Dos mandatos de la Palabra de Dios
24 abril, 2013¡Quebrántame Señor! (1ª Parte)
24 abril, 2013Adopte una Actitud Humilde
Autor: William MacDonald
La palabra discípulo ha sido por demás utilizada, y cada usuario le ha dado el significado de su conveniencia. El autor de este mensaje nos lleva a examinar la descripción de discipulado que presentó Jesús en sus enseñanzas, la cual se halla también en los escritos de los apóstoles, para que aprendamos y descubramos más acerca de este concepto.
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PE1857 – Estudio Bíblico
Adopte una Actitud Humilde
Estimados amigos oyentes, el título del mensaje es: “Adopte una actitud humilde”. Para comenzar, vamos a decir que: El orgullo es el padre del pecado. Comenzó en el cielo, cuando el apuesto Lucifer procuró destronar a su Creador y Dios. Inflado por su orgullo cayó en la condenación (de la cual nos habla 1 Tim. 3:6). Christopher Marlowe dijo que “respiraba orgullo e insolencia, por lo cual Dios lo arrojó del cielo”. No queriendo compartir los resultados de su error solo, incitó a Adán y a Eva a que pecaran. De esa forma, el orgullo entró en los genes humanos, y el triste resultado es que cada uno de nosotros tiene lo suficiente como para hundir toda una flota.
J. Oswald Sanders dijo que el orgullo es la deificación del yo. “Se piensa en forma más elevada de sí mismo de lo que debería. Se atribuye a sí mismo el honor que le pertenece únicamente a Dios”.
Cualquier retrato genuino del Señor Jesús, debe revelarle como aquél que es manso y humilde de corazón. La palabramansocontiene la idea de estar quebrantado. Es la palabra que se usa para describir a un caballo joven que ha aceptado el arnés y pacientemente ara, su cabeza se mueve hacia arriba y hacia abajo, y sus ojos miran derecho hacia adelante.
Nuestro manso Señor nos invita a llevar su yugo y a aprender de Él. Esto significa una aceptación completa de su voluntad. Cuando las circunstancias adversas nos sobrevengan, podremos decir:“sí… porque así te agradó”.
Jesús fue humilde al nacer en un pesebre, nacimiento que no tomó prestada gloria alguna de este mundo. Fue humilde durante su vida, sin una pizca de orgullo o arrogancia, ni una fracción de un complejo de superioridad. El ejemplo supremo de su humildad fue cuando“se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz”(como leemos en Fil. 2:8).H. F. Lyte, expresó lo siguiente en estos versos:
Tú Salvador, fuiste manso y humilde,¿y acaso un gusano como yo,Débil, pecador e impuroPodré atreverme a elevar mi cabeza?
Y un poeta anónimo, escribió:
Él se humilló hasta el pesebreE, incluso, hasta el madero del Calvario;Pero yo soy muy orgulloso, e incapazDe ser su humilde discípulo.
Es bueno que cada uno conozca su medida justa. Cuando George Washington fue visto realizando una tarea manual, un amigo le dijo: “General, usted es un hombre muy grande como para hacer eso”. “No, no lo soy,” respondió, “tengo la medida justa”.
William Kelly, dijo: La humildad no consiste tanto en pensar mal de nosotros mismos, sino en no pensar en nosotros en absoluto. Soy demasiado malo como para merecer que se piense en mí; lo que quiero es olvidarme a mí mismo y mirar a Dios, que ciertamente es digno de todos mis pensamientos.
Isaac Newton tuvo una de las mentes más brillantes de su época, y fue uno de los genios más magníficos que la humanidad produjo. Sin embargo, Newton dijo de sí mismo: No sé qué opinión tenga el mundo de mí, pero yo creo ser apenas un niño que está jugando en la orilla del mar, quien cada tanto encuentra una piedrecita lisa o una ostra más hermosa que las comunes, mientras el gran océano de la verdad permanece delante mí sin ser descubierto.
Ahora, compare esta declaración con lo que dijo Oscar Wilde, en la oficina de aduanas en Nueva York: “No tengo nada que declarar, con excepción de mi genio”.
