Pensamientos divinos y humanos (2ª parte)
20 julio, 2024Cánticos del Siervo del Señor (2ª parte)
27 julio, 2024Autor: Eduardo Cartea
Éste es el comienzo de un estudio cuya autoría y locución, está a cargo del Hermano Eduardo Cartea y trata sobre “Los cánticos del Siervo del Señor”. Es un tema que recorre todas las Escrituras y que iremos conociendo a lo largo de los próximos programas. ¿Quién es el Siervo del Señor?
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PE3026 – Estudio Bíblico
Cánticos del Siervo del Señor (1ª parte)
Hola, ¿cómo está? Un gusto compartir con usted los próximos días para ver un tema muy interesante en la Palabra de Dios.
En el mundo de la música, la sinfonía ocupa un lugar preponderante —Es un género musical para orquesta, u orquesta y coro, que por lo general está compuesta por cuatro movimientos. Normalmente comienza con uno alegre, luego uno lento, el tercero algo más ligero y el último, brillante y majestuoso en algunas obras. ¿Quién no ha vibrado con una sinfonía de Beethoven, o Mozart, o Tchaikovski, y tantos otros?
El estudio que acabamos de comenzar es una verdadera sinfonía, pero infinitamente superior a las que podamos escuchar en toda nuestra vida; es una obra maestra, sublime, celestial. Su tema: Cristo, el Siervo de Jehová, el Señor. Y recibe el nombre de “Los cánticos del Mesías”, o “los cánticos del Siervo”.
Al igual que una sinfonía, tiene cuatro movimientos, cuatro cánticos: uno más bello que el otro; uno más profundo que el otro… una verdadera obra maestra del Señor, el Músico principal.
Dispongamos nuestra mente y corazón para oírla atentamente y en espíritu de adoración. Estamos entrando en la Sala de Conciertos del libro más maravilloso que podamos tener en nuestras manos: la eterna Palabra de Dios.
El estudio de los Cánticos del Mesías, además, constituye una verdadera Cristología en forma sintética. Presenta una visión de Cristo en su Persona y su obra de eternidad a eternidad.
Estas canciones, o poemas, describen al siervo de Jehová como el que Dios ha elegido, como dice la Biblia, “para hacer volver a él a Jacob y para congregarle a Israel… para restaurar el remanente de Israel”, y además, para que sea “luz de las naciones” y “salvación de Dios hasta lo último de la tierra”.
Es un tema inspirador que lleva al creyente no solo a contemplar la gracia y la gloria del Señor Jesucristo, sino a agradecer y adorar a su Persona.
Contemplarle en esa condición de siervo, siendo Él el Señor de todo, es maravilloso. Percibir la dulzura de Su carácter y el encanto de Sus palabras, la profundidad de Su enseñanza, la hondura de Sus sufrimientos, la majestad de Su resurrección; la gloria de Su exaltación y esplendor de Su reino.
Es el siervo de Jehová; el propio título nos llena de admiración. No hay palabras más elocuentes que las que usa el apóstol Pablo en Filipenses 2, para describir a Aquel que “no estimó ser igual a Dios como cosa a que aferrarse, sino que se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo, hecho semejante a los hombres, y estando en la condición de hombre, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz”. Es el hombre Jesús envuelto en pañales al nacer en humildad, que se pone el atuendo de esclavo para lavar los pies de pecadores, que es despojado para morir en una vergonzosa cruz como un malhechor; cubierto de lienzos para ocupar la tumba del huerto y vestido de gloria para sentarse a la diestra del Padre. El que también con vestiduras blancas y resplandecientes, volverá como Señor de señores y Rey de reyes, para buscar a los suyos, juzgar al mundo y reinar sobre todo lo creado.
Por eso, Pablo culmina esa majestuosa descripción diciendo: “Por lo cual Dios también le exaltó hasta lo sumo, y le dio un nombre que es sobre todo nombre, para que en el nombre de Jesús se doble toda rodilla de los que están en los cielos, y en la tierra, y debajo de la tierra, y toda lengua confiese que Jesucristo es el Señor para gloria de Dios Padre”.
