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Luis Noya nos cuenta sobre su taller en Radio Trans Mundial Cerrando la puerta de atrás, en el que enseña sobre la importancia de estar atentos a los miembros de nuestras iglesias que se apartan. Luis nos da consejos en cuanto a cómo tratar con las quejas, sobre quién recae la responsabilidad de dar consejos y de orar por los hermanos, y nos anima a mostrar el amor de Dios. No te pierdas la reflexión de Luis en esta primera parte de la entrevista.


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EA677 – Entre Amigas –
Cerrando la puerta de atrás (1ª parte)



Entrevista a Luis Noya

Natalia: Queridas amigas, comienza el tiempo de la entrevista, el tiempo en el que compartimos un tema central sobre la Palabra de Dios y vemos cómo aplicarlo a la vida cotidiana y a nuestra vida de iglesia también. Por eso hoy tenemos el gusto de tener a Luis Andrés Noya con nosotras, él es Docente de materias empresariales y, por supuesto, miembro de una iglesia evangélica en Montevideo donde es el encargado de liderar el grupo de adolescentes. Es un placer tenerte con nosotros hoy, ¿cómo estás, Luis?

Luis: Estoy muy bien, es un gusto estar con tanta gente a través de esta radio. Como siempre estoy a las órdenes para aportar lo que se precise.

Natalia: No es la primera vez que venís igual, ¿no?

Luis: No, ya he venido otras veces.

Natalia: Pero en el programa de hoy vamos a estar hablando de un tema muy interesante que tiene que ver con tu actividad curricular, con tu trabajo, pero aplicado a la iglesia. Ustedes crearon, junto a Radio Trans Mundial, un programa que se llama Cerrando la puerta de atrás y tiene que ver con cuando la gente que va a la iglesia entra por la puerta grande, pero llegado determinado momento se va, y se va por la puerta chica, por la puerta de atrás.

Luis: Sí exactamente.

Natalia: Y el programa habla de cómo cerrar esa puerta. ¿Está bien explicado? ¿Es así?

Luis: Está bien explicado, sí, ese es el objetivo central.

Natalia: ¿Cómo surge un taller así? De dónde parte la inquietud?

Luis: Parte, en realidad, de una extensión. Uno es la misma persona cuando está en la iglesia, cuando está enseñando marketing, atención al público, manejo de quejas, o relaciones humanas en el ámbito laboral, porque en realidad lo común que tienen las empresas con las iglesias es que siempre estamos tratando con personas. Entonces, en el espíritu de lo que el apóstol nos aconseja cuando dice “examinadlo todo; retened lo bueno”, yo siempre estoy usando algunos recursos o algunas figuras de lo que he aprendido en el mundo secular y académico para ver qué herramientas sirven en la iglesia. Ninguna empresa del mundo, sea que vende pececitos de colores, azúcar o equipos de computadoras, discute con sus clientes, porque es más importante cuidar un cliente que ganar uno nuevo. Entonces yo me puse a pensar que en la iglesia buscamos que entre el que nunca entró, hacemos campañas evangelísticas, reuniones, actividades, conciertos, consagramos un estadio para que vengan 60 mil personas, pero, ¿cuánta gente pasó por nuestra iglesia en los últimos años y no tenemos ni la menor idea de si se habrán ido enojados, si se pelearon con alguien y no ayudamos a reconciliarlos, o si no entendieron el lenguaje evangélico porque hablamos en “bíblico” o en “eclesial”? ¿En realidad le dimos respuestas a las preguntas que tenían? Entonces así fuimos viendo, juntamente con Esteban Larrosa, que es el director de Radio Trans Mundial y que también tiene formaciones en liderazgo, en Recursos Humanos y es Sociólogo, y fuimos armando este combo.

Natalia: Totalmente, es así como pasa en las iglesias, y está muy buena esa aplicación, obviamente a la luz de la Biblia, todo lo que aplica, no porque la iglesia sea un negocio, sino porque el recurso es muy precioso. No tiene un precio económico sino que uno espiritual. Dios envió a su hijo a morir por nosotros, somos de mucho precio para Él y aun así muchas veces nosotros no nos apreciamos los unos a los otros.

