Recuperemos la identidad como mujer de Dios – Parte 2

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Continuamos aprendiendo de Ligia de Cartea, hoy nos habló sobre la importancia del temor de Dios. Diferenciamos temor de miedo, descubrimos por qué debemos temer a Dios, y aprendimos los beneficios que trae ser mujeres temerosas en nuestra relación con Dios y con los hermanos.


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EA725 – Entre Amigas –
Recuperemos la identidad como mujer de Dios – Parte 2



Entrevista a Ligia de Cartea

Ligia: Yo quería en esta mañana que aprendiéramos un poquito del temor al señor. En realidad, la palabra temor es una palabra neutra, porque se puede usar para algo malo, y también para algo bueno.

Nosotras estamos llenas de temores. Tenemos temores cuando somos chicas de una infinidad de cosas. Vamos creciendo y nos preguntamos ¿Me casaré? ¿Tendré novio? ¿Me querrá alguien? Las madres pensamos: ¿Señor, qué compañero o compañera le vas a dar a mi hijo? Tenemos temor, miedo, vamos a hacernos un chequeo al médico y estamos angustiadas, con miedo, esperando el resultado. En Buenos Aires vivimos con terror de los asaltos, de los asesinatos. El miedo es fruto del pecado. ¿Se acuerdan cuando en Génesis el hombre comió de lo que no tenía que comer, hizo lo que no tenía que hacer? Ellos habían pecado, ¿y qué pasó? Cuando Dios salió a buscarlo, él dijo: tuve miedo. Tuve temor. Ese es el temor malo, fruto del pecado. Y desde esas páginas de la Biblia, ese temor malo se instaló en el hombre y sigue hasta nuestros días. ¿Ustedes se acuerdan en Mateo 14:26, que los discípulos estaban en una barca, vieron a Jesús caminando sobre el agua, y pensaron que era un fantasma? Tuvieron miedo. En Juan 20:19 estaban los discípulos con las puertas cerradas por miedo. El miedo es como una cinta negra que atraviesa toda la palabra, desde génesis hasta apocalipsis. María, cuando el ángel le dijo lo que iba a pasar, dice la Biblia que tuvo temor. El miedo se instala en nuestra vida, pero tenemos que desecharlo, tenemos que pedirle al señor que nos ayude a ser una mujer sin temor. Porque, ¿saben qué pasa, hermanas?  El temor malo paraliza nuestras vidas, paraliza nuestra mente. Empezamos a imaginar cosas y armamos de una pequeña cosa, una novela de 5 volúmenes. Y al final, no era así. Yo estuve noches sin dormir, angustiada, me peleé con mi esposo, traté mal a mis hijos, fui a la reunión, si es que fui, con mala cara, y no pasó nada de lo que yo imaginé. Tenemos que desechar ese temor porque satanás lo usa para paralizar nuestras vidas.

Ahora, yo no vine a hablar de cosas feas. Quiero hablar de un temor que tenemos que cultivar: el temor al Señor. Es un adjetivo que hoy no se usa. ¿Ustedes han escuchado últimamente a alguien decir “esta mujer es temerosa de Dios”? Y “esa mujer es una mujer prudente en su conducta”, ¿lo han escuchado? Son adjetivos calificativos que ya no se usan, los hemos borrado de nuestro lenguaje.

La mujer temerosa de Dios. La Biblia le da mucha importancia al temor de Dios, y también, como el temor malo, el temor bueno aparece desde las primeras páginas de la Biblia. Génesis 22:10 y 12, es un capítulo impresionante, la vida de Abraham. Dios le pide a Abraham que entregue a su hijo, al único, al que amaba, a Isaac. Dios le pidió que le diera todo. Y fíjense lo que hizo: “Y extendió Abraham su mano y tomó el cuchillo para degollar a su hijo” ¿Ustedes se imaginan lo que fue ese momento? ¡Qué hombre íntegro! Sigue diciendo: “entonces el ángel de Jehová le dio voces” Habló a los gritos, como para que lo escuchara, “desde el cielo, y dijo: Abraham, Abraham y él respondió: Heme aquí”. Yo me imagino esa escena, habrá quedado con el cuchillo en la mano. Continúa diciendo: “No extiendas tu mano sobre el muchacho ni le hagas nada, porque ya conozco que temes a Dios por cuanto no me rehusaste tu único hijo” Podríamos cerrar la Biblia con este texto. Abraham no dijo ni una palabra discutiendo la voluntad de Dios. Queridas hermanas, la voluntad de Dios, y lo que está en la Biblia no se discute. Ustedes pueden discutir mi opinión, pero cuando una hermana viene, abre la Biblia y dice: mirá Ligia, esto está acá, yo tengo que callar la boca. La Palabra de Dios no se discute porque es Dios la que la da. Y Dios es un Dios a quien tenemos que temer reverencialmente. No podemos discutir las instrucciones de Dios. Abraham lo había aprendido, estaba dispuesto a darlo todo, su alegría, su único hijo, al que amaba, y su proyecto de vida, porque Dios se lo había pedido. Las órdenes de Dios no se discuten.

