El Dios ignorado y olvidado (2ª parte)
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Autor: Esteban Beitze

Es que, si somos bien honestos y analizamos la belleza, el orden, la sincronización de todo lo existente, la maravilla de nuestro cuerpo, no podemos de otra manera que reconocer que existe un ser sobremanera inteligente que lo ha creado todo y también lo mantiene en este orden con las leyes físicas que sostienen todo lo existente en este universo.


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PE3005 – Estudio Bíblico
El Dios ignorado y olvidado (3ª parte)



Estamos analizando la predicación de Pablo en el Areópago ateniense. Frente a personas que seguían diferentes corrientes filosóficas y estilos de vida en Hechos 17 les decía: “porque pasando y mirando vuestros santuarios, hallé también un altar en el cual estaba esta inscripción: AL DIOS NO CONOCIDO. Al que vosotros adoráis, pues, sin conocerle, es a quien yo os anuncio El Dios que hizo el mundo y todas las cosas que en él hay, siendo Señor del cielo y de la tierra, no habita en templos hechos por manos humanas, ni es honrado por manos de hombres, como si necesitase de algo; pues él es quien da a todos vida y aliento y todas las cosas. Y de una sangre ha hecho todo el linaje de los hombres, para que habiten sobre toda la faz de la tierra; y les ha prefijado el orden de los tiempos, y los límites de su habitación; para que busquen a Dios, si en alguna manera, palpando, puedan hallarle, aunque ciertamente no está lejos de cada uno de nosotros. Porque en él vivimos, y nos movemos, y somos; como algunos de vuestros propios poetas también han dicho: Porque linaje suyo somos. Siendo, pues, linaje de Dios, no debemos pensar que la Divinidad sea semejante a oro, o plata, o piedra, escultura de arte y de imaginación de hombres. Pero Dios, habiendo pasado por alto los tiempos de esta ignorancia, ahora manda a todos los hombres en todo lugar, que se arrepientan;”

El Dios desconocido o ignorado

Cuando Pablo hablaba con los atenienses les señala que a pesar de todo lo que eran, tenían y hacían, se habían olvidado de lo central, de lo más importante. Era una sociedad muy religiosa que rendía culto a más de 100 deidades, entre los cuales estaban muchas que estaban asociadas con alguno de sus estilos de vida, en muchos casos dando rienda suelta a sus instintos más básicos, como en la adoración del Dios del vino o la diosa de la fertilidad entre otros muchos.

Algunos realmente eran sinceros en su devoción a deidades representadas en diferentes materiales. Pero ninguna de ellas podía responderles a sus plegarias, moverse o acercarse a ellos. Como tenían temor de haberse olvidado de alguna deidad que luego podría actuar enojada en su contra, también habían hecho un altar al “Dios no conocido” (v.23). A pesar de su religiosidad desconocían al verdadero Dios. Al argumentar con ellos también les dice que se encontraban en la ignorancia (v.30). A pesar de que eran las personas con mayor conocimiento de la época, y los escritos de sus pensadores son valorados y estudiados hasta el día de hoy, ignoraban lo más trascendente para sus vidas y para la eternidad. Ignoraban al Dios verdadero.

Si pienso en nuestra sociedad, aunque todavía se llame cristiana, estoy convencido de que, si Pablo estuviera hoy, tendría que repetir lo mismo. Para la mayoría, el Dios de la Biblia es un perfecto desconocido. Creo encontrar un paralelo al altar con la leyenda “Al Dios no conocido”, cuando pienso en las gigantescas catedrales, con arquitecturas maravillosas, adornadas con gusto y riquezas exquisitos, y a veces hasta lujos exagerados. Hay millones de personas que las visitan todos los años, se sacan fotos, estudian los detalles arquitectónicos, lo asocian con los reyes que gobernaron allí y recuerdan bodas resonantes, pero ignoran el propósito para el cual supuestamente existen. Muchas veces no son más que otro museo que se visita para aumentar el culto al conocimiento. Dios y los principios bíblicos que regían nuestra sociedad, se han ido perdiendo, al punto que ahora hasta las leyes se están volviendo cada vez más anticristianas. Se busca sacar deliberadamente a Dios de escena en toda la sociedad.

Muchos directamente ignoran quién es Cristo. Si hoy hiciéramos una encuesta en algún colegio y le preguntáramos a los alumnos quién creen que fue Jesús, muchos no sabrán que contestar o incluso lo asocien con algún jugador de fútbol. No sólo se desconoce a Dios, sino que muchos lo ignoran deliberadamente.