Luis: Tal cual. Además, si uno piensa en el modelo bíblico de Jesús, uno ve que Jesús le habló a multitudes pero entrenó a 12. Hubo dos desanimados que se iban de camino a Emaús, como decimos en Uruguay de capa caída, y Jesús los fue a reanimar, a recuperarlos, a reactivarles la fe, a mimarlos. Entonces en nuestras iglesias, ¿seguimos ese modelo? No se trata de que en este programa hagamos todo un estudio bíblico, pero si ustedes leen el caso de Demas, un colaborador que menciona el apóstol Pablo, en la carta a Filemón habla maravillas de Demas. En la carta a los Colosenses solo lo nombra, y en la carta de 2da de Timoteo dice que ha amado más al mundo y que lo ha abandonado. O sea que había alguien que no era un hermanito que se sienta en el rincón del fondo, sino que era alguien que lideraba, y sin embargo se fue. Hay gente que se puede enfriar y puede renegar su fe. Pero nosotros, ¿hacemos lo que esté a nuestro alcance para aplicar aquel versículo que dice en Romanos 12:18? Es un versículo que a mí me fascina y siempre lo comento. Dice así: “Si es posible, en cuanto dependa de vosotros, estad en paz con todos los hombres”. En lo que depende de nosotros, ¿hemos tratado de poner en la agenda de nuestra comunidad de fe, de nuestra congregación, el “se fue porque se enojó”, “se fue porque no le pidieron perdón”, “se fue porque tenía unas expectativas que la iglesia no satisfizo”, “se fue porque no fueron a orar con el papá cuando estaba en el hospital”, “se fue porque no le consiguieron trabajo a la hija”? ¿Por lo menos sabemos por qué la gente se nos va por la puerta de atrás?

Natalia: Exacto, porque aparte muchos casos que he escuchado de situaciones así, lo que se dice es que le cargan las tintas a esa persona que se va por no haber sabido tener la madurez suficiente para perdonar, para entender las circunstancias, y nosotros nos lavamos las manos en cierta forma porque bueno, “nosotros oramos”, que es algo que se escucha muchas veces. Pero también hay que hacerle saber a la persona que estamos orando por ella, hay que estar cerca. A veces nosotros nos escudamos en la Biblia y no tenemos en cuenta estos aspectos que son tan importantes. Como cristianos que vamos a una iglesia, que quizás estamos en una posición de liderazgo y nos damos cuenta de esta situación. ¿Cuáles son lo pasos que tendríamos que seguir para no caer en estos problemas de que algunos se van sin que los tengamos en cuenta?

Luis: Claro, a veces uno piensa en el líder todopoderoso y descarga todo en el pastor, o entre las iglesias en las que hay líderes de ministerio se puede pensar “este es un trabajo para la directora o la coordinadora de la escuela dominical”, o “este es un trabajo para la que lidera la reunión de damas, o para el que dirige la reunión de varones”. Entonces nosotros como que nos tomamos una aspirina para la conciencia y decimos “bueno, yo ya oré”, que el pastor lo visite. Es importante recordar que hay cierta afinidad que uno tiene con los temas de las personas y las personas son más sensibles a cómo uno los trata de que a cualquier otra cosa. Probablemente durante la semana recuerden más la charla post mensaje que tuvieron con un hermano que el mensaje en sí. Entonces en ese sentido está esta sugerencia que tiene que ver con una frase que uso mucho “hay vida entre sermón y sermón, hay vida entre culto y culto, hay vida entre domingo y domingo”. Entonces uno puede hacer una llamada telefónica, mandar un mensaje de texto, mandar un mail, lo que sea, diciendo “estoy orando por vos. ¿Cómo estuvo el examen?”. “Estoy orando por tu papá, le dieron el alta en el hospital?” Ni siquiera debo tener libre de mi trabajo para ir a visitarlo.

Natalia: Claro, es un segundo.

Luis: Exacto. Yo a veces veo que es increíble el efecto balsámico que tiene para la gente el decir “vengo en el ómnibus desde el interior, estoy orando por vos. ¿Cómo te va con la búsqueda de trabajo?” La persona dice “Fua, viene en el ómnibus y está orando por mí”. Esas cosas nos hacen una comunidad de fe, nos aproximan al prójimo, valga la redundancia, nos hace más prójimos, y a su vez, también, uno en ese contacto gana la confianza para poder hablar. Para que la persona se queje, para que nos diga qué le está pasando. Cuando viene la queja tenemos que bien venirla, no tenemos que decir “ay, es un quejoso”. Si se quejó tenemos la oportunidad para explicarle. “Te parece que fulano no te saludó pero él es muy distraído”, o “esta hermana siempre habla con las amigas de ella y con los nuevos es muy tímida, no es que no te quiera”. Entonces también eso, a todos nos disgusta cuando recibimos una queja, pero en la iglesia tendríamos que poner un cartel que dijera “bienvenidas las quejas”.

