El diablo y nosotros…

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img_0018_autonomia_bEl reformador alemán Martín Lutero (1483-1546), ha dicho y escrito mucho sobre la lucha espiritual del creyente contra el diablo. A continuación, en forma de entrevista, algunas citas de sus célebres “discursos de sobremesa” en los cuales trata este tema.

Sr. Lutero, ¿cómo caracterizaría usted al diablo?

Así como Dios es la tesis de los sagrados diez mandamientos, así el diablo es la antítesis de los mismos. De ahí, que quien desee ver al diablo, debe mirar el decálogo invertido. Su cabeza está en contra de la primera tabla, de manera que él quiere que no confiemos en Dios, ni le amemos, ni le temamos, que es lo que Dios pide de nosotros en el primer mandamiento. En el segundo nos seduce a la blasfemia, a murmurar contra Dios y al mal uso de su nombre con la boca y con la lengua. En contra del tercero nos incita para que no escuchemos la Palabra de Dios, sino que dudemos de ella y que la despreciemos juntamente con sus siervos, que usemos mal la Palabra. Ésos son los oídos y el cuello del diablo. La segunda tabla contiene su cuerpo. En el cuarto mandamiento nos enseña a despreciar a los padres, a no obedecerles, a no apoyarlos, a avergonzarnos de ellos y a deshonrarlos, a ser rebeldes contra las autoridades, ése es el pecho del diablo. El quinto mandamiento del diablo es matar, guardar rencor, odiar, ser malintencionado, envidiar a alguien y dañarle, ése es el corazón. El sexto, que uno sea un fornicador, un adúltero, que cometa incesto, un afeminado, indecente en palabras y gestos; ése es el vientre. El séptimo: no ayudar a nadie, robar a todos con astucia y violencia, estafar, ser usurero, vender mercadería falsificada o más cara de lo que vale; ésas son las manos, su dedo grande. El octavo es, rebajar la buena vida de la gente, ponerla en duda y ensuciarla; ésa es su voluntad. Tal imagen amistosa y amable, es el diablo.

¿Por qué será que el diablo ataca tanto a los creyentes?

El diablo tiene que ser hostil con nosotros, ya que estamos en contra de él con la Palabra de Dios, y destruimos su reino. Pero, él es el príncipe y dios del mundo, y de hecho tiene un poder más grande que todos los reyes, príncipes y señores de la tierra: por eso, él seguramente quiere vengarse de nosotros, como lo hace sin cesar, y como nosotros también lo vemos y lo sentimos.

¿Y cuáles son las tácticas que el diablo utiliza contra nosotros?

El diablo ataca con ímpetu, con frecuente repetición, y con perseverancia. El diablo ataca de dos maneras a los cristianos piadosos y devotos: Los acosa con violencia, para ver si los puede someter y ganar; y si no logra eso, persevera con la tentación, no afloja, para cansarlos y dejarlos molidos.

¿Con qué es que el diablo nos ataca más a los cristianos?

El diablo ataca a los piadosos con argumentos muy insignificantes, no haciéndonos despreciar o blasfemar el nombre de Dios, no quitándonos la fe y el amor, sino que hace que veamos muy grandes nuestras debilidades, nos tira con bolas de nieve, pero agranda tanto sus pequeñas y pocas cosas inventadas, que creemos que él nos está tirando con montones, si no nos cuidamos en la fe. Conclusión: él es y sigue siendo un difamador.

¿Cómo podemos vencer al diablo?

El diablo es un espíritu y un creador de insolencia, y no puede ser echado por un incrédulo, ni por cristianos salvajes y toscos, sino que es la fe la que lo vence.

Nosotros tenemos a Cristo, quien no vino para condenar, sino para salvar. Si uno se para sobre él y se mantiene firme, entonces no hay otro dios en el cielo o en la tierra, sino un Dios que justifica y salva. Cuando permitimos que esto se le olvide a nuestros ojos y corazón, entonces no hay ayuda alguna, ni consuelo ni paz. Solamente cuando recordemos el versículo: “Dios ha enviado a su Hijo, ha amado tanto al mundo que dio a su Hijo” (Jn. 3:16), entonces el corazón tendrá paz. Por eso, todos los que son atacados, deben poner a Cristo como ejemplo y modelo a seguir delante de sus ojos.

¿Será que el diablo realmente nos puede acusar?

