¡Adoremos! (1ª parte)
8 septiembre, 2020¡Adoremos! (3ª parte)
9 septiembre, 2020Autor: Benedikt Peters
Con base en las palabras de Jesús sobre la adoración, podemos entender cómo y cuándo se ejerce. Con la venida de Jesús la adoración comenzó a tener un carácter distinto a través de la dádiva del Espíritu Santo.
DESCARGARLO AQUÍ
PE2482- Estudio Bíblico
¡Adoremos! (2ª parte)
El propósito de la Adoración
¡Queridos amigos! En el programa anterior hablamos sobre cómo la adoración tiene un papel fundamental en la vida de los seguidores de Jesús.
Entre los creyentes, la adoración desde hace relativamente poco tiempo ha asumido un lugar clave, y eso es bueno, porque la adoración debe tener una gran importancia para nosotros. Quizá estemos pensando que hoy es cuando realmente hemos descubierto la adoración. Eso, claro está, es una valoración propia equivocada, una de las numerosas pruebas de lo que C. S. Lewis denominó, “extravagancia presuntuosa cronológica”. Con ello se refería a la actitud bastante necia, de que los creyentes de hoy en día seríamos los que realmente comprendemos bien las cosas, los que en su forma de actuar y juzgar estaríamos bastante por encima de de lo que pensaban nuestros padres y antepasados.
¡No! Los creyentes desde siempre han visto en la adoración el corazón de la vida del cristiano. No es casualidad que con la Reforma se introdujera también el cantar unido de todos los asistentes del culto. Hasta entonces los sencillos cristianos solamente escuchaban a los monjes lanzar sus oratorios en latín o susurrar sus cantos. Pero con la Reforma el pueblo de Dios se despertó y de los corazones llenos y tocados por la Palabra de Dios ascendió la alabanza a Dios y brotó de los labios de todos los reunidos en el culto. El pueblo de Dios empezó a cantar y además en alemán, francés, inglés y sueco. De esta forma se cumplió al menos una parte de la confesión de la reforma que reconoció el sacerdocio universal de todos los creyentes.
Cuando dicen que hoy se ha descubierto realmente la adoración, entonces se refieren a una clase especial de “adoración”: al entrar en los locales de tales iglesias lo primero que se aprecia son costosos equipos de música en la plataforma. Si preguntamos por el significado de esta multitud de aparatos, la respuesta es que están ahí, porque sirven para la adoración. Oímos de “líderes de adoración“, y eso efectivamente es algo nuevo. Incluso ya se habla de “cultos de alabanza y adoración“. La palabra “culto de adoración” es un pleonasmo, una expresión en la que aparecen uno o más términos redundantes, es como decir “la blanca nieve“. ¿No lo hemos notado? Eso es porque nos hemos acostumbrado a usar la expresión “culto” para algo que en realidad no es un culto: el acudir los domingos a un lugar donde se reúnen los cristianos.
Allí se canta un himno o dos, alguien ora y después se escucha el sermón. A esto tradicionalmente lo llamamos “culto“. En realidad, lo principal allí es el mensaje, o dicho más fuerte: es servir a los hermanos, es un servicio fraternal, pero no es un culto a Dios. Debiéramos decir culto solamente cuando nos presentamos delante de Dios como sacerdotes para ofrecerle nuestros sacrificios de alabanza. Si pues, la alabanza es nuestro culto, entonces decir “culto de alabanza” es una expresión bastante necia y redundante. Por eso yo no creo que nuestro tiempo sea el que realmente haya comprendido lo que es la adoración. Ocurre más bien lo contrario: que desde la Reforma, la cristiandad nunca ha tenido una comprensión tan raquítica de la adoración como en el día de hoy.
Amigo preguntémonos ahora entonces ¿Cuál es el propósito de la adoración? Queremos saber, para qué debemos adorar; y queremos saber lo que es en realidad la adoración. ¿Qué nos dice la Biblia sobre la importancia de la adoración? Quiero mencionar algunos puntos al respecto, que iremos desarrollando en éste y próximos programas:
Lo primero a tener en cuenta respecto al propósito de la adoración, es que los seres humanos Fuimos creados para alabar a Dios. Dios creó todas las cosas, y por lo tanto nos creó también a nosotros; por eso está bien que le adoremos a Él. Dios creó todo para Su gloria, y todas Sus obras le alaban. David lo sabía bien, por eso en su oración de Salmos 6:6 dijo: “Porque en la muerte no hay memoria de ti; en el Seol, ¿quién te alabará?“.
