida al Señor y que cada día renueva su voto de compromiso con Él. ¿Cómo sabrá si Él tiene algún cambio importante para usted? ¿Cómo sabrá cuándo debe comenzar a moverse en otra dirección?

El requisito más importante para conocer la voluntad de Dios es caminar en comunión íntima con Él. Es necesario estar cerca para escuchar. J. N. Darby dijo: «La primera cosa necesaria para determinar la voluntad de Dios es estar en el estado correcto del alma.» Esto significa que confesará y abandonará todos los pecados conocidos tan pronto como se dé cuenta de ellos. Pasará tiempo en oración a diario, lo cual es un indicio de que está dependiendo del Señor y no de su propia inteligencia. Y al leer, estudiar, y meditar en la Biblia, usted se pondrá en la posición en que Dios puede hablarle.

La dirección no siempre viene rápidamente. El Señor nos enseña la bendición de esperar en Él. C.I. Scofield dijo: «La fe descansa en la seguridad de que Dios puede hablar lo suficientemente fuerte como para hacer que un hijo que espera Lo pueda oír. Nuestra parte es esperar tranquilamente hasta que estemos seguros».

Mientras está esperando, puede parecer que nada está sucediendo, pero en realidad el Espíritu Santo está obrando en su intelecto, emociones, y voluntad, para que cuando llegue el llamado, éste sea lo que usted quiere hacer. Como dice Fil. 2:13: «Porque Dios es el que en vosotros produce así el querer como el hacer, por su buena voluntad».

1 Comment

  1. sandra leon dice:

    Buenas tardes, como me han edificado sus programas, gracias por el ministerio que dirigen, estoy en San mateo, Soacha, Colombia, que bendición escucharles Dios les continúe iluminando en la inclusión de temas., Con aprecio, Sandra león

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