Nro. 295
30 octubre, 2008HIV
6 noviembre, 2008Título: Caminando sobre la cuerda floja
Autor: Samuel Rindlisbacher
NºPE1331
La vida de un cristiano renacido se parece a caminar haciendo equilibrio sobre la cuerda floja. Un hijo de Dios no se puede ir ni para la derecha ni para la izquierda, sino que tiene que concentrarse para mantener el equilibrio. El autor de este mensaje, quisiera meditar contigo acerca de este equilibrio, que es absolutamente vital para tu vida de fe.
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Caminando sobre la Cuerda Floja
Estimado amigo, la vida de un cristiano renacido se parece a caminar haciendo equilibrio sobre la cuerda floja. Un hijo de Dios no se puede ir ni para la derecha ni para la izquierda, sino que tiene que concentrarse para mantener el equilibrio. Quisiera meditar contigo acerca de este equilibrio, que es absolutamente vital para tu vida de fe.
Quiero compartir con usted la siguiente noticia que se publicó el 28 de mayo de 2006:
„Tentativa de récord mundial fracasada
Después de un recorrido de 600 metros sobre el cable de suspensión, del teleférico del Monte Saentis (Suiza), el acróbata equilibrista Freddy Nock tuvo que interrumpir su tentativa de batir el récord mundial. El artista de 40 años perdió, por razones aún no aclaradas, su vara de equilibrio, por lo que no pudo continuar. Nock se aferró al cable y entró inmediatamente al teleférico que lo acompañaba. El equilibrista quería conquistar el monte Saentis, caminando sobre el cable teleférico hasta la estación que se encuentra en la cumbre. Pero, solamente pudo llegar hasta los 600 metros.»
Tu vida cristiana, ¿no es muchas veces parecida a este recorrido sobre la cuerda floja? Debajo de ti se abre el precipicio, y delante de ti un camino inseguro. Igual que el equilibrista, sigues subiendo hacia la cumbre, al encuentro del Señor. Pero, solamente te atreves a dar, con temor, un pasito después de otro, esforzándote por no perder el equilibrio.
Para los cristianos, es importante encontrar el equilibrio entre la derecha (el legalismo) y la izquierda (la amistad con el mundo). Ni uno ni otro lado es el correcto. Solamente encontrando el equilibrio en Jesús, se podrá reflejar Su gloria en tu ser:„Por tanto, nosotros todos, mirando a cara descubierta como en un espejo la gloria del Señor, somos transformados de gloria en gloria en la misma imagen, como por el Espíritu del Señor»(2 Co. 3:18). En 2 Corintios 2:15, también se nos hace una promesa al respecto:„Porque para Dios somos grato olor de Cristo en los que se salvan, y en los que se pierden.»Pero esta gloria no la alcanzas con una actitud legalista o un trato pecaminoso con el mundo, sino tomando muy en serio esta verdad:„Los que miraron a él fueron alumbrados, y sus rostros no fueron avergonzados»(Sal. 34:5). ¿Tienes el rostro alumbrado por Jesús?
¡Tan pronto como te esfuerzas de una manera legalista o, al contrario, juegas con el pecado, la gloria desaparece de tu vida! El acróbata equilibrista tuvo que interrumpir su tentativa de récord mundial, porque perdió su vara de equilibrio. Tampoco tú avanzarás espiritualmente, si pierdes el equilibrio que te guarda del legalismo y de la amistad con el mundo.
El legalismo, vamos a estudiar un poco más a fondo este «lado derecho» en nuestro caminar sobre la Cuerda Floja.
El legalismo, es decir, la idea de tener que contribuir en algo a mi salvación, está profundamente arraigado en el corazón humano. Incluso lo podemos ver ya en los Hechos, en el tiempo de la primera iglesia. Cuando el carcelero de Filipo abre su corazón al evangelio, su primera pregunta es:„Señores, ¿qué debo hacer para ser salvo?»(Hch. 16:30). El afán por hacer algo es sumamente humano y se observa en todas las religiones. Así, por ejemplo, el budismo exige la meditación para alcanzar la nada. El Islam enseña: „Guarda los mandamientos del profeta, y Alá tendrá misericordia de ti.» Y la Iglesia Católica dice: „Recibe los sacramentos y haz el bien, entonces entrarás al cielo.»
