Ministerio con las mujeres
9 abril, 2018Se tú mi ancla
9 abril, 2018Entrevistamos a Analía de Castro, misionera en Palabra de Vida, maestra, y escritora de un libro. Nos cuenta acerca de su ministerio y comparte un pensamiento de su libro. Nos desafía a confiar en Dios a pesar de las circunstancias adversas, y nos recuerda de la infalible misericordia de Dios hacia nosotros. Te invitamos a escuchar este programa, ¡es de muchísimo ánimo!
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EA751 – Entre Amigas –
Yo confío
Entrevista a Analía de Castro
Mónica: Hola queridas amigas, es un privilegio poder compartir con ustedes esta mañana. Estamos en San Miguel del Monte, Buenos Aires, Argentina, en la propiedad de Palabra de Vida. Palabra de Vida es un ministerio que trabaja con la juventud y que ya está hace muchos años en este país. Hoy tengo la bendición de compartir este tiempo de entrevista con Analía de Castro, ella es una misionera e integrante del equipo de Palabra de Vida. Analía, ¿cómo estás?
Analía: Muy bien, y muy contenta de poder participar de este programa con ustedes.
Mónica: Analía, contanos, porque tenemos mucha curiosidad de saber, ¿qué es lo que estás haciendo acá en Palabra de Vida? ¿Cuál es tu función? ¿Haca cuántos años que trabajás acá? Contanos un poco de tu vida así te conocemos un poquito más.
Analía: Terminé el colegio secundario, soy de la ciudad de Quilmes, provincia de Buenos Aires. Como toda adolescente tenía la inquietud respecto a qué iba a ser de mi vida, qué pasos llevar adelante, y Dios puso en mi corazón el deseo de prepararme en la Palabra, y abrió las puertas y las situaciones para que venga a estudiar en el instituto bíblico acá, en Palabra de Vida. Vine con la idea de cursar un año y volverme a mi casa, y me terminé quedando 21 años, Dios cambia los planes. Luego de estudiar y de terminar el instituto me quedé a colaborar, me casé y junto con mi esposo servimos en este ministerio. Específicamente soy docente y mi tarea está abocada a la enseñanza en una escuela de nivel primario.
Mónica: ¿Qué niveles trabajás acá en la escuela?
Analía: Mi función específica desde hace tres años es la secretaría. Soy la secretaria de la directora, así que acompañamos a las maestras, que en muchos casos son nuevas, y otras que tienen un poquito más de trayectoria. La escuela es un puente muy importante con los hogares, y como somos una escuela cristiana tenemos mucha libertad de conversar con las familias, que son muy abiertas y acompañan mucho el proyecto educativo, transmitiéndoles valores cristianos a los chicos durante este proceso de formación, tanto en forma individual, como en grupos. Tenemos la libertad de hacerlo y no perdemos esa oportunidad.
Mónica: Buenísimo. La verdad es que es algo muy importante. Especialmente considerando lo que es la sociedad de hoy, como lo podemos ver en los jóvenes que tienen una carencia de valores. Es muy importante que, desde niños, ellos comiencen a conocer y a encausarse en lo correcto, que es lo que los va a llevar a tomar buenas decisiones cuando sean más grandes.
Escuché que tenés la oportunidad de enseñarle a las mujeres acerca de la Biblia, ¿cómo ha sido tu desarrollo con el tema de la enseñanza?
Analía: Tengo la oportunidad, junto con otras misioneras, de compartir la Palabra de Dios, tanto con las personas que están en el equipo, como con las alumnas que están en ese proceso de formación por el cual pasé hace algunos años atrás. Y es una bendición, porque el enseñar lleva, primeramente, a que uno tenga que estudiar. Entonces Dios habla a nuestro corazón para examinarnos, y después uno puede compartir lo que Dios nos habló primero a nosotras.
Mónica: Escuché que ahora estás en un proyecto nuevo. Contanos un poco acerca de ese proyecto que estás desarrollando, y que Dios puso en tu corazón hacer.
Analía: Sí, es muy nuevito, está en proceso hace más o menos un año. Dios puso una inquietud en mi corazón de poder escribir, de poder esbozar algo. Y ahí surgió la iniciativa de poder empezar a redactar, de a poco, algunas reflexiones sobre la base de textos bíblicos, que pueden ser meditaciones breves, para que podamos reflexionar, y que todos nos lleven a una meditación práctica, cotidiana, pero vista realmente con otro lente. No desde el lente humano, de nuestros propios cálculos, sino, cómo ve Dios las distintas circunstancias cotidianas que nos toca vivir a todos.
Mónica: ¡Qué interesante! ¿Puedes contarnos un poco sobre lo que has escrito? ¿Hay algo en particular que quieras compartirnos?
Analía: Es interesante, cuando uno piensa en pasajes de la Biblia, a veces piensa que quedó escrito en una hoja, en un papel, en un tiempo que dista mucho del nuestro. Como si la Biblia fuera un texto arcaico que quedó ahí en la historia. Sin embargo, la historia de la humanidad en sí se desarrolló en diferentes escenarios, pero hay cosas en común, cosas que forman parte de las experiencias de todas las personas. Los fracasos no son de hace mil años o de ahora. Existieron siempre. Las dudas, los aciertos, los temores, las apariencias, las alegrías, eso trasciende la frontera del tiempo y del espacio. No se queda en las páginas bíblicas. Entonces, sobre esa base, debemos ver qué tan real y qué tan cercana puede llegar a ser la Palabra de Dios, aunque sea un texto de Jeremías que se escribió hace tantos años, pero que afecta nuestras vidas. Por eso la Palabra de Dios tiene tanta trascendencia, es un libro antiguo, y un libro actual. Sirvió para principios bíblicos y para familias, como en el caso de Job, que fue de los primeros, hasta para las familias de hoy en día.