No sé cómo está este tema en tu vida. Quizás desconozcas a Dios y la obra de Jesucristo, que no tengas ni idea lo que realmente es y ha hecho a tu favor. Podría ser también que, a pesar de saber de Él, lo estés ignorando. Entonces deja que sea la Palabra de Dios misma que te enseñe.

La presentación del Dios desconocido e ignorado

Pablo fue invitado a presentar y defender esta nueva creencia en el Areópago, un lugar de juicios, donde se reunían los jueces, sabios y todos los reconocidos para discutir acerca de los asuntos que sucedían en la ciudad y ejercer justicia (aunque Pablo no fue juzgado como criminal, sino más bien lo llevaron allí por curiosidad).

El apóstol primero resalta la religiosidad de los atenienses. Les dijo: “en todo observo que sois muy religiosos” (v.22). Es interesante que esta expresión significa “temeroso de los dioses”.  (Deisidaimo), que propiamente significa sumamente supersticioso, reverente a la deidad (deido , temer; daimon , demonio, o dios pagano).  Es muy llamativo que esta palabra en el original incluya el concepto de demonio. En otro pasaje, el apóstol señala que en la adoración de imágenes se encuentra implícita la adoración de demonios (1Co.10:20). Dios fue muy claro en prohibir toda adoración sea del ser u objeto que fuera (Ex.20:4,5). Por lo tanto, cualquiera que vaya en contra de esta clara orden, aunque tengan nombre de santo, se abre a influencias tremendas. Había muchos ídolos, pero el Dios verdadero estaba fuera de sus vidas. 

Luego Pablo les demuestra que existe un Dios verdadero, creador de los cielos y la tierra, pero también del ser humano. Gracias a Dios, no somos un producto de la casualidad o una gran explosión, sino un acto creador específico de un Dios lleno de amor. Demostró un interés especial en la creación del ser humano. Este Dios no requiere de templos para su morada ni gente que le traiga alimentos, porque es el creador de todo ello.

En otro pasaje Pablo dice que toda persona, al observar la creación, debería llegar a la conclusión que Dios existe (Ro.1:18-21). Es que, si somos bien honestos y analizamos la belleza, el orden, la sincronización de todo lo existente, la maravilla de nuestro cuerpo, no podemos de otra manera que reconocer que existe un ser sobremanera inteligente que lo ha creado todo y también lo mantiene en este orden con las leyes físicas que sostienen todo lo existente en este universo. Acá no hay casualidad, sino planificación hasta el más mínimo detalle.  Si existe un reloj con todos sus maravillosos mecanismos, nadie duda de la existencia de un relojero. Si vemos una construcción majestuosa, suponemos con razón que existe un arquitecto. Del mismo modo la creación nos da evidencia que existe un Creador.

Pero lo que más se destaca en la creación es el enfoque a una criatura en particular – el ser humano. Físicamente podremos ser similares a los monos, pero hay algo en nuestra esencia que nos ha hecho infinitamente superiores. Los únicos que podemos razonar y preguntarnos de dónde venimos, adónde vamos y para qué estamos, somos los seres humanos. La mayoría de la humanidad reconoce que tiene que existir un ser superior al cual de alguna forma venera. Por eso tenemos tantas religiones y filosofías. La Biblia confirma esto diciendo que “ha puesto eternidad en el corazón de ellos, sin que alcance el hombre a entender la obra que ha hecho Dios desde el principio hasta el fin” (Ecl.3:11).

Ahora el objetivo para el cual Dios ha hecho las personas es como dice nuestro texto: “para que busquen a Dios”.

Respecto a la existencia de Dios, algunos simplemente suponen que debe existir, pero no lo han encontrado por lo que siguen buscando y probando diferentes métodos. En este grupo entra la mayoría de las personas. Pueden ser teístas, agnósticos o religiosos.

Los ateos niegan su existencia, simplemente porque no lo han encontrado. Su razonamiento no es muy lógico. Imagínense que escondiera un lingote de oro (aunque nunca vi uno en directo) en una ciudad grande, y lo aviso por todos los medios de comunicación. Muchos lo estarían buscando. Alguno podría volver cansado sin encontrarlo, pero reconociendo que todavía no lo encontró. En cambio, otro puede volver diciendo, como no lo encontré, no debe existir. Esta es la respuesta de los pocos verdaderos ateos que existen. Como no encontraron a Dios, entonces no debe existir. El argumento es ridículo en sí mismo.  Por lo tanto, si todavía no recibiste a Cristo como Salvador, ¡busca a Dios! “Cree en el Señor Jesucristo, y serás salvo” (Hch.16:31).

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