Dios es Espíritu, Dios es Amor (3ª parte)

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Autor: William MacDonald

Ya que Dios es Espíritu, es invisible a los ojos mortales. La pregunta inevitable es: ¿Le veremos en el cielo? Dios es amor. Esto es una descripción, no una definición. No adoramos al amor


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PE2259 – Estudio Bíblico
Dios es Espíritu, Dios es Amor (3ª parte)



¿Qué tal amigos? No es de extrañar que a menudo los escritores de la Biblia hablen de este atributo favorito. Vamos a repasar lo que dice la Escritura acerca el amor, y luego seguimos adelante:

No por ser vosotros más que todos los pueblos
os ha querido Jehová y os ha escogido,
… sino por cuanto Jehová os amó (Dt. 7:7 y 8).

Con amor eterno te he amado;
Por tanto, te prolongué mi misericordia (Jer. 31:3).

Callará de amor,
Se regocijará sobre ti con cánticos (Sof. 3:17).

Como el Padre me ha amado,
así también yo os he amado;
permaneced en mi amor (Jn. 15:9).

El amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones
por el Espíritu Santo que nos fue dado (Ro. 5:5).

Mas Dios muestra su amor para con nosotros,
en que siendo aún pecadores,
Cristo murió por nosotros (Ro. 5:8).

El Hijo de Dios, el cual me amó
y se entregó a sí mismo por mí (Gá. 2:20).

Su gran amor con que nos amó (Ef. 2:4).

En esto hemos conocido el amor,
en que él puso su vida por nosotros (1 Jn. 3:16).

En esto se mostró el amor de Dios para con
nosotros, en que Dios envió a su Hijo unigénito al mundo,
para que vivamos por él. En esto consiste el amor:
no en que nosotros hayamos amado a Dios,
sino en que él nos amó a nosotros, y envió a su Hijo
en propiciación por nuestros pecados (1 Jn. 4:9 y 10).

Al que nos amó, y nos lavó de nuestros pecados
con su sangre (Ap. 1:5).

El amor de Dios es un tema inagotable. No hay mente humana que pueda medirlo. El poeta tenía razón al decir que si fuera tinta todo el mar, y el firmamento un gran papel, si cada hombre un escritor, y cada hierba un pincel –“al describir Su inmenso amor se secaría el mar, y el firmamento en su fulgor no ofrecería lugar”.

El amor del Señor nos lleva a pensar en Él como nuestro Amigo –el Amigo que está más unido que un hermano –el Amigo que ama en todo tiempo –el Amigo de publicanos y pecadores. ¡Oh, qué Amigo nos es Cristo!

Ningún otro tema debería despertar pensamientos mayores de adoración en nuestros corazones. Es arrollador el pensar que Dios nos ama a cada uno de nosotros de una manera personal e íntima, y que Él envió a Su Hijo amado para morir como nuestro sustituto, en sacrificio, en la cruz del Calvario. Es algo sublime el hecho de que Él no estará completamente satisfecho, hasta que nos reúna a todos nosotros con Él en el cielo por toda la eternidad.

Pensemos en todos los himnos y poemas que han sido compuestos en alabanza al amor de Dios, los libros que han sido escritos, los mensajes que se han predicado. Y aun así, eso no basta. ¡La voluntad de Dios es que Su amor se manifieste en nuestras vidas! El mundo actual está muriendo por falta de amor, y tan sólo los cristianos pueden realmente satisfacer esa necesidad.
¿Cómo, entonces, podemos imitar a Dios en esta perla
de perfecciones?

Juan nos sugiere dos maneras: estando dispuestos a poner nuestra vida por los hermanos, y compartiendo nuestras posesiones materiales con aquellos que tienen necesidad (1 Juan 3:16-17). Pero, también hay otras formas.

El amor ve las cosas que hace falta hacer y las hace sin que haya que pedírselo. El amor no guarda una lista de ofensas. El amor da sin pensar en lo que le devolverán. John Oxenham lo expresó en este verso:
El amor siempre da, perdona, se desvive,
Y con manos abiertas siempre está;
Y mientras vive, da,
Pues esta es su prerrogativa–
Dar, y dar, y siempre dar.

Y un autor anónimo, dijo así:
Alcanza al más lejano, al más pequeño,
y al más bajo:
El amor, con la largura de su vestido
Alcanza del suelo al polvo mismo.
Puede alcanzar lo sucio de la calle y del camino,
Y es porque puede, que debe.

No osa descansar en las montañas;
Es su deber descender hasta el valle;
Pues satisfecho no queda hasta que enciende
Las vidas que allí se apagan.

Nunca deberíamos dejar de sentirnos maravillados, ya que el amor de Dios por nosotros es tan inmerecido. El lenguaje de nuestro corazón debería ser el de estas palabras que alguien escribió:
Cómo puedes Tú amarme como me amas
Y ser el Dios que eres
Es a mi intelecto tinieblas
Mas a mi corazón es luz.

Debemos amarlo sin doblez, con un amor que es obediente y adorador, que no permite que ningún rival comparta el trono con Él.
Debemos amar a nuestros hermanos y hermanas en Cristo a pesar de las denominaciones o etiquetas religiosas. El apóstol Juan, en su primera carta, cap. 4, vers. 20, insiste en que si no amamos a nuestros hermanos, a los que hemos visto, no podemos amar a Dios, a quien no hemos visto.

Y debemos amar a los hombres y mujeres del mundo que no han sido redimidos, siempre orando con estas palabras de un autor desconocido:
Miraré a la multitud como lo hizo el Salvador,
Hasta que mis ojos con las lágrimas se opaquen.
Contemplaré las ovejas errantes con dolor
Y, por amor a Él, las amaré.

Y en estos versos anónimos, el poeta expresa la pasión del apóstol Pablo por las almas:
Veo al rebaño, tan sólo como almas,
Atados los que debieran vencer,
Esclavos los que reyes debieran ser;
Escuchando su única esperanza con una hueca admiración,
Tristemente satisfechos de las cosas con una demostración.

Entonces, la intolerable ansia, como un torbellino,
Me sacude y estremece, como un grito de trompeta,
¡Oh, por salvarlos! ¡Sí, por perecer para salvarlos!
¡Ser muerto por su vida, y ser por todos ellos
ofrecido!

Cuando éste es nuestro anhelo y ansia, es cuando nos acercamos al amor del Calvario. Dave Hunt afirma:
El amor de Dios hacia la raza humana no es una fuerza cósmica impersonal que opera inexorablemente por una ley universal, sino que es intensamente personal. Dios nos ama a cada uno de nosotros con pasión. Hallamos este hecho increíble y extremadamente difícil de creer, y mucho más de comprender. Nos miramos a nosotros para encontrar la razón de Su amor. Pero no sería consolador si Dios nos amase porque lo mereciéramos de alguna manera, o porque nosotros hubiésemos provocado Su amor, pues nosotros podríamos cambiar y perder ese atractivo, y de esta manera perder Su afecto. Es, al contrario, muy digno de confianza el saber que Él nos ama por lo que Él es en sí mismo –y a pesar de lo que nosotros somos. Ya que Dios es amor, y ya que Él nunca cambia, estamos seguros por toda la eternidad, y no tenemos necesidad de temer la posibilidad de perder Su amor por lo que nosotros hagamos o dejemos de hacer.

Bien lo dice el himnólogo irlandés, Thomas Kelly:
“¡Dios es amor!” Su Palabra lo ha dicho;
Éstas son nuevas de celestial nacimiento.
Divúlgalo y extiéndelo abarcando todo,
Haz que se sepa que “Dios es amor”
Por el mundo entero.

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