Mónica: Es muy interesante Analía. La verdad es que es muy lindo porque también eso nos lleva a pensar que la Biblia, como vos decías, es un libro vivo. Un libro que podemos aplicar hoy, y que más allá de que podamos leerlo y escucharlo en la iglesia, podemos adoptarlo como nuestro modo de vida, que es lo que Dios quiere realmente: que la Biblia pueda ser nuestro manual de vida, nuestro manual que guíe todo.
Ahora Analía nos va a compartir un poquito sobre uno de los fragmentos que tiene en su libro. Adelante Analía.
Analía: Hay una de las meditaciones que me gusta muchísimo, y está basado sobre un versículo: Ezequiel 11:16. Dice así el pasaje: “Por tanto, di: Así ha dicho Jehová el Señor: Aunque les he arrojado lejos entre las naciones, y les he esparcido por las tierras, con todo eso les seré por un pequeño santuario en las tierras adonde lleguen.” El contexto de este pasaje es que se avecinaba lo inevitable. Otra vez el pueblo de Israel iba a participar de un éxodo, aunque en esta ocasión no era para llegar a la tierra prometida, que era una tierra de libertad y bendición, sino todo lo contrario. Desde allí marcharían a la tierra de cautividad, a tierra de aflicción. Iban a ir a Babilonia. Como si fuese el éxodo invertido, lejos de poner distancia entre ellos y sus enemigos y saborear el triunfo de la mano de Dios, como en el primer éxodo, ahora eran los vencidos por haberse desprendido de esa mano. Sin embargo, en medio de todo esto, nunca se aparta la misericordia del Señor. Todo este cuadro era de una disciplina, pero la misericordia de Dios siempre está presente. Y quizás el recuerdo en su mente y en su corazón, los israelitas lo tendrían de un templo de Salomón que ardería en llamas, porque los babilonios derribaron todo. Los muros caídos, la ciudad destruida, pero en medio de ese caos, había una promesa que podría sostener su fe. Y es la siguiente: A las tierras a donde lleguen, allí mismo habría un pequeño santuario, porque Dios estaría con ellos en el exilio. No importan los motivos por los cuales emprendieron el viaje. Quizás esa partida no iba a estar rodeada de alegrías ni de risas, pero el destierro no era abandono, ni la distancia era olvido. Donde sus pies se estacionasen, allí encontrarían a Dios. Porque Dios no conoce fronteras, y guarda los propósitos más sublimes para los suyos. Dios es el que los arrojaba, y es el que los recibía. Es el que les decía adiós, y es el que les daba la bienvenida. Y la verdad que pensando en el concepto de abandonar lo conocido, y de sentir que en un lugar está cómodo y de pronto uno es arrojado a otras tierras, no es un concepto que se limite solamente a hijos rebeldes como el pueblo de Israel. Porque a veces la hora de partir, también se cristaliza para aquellos que tienen la mirada puesta arriba, y que, abrazando la fe, deciden seguir la nube. Quizás el llamado al exilio puede ser por un trabajo, por una obligación, por una situación familiar, un proyecto nuevo, y uno empieza a andar sabiendo lo que deja atrás. Las rutinas, los afectos, los conocidos, los recuerdos, aquello a lo que la memora, con la fuerza de un imán, va a volver una y otra vez, recreando en la mente y en el corazón cada detalle, con los colores más vivos que uno puede imaginar. Pero hay alguien que aguarda del otro lado y nos espera. Porque nada puede privarnos de Dios, porque Dios escucha al hombre que le busca, desde un pozo de desesperación o desde una cumbre de victoria. Desde una sala de espera de un hospital, o desde una oficina. Desde una celda fría o desde el calor del hogar. En terrenos verdes, o en desiertos áridos. No existe nunca, y esto nos alienta el corazón a nosotros, como a los israelitas en su tiempo. No existen motivos nobles o bajos, logros o fracasos, que nos puedan privar de ese lugar que nos eleva al cielo desde cualquier latitud. A donde lleguemos, siempre habrá un pequeño santuario, porque nada puede privarnos de Dios.
Mónica: Qué hermoso, Analía. Qué hermoso de verdad. La verdad es que te llena el corazón, como vos decías, el saber que no importa la circunstancia que pasemos, o la etapa en la que estemos, porque quizá estemos emprendiendo nuevos planes, o quizá podamos estar en una etapa en la que estamos terminando proyectos y digamos: y ahora, ¿qué? ¿Qué es lo que Dios tiene para mí? Pero como vos decías, no importa la circunstancia en la que estemos, el lugar en donde estemos, ahí Dios desea realmente hacer un santuario en nuestro corazón. Mostrar su presencia, mostrar su persona, mostrar que con su Palabra nos sostiene. Y, como vos hablabas, mostrar la misericordia que tiene Dios por nosotros. ¡Qué importante que es la misericordia de Dios en nuestra vida! Sabemos que pase lo que pase, tenemos un Dios con los brazos abiertos que nos perdona, nos recibe, nos anima, que tiene un plan para nuestra vida, que no nos deja a la deriva. ¡Qué lindo! Nos llena el corazón. Gracias, Analía, por este tiempo, gracias por lo que estás haciendo, gracias por la inversión tan linda que estás haciendo con las mujeres, y espero que en el próximo programa podamos también disfrutar de otra de tus meditaciones. ¡Te esperamos!
Analía: Bueno, muchas gracias, y fue un gusto para mí poder compartir con tantas hermanas que no conozco, pero que de esta forma nos podemos sentir unidas.
Mónica: Gracias Analía.