La pequeña niña y su gran mensaje (4ª parte)

La pequeña niña y su gran mensaje (3ª parte)
4 abril, 2018
La pequeña niña y su gran mensaje (5ª parte)
4 abril, 2018
La pequeña niña y su gran mensaje (3ª parte)
4 abril, 2018
La pequeña niña y su gran mensaje (5ª parte)
4 abril, 2018

Autor: Norbert Lieth

El relato de la cura y transformación del general sirio Naamán (2º Reyes 5), tiene varias enseñanzas para los lectores: Cómo Dios obra a través de lo débil y lo pequeño, la importancia de la humildad y el compromiso con el Señor, señales proféticas, amor a los enemigos, testimonio, y más. Un relato rico en ejemplos, algunos para imitar, otros para evitar.


DESCARGARLO AQUÍ
PE2362 – Estudio Bíblico
La pequeña niña y su gran mensaje (4ª parte)



¡Hola! ¿Cómo están? Decíamos en el programa anterior, que: En Hechos 4:12, el apóstol Pedro, que era judío de pura cepa, dijo: “Y en ningún otro hay salvación; porque no hay otro nombre bajo el cielo, dado a los hombres, en que podamos ser salvos”.

La ira, la desconsideración, la burla y la pretensión de saber mejor que otros, siempre nos llevan a la dirección equivocada, contraria a Dios.

Pero Naamán, después, gracias a Dios, fue convencido por el fiel y sabio consejo de sus sirvientes. Ciertamente no les fue fácil a los sirvientes dirigirse a su amo para convencerlo que por lo menos lo intentara. Era un hombre iracundo, poderoso. Les podría costar la cabeza. Sin embargo, ellos se atrevieron a hablarle porque seguramente amaban a su señor. Él lo consideró, fue al Jordán y se sumergió, doblegándose y humillándose en fe obediente a la voluntad de Dios. No tuvo que hacer ninguna ceremonia, no pagó ni un centavo, sólo obedeció a la palabra, se sumergió siete veces y fue sanado.

Su piel no sólo estaba sanada, sino que había nacido de nuevo. ¿Por qué? Porque su piel era como la de un niño. Otra versión dice: “como la de un bebé”. Esta es una figura profética del renacimiento espiritual.

“Si el profeta le hubiera dicho que hiciera algo muy difícil lo habría hecho…” Todas las religiones fuera del patrón bíblico son difíciles, construyen sobre la base del esfuerzo, de las obras y ceremonias de sus integrantes. Únicamente en la religión cristiana Dios es el que hace todo por el hombre, de manera que éste sólo tiene que aceptar la salvación por medio de la fe. Lograr la salvación es muy simple, según Hechos 2:21: “Y todo aquel que invocare el nombre del Señor, será salvo”.

Pero al hombre le cuesta indeciblemente aceptar ese regalo. Está mucho más dispuesto a hacer lo difícil, a pesar de que eso de todos modos no le ayudará.

Dice 1 Pedro 5:5: “Dios resiste a los soberbios, y da gracia a los humildes.” A nuestra carne siempre le resulta muy difícil aceptar las verdades de la Biblia sobre nuestra vida.
La humildad siempre es el camino más difícil, pero es el mejor y el único que nos trae la salvación.

“Las espigas maduras se reconocen porque su tallo se dobla. Doblegarse no es expresión de debilidad, sino señal visible de madurez. Los árboles se inclinan cuando se llenan de frutos. Una frase de un autor anónimo, dice: Una vida humilde es más valorada que ser testarudo y obstinado.”

Que el Señor nos dé gracia para poner en práctica estas palabras de 1 Pedro 5:5: “Revístanse todos de humildad…”. Y de Santiago 4:10: “Humillaos delante del Señor, y él os exaltará.”

En 2 Reyes 5:13, leemos: “Mas sus criados se le acercaron y le hablaron diciendo: Padre mío, si el profeta te mandara alguna gran cosa, ¿no la harías? ¿Cuánto más, diciéndote: Lávate, y serás limpio?” De los siervos también podemos aprender cuán importante es acercarnos al prójimo, hablarle, ofrecer nuestra ayuda en la consejería. Ellos tuvieron el valor de hablarle a su señor, y así fueron los instrumentos que a final de cuentas le ayudaron a Naamán a lograr su salvación.

