Amor: Lo que nos falta todavía para el Arrebatamiento (4ª parte)

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Autor: Norbert Lieth

En el programa de hoy reflexionaremos ¿cómo es mi amor? ¿En qué se muestra concretamente? ¿Qué hago para ayudar a mi prójimo? ¿Hasta dónde realmente me dejo dirigir por el Espíritu Santo? Y si constato que no tengo amor, entonces ¿qué cosa me falta?


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PE2514- Estudio Bíblico
Amor: Lo que nos falta todavía para el Arrebatamiento (4ª parte)


 


Amigo es un gusto recibirle para continuar estudiando la influencia que tiene el amor en la vida cristiana y su relación con el Arrebatamiento
Hoy hablaremos del amor fraternal. Comencemos leyendo 1 Tesalonicenses 4:9 y10. “Pero acerca del amor fraternal no tenéis necesidad de que os escriba, porque vosotros mismos habéis aprendido de Dios que os améis unos a otros; y también lo hacéis así con todos los hermanos que están por toda Macedonia. Pero os rogamos, hermanos, que abundéis en ello más y más”.

A continuación de este párrafo, el apóstol habla, en los versículos 13-18, sobre la esperanza y el consuelo del arrebatamiento. Por lo tanto, otra vez vemos que el amor está directamente relacionado con la venida del Señor. El Conde de Zinzendorf dijo: “Una de las características más claras de una vida inspirada por Dios es el amor fraternal”.

Como ejemplo de amor fraternal, un evangelista egipcio nos contó una anécdota que sucedió en la ciudad de El Cairo. Allí, un grupo de cristianos había orado mucho tiempo por una imprenta. Habían luchado y derramado muchas lágrimas en oración. Un día se abrió una oportunidad, y la imprenta se hizo realidad. Se dio empleo como auxiliar a un joven de 12 años llamado Wasfi. Entre otras cosas, Wasfi era responsable de la limpieza. El director de la imprenta era un médico que vivía a pocas casas de la imprenta, y era conocido por su actitud amorosa y fraternal. Un día se le cayó al joven un pedazo de tela entre los rodillos de la impresora. No se atrevía a sacarlo con la mano, pues hubiera sido muy peligroso. Tomó una escobilla, pero esta fue atrapada por las ruedas dentadas y ocasionó gran daño a la máquina. Cuando el tipógrafo y los otros empleados se dieron cuenta de lo que había pasado, regañaron al joven, le gritaron que no servía para nada y que había roto la máquina impresora adquirida con tanta oración y muchos donativos. Después llamaron al director y denunciaron lo ocurrido.

Él salió y en seguida volvió con una gran tableta de chocolate, tomó al joven, que lloraba amargamente, en sus brazos y le dijo: “Todavía tenemos lágrimas, todavía tenemos oraciones y nuestro Padre en el cielo tiene dinero en abundancia, pero ¡cuán grande sería la pérdida si no tuvieras más tu brazo! Estoy muy feliz de que no te haya sucedido nada”. Hoy, Wasfi es el director de aquella imprenta, la cual ha crecido grandemente.

La primera carta a los Tesalonicenses fue escrita en el año 51 después de Cristo y por lo tanto pertenece a las primeras cartas del Nuevo Testamento (asimismo la carta a los Gálatas, del año 49). En aquel tiempo todavía estaba presente el primer amor, especialmente en la iglesia de los tesalonicenses. Leemos en el capítulo 3 versículo 6: “Pero cuando Timoteo volvió de vosotros a nosotros, y nos dio buenas noticias de vuestra fe y amor, y que siempre nos recordáis con cariño, deseando vernos, como también nosotros a vosotros”. Pablo alabó el amor fraternal de los tesalonicenses.

A continuación, veremos cuatro cosas que deberíamos aprender de esto:
En cuanto al amor entre hermanos, no tengo necesidad de escribirles” (dice la traducción Dios habla hoy): los tesalonicenses no necesitaban ninguna exhortación, ninguna orden de amar, porque ellos ya practicaban el amor de una manera íntegra. Realmente se esforzaban por ello. Pablo podía escribir, como encontramos en 1 Tesalonicenses 5:3: “Acordándonos sin cesar delante del Dios y Padre nuestro de la obra de vuestra fe, del trabajo de vuestro amor y de vuestra constancia en la esperanza en nuestro Señor Jesucristo”.