Vamos a Jeremías 2:19. La lucha de Dios con el pueblo con el pueblo hebreo en todo el antiguo testamento fue lo mismo: discutían lo que Dios quería hacer con ellos, las órdenes de Dios. Y miren lo que dice Dios en este pasaje: “Tu maldad te castigará, tus rebeldías te condenarán. Sabe pues, y ve cuán malo y amargo es haber dejado tú a Jehová tu Dios y faltar mi temor en ti, dice el Señor, Jehová de los Ejércitos” Cuán malo y amargo. Querida hermana, ¿Estás lejos de Dios? ¿Has dejado el temor del Señor? ¿Te has enojado con alguien? Vuelve al temor del Señor.

Ahora vamos a ver tres aspectos en nuestra vida en los cuales el temor del Señor puede ayudarnos. En primer lugar, el temor en mi relación con Dios. Leamos Filipenses 2:12 “Por tanto, amados míos, como siempre habéis obedecido, no como en mi presencia solamente, sino mucho más ahora en mi ausencia, ocupaos en vuestra salvación con temor y temblor” Y Hebreos 12:28 “Así que, recibiendo nosotros un reino inconmovible, tengamos gratitud, y mediante ella sirvamos a Dios agradándole con temor y reverencia” En el primer pasaje, Pablo dice hablándole a los filipenses: ocúpense de su salvación con temor y temblor. Si dijimos que el temor hacia Dios es ese temor reverencial, y sabemos que Dios es un Dios santo, el temor hace, no que le tengamos miedo a Dios, sino que tengamos miedo de pecar, ese es el temor. No quiero dañar la santidad de Dios con una vida absurda y llena del pecado, porque costé mucho. A veces decimos que la salvación es gratis, pero es gratis para mí. ¡Cuánto costó la salvación, hermanas! Cristo estaba en el cielo, en la gloria, bajó a un mundo de pecado, se hizo hombre, creció en un pequeño pueblo que nadie conocía, estuvo 30 años en silencio, nació de una mujer, se humilló. Yo a veces me pregunto cómo pudo haber sido que el hijo de Dios se hiciera un feto, allí estaba, toda la gloria hecha un niño pequeñito, y sin mencionar la cruz, cuando llevó todo nuestro pecado. La gracia de Dios me alcanzó, me salvó, perdonó mis pecados. Ahora, tenemos que ocuparnos de nuestra salvación con temor y temblor porque costamos mucho, y hemos recibido un reino inconmovible, la roca. Allí estamos, puestos nuestros pies sobre la roca. Él es nuestra fuerza, Él es nuestro poder, Él es nuestro Señor, Él es nuestro pastor, Él es nuestro consolador, nuestro proveedor, todo lo tenemos en Él. ¿Qué hemos hecho? Nada. No merecíamos nada. Todo es por gracia. Y el apóstol dice: ocúpense. No es que soy salva y ya está. Tiene que haber un crecimiento, tengo que ocuparme de mi salvación, tengo que sentarme a considerar, como la mujer de Proverbios 31, los caminos de mi casa. Puede ser mi casa, mi hogar, o mi casa, mi cuerpo. ¿Qué pasa en mi casa? ¿Qué pasa conmigo? ¿Me estoy ocupando de mi salvación? El temor al Señor me hace pensar que un día me voy a dar cuenta de qué manera me he ocupado de mi salvación.

Segundo, el temor del Señor también me ayuda en mi relación con los hermanos. Efesios 5:21 es un texto muy pequeño. Dice: “Someteos unos a otros en el temor del Señor”. También podríamos leerlo de esta manera: someteos unas a otras, por respeto a Cristo. Me encantó esto. Vieron que a veces las madres les decimos a los hijos: Por respeto a mí, hace esto. Limpiamos la casa, y vienen, y tiran todo, entonces les decimos: por respeto a mí, que limpié, por favor cuidá. Es una frase que la entendemos porque lo peor que puede pasar es sentir que no nos respetan, ¿verdad hermanas? Cuando no nos respetan, cuando nos desprecian, es horrible. Por respeto al Señor, someteos unas a otras. Nosotras podemos vestirnos de los colores que queremos, podemos pintar nuestra casa como queramos, decorar, ahí el Señor nos dejó libertad. Pero en su casa, las reglas las pone Él. Y están en la Biblia: Someteos unos a otros. ¿Qué quiere decir? ¿Que el hermano me tiene que pisotear? ¿Que la hermana me tiene que despreciar? ¿Que yo tengo que ser humillada permanentemente? Nada que ver. Someternos habla de cumplir cada uno la tarea como un engranaje. Somos un cuerpo, y cada órgano del cuerpo cumple algo. Por ejemplo, mi hígado está sometido a mi páncreas, mis ojos están sometidos a mi cerebro, y así todo. Cada órgano tiene su función y hace que el engranaje funcione. Ustedes pueden ver los relojes suizos, que a veces tienen piezas milimétricas dentro del engranaje que están sometidas unas a otras para dar la hora perfecta. Entonces, queridas hermanas, sometámonos unas a otras en el temor del Señor.

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