La doble victoria de la iglesia de Filadelfia

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Una interpretación del último libro de la Biblia.

Apocalipsis 3:8-9.

El Señor da una doble razón por la que le concede a la iglesia de Filadelfia una maravillosa puerta abierta: “Yo conozco tus obras; he aquí, he puesto delante de ti una puerta abierta, la cual nadie puede cerrar; porque aunque tienes poca fuerza…” (Ap. 3:8).

Este es un mensaje esperanzador para todos los que son irremediablemente débiles. Reivindica para ti el poder del Espíritu para un testimonio irresistible. A Dios le agrada glorificarse en la debilidad. “Él debilitó mi fuerza en el camino”, dice el Salmo 102:23. ¿Por qué? Pablo da la respuesta en 1 Corintios 1:27-29: “…lo débil del mundo escogió Dios, para avergonzar a lo fuerte; y lo vil del mundo y lo menospreciado escogió Dios, y lo que no es, para deshacer lo que es, a fin de que nadie se jacte en su presencia”.

Más adelante añade: “…porque cuando soy débil, entonces soy fuerte” (2 Co. 12:10), porque el Señor le había dicho: “Bástate mi gracia; porque mi poder se perfecciona en la debilidad” (2 Co. 12:9). Y así también pudo testificar en 1 Corintios 2:4: “…y ni mi palabra ni mi predicación fue con palabras persuasivas de humana sabiduría, sino con demostración del Espíritu y de poder”.

¿Cuál es la segunda condición para que el Señor pueda darnos una “puerta abierta”?

Para verlo, volvamos al versículo 8: “…has guardado mi palabra, y no has negado mi nombre”. La iglesia de Filadelfia tuvo el coraje de la fe para vivir una vida santa y radical para Jesús; se tomaron insisto toda la Palabra en serio. Los creyentes de esta congregación no se dejaron aplacar con el insípido argumento de que “no hay que tomárselo tan en serio, no hay que ser tan obsesivo”, ni tampoco se dejaron intimidar. Y a pesar de todas las corrientes de la época, se aferraron a la Palabra de la perseverancia.

Hoy en día, el gran problema es que muchos quieren tanto al Señor como al mundo, y como resultado no tienen nada. Son como moscas que se posan alternativamente en estiércol y luego en un pan de miel. Pero el Señor dijo: “Así, pues, cualquiera de vosotros que no renuncia a todo lo que posee, no puede ser mi discípulo” (Lc. 14:33).

La segunda lucha de fe de Filadelfia fue la de enfrentarse al mundo religioso: “He aquí, yo entrego de la sinagoga de Satanás a los que se dicen ser judíos y no lo son, sino que mienten; he aquí, yo haré que vengan y se postren a tus pies, y reconozcan que yo te he amado” (Ap. 3:9).

En la carta a Pérgamos, la Iglesia allí luchaba contra el “trono” de Satanás, es decir, de su cruel gobierno (Apocalipsis 2:13). Esmirna y Filadelfia, en cambio, se enfrentan a la “sinagoga de Satanás”, a la religión sin Jesucristo. Esto significa una amarga hostilidad contra la verdadera Iglesia de Jesús. Esta lucha, llena de enfrentamientos, continúa hasta nuestros días. Sí, se intensifica, sobre todo porque la religión sin Cristo en el centro ya sea judía, como aquí, o incluso se diga “cristiana” siempre termina en el anticristianismo.

Mientras que son claras las posiciones de los verdaderos y santificados hijos de Dios frente al mundo “Pero lejos esté de mí gloriarme, sino en la cruz de nuestro Señor Jesucristo, por quien el mundo me es crucificado a mí, y yo al mundo” (Gá. 6:14), la “sinagoga de Satanás” es la personalización de la seducción religiosa satánica. De ella leemos en 2 Corintios 11:14: “Y no es maravilla, porque el mismo Satanás se disfraza como ángel de luz”. Si alguien se deja seducir religiosamente, aceptando la religión cristiana sin la cruz y sin entregar su corazón al Señor Jesucristo, entonces está en las garras de satanás.

En ese momento fueron los judíos los que negaron con vehemencia la salvación en Cristo a los creyentes de Filadelfia, alegando: “Nosotros tenemos la única verdad, nosotros tenemos la justicia ante Dios”. Pero ellos mentían, dice el Señor: “…dicen ser judíos y no lo son… ” (Ap. 3:9). Hoy en día son los cristianos sin Cristo, a quienes sus líderes se dirigen como “querida iglesia”, los que desprecian y se burlan de la “iglesia de Filadelfia” moderna.

Todo el que sigue a Jesucristo con todo su corazón conoce esta horrible lucha con el mundo religioso, con los cristianos sin Cristo que argumentan: “Estamos bautizados, hacemos el bien y no tememos a nadie, por ende, todo está bien”. Pero entonces, el Señor Jesús le da a la iglesia en Filadelfia la maravillosa promesa: “He aquí, yo entrego de la sinagoga de Satanás a los que (…) mienten; he aquí, yo haré que vengan y se postren a tus pies, y reconozcan que yo te he amado” (Ap. 3:9).

El Señor les dice entonces que, a través de su fiel y poderoso testimonio, la gente saldrá corriendo de la “sinagoga de Satanás”, de la falsa cristiandad, y les dará la razón a los fieles de la Iglesia, aceptando a Jesucristo como su Salvador. Reconocerán que, en lugar de una fe formal muerta, existe una comunión viva entre el Señor y los suyos: “…y reconozcan que yo te he amado”.

Posiblemente sea más sencillo presentar el verdadero Evangelio a alguien que está inmerso en el pecado de este mundo, que a una persona que dice ser cristiana pero que no tiene a Cristo, pero el Señor promete que esto también sucederá. En innumerables ocasiones, hasta el día de hoy, se produjo el milagro de que incluso “…muchos de los sacerdotes obedecían a la fe” (Hch. 6:7).

Te animo a ser un testimonio fiel a la Palabra de Jesucristo, a ser luz, a ser la sal de la tierra. Que a pesar de las oposiciones que transcurren a tu alrededor, tú puedas seguir firme en la fe, firme en la roca que es nuestro Salvador.

Wim Malgo (1922-1992)

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