¿No es de lamentar que el diablo quiera condenarnos a través de sus ideas? Después de todo él es mucho peor que todos nosotros, y ¿qué le importa que yo haya pecado? Nosotros no pecamos contra él, sino contra Dios, y el diablo no me ha dado ninguna ley contra la cual yo transgreda, sino Dios. Por eso dice: “Contra ti sólo he pecado” (Sal. 51:6). Pero, por la gracia de Dios, sabemos que en el cielo tenemos un Dios clemente y un Padre misericordioso, cuya ira y desaprobación contra nosotros ha sido reconciliada por Cristo nuestro Señor y Redentor por medio de Su valiosa sangre. Como ahora tenemos perdón de pecados y paz con Dios, en y a través de Cristo, el enemigo desagradable nos tiene que dejar en paz; ya que Cristo ha “anulado el acta de los decretos que había contra nosotros, que nos era contraria, quitándola de en medio y clavándola en la cruz” (Col. 2:14). A Dios el honor, la alabanza y la adoración en Cristo Jesús eternamente. Amén.

Sr. Lutero, como conclusión ¿puede decirnos algo sobre las tentaciones del diablo y cómo podemos defendernos de las mismas?

Todo desconsuelo y tristeza vienen del diablo, ya que él es el señor de la muerte (He. 2:14); especialmente cuando una persona está entristecida y tiene miedo, como si no tuviera un Dios misericordioso, con toda seguridad eso es obra y artimaña del diablo. Por eso, cuando te sobrevenga un pensamiento pesado, como que Dios no quiere compadecerse de ti; es decir que él quiere dejarte morir en tus pecados y condenarte; o que tú ahora por miedo rendirías el alma; debes concluir pronto que tal pensamiento viene del diablo. La razón es que Dios no entristece, no hace tener miedo, no mata, sino que es un Dios de vida, por esa razón también ha enviado a Su Hijo unigénito al mundo, no para que les haga tener miedo a los pecadores, sino para que los consuele: Por eso Cristo también murió y resucitó, para destruir a la muerte que es obra del diablo, para que Él (Cristo) llegue a ser Señor sobre la muerte y nos dé la vida. Por eso, las Escrituras usan éstas y otras palabras de consuelo parecidas: Alégrense. Alégrense en el Señor. No teman. Tengan ánimo. Tengan consuelo, yo he vencido al mundo. El aguijón de la muerte ha perdido su filo en Mí, es más, se ha quebrado.

Por esta razón, en ese tipo de tentaciones debes cobrar ánimo y recordar que, de aquí en más, no eres hijo de hombre, sino hijo de Dios a través de la fe en Cristo, en cuyo nombre has sido bautizado: por esta razón la muerte no puede introducir su espada en ti. Porque en cuanto tú perteneces a Cristo, crees en Él y has sido bautizado en Él, la muerte no tiene ningún derecho sobre ti, y mucho menos te puede causar daño porque ha sido devorada en Cristo eternamente.

Pero el molesto Satanás reprime donde puede, para que no nos sobrevengan pensamientos buenos y consoladores de Dios en la tentación; él los oscurece. Porque el corazón de aquel que es atacado de esa manera, está tan fuertemente abstraído por los pensamientos pesados de la ley, del pecado y de la muerte, que no puede apoderarse del enunciado de la justificación y la fe: “Yo creo en Jesucristo”, y mucho menos puede consolarse con eso.

Contrariamente a eso, todo gozo, consuelo, paz, buena conciencia, corazón alegre provienen, en Cristo, de Dios. Porque el Espíritu Santo permanece con denuedo e intrepidez en el corazón de los creyentes: es más, él es el valor y el consuelo mismo en los ataques de la muerte. Él dice valientemente: Mundo, pecado, muerte, infierno, déjame en paz, no tienes parte en mí. Si no me quieres dejar con vida, moriré, en nombre de Dios. Pero no lo lograrás. Me cortas la cabeza y no me haces daño; porque tengo a Alguien que me la pondrá otra vez.

Tomado de Colloquia o Discursos de Sobremesa del Dr. Martín Lutero, editado por Johann Georg Walch, Editorial Concordia Luterana, St. Louis, 1887.


Lutero y el diablo
Martín Lutero reconocía al diablo como una realidad inminente, temible, pero Cristo para él fue siempre más grande y más poderoso. En Su Palabra, el reformador alemán una y otra vez encontraba consuelo y apoyo. Él veía a la antigua serpiente maligna, también, detrás de numerosas enfermedades o del sonambulismo, y creía en trasgos (seres fantásticos que se manifiestan a través de golpes y rotura de objetos, la red.). A pesar de algunas posibles supersticiones, Lutero era un realista espiritual: él sabía que el diablo era un enemigo, si bien vencido, pero aún peligroso, que ruge y merodea. Como Lutero estaba convencido de vivir en el fin de los tiempos y pensaba que el mundo ya no duraría “ni 100 años” más, también creía que Satanás en la última fase, que había comenzado con la Reforma, estaría rugiendo con especial fuerza.

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