La niña fue la evangelista, Eliseo el mensajero de Dios, y los siervos los consejeros. Cada uno es importante para el reino de Dios, ¡y todos juntos ayudan a la salvación de la humanidad!

Noveno punto a analizar: Lo que es tener autoridad espiritual.

En los versículos 6 y 7, podemos ver: La impotencia de un rey sin Dios.

“Tomó también cartas para el rey de Israel, que decían así: Cuando lleguen a ti estas cartas, sabe por ellas que yo envío a ti mi siervo Naamán, para que lo sanes de su lepra. Luego que el rey de Israel leyó las cartas, rasgó sus vestidos, y dijo: ¿Soy yo Dios, que mate y dé vida, para que éste envíe a mí a que sane un hombre de su lepra? Considerad ahora, y ved cómo busca ocasión contra mí”.

Aquí se nos presenta una verdad espiritual: el que no vive con Dios, no tiene autoridad espiritual. También vemos que el poder y la posición política no tienen nada que ver con la autoridad espiritual.
Aquí se trata del rey israelita Joram quien vivía en un compromiso, claudicando entre dos pensamientos.

Leemos así de él en 2 Reyes 3:1 y 2: “Joram hijo de Acab comenzó a reinar en Samaria sobre Israel el año dieciocho de Josafat rey de Judá; y reinó doce años. E hizo lo malo ante los ojos de Jehová, aunque no como su padre y su madre; porque quitó las estatuas de Baal que su padre había hecho. Pero se entregó a los pecados de Jeroboam hijo de Nabat, que hizo pecar a Israel, y no se apartó de ellos.”

Sí, Joram era simpatizante de la fe judía, quitó las estatuas de Baal. Reconocía el poder del Dios de Israel, sabía que Él es el Dios Todopoderoso. Pero Joram mismo no tenía acceso a este poder. Al rey le faltaba completamente la fe en el Señor.

Probablemente Joram había vivenciado el acontecimiento sobre el Monte Carmelo, en el cual Elías había convocado a los profetas de Baal de sus padres, para que el Dios verdadero se manifestara mandando fuego del cielo para consumir el sacrificio preparado. Los sacerdotes de Baal estuvieron clamando toda la mañana, y nada sucedía. Sin embargo, cuando Elías invocó el nombre de Jehová, cayó fuego del cielo que consumió el sacrificio juntamente con el altar, demostrando claramente que Jehová era el Dios verdadero. Por eso probablemente Joram quitó las estatuas de Baal, pues tuvo que reconocer que el Señor era el verdadero Dios. Pero Joram, a pesar de reconocerlo, no tuvo el valor de aceptarlo como su Dios. No tenía una relación personal con Dios, lo que podemos constatar en toda su historia.

De esa manera, permaneció dominado por la impotencia, desamparado, sin ninguna solución. No tenía ninguna ayuda que esperar. En su desesperado miedo e incredulidad, se rasgó la ropa y sólo vio todo lo negativo que se levantaba contra él.

Todo porque tenía su corazón dividido, porque se aferraba al pecado de Jeroboam. ¿En qué consistía ese pecado? Jeroboam había sido elegido por Dios para reinar sobre las 10 tribus del norte de Israel, por el pecado de idolatría de Salomón. Jeroboam quería impedir que los israelitas fueran a Jerusalén para llevar sacrificio a Dios en el templo, porque pensaba que, con el tiempo, eso llevaría a que él perdiera el gobierno de las tribus del norte. Por esa razón, levantó dos becerros de oro para que los israelitas no fueran a Jerusalén, sino que adoraran en esos dos lugares. Así indujo al pueblo a adorar a esos ídolos. En eso consistía el pecado de Jeroboam, al cual se aferraron los reyes del reino del norte, lo que provocó la destrucción de ese reino.

