Ame la Asamblea de Cristo (4ª Parte)

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Ame la Asamblea de Cristo 
(4ª parte)

Autor: William MacDonald

  La palabra discípulo ha sido por demás utilizada, y cada usuario le ha dado el significado de su conveniencia. El autor de este mensaje nos lleva a examinar la descripción de discipulado que presentó Jesús en sus enseñanzas, la cual se halla también en los escritos de los apóstoles, para que aprendamos y descubramos más acerca de este concepto.


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PE1923 – Estudio Bíblico
Ame la Asamblea de Cristo (4ª Parte)



Estimados amigos, continuamos, entonces, con más citas que ratifican que el Nuevo Testamento no hace mención alguna de que un hombre sea el ministro de una iglesia.

El evangelista Leighton Ford escribió enChristian Persuader, “Todo nuestro vocabulario sobre la actividad de la iglesia cambiaría si realmente comenzáramos a tomar en serio el patrón del Nuevo Testamento.” Y, entonces, cita a Richard Halverson cuando dice: Cuando preguntamos: “¿Cuántos ministros tiene tu iglesia?”, la respuesta tradicional es: “Uno, o dos, o cinco”, dependiendo de cuántas personas sustenta la iglesia. Pero, la verdadera respuesta debería ser doscientos o dos mil, dependiendo de qué tan grande sea la membresía. Cada creyente es un ministro. La iglesia que actúa como un embudo en su evangelismo, al depender de especialistas, de sus pastores o evangelistas, para que testifiquen, vive en violación tanto contra la intención de la Cabeza, como contra el patrón consistente de los primeros cristianos.

E. Stanley Jones, un ministro metodista en India, hace años dijo: La iglesia de Antioquía fue fundada por laicos, llevada adelante por laicos, y esparcida en todo el mundo por laicos. Esto es importante para la reconstrucción de la iglesia hoy día. El siguiente gran despertar espiritual vendrá a través de los laicos. Sin embargo, el centro de gravedad ha estado en el ministro.

Ahora, el centro de gravedad ha pasado a estar en los laicos. Nosotros, los ministros, misioneros y evangelistas nunca lograremos ganar al mundo. Somos demasiado pocos como para hacerlo, y si pudiéramos hacerlo, no sería bueno, porque les arrebataría a los laicos el crecimiento espiritual y el desarrollo que viene cuando se comparte la fe.

Pero, nunca lograremos que los laicos asuman la responsabilidad por el movimiento cristiano y su expansión, diciendo: “Vengan a ayudar al pastor”. Su respuesta interna, y algunas veces externa, es: “¿Por qué deberíamos hacerlo?” Ése es su trabajo. Le pagamos para que lo haga.

La constitución, hoy en día, de una iglesia típica, tiende a producir lo anónimo. La congregación, supuestamente, debe estar en silencio y ser receptiva, y el pastor, supuestamente, debe ser extrovertido y agresivo. Eso produce, por su propio perfil, una constitución de espectador y participante. Esto conduce a producir personas recesivas, encarnadas, que no contribuyen y que son parásitas. Los hombres y mujeres que, durante la semana, son modelos de opinión, directores de grandes empresas, directores de destinos, supuestamente, deben ser fofos como arcilla el domingo. ¡Y, supuestamente, les debe gustar eso! Tienen poca responsabilidad, por lo tanto brindan una leve respuesta, excepto a la hora de decir: “Disfruté su sermón”. Tienen poco para hacer, debido a que hacen muy poco.

Los laicos, en general, han estado en las tribunas como espectadores, y el clero ha estado en la cancha llevando adelante el juego. Si el clérigo anota un gol, se le aplaude: “Bien por el pastor! Deseo que él se quede”. Este perfil debe cambiar; los laicos deben salir de las tribunas como espectadores, y entrar en la cancha como jugadores, y el clero debe salir de la cancha como jugadores y estar al costado, como entrenadores del equipo. Los clérigos deben ser los directores, los que estimulan, los que infunden espiritualidad en un movimiento esencialmente de laicos. ¿Los estamos bajando? No, los estamos subiendo. Porque es mejor ser entrenador que jugador. Es mejor hacer trabajar a diez personas, que trabajar por diez personas.

