¡Auméntanos la fe!

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Autor: Wim Malgo

Los discípulos le pidieron al Señor: “Auméntanos la fe”. También nosotros tenemos que orar así, para poder ser salvos, agradar a Dios, experimentar su poder, y vivir por esa fe. En la vida de fe podremos experimentar que aun en los momentos más difíciles, Dios nos escucha, nos fortalece, es fiel a sus promesas, provee para nosotros, nos protege y nos da la victoria.


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PE3067 – ¡Auméntanos la fe!



¡Auméntanos la fe!

Bienvenidos al estudio del día de hoy. Quisiera comenzar leyendo en el libro de Lucas 17, versículo 5: «Los apóstoles dijeron al Señor: «¡Auméntanos la fe!»«.

Ese ruego de los discípulos a Jesús era necesario, y es una oración necesaria también para nosotros hoy, para ti y para mí: «Señor, aumenta, fortalece, nuestra fe». ¿Por qué? Eso es lo que quisiéramos ver hoy: cinco razones por las que esta es una oración urgente para cada uno de nosotros.

En primer lugar, porque, como dice Hebreos 11, versículo 6, sin fe es imposible agradar a Dios. Y seguro que cada uno de los que está escuchando tiene ese deseo, y quiere vivir una vida agradable a Dios, que Dios le mire con gracia. Hermano y hermana, solo por la fe, es decir, por la confianza inquebrantable en Él, podemos agradarle.

Y en segundo lugar, la Escritura dice: «para el que cree, todo es posible«. Hay tantas imposibilidades en nuestra vida cotidiana, tantas montañas de dificultades, tantas veces que nos podemos sentir derrotados. Pero con nuestro Dios podemos saltar muros, con nuestro Dios queremos hacer hazañas. La fe rompe el acero y la piedra y nos permite experimentar el poder de Dios. Así que te animo a orar como los discípulos: ¡Aumenta mi fe!

Pero hay una tercera razón por la que nuestra fe debe aumentar. Si nos acercamos a Dios y no pedimos con fe, nos quedaremos con las manos vacías. Esto es lo que dice Santiago 1, versículos 6-8: «Pero que pida con fe, sin dudar, porque quien duda es como las olas del mar, agitadas y llevadas de un lado a otro por el viento. Quien es así no piense que va a recibir cosa alguna del Señor; es indeciso e inconstante en todo lo que hace«.

Así que el secreto está en que pedir con fe no significa decirle al Señor cómo debe ayudar, sino creer que Él ayudará de la manera que Él disponga.  Pedir así significa pedir ya dando gracias por la ayuda que ha llegado milagrosamente. Pero el que duda es inestable en todos sus caminos. Los animo, queridos oyentes, a darle Él el honor, y a poner nuestra confianza en Él en cada cosa.

En cuarto lugar: ¿Quieres ser hallado justo ante Dios algún día? Esto solo es posible mediante la fe en la preciosa sangre de Jesús. Romanos 3:25 nos enseña que «Dios lo ofreció como un sacrificio para obtener el perdón de pecados, el cual se recibe por la fe en su sangre. Así demostró su justicia, porque a causa de su paciencia, había pasado por alto los pecados pasados«.

Y Pablo dice con gozo en Romanos 5, versículo 1: «Justificados, pues, por la fe, tenemos paz para con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo«. Aquí quiero aclarar algo: nadie es justificado por la fe en sí misma. Todo el mundo tiene fe, todo el mundo cree en algo. De hecho, la mayoría de las personas cree que Jesucristo existió. Pero solo podemos ser justificados por la fe a través de la sangre que Jesús derramó en la cruz del Calvario. Esta fe significa haber admitido la incapacidad de nuestras propias acciones, nuestra bancarrota espiritual de nuestro ser. Solo los que han perdido la fe en su propia piedad y bondad pueden creer en el poder justificador de la sangre de Jesús. Por eso ora: Señor, aumenta mi fe.

En quinto y último lugar: La Escritura nos dice una y otra vez que el justo, es decir, la persona que ya ha sido justificada por la fe en la sangre de Jesús, vivirá por la fe, continuamente, sin interrupción. Caminamos por fe y no por vista. Esto no quiere decir que Dios no cumpla visiblemente sus promesas en diferentes oportunidades, de manera gloriosa y animadora. Pero si no vemos el cumplimiento de una promesa, podemos unirnos a los héroes de la fe de Hebreos 11: «Todos estos murieron en fe, sin haber recibido las promesas, pero habiéndolas visto desde lejos y aceptado con gusto, confesando que eran extranjeros y peregrinos sobre la tierra«. Allá, con Él, cada promesa se cumplirá.