A nosotros, los seres humanos, nos cuesta aceptar algo gratuitamente, o no corresponder a un regalo. Ésta fue también la experiencia de un misionero alemán. Para llamar la atención de la gente al mensaje del evangelio, se sentó un día en el suelo, en una zona peatonal muy transitada. Puso delante de él una olla llena de monedas y un letrero que decía: „Han sido muy generosos conmigo. Por favor, sírvase.» Los transeúntes pasaban sacudiendo las cabezas. Muy pocas veces alguien tuvo el coraje de servirse. Seguramente pensaban: „¿Tomar dinero sin tener que hacer algo por ello? Seguramente es una trampa. Éste solamente quiere tomarle el pelo a la gente.»
Algo parecido pasa con el cielo. ¡Es gratuito! Alguien ya pagó la entrada en la cruz del Gólgota. No es necesario esforzarse por entrar. No son necesarias ni semanas de ayuno ni ejercicios de meditación para satisfacer a Dios. ¡Simplemente te puedes servir!
Lamentablemente, muchas personas hacen sus propios esfuerzos, establecen preceptos y tratan de ser lo más perfectas posible. Y esta actitud no es nueva.
También en la Iglesia primitiva se observa esta actitud:„Entonces algunos que venían de Judea enseñaban a los hermanos: Si no os circuncidáis conforme al rito de Moisés, no podéis ser salvos»(Hch. 15:1). En aquel entonces la Iglesia de Jesús tenía pocos años. A pesar de eso, ya se había introducido furtivamente el fantasma del legalismo. Pero Pablo se opuso resueltamente a esto. Leo algunos versículos de Colosenses , capítulo 2:„Mirad que nadie os engañe por medio de filosofías y huecas sutilezas, según las tradiciones de los hombres, conforme a los rudimentos del mundo, y no según Cristo… Por tanto, nadie os juzgue en comida o en bebida, o en cuanto a días de fiesta, luna nueva o días de reposo… Pues si habéis muerto con Cristo en cuanto a los rudimentos del mundo, ¿por qué, como si vivieseis en el mundo, os sometéis a preceptos tales como: No manejes, ni gustes, ni aun toques (en conformidad a mandamientos y doctrinas de hombres), cosas que todas se destruyen con el uso? Tales cosas tienen a la verdad cierta reputación de sabiduría en culto voluntario, en humildad y en duro trato del cuerpo; pero no tienen valor alguno contra los apetitos de la carne».
Y aún más contundente es el versículo 10 de Gálatas capítulo 3:Porque todos los que dependen de las obras de la ley están bajo maldición».
El legalismo nos desvía, pues nos hace perder la libertad en Cristo. Incluso se va desvaneciendo la luz de la gloria de Jesús; pues la gracia da lugar al mérito propio. Entonces la vida eterna ya no es un regalo de Dios, sino una recompensa por nuestro propio esfuerzo.
Ahora vemos un poco más de cerca el lado izquierda de la Cuerda Floja: La amistad con el mundo
La advertencia es inequívoca:„Cualquiera, pues, que quiera ser amigo del mundo, se constituye enemigo de Dios»(Stg. 4:4). ¡Jugar con el pecado es peligroso para el cristiano! La cuerda floja de la fe no permite tales experimentos:„Bienaventurado el varón que no anduvo en consejo de malos, ni estuvo en camino de pecadores, ni en silla de escarnecedores se ha sentado; sino que en la ley de Jehová está su delicia, y en su ley medita de día y de noche. Será como árbol plantado junto a corrientes de aguas, que da su fruto en su tiempo, y su hoja no cae; y todo lo que hace, prosperará»(Sal. 1:1-3).
Por favor, no te dejes engañar: ¡Dios es santo! No tolerará un estilo de vida pecaminoso, aunque éste sera aceptado por la sociedad y practicado, aun por los cristianos. Es imposible caminar sobre la cuerda floja de la fe en una falsa libertad:„No os engañéis; Dios no puede ser burlado: pues todo lo que el hombre sembrare, eso también segará»(Gál. 6:7).
Dos cosas fundamentales quiero dejar bien claro, estimado amigo:
En el Antiguo Pacto, valía la Ley que Dios había dado a Moisés:„El hombre que haga estas cosas, vivirá por ellas»(Ro. 10:5).„Maldito el que no confirmare las palabras de esta ley para hacerlas»(Dt. 27:26). El Antiguo Pacto es exigente. El Antiguo Pacto dice: „¡Harás!»
Sin embargo, los cristianos son llamados a la libertad:„Porque el Señor es el Espíritu; y donde está el Espíritu del Señor, allí hay libertad»(2 Co. 3:17).„Estad, pues, firmes en la libertad con que Cristo nos hizo libres, y no estéis otra vez sujetos al yugo de esclavitud»(Gál. 5:1).