Notarán que muchos de estos hombres siguen hablando sobre el clero, los laicos, y los ministros en el sentido exclusivo, no dándose cuenta que éstos no son términos escriturales. Sin embargo, deles crédito por darse cuenta de la debilidad del sistema clerical.

Bryan Green dice: “El futuro del cristianismo y la evangelización del mundo está en las manos de hombres y mujeres comunes y corrientes, y no principalmente en las de los ministros cristianos profesionales”.Harnack proclamó que: “Cuando la iglesia obtuvo sus más grandes triunfos en los primeros días del Imperio Romano, no lo hizo a través de predicadores, o maestros o apóstoles, sino de misioneros informales, de personas que iban por todas partes y compartían el evangelio”.En “Nuevas Sendas en el Evangelismo Musulmán”, Phil Parshall nos recuerda: En los círculos cristianos, la palabraministroha llegado a referirse al clero profesional, pero en el Nuevo Testamento,diakonia(ministro) no es la función de una clase en particular. Es el rol al cual todo creyente ha sido llamado. En 1 Corintios 12:4 al 30, Pablo habla de los diferentes dones vertidos por el Espíritu Santo como “diversidad dediakonia” (v. 5), e incluye a todos los creyentes en esta imagen del cuerpo.

El Nuevo Testamento no se enfoca en un líder de la iglesia local. Las iglesias se reunían en los hogares y eran guiadas por grupos de ancianos. Hechos 20:17 al 38, habla de la interacción de Pablo con los ancianos de Éfeso. No se enfoca la atención, en ese pasaje, en un líder en particular.

David Gooding está de acuerdo, y escribe: Sea como sea que una iglesia organiza sus reuniones, hay algo que no debe hacer, y es permitir que un miembro y sólo uno lleve a cabo toda la predicación, enseñanza, evangelismo y ministerio espiritual. Esto es un serio detrimento del crecimiento del cuerpo de Cristo, ya que dicha implementación se aparta del patrón del Nuevo Testamento.Finalmente, quisiera citar lo que dijo J. A. Stewart. Él nos recuerda que “Cada miembro de la asamblea local salía a ganar almas para Cristo a través del contacto personal, y traía a estos nuevos convertidos a estas iglesias locales, donde eran adoctrinados y fortalecidos en la fe del Redentor. A su vez, éstos salían y hacían lo mismo”. En otra parte, Stewart dice: “El mundo nunca será evangelizado en la forma que Dios espera, mientras tengamos un sistema clerical”. ¡Esta es una declaración muy fuerte!

En un momento en el que muchos cristianos evangélicos se están apartando del sistema clerical, muchos en las asambleas se están acercando al mismo. Quieren contratar a un hombre para que realice las funciones religiosas a favor de ellos. Están comprando a un precio muy alto y vendiendo a un precio muy bajo. Su clamor es: “Dennos un ministro, como las otras iglesias”. “Son como aquellos en las ciencias sociales, que adoptan tendencias populares de pensamiento, en un momento en que los profesionales seculares comienzan a someter dichas tendencias a serias críticas. Es como treparse a un vagón, justo cuando empieza a detenerse”. Eso es lo que está sucediendo hoy en día.

¿Cuál es el daño del sistema clerical? Siempre implica el peligro de reunir a la gente en torno a un hombre, en lugar de en torno al bendito Señor Jesucristo. Atrofia los dones de los miembros de la congregación. Además, siempre existe peligro cuando una sola persona implementa toda la enseñanza. Ningún hombre tiene el monopolio de la verdad, y al Espíritu de Dios le fascina tomar a diferentes personas y hablar por medio de ellas. Es más fácil introducir el error cuando las personas tienen a una sola persona como su maestro.

El sistema clerical ignora el propósito por el cual los dones fueron dados. Fueron dados para perfeccionar a los santos para la obra del ministerio. Los santos son quienes hacen la obra del ministerio. Con el sistema clerical generalmente existe un ministro asalariado. Y ésta es una maldición en la obra de Dios. Esto implica el terrible peligro que cuando un hombre es juzgado por el crecimiento de la iglesia, se siente tentado a bajar los estándares de la misma. “Quienes contratan la banda, le dan el repertorio”.

Otra gran verdad de la asamblea del Nuevo Testamento es que la adoración es central. Si no le gusta la adoración, no le gustará el cielo, ya que la adoración será la actividad central en el cielo.

 

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