¿Cómo se percibía prácticamente su esfuerzo de amar? Su amor se demostraba a través de sus ofrendas para la iglesia menesterosa de Jerusalén, como queda reflejado en varios pasajes de Romanos y Hechos. Pablo escribió a los corintios, que se habían propuesto apoyar a otros hermanos, afirmándoles que a través de esto probarían la autenticidad de su amor. Encontramos esta exhortación en 2 Corintios 8:1 al 8

En segundo lugar, aprendemos que la fuente de este amor puesto en práctica, estaba en que ellos daban lugar a la acción de Dios: “Dios mismo les ha enseñado a amarse unos a otros”. ¿Cómo sucedió esto? Por la unción, como leemos en 1 de Juan 2:20 y 27 “Pero vosotros tenéis la unción del Santo, y conocéis todas las cosas. (…) Y no tenéis necesidad de que nadie os enseñe”. Cada hijo verdadero de Dios es impulsado a amar: “Porque, -como dice 2 Corintios 5:14- el amor de Cristo nos constriñe…”. Otras religiones o ideologías empujan a la violencia, al egoísmo, a la defensa de los propios intereses, a la auto representación o autorrealización. Solamente Jesucristo nos impulsa al amor verdadero.

Este impulso lo efectúa el Santo Espíritu de Dios: “El amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos fue dado” leemos en Romanos 5:5. y en el capítulo 8 verso 14 “Porque todos los que son guiados por el Espíritu de Dios, estos son hijos de Dios”. Si carecemos de este impulso de amar dado por el Espíritu, deberíamos rever cuál es nuestra relación con Cristo.

En tercer lugar podemos aprender que los tesalonicenses comprobaron la genuinidad de su amor más allá de los límites de su comunidad, entre todos los hermanos de toda la región de Macedonia. Tenían un vasto horizonte y no se fijaban únicamente en ellos mismos. La luz de su amor brillaba en ese tiempo como un faro, alcanzando a toda la cristiandad de aquel entonces. Por todos lados se hablaba de él. Ciertamente no hay mejor testimonio de una iglesia que el testimonio del amor de Cristo en los creyentes.

Por último vemos que el amor debe crecer constantemente. Los tesalonicenses tenían ya el testimonio de un amor fraternal genuino, sincero y práctico, y por eso no necesitaban que se les enseñara al respecto. Con este testimonio eran conocidos en todos los lugares. A pesar de esto, el Espíritu Santo les animaba a crecer aún más en amor: “Pero les rogamos, hermanos, que su amor aumente todavía más”. En otras palabras: Su amor nunca será demasiado grande. Alguien dijo una vez: “El amor nunca tiene vacaciones”.

Hay cosas que son buenas y saludables cuando se usan con moderación, pero tienen un efecto perjudicial usadas en exceso. Entonces el efecto incluso puede ser el contrario. Es posible comer demasiado o beber demasiado, pero también hacer demasiado deporte, trabajar demasiado o disfrutar demasiado. Se puede fácilmente llegar a excesos en la vida.
Únicamente el amor no conoce el exceso, no conoce límites ni ninguna exageración. Un amor sin límites nunca se va a transformar en lo opuesto. El amor nunca llegará a su tope. El amor tiene que ser constantemente practicado, el amor no tiene fin, no conoce “apagón”. En palabras de 1 Corintios 13:8 – “El amor nunca deja de ser”.

En la práctica del amor llegamos rápidamente a nuestros límites. Pero debemos amar sin intereses propios y sin condiciones, no esperando primero el amor del otro, sino siendo nosotros los primeros en dar amor. Nos quejamos muy rápidamente de la falta de amor de los otros, sin preguntarnos a nosotros mismos: ¿cómo es mi amor? ¿En qué se muestra concretamente? ¿Qué hago para ayudar a mi prójimo? ¿Hasta dónde realmente me dejo dirigir por el Espíritu Santo? Y si constato que no tengo amor, entonces ¿qué cosa me falta? Lo que el sol es para la naturaleza, es el amor es para nuestro corazón: hace derretir el hielo. Donde el frío permanece, muchas veces es porque faltan los rayos cálidos del amor.

La princesa Eugenia de Suecia (1830-1889), por ejemplo, encontró a Jesús a través de una cortesana. Debido a su salud frágil, la princesa no podía casarse. Entonces volcó todo su amor y sus medios a los pobres y enfermos. Su amor crecía constantemente. Vendió la mayoría de sus joyas, y con el beneficio, fueron construidos orfanatos, hospitales y residencias de ancianos. La princesa, además, visitaba a la gente personalmente y, sobre todo, oraba con perseverancia por ellos. Muchos encontraron de esta manera la fe en Jesucristo. El amor es la más grande característica de la fe cristiana.


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