Isaías, setecientos años antes de la venida del Salvador, nos presenta una profunda y preciosa profecía sobre su Persona amada, desde Su predestinación eterna para realizar la obra redentora, hasta la consumación final de ella en Su glorioso reino, describiendo con magistrales trazos Su camino desde la cuna hasta la cruz, desde la humillación hasta la exaltación, desde la pasión hasta el reino. Esta visión, solo posible por la acción iluminadora del Espíritu Santo en aquellos que somos suyos, produce en el alma un sentimiento de profunda admiración y devoción, e impulsa al creyente a caer a sus pies como María de Betania, y luego quebrar el vaso de alabastro de perfume de mucho precio, derramarlo y exclamar con la convicción de Tomás: “Señor mío y Dios mío”.
El estudio se centra en la profecía de Isaías.
En la primavera del año 1947, unos pastores beduinos de la tribu Ta´amireh fueron protagonistas —sin quererlo— de uno de los descubrimientos más asombrosos de todos los tiempos. Ellos hallaron en una cueva de Qumrâm, en el salvaje y desolado desierto de Transjordania, los llamados “rollos del Mar Muerto”. Se trató de una colección de escritos en pergamino, junto con más de doscientos fragmentos de copias de manuscritos bíblicos. Datan de una fecha que se estima entre el siglo IV al I a. C., y son, por lo tanto, los más antiguos que se conocen. El más importante, el Códice de Alepo, que comprueba la autenticidad de los documentos bíblicos que se poseían hasta ese momento, justamente corresponde a un fragmento del libro de Isaías, sus capítulos del 38 al 66 y a algunas partes de capítulos anteriores. El texto de este rollo es muy próximo cronológicamente al masorético, una de las fuentes usadas para la traducción de nuestras Biblias. Esas copias de los originales, de los cuales no existe ninguno como tal, constituyen un verdadero tesoro y por eso los siete rollos hallados están expuestos en el Santuario del Libro del Museo de Israel en Jerusalén.
A Isaías se le ha llamado “la Biblia en miniatura”. Son claras las dos partes en que puede dividirse: desde el capítulo 1 al 39 y luego del 40 al 66; y coinciden con los dos Testamentos.
La primera parte, los primeros 39 capítulos, que corresponde a los 39 libros del Antiguo Testamento, con un claro mensaje de juicio, comienza con un llamado a los cielos y la tierra (cap. 1.1) y concluye en el capítulo 39 con el anuncio del juicio a Judá, por mano de Babilonia en tiempos de Ezequías, que sería llevada en cautividad un siglo después, por un periodo de setenta años.
La segunda, los últimos 27 capítulos, como los 27 libros del Nuevo Testamento, contiene un mensaje de gracia y consolación. Es notable que los primeros versículos de este capítulo incluyen las mismas palabras que usaba Juan el Bautista, el precursor del Mesías, y el último capítulo de la profecía describe proféticamente la creación de cielos y tierra nuevos.
Dentro de esta segunda parte, Isaías presenta el tema de los “cánticos del Siervo”, que contienen una realidad: Dios no solamente es Dios por ser majestuosamente el creador de todo, sino porque además, —en contraposición a los ídolos hechos por los hombres, que carecen de divinidad, vida y poder— es el que interviene en la historia del hombre, la de Su pueblo y la de aquellos que no lo son, quienes también son objeto de su amor y misericordia. A todos ellos les anuncia un mensaje netamente evangélico: el Siervo de Dios y Su obra redentora.
La profecía, además de acontecimientos que ya son historia, y que tuvieron que ver con la cautividad a Babilonia de las dos tribus del sur, Benjamín y Judá y que tuvieron fin a los 70 años de su comienzo, tal como estaba anunciado por Jeremías, tendrá un cumplimiento final, total, con la aparición del Mesías. Desde el capítulo 42 y particularmente en los llamados “cánticos del Siervo”, va a ser presentado en la sencillez de Su persona, la humildad de Su servicio, la pasión de Su sufrimiento, pero también en la gloria de Su triunfo y el esplendor de Su reino, que se establecerá en Su venida (64.1) y finalmente la creación de cielos nuevos y tierra nueva (65.17; 66.22).
Esperamos que el desarrollo de este estudio sencillo, frase por frase y en algunos casos hasta palabra por palabra, nos conduzca a conocer más al Señor Jesucristo, el Mesías, el Siervo sufriente y triunfante que nos presentan estos cuatro cánticos. Y ese conocimiento nos impulse a amarle más profundamente, adorarle con reverencia y servirle con ferviente anhelo, imitando Su ejemplo, mientras esperamos expectantes Su pronta venida.
Le espero en cada programa para que me acompañe en esta fascinante aventura espiritual. Oramos para que Dios le bendiga.