Cuando dejamos de vivir, ya no alabamos más a Dios. Eso es para David un argumento que presenta delante de Dios para decirle con ello: “Déjame vivir, porque mientras viva te alabo. Si muero, ya no te alabo.” En otro pasaje dice el salmista: “Venid, adoremos y postrémonos; arrodillémonos delante del Señor nuestro Hacedor“.
Dios nos ha dado la inteligencia, para que podamos meditar sobre Dios y Sus obras; y Él nos ha dado un corazón para que se incline delante de Él, y nos ha dado un lenguaje, para que digamos a Dios lo que Él significa para nosotros y cómo admiramos Sus obras. El poeta inspirado sabía bien que el Señor le había hecho, para que le adorara. Dostojewski, el autor ruso con un toque cristiano dijo lo siguiente: “Mientras el hombre permanece libre se esfuerza por algo tan incesante y tan dolorosamente como es encontrar a alguien para adorar”.
Un creyente de verdad y no sólo con un toque cristiano dijo una vez: «Nos hiciste, Señor, para Ti, y nuestro corazón está inquieto, hasta que descanse en Ti«. Esto lo dijo el conocido doctor de la iglesia, Agustín de Hipona. Fuimos creados para Dios y por eso no podemos hallar reposo hasta entregar todo nuestro corazón a nuestro Señor. ¿Y qué otra cosa es la adoración en su sentido más profundo?
Otro aspecto del que debemos tener consciencia es que fuimos rescatados para adorar a Dios. En el libro de los Salmos hay once salmos con el título “de los hijos de Coré“ por ejemplo los Salmos 42 y 49. El nombre de Coré no nos suena muy bien. Casi no podemos pronunciarle sin pensar en Coré y su séquito. La indignación contra el ungido de Dios y una soberbia impertinente son las cosas que nos vienen a la mente, y también el terrible juicio de Dios sobre el pecado de Coré y todo su séquito. En Números 16 hallamos el relato. En los versículos 31 al 33 leemos como la tierra tragó a Coré con todos sus familiares. Pero un par de capítulos más adelante, en Números 26:10 y 11 se nos dice, con motivo del segundo censo en el desierto: “Y la tierra abrió su boca y tragó a ellos y a Coré, cuando aquella compañía murió, cuando consumió el fuego doscientos y cincuenta varones, los cuales fueron por señal. Mas los hijos de Coré no murieron“.
En ningún lugar hallamos una explicación, por qué no murieron los hijos de Coré; pero tenemos una explicación para qué Dios perdonó la vida de los hijos de Coré: lo vemos en los once salmos escritos por ellos. Es decir, fueron preservados en el juicio para que entonaran los cánticos de alabanza en la casa de Dios. Como leemos en Isaías 38:18 al 20, lo mismo dice el rey Ezequías, después de que Dios le hubiese rescatado de la muerte: “Porque el Seol no te exaltará, ni te alabará la muerte; ni los que descienden al sepulcro esperarán tu verdad. El que vive, el que vive, éste te dará alabanza, como yo hoy; el padre hará notoria tu verdad a los hijos. Jehová me salvará; por tanto cantaremos nuestros cánticos en la casa de Jehová todos los días de nuestra vida”.
Nosotros estábamos invadidos por la lepra del pecado y ahora el Señor nos ha lavado y purificado. Por eso le alabamos a gran voz y nos postramos delante de Él. Consideramos la anchura, altura y profundidad de la redención y caemos de rodillas delante de Aquel que la decretó en Su gracia, la diseñó en Su sabiduría y llevó a cabo en Su justicia y amor. Alabamos a Dios, el Padre, por habernos escogido, redimido y bendecido con bendiciones eternas. El Señor nos ha lavado en Su sangre, para hacer de nosotros sacerdotes para Su Dios. Le adoramos, porque Él se ha hecho el Cordero y nos ha comprado con Su sangre para Dios.