El profeta Jonás y el coronavirus

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¿Qué tiene que ver el profeta Jonás con el coronavirus? No se trata de hallar cualquier indicación escondida sobre el coronavirus en el libro de Jonás. Un oráculo de ese tipo o un «leer entre líneas» no tendría nada en común con una interpretación formal de las Sagradas Escrituras. Se trata de nuestra propia vida. 

Lo que me conmovió durante la lectura del libro de Jonás, y me llevó a hacer una conexión con el coronavirus, es el final de la historia de Jonás en el capítulo 4. Allí hallamos a un profeta, que se  fastidió porque el juicio de Dios sobre Nínive no tuvo lugar. ¡Pero no solo eso! Al mismo tiempo, le era más importante su propio bienestar que la salvación de los 120 000 habitantes paganos de Nínive. Por eso, primero se construyó una choza, y eso no por distanciamiento personal, sino en aparente seguridad del juicio. Bajo la sombra de esta choza, podía sentirse mejor en la cuarentena elegida por él mismo, que bajo el sol abrasador de Asiria. Y entonces, Dios incluso hizo crecer una planta de ricino con hojas grandes en el exilio que Jonás mismo eligió. Así el profeta tenía aún más sombra. Enseguida sucedió que, en su oasis de sentirse bien, su termómetro emocional subió del área gélida a una vida sentimental bien templada. Mientras que Jonás se sentía de lo mejor y percibía la suficiente distancia espiritual con los paganos en Nínive, seguía esperando el juicio de Dios. Pero luego no cayó fuego del cielo sobre Nínive. Más bien, el sol quemaba con todo poder sobre la cabeza del profeta, después de que Dios hiciera secarse la planta por un viento este sofocante. A pesar de las temperaturas exteriores altas, el termómetro de los sentimientos del profeta otra vez decayó de golpe en las áreas glaciales. Peor aún –después de haberse destruido el oasis del bienestar de Jonás y él, sin protección, sentía el calor, se enojó y deseó morir. Su preocupación era más por la planta de ricino que se secó y el bienestar propio, que por la salvación de los habitantes de Nínive. 

Ahora la crisis del coronavirus repentinamente ha cambiado muchas cosas en nuestros estados de bienestar occidentales. La medicina tan altamente desarrollada por la que estamos agradecidos, todavía no ofrece un curalotodo contra el COVID-19. Para las personas afectadas, eso puede ser muy problemático e incluso llevar a la muerte. Pero no solo llegamos a concientizarnos de la fragilidad de la salud y de la vida. Por las consecuencias económicas de las medidas tomadas por el coronavirus, llegó a verse la vulnerabilidad de nuestro bienestar que creíamos tan seguro. También la libertad de reunión de la iglesia de Jesús, considerada como tan lógica, se derrumbó de la noche a la mañana. Por la crisis del coronavirus, nosotros mismos estamos en peligro de ponernos malhumorados. En vista de la posible pérdida de nuestra «planta de ricino que da sombra», tal como Jonás cerca de Nínive, comenzamos a quejarnos. 

En aquel tiempo, ¿qué quería enseñar Dios a Jonás al hacer secar el árbol de ricino? Jonás estaba más preocupado por su propio bienestar, que por el objetivo de Dios para la gente perdida. Él estaba enojado por la pérdida de su oasis donde se sentía bien, la cual se la debía tan solo a la bondad no merecida de Dios. ¿Y nosotros? 

La gente perdida a nuestro alrededor, ¿no ha quedado en la lejanía por nuestro bienestar y la libertad de culto de décadas de duración? Cada tanto nos acordamos de ellos, pero en general en realidad estábamos preocupados con nosotros mismos y con nuestro bienestar. La impiedad cada vez más excesiva, ¿nos ha estimulado a orar por misericordia y salvación para las personas ante el juicio venidero de Dios? ¿O será que les deseamos el juicio de Dios, para dedicarnos a nuestra «existencia de oasis»?

¿Y qué de la iglesia de Jesús perseguida y sufriendo necesidades? Por supuesto que una comparación con los habitantes de Nínive sería sumamente extraña. Lo que más bien me importa, es nuestra burbuja de sentirnos bien que ahora está comenzando a rasgarse, la «existencia en la sombra» amenazada con esfumarse. Posiblemente hayamos orado cada tanto por los cristianos atribulados. Pero, ¿realmente nos preocupaba constantemente la situación difícil de ellos? Y además de eso, están allí las muchas regiones olvidadas de guerra y catástrofes en nuestro globo. Tales noticias esporádicamente nos han tocado y conmovido. Pero muy rápidamente otra vez dirigimos nuestra atención al «cuidado del ricino» de la autocomplacencia. ¿Oramos, para que a través de todo el temor y la inseguridad del coronavirus, haya personas que sean salvas? ¿O solo oramos para que para nosotros todo vuelva a ser «como siempre» lo más rápidamente posible?

Como Dios hizo marchitarse el oasis del sentirse bien de Jonás, la mirada del profeta nuevamente pudo ser dirigida a lo que le importaba a Dios, y a Su misericordia con las personas perdidas. Sería bueno que miremos la crisis del coronavirus en este contexto. Nuestro mundo del bienestar engañoso y la «existencia sombreada» repentinamente comienzan a marchitarse. A través de esto, lo que es importante para el Señor Jesús otra vez debe convertirse en importante para nosotros también, y sacarnos del aislamiento de la ocupación con nosotros mismos. No hablemos solo de manera autocomplaciente del juicio venidero, sino hagamos todo para que haya personas  que sean salvas. Para destacar la importancia de la gran comisión en Mateo 28, Hudson Taylor, por ejemplo, hablaba de la «última orden del Resucitado».

El libro de Jonás termina con que Dios le está hablando. Podemos partir de la base que, por medio del actuar y hablar de Su ­Señor, Jonás pudo arreglarse nuevamente. Estar bajo el sol posiblemente haya ayudado a que él nuevamente viera las cosas a la luz correcta. Al final, el calor abrasador del viento este probablemente despertó un nuevo amor ferviente hacia los perdidos. Después de todo, los habitantes de Nínive se habían arrepentido. De ahí pasaron otros 150 años, hasta que las generaciones siguientes cayeran definitivamente bajo el juicio de Dios a causa de su regreso a la impiedad. Cuando observamos atentamente las señales del tiempo, pareciera que ya no queda tanto tiempo. Todo habla a favor de que Jesús retorne pronto. Aprendamos, por lo tanto, la «lección de Jonás» que nos imparte la Palabra de Dios.

Johannes Pflaum

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