El aferrarse al pecado de la intransigencia y el permanecer en el orgullo y arrogancia, cuantifican el poder del enemigo y hacen que seamos impotentes. Los Hijos de Dios que claudican hacia ambos lados difícilmente tendrán acceso a la autoridad espiritual. Quitan un pecado, pero se aferran a otro – así permanecen dominados por la impotencia y no ven ninguna salida. No pueden ofrecerles ninguna ayuda a los demás. No les pueden ofrecer ningún Salvador porque ellos mismos no aceptan la salvación. De esa manera, viven desvalidos en el miedo y en la incredulidad, y piensan que todo se levanta negativamente contra ellos. Las personas impotentes son personas negativas.

Veamos la diferencia con: El poder de un hombre de Dios

En el versículo 8, leemos: “Cuando Eliseo el varón de Dios oyó que el rey de Israel había rasgado sus vestidos, envió a decir al rey: ¿Por qué has rasgado tus vestidos? Venga ahora a mí, y sabrá que hay profeta en Israel”.

Un rey sin Dios no puede hacer nada, – un hombre con el Señor puede obrar milagros.

Cuán diferente se presenta Eliseo. Puede hablar con tanta seguridad, tranquilidad, claridad y determinación. Permanece tranquilo en contraposición al rey. ¡Qué valor de fe lo caracteriza! Sin la más mínima duda. Con qué claridad puede señalar a la salvación.
¿De dónde tenía esa autoridad? Era el poder de su entrega y de su fe obediente:

Eliseo era un varón de Dios. Cuando fue llamado al ministerio hizo una decisión completa y radical, separándose totalmente de lo suyo, de su padre y de su madre, entregando todo completamente sobre el altar del sacrificio. Luego, no dejó de estar al lado de Elías, aprendió de él, caminó en la misma fe y pidió del Señor la porción doble del espíritu que estaba sobre Elías. (En la Biblia podemos contabilizar casi el doble de milagros hechos por Eliseo en relación con Elías.)

Eliseo también siguió al Dios de Israel con la misma conducta que Elías, pudiendo decir: “Vive Jehová de los ejércitos, en cuya presencia estoy”. Vivía en una relación íntima y continua con Dios.
Eliseo odiaba el pecado, lo que se hace muy visible por la manera como trata al rey Joram. “Y Eliseo dijo: Vive Jehová de los ejércitos, en cuya presencia estoy, que si no tuviese respeto al rostro de Josafat rey de Judá, no te mirara a ti, ni te viera”. No quiere tener nada en común con el pecado ni con personas que persisten en permanecer en él.

Eliseo era un profeta muy atento a lo que sucedía en Israel. Estaba muy bien informado sobre todo: “Cuando Eliseo el varón de Dios oyó que el rey de Israel había rasgado sus vestidos…” (leemos en el versículo 8).

El compromiso de uno lo llevó a la impotencia (Joram). La entrega del otro le dio la autoridad que produjo salvación (Eliseo).
Otra cosa más salta a la vista: la niña dice: “Si rogase mi señor al profeta que está en Samaria, él lo sanaría de su lepra”. A Eliseo se lo podía recomendar. Se conocía su manera de vivir, sus hechos, y se sabía que Dios estaba con él. La niña estaba plenamente convencida del poder y autoridad de su profeta, de manera que lo podía recomendar.

Este hecho nos lleva a las siguientes 7 preguntas:
¿Pueden otros recomendarme?
¿Pueden recomendar a nuestra iglesia?
¿Pueden enviar personas a nosotros para que sean aconsejadas?
¿Se puede ver en nuestra vida que somos personas verdaderamente entregadas al Señor?
¿Qué reflejamos en nuestro entorno?
¿Qué damos al Señor a través de nuestro servicio para Él?
¿Es nuestro cristianismo convincente para nuestro prójimo?

Nosotros mismos escogemos qué tipo de testimonio
tendremos:
Un testimonio de impotencia como el del rey Joram, que conocía a Dios pero que no lo tenía como Señor de su vida por claudicar entre dos pensamientos, por hacer compromisos con el mundo.
O el testimonio lleno del Espíritu Santo, como el de Eliseo, entregado al Señor, y a través del cual el Señor pudo hacer Su obra teniéndolo como instrumento útil en Su mano.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Elija su moneda
UYU Peso uruguayo