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«Viniendo Jesús a la región de Cesarea de Filipo, preguntó a sus discípulos, diciendo: ¿Quién dicen los hombres que es el Hijo del Hombre?». (Mateo 16.13)

La pregunta «¿Quién es Jesús?» es la que aporta las más variadas respuestas. Algunos dicen: «Jesús es una buena persona que ha ayudado a muchos». Otros responden «Es un maestro, un pensador, una especie de filósofo». Otros lo consideran una persona ejemplar o un ideal. Y para muchos hoy es simplemente un líder religioso: el fundador de la religión cristiana.

Cada una de estas respuestas contiene una partícula de verdad. No se equivocan. Pero tampoco son suficientes, porque Jesucristo es mucho más que eso.

En una de sus conferencias, un conocido evangelista utilizó un ejemplo para explicar quién es Jesús. Y esta ilustración me ha quedado en la memoria desde entonces y dice así:

«Un día salí con mi hijo menor a pasear por el campo, en un momento dado vimos un hormiguero. Mi hijo, sin darse cuenta, pisó el hormiguero. En ese momento la situación de las hormigas fue un caos. Muchas habían muerto, otros estaban heridas, y la comunicación entre ellas estaba muy deteriorada.

Así que los dos veíamos esa situación y empezamos a pensar en cómo podíamos hacer para ayudarlas, pero llegamos a la conclusión que solo podían ayudarlas un ser superior a ellas. Pero este “ser” tendría un problema para resolver: tendría que ser capaz de comunicarse con las hormigas. Debe ser capaz de guiarles para restaurar su entorno y restablecer las relaciones interrumpidas.

Entonces, ¿Cómo podría resolver esta situación?… este “ser” tendría que ajustarse totalmente al mismo nivel que las hormigas, es decir, transformarse en una hormiga».

Esta ilustración no es 100% ajustable a lo que quiero decirle, pero a grandes rasgos creo que entenderán a qué quiero llegar, porque ¿no estamos nosotros -los seres humanos- en una situación similar a la de las hormigas en su entorno destruido? Ante Dios sólo somos seres muy pequeños. Nuestra vida se ha convertido en un desastre. La injusticia, el hambre y el desempleo se imponen. La gente se engaña y habla mal de los demás. Constantemente surgen nuevos escándalos políticos. Guerras o rumores de guerra. La confianza entre las personas se desvanece rápidamente. Nadie – o muy pocos – se preocupan por su prójimo. La Biblia muestra claramente la raíz de estas crisis y problemas. Se encuentra en lo más profundo de nosotros, en el corazón humano.

El físico Albert Einstein dijo una vez «El problema del hombre no reside en la bomba atómica, sino en su corazón»(1). De ese corazón surgen las guerras, la violencia, la injusticia y el engaño.

Encontramos la palabras de Jesus cuando dijo en Mateo 15:11,18 y 19 “No lo que entra en la boca contamina al hombre; mas lo que sale de la boca, esto contamina al hombre… Pero lo que sale de la boca, del corazón sale; y esto contamina al hombre. Porque del corazón salen los malos pensamientos, los homicidios, los adulterios, las fornicaciones, los hurtos, los falsos testimonios, las blasfemias.”

¿Qué ha pasado con el corazón humano? Ha sido sometido al poder del pecado.

Pecado significa estar separado de Dios, significa querer vivir sin Dios y sus buenos mandamientos.

Toda la injusticia que existe entre los hombres proviene del corazón del hombre que quiere vivir sin Dios y sus buenos mandamientos.

El hombre quiere ser su propio dueño. Su deseo es la autorrealización. Quiere deshacerse de su Creador, y descubre tardíamente que ya ha caído en manos del engañador.

El hormiguero se ha vuelto caótico. El mundo es caótico. El caos comienza individualmente en el corazón del hombre.

¿Hay alguna esperanza? ¿Hay una salida?

Sí, esa salida existe. Es el plan de salvación de Dios, el ser que es más poderoso que cualquier cosa en este mundo. Dios nos mira lleno de dolor y compasión. Se aflige por la armonía destruida de nuestra vida y nuestro mundo.

El mundo creado por Dios era muy bueno, pero ha sido muy desfigurado por el pecado y el egoísmo del hombre. Sin embargo, el dolor de Dios se transforma en amor. No ha renunciado al mundo. No ha renunciado a la gente. No se dio por vencido, ni a mí ni a ti. No, vino a conocernos.

El evangelista y su hijo no pudieron ayudar a las hormigas. No podían convertirse en hormigas. Ninguno de nosotros podría hacerlo. Sin embargo, Dios es capaz de venir a nosotros -pequeños seres humanos-, lo que hizo a través de su Hijo Jesucristo. «Y aquel Verbo fue hecho carne…» estas breves palabras del capítulo 1 del Evangelio de Juan resumen el gran misterio.

El Verbo se hizo carne, es decir, Dios, que había creado el mundo y el hombre por medio de Su Palabra, se hizo hombre. Se hizo hombre a través de Jesucristo. Por eso Jesús pudo pronunciar estas palabras, que pueden parecer escandalosas a oídos no preparados: “El que come[a] mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna, y yo lo resucitaré en el día final”. Y también: » Este es el pan que descendió del cielo… el que come de este pan, vivirá eternamente.» (Juan 6.54,58).

¿Has aceptado a Jesucristo como tu Señor y Salvador? Si no, hazlo ahora mismo. Está frente a la puerta de tu corazón y llama. Si abres la puerta, él habitará en ti a través del Espíritu Santo, te limpiará de toda culpa y pecado y te llenará de alegría y fuerza.

Te animamos a que en oración hables con Jesús, que pidas perdón por tus pecados. Él dio su vida por ti y por mí. Él se sacrificó por nosotros cargando sobre sí el castigo del pecado de todos nosotros. Pídele que te purifique, que limpie tu corazón de todo pecado y que te ayude a vivir cada día cerca de Su presencia. A obedecerle y adorarle.

Lothar Gassmann


1 – Isabela Moreira, “6 reflexões que vão te introduzir ao pensamento de Albert Einstein”, Revista Galileu, 23 nov. 2015. Disponível em: https://revistagalileu.globo.com/Ciencia/noticia/2015/11/6-reflexoes-que-vao-te-introduzir-ao-pensamento-de-albert-einstein.html.

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