Ahora quisiera preguntar: ¿Qué es la fe? La fe es una decisión clara de confiar en el Señor invisible más que en lo visible.

Abraham tuvo que tomar esta decisión, cuando vio que ya era anciano, y que su esposa también, y no podían tener hijos en su vejez. En esa situación, el Señor se acercó a Él y reafirmó su promesa: «Entonces lo llevó afuera, y allí le dijo: Fíjate ahora en los cielos, y cuenta las estrellas, si es que las puedes contar. ¡Así será tu descendencia!«. En ese momento, Abraham decidió entre lo que veía en sí mismo y en su esposa, y lo que prometía la palabra del Señor. Y se decidió por lo segundo. El versículo 6 de Génesis 15 nos dice que «creyó al Señor, y eso le fue contado por justicia«.

Continuamos indagando en el tema de la fe y quisiera pensar en seis cosas que la fe produce en nuestra vida. Muchas veces nos encontramos en situaciones difíciles, desagradables, sin esperanza. Y sin embargo, la fe nos cambia completamente la perspectiva.

El primer «sin embargo» con el que quisiera animarte, el primer gran contraste entre la vida sin fe y la vida con fe, es el sin embargo de la oración. Cuando la sangre de Jesús ha limpiado nuestros corazones, ¡podemos orar con confianza en toda situación! El salmo 31 nos dice en el versículo 22: «Y yo alarmado, decía: «¡Cortado soy de delante de Tus ojos!». Sin embargo, Tú oíste la voz de mis súplicas cuando a Ti clamaba«.

Ahora, para los oyentes que sienten el peso de la vejez, o de enfermedades físicas: ¿piensas que tu servicio para el Señor ya terminó? ¿Que ya no puedes dar fruto? ¡No es así! En la Palabra de Dios encontramos que la vida de fe nos da otro «sin embargo«: el «sin embargo» de la eterna juventud. Lo encontramos en 2 Corintios 4:16: «Por tanto no desfallecemos, antes bien, aunque nuestro hombre exterior va decayendo, sin embargo nuestro hombre interior se renueva de día en día». Cuanto más envejece nuestro cuerpo, más rejuvenecemos por dentro. ¡Qué linda promesa para la vida de fe!

Puede ser que algunos hermanos o hermanas estén experimentando la burla de otros. Muchas veces, por nuestra fe en el Señor, quienes no lo conocen usan sus palabras para maldecirnos, ridiculizarnos o insultarnos. Y sin embargo, Dios es fiel. Dice el rey David en el salmo 119: «Los soberbios me insultaron en gran manera, sin embargo, no me he apartado de Tu ley«.

Otro gran contraste de la vida de fe es el cuidado que podemos experimentar de parte del Señor. Cuando las preocupaciones quieren enredar y capturar nuestros pensamientos, nuestro Dios maravilloso nos redirige hacia el «sin embargo» de su provisión: «Miren las aves del cielo, que no siembran, ni siegan, ni recogen en graneros, y sin embargo, el Padre celestial las alimenta. ¿No son ustedes de mucho más valor que ellas?«.

Hay un quinto «sin embargo«, el de la protección divina. Cuando el miedo y el peligro te amenazan a ti o a tus seres queridos, la fe trae consigo la tranquilidad de que Dios está al control. Mateo 10:29 nos dice: «¿No se venden dos pajarillos por una monedita? Y sin embargo, ni uno de ellos caerá a tierra sin permitirlo el Padre«.

Y por último, nuestra fe trae consigo el «sin embargo» de la victoria. En esta vida terrenal tendremos batallas, personas que lucharán contra nosotros, e incluso la presión del mundo invisible, pero así dice el Señor por medio del profeta Hananí en 2 Crónicas 16:8: «¿No eran los etíopes y los libios un ejército numeroso con muchísimos carros y hombres de a caballo? Sin embargo, porque te apoyaste en el SEÑOR, Él los entregó en tu mano«. Esto es creer, esto es vivir por fe: apoyarte en el Señor, y experimentar que Él te da la victoria.

¿No crees, querido hermano o hermana, que es necesario pedirle al Señor que aumente nuestra fe? Que Él te bendiga especialmente. Amén.

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