F. B. Meyer dijo sobre Dwight L. Moody: “Moody es un hombre que nunca parece haber escuchado de sí mismo. No es de sorprenderse que Dios le use en forma tan maravillosa”.
Un conferencista dijo una vez: “No hay nada que Dios no pueda hacer si nosotros alejamos nuestras manos de su gloria”. Otro predicador dijo: “Está bien que las personas te alaben, siempre y cuando no te intoxiques con ello”.
Es el orgullo lo que hace que las multitudes no confiesen a Cristo y, por consiguiente, se pierdan en el infierno eterno. Es el orgullo lo que provoca que sea tan difícil que los creyentes se disculpen cuando han ofendido a alguien más. Es el orgullo lo que hace que sea imposible que Dios nos use. El mismo obstaculiza el fluir espiritual y el testimonio. Por otro lado, nunca podemos ser demasiado pequeños como para que Él nos use.
J. N. Darby dijo: “Oh, qué gozo no tener nada y no ser nada, no ver nada más que al Cristo vivo en gloria, y no preocuparse de nada sino únicamente de sus intereses aquí abajo”.
Reconociendo que el orgullo era su pecado dominante, Robert Chapman dejó su riqueza y estatus y se mudó a un barrio muy carente. Luego, curiosamente dijo: “mi orgullo nunca se repuso frente a tal acto”.
Debemos atacar al orgullo con resolución. William Law escribió: “El orgullo debe morir en usted o no habrá cosa alguna del cielo que more en su vida… No considere al orgullo como un temperamento indecoroso, ni a la humildad como una virtud decente. El primero es todo el infierno y el segundo es todo el cielo”.
El valet de un Kaiser alemán, dijo: “No puedo negar que mi señor era muy vanidoso. Él tenía que ser la figura central de todo. Si iba a un bautizo quería ser el bebé, si iba a una boda quería ser la novia, si iba a un funeral quería ser el cadáver”.
El Rabino Simeone Ben Jochai, dijo. “Si tan sólo existieran dos personas justas en el mundo, yo y mi hijo seríamos esas dos. Si tan sólo existiera una, ése sería yo”.
Muy diferente es lo dicho por F. B. Meyer acerca de sí mismo:
Soy un hombre común y corriente. No tengo dones especiales, no soy un orador, no soy un profesor, no soy un pensador profundo. Si he logrado hacer algo por Cristo y por mi generación, es porque me he entregado enteramente a Cristo Jesús, y he procurado hacer todo lo que Él quiso que hiciera.
El deseo de los cristianos debería ser como estas palabras de Charles Wesley:
Manténme pequeño y desconocido
Amado y valorado solamente por Cristo.
Deberíamos intentar vivir la vida en forma anónima. De hecho, no tenemos nada de qué estar orgullosos.“El comienzo de la grandeza es ser pequeño; el incremento de la grandeza es ser menos; y la perfección de la grandeza es no ser nada”. Darby enfatizó mucho este punto. Él dijo: “La verdadera grandeza está en servir sin ser visto y en trabajar sin ser percibido”.
Para concluir esta primera parte del mensaje, déjenme decirles que: En mis archivos, tengo la imagen de una joven atractiva, que está sentada frente a un espejo que refleja su glamour. Su vanidad es decorada con frascos de acondicionadores de piel, fragancias y diversos utensilios de belleza. Pero, a medida que usted observa la figura con atención verá, que su belleza desaparece y emerge la imagen de una calavera. Es bueno recordar los siguientes derrocadores del orgullo:
No puede el hombre recibir nada, si no le fuere dado del cielo (nos dice Jn. 3:27). “… separados de Mí nada podéis hacer“ (nos recuerda Jesús en Jn. 15:5). “Así que ni el que planta es algo, ni el que riega , sino Dios que da el crecimiento“ (se asevera en 1 Co. 3:7). Y 1 Co. 4:7 nos hace reflexionar, con la siguiente pregunta: “¿Qué tienes que no hayas recibido?“
Para concluir:
¿Quieres ser grande? Entonces sirve con humildad.
¿Quieres ascender? Entonces desciende;
Pero, recuerda: por más bajo que llegues,
el Altísimo ha descendido aún más.