Navidad & Evangelísmo
5 diciembre, 2017Los compromisos para este año
29 diciembre, 2017Hace unos 2.000 años atrás, Jesús nació en Belén.
¿Por qué justamente allí?
Una investigación histórica en cuanto a la salvación.
Belén no solamente es el lugar de nacimiento de Jesucristo porque el profeta Miqueas lo profetizó (cap. 5:1), sino porque el nombre Belén significa “Casa del Pan”. Más tarde, el Señor Jesús dijo verdaderamente: “Yo soy el pan de vida; el que a mí viene, nunca tendrá hambre; y el que en mí cree, no tendrá sed jamás” (Jn. 6:35).
Ahora, vayamos juntos camino a Belén. ¿Qué sucedió allí en el pasado, y qué vemos en la actualidad?
Belén hace 67 años atrás: En Israel rugía la guerra de independencia. Se trataba de la sobrevivencia del recién fundado Estado judío. Belén fue ocupada por el ejército jordano, con el apoyo de Iraq, Siria, Líbano, Egipto, Arabia Saudita y Yemen.
Belén hoy: En base al Acuerdo de Oslo, Belén se encuentra bajo dominio palestino – de acuerdo a la voluntad de Jordania. De este modo, Belén está entre las ciudades de la tierra prometida de las cuales diariamente salen amenazas terroristas contra Israel.
Cuando se toma en cuenta que en la lengua árabe la palabra para “palestinos” y “filisteos” es la misma, es decir “filastini”, puede que se recuerde un suceso que ocurrió allí hace 3.000 años atrás: Belén fue ocupada por los filisteos. El judío David casi se deshizo de añoranza por el lugar donde había pasado su niñez (2 S. 23:13-17).
Cuando niño, David vivía en Belén. Él pastoreaba el ganado menor de su padre en el desierto, defendiéndolo valientemente de osos y leones. David tenía un don especial en el área de la música y la poesía hebrea. Por revelaciones proféticas, sabía que: de su línea de descendencia debía un día salir el Mesías, el Salvador prometido. Aproximadamente en 1004 a.C., este pastor de Belén conquistó la ciudad de Jerusalén y la elevó a la capital de su reino.
Belén hace 2.000 años: una pequeña ciudad idílica, al borde del desierto judío, sólo a doce kilómetros al sur de la capital Jerusalén, que relucía en gran esplendor. Belén, a causa de su ubicación, se prestaba especialmente para la cría de ganado menor. El desierto de Judea es un desierto viviente. Durante nueve meses del año allí hay suficiente alimentación para ovejas y cabras. En el invierno, durante la época de lluvia, el desierto florece, y las colinas son cubiertas por una alfombra verde. Las inmediaciones de Belén son muy fértiles y se prestan bien para el cultivo de cereales. De ahí probablemente también proviene el significativo nombre “Belén”, que significa algo así como “Casa del Pan”.
Hablando de eso, en este lugar, en el tiempo de los jueces o sea a fines de segundo milenio a.C., ocurrió la historia de amor entre Booz y Rut, descrita en el libro de Rut. Booz era israelita, ella moabita – en el uso lingüístico actual se podría decir: un israelí y una jordana. ¿No era bastante problemático eso? Esta relación andaba bien, es más, andaba muy bien, pero por una razón muy especial. Por convicción, Rut se apartó de la religión de sus antepasados, buscando refugio bajo las alas del Dios de Israel, el Dios de Abraham, Isaac y Jacob. Con eso, ella aceptó también las promesas del Eterno para Israel. El matrimonio de Rut y Booz fue bendecido con descendientes. Uno de los nietos llegaría a tener una importancia especial en la historia del mundo: David el gran rey, quien políticamente llevó a Israel al período de auge más alto. Y el sabio Salomón que pudo construir su reino de paz sobre los sorprendentes éxitos militares de su padre David.
En el siglo VIII a.C., Belén llegó a estar en la atención de la profecía bíblica de manera especial. Miqueas de Moreset, proclamó que el redentor prometido del linaje de David un día nacería en Belén: “Pero tú, Belén Efrata, pequeña para estar entre las familias de Judá, de ti me saldrá el que será Señor en Israel; y sus salidas son desde el principio, desde los días de la eternidad.”
Los profetas de Israel proclamaron muchos cientos de detalles sobre el Mesías. El último profeta del Antiguo Testamento fue Malaquías, alrededor del 400 a.C. Cuando Belén se encontraba bajo dominio persa, también él habló una vez más del ardientemente añorado. Después de eso no hubo más profetas de las Escrituras. En el Talmud, la obra teológica más importante del judaísmo dice: “Después de los profetas Hageo, Zacarías y Malaquías, el Espíritu Santo se apartó de Israel.” Alrededor del año 330 a.C., Belén llegó a estar bajo dominio griego. En el año 63 a.C., los romanos entraron en Judea. En el 40 a.C., el senado romano nombró a un “jordano”, al edomita Herodes, como “rey de los judíos” y como soberano sobre Belén. (La patria de los edomitas originalmente se encontraba en Jordania.) No obstante, la espera del “que había de venir”, como en el pueblo judío a menudo se le llamaba al Mesías, no terminaba, sino que cada vez era más tensa – hasta que una noche un mensajero celestial anunció a los pastores en los campos de Belén las impresionantes palabras: “No temáis; porque he aquí os doy nuevas de gran gozo, que será para todo el pueblo: que os ha nacido hoy, en la ciudad de David, un Salvador, que es CRISTO el Señor.” Gran gozo porque en la “Casa del Pan” finalmente había aparecido Aquel, que dijo de Sí mismo: “Yo soy el pan de vida” (Jn. 6:48). ¡Gran gozo, a pesar de que el pueblo de Belén seguía sufriendo bajo dominio extranjero! De esto, aprendemos que el hecho que Dios se haya hecho hombre, debe eclipsar todas las demás cosas, todas las preocupaciones y necesidades. El gozo de la fe no depende de si los problemas políticos u otros conflictos y dificultades han sido o no solucionados. La venida de Jesucristo a nuestra tierra trae profunda paz para todo aquel que realmente Lo ha reconocido como Cristo, el Hijo del Dios viviente. Su venida es la garantía de que Dios, en Su tiempo y según Su plan, cumplirá también todas las promesas que aún no se han cumplido.
Roger Liebi