Natalia: Claro, tratamos, en general, de justificar la actitud y atendemos a la queja o al porqué de la queja. Es como que estamos muy a la defensiva.

Luis: Claro, porque además, si alguien de la comunidad se queja, uno puede, primero, explicarle lo que entendió mal. segundo, puede disculparse si hay un vacío que no atiende a su necesidad. Puede indicarle a otro hermano que este hermano requiere más atención. Le puede hasta decir al Pastor si puede ir a orar con esa persona.

En ese sentido es tanta la gente que se va sin quejarse, y acá quiero decir algunas cosas mundanas, que no son bíblicas, pero que aplican a esta situación. Una vez leí que decía en un restaurante: “Si comió bien, dígalo afuera. Si comió mal, dígalo aquí”. Entonces nosotros tendríamos que decirles a los miembros de la iglesia: “si se enojó dígaselo al hermano, al maestro de la escuela dominical o a la persona que tenga más cerca.” Porque es mejor que se lo diga y que lo mimemos, lo rehabilitemos, que lo ayudemos en la resolución del conflicto.

Natalia: Eso sí es bíblico.

Luis: Claro, seamos pacificadores. “Bienaventurados los pacificadores”, dice la Palabra. Eso sí que es bíblico. Pacificar, reconciliar, pedir perdón. Pero a veces la persona no dice nada y se va porque no generó confianza con ninguno de nosotros como para hacer, como dicen los psicólogos, la catarsis, para vomitar todo lo que le cayó mal. Más vale que alguien nos diga lo que le cayó mal y que empecemos a arreglar esas relaciones.

Natalia: Exacto, porque aparte uno va viendo cuál es el problema. Si el problema realmente es por lo que se está quejando y se soluciona, esa persona se va a quedar. Si el problema es otro y la queja tiene que ver con una manifestación de otra cosa, porque hay gente que el problema está en esa persona y nos damos cuenta con la queja, vamos también cerrando etapas, vamos viendo cuál es el problema real, vamos llegando a esa persona, y no le cerramos la puerta y nada más. A veces decimos “Bueno, es un quejoso, no le viene bien nada” y nosotros mismos le cerramos la puerta. Entonces, ¿cómo tenemos que actuar en estos casos?

Luis: Sí, a veces pasa que hay un malentendido con el lenguaje eclesial que uno tiene, y hace que la gente no reciba lo que necesita. Nosotros le tiramos un versículo o le decimos “simplemente orá”, cuando en realidad lo que precisa la persona es algún consejo práctico o directamente no está pidiendo un consejo, solo quiere que lo escuchemos. Entonces a veces gente que es más sensible, como tú decís, piensa “bueno, no vengo más porque acá nadie me quiere”. En esos casos, en lugar de empezar a polemizar, bajás el volumen y repetís la queja: “¿nadie te quiere?”. Y a partir de ahí vamos avanzando, vamos viendo cuál es el problema real, y vamos aconsejando en cada área. No existe una iglesia perfecta porque todos tenemos nuestra condición humana.

Natalia: Y Cristo no vino por una iglesia perfecta, vino por pecadores que quieren su perfección, ¿no?

Luis: Exacto.

Natalia: Así que de este tema vamos a seguir hablando en el programa que viene, ya te invitamos, Luis, para hablar un poquito más, sobre todo de aquellas personas que hace tiempo que están pero que a veces también se terminan yendo por la puerta de atrás. Para cerrar el programa de hoy me quedaba pensando en todo lo que dijiste, en cómo Dios es sabio y el vínculo perfecto es el amor.

Luis: Es el amor, sí, estamos de acuerdo.

Natalia: Entonces, con amor, uno ya va teniendo una buena llave para poder cerrar la puerta.

Luis: Y para mejorar la comunión también.

Natalia: Sí, sin duda. Muchas gracias por tu tiempo y te esperamos en el próximo programa. Amigas, gracias por acompañarnos y las invitamos a que no se pierdan la segunda parte de la entrevista con Luis Noya.

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