Cánticos del Siervo del Señor (23ª parte)
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13 octubre, 2024Autor: Eduardo Cartea
Estudiamos la Palabra del Señor en el libro del profeta Isaías en lo que se presenta como “Los cánticos del Siervo”. El capítulo 50 versos 9 al 11 describe la victoria del Mesías en el juicio mediante el que se consiguió la obra redentora para el pecador.
DESCARGARLO AQUÍ PE3049 – Estudio Bíblico Cánticos del Siervo del Señor (24ª parte)
El Mesías fiable
¿Cómo está? Un gusto encontrarme nuevamente con usted en este espacio de estudio y meditación en torno a la Palabra de Dios. Como usted sabe, estamos viendo en el libro de Isaías esa serie de poemas que reciben el nombre de “los cánticos del Siervo”. A través de ellos podemos ver proféticamente la persona del Señor Jesucristo en su misión como Mesías, es decir, el ungido de Dios para realizar la obra de la salvación de los pecadores. Hasta aquí hemos visto 2 cánticos: en los capítulos 42 y 49, y hoy estaremos completando el tercero de ellos en el capítulo 50. En estos 3 cánticos hemos visto la preparación, la presentación y el propósito de la misión de Jesús, como el Siervo del Señor. Este último termina con los versículos 9 al 11 que consideraremos hoy.
Permítame leer en principio el v. 9 y si tiene su Biblia, por favor, acompáñeme en su lectura. “He aquí que Jehová, el Señor me ayudará; ¿quién hay que me condene? He aquí que todos ellos se envejecerán como ropa de vestir, serán comidos por la polilla. El Siervo del Señor no solo es justificado, sin apelación alguna, como vimos en nuestra última meditación, sino al contrario, sus adversarios sufrirán una ostensible derrota: desaparecerán como una ropa vieja comida por la polilla y recibirán la condena sin apelación del Dios del cielo. El contraste entre el Siervo y sus acusadores es evidente. Ellos le desprecian, pero Dios reivindica su causa.
Ellos creen derrotarle, pero la victoria final es de Dios y su ungido. En Isaías 51. 6, 8, leemos: “Alzad a los cielos vuestros ojos, y mirad abajo a la tierra; porque los cielos serán deshechos como humo, y la tierra se envejecerá como ropa de vestir, y de la misma manera perecerán sus moradores; pero mi salvación será para siempre, mi justicia no perecerá. Porque como a vestidura los comerá polilla, como a lana los comerá gusano; pero mi justicia permanecerá perpetuamente, y mi salvación por siglos de siglos”. El juicio de los siglos termina. El pleito está terminado. Los acusadores silenciados. El Siervo vindicado, triunfante, glorioso. ¿Cuál es la conclusión? Podemos confiar en Él.
El Siervo de Jehová es nuestro Salvador y Señor. No ha cambiado la actitud de la humanidad hacia Dios y su Cristo. Su pueblo Israel le rechazó. Dice la Biblia que “a lo suyo vino, y los suyos no le recibieron”. Y aún no lo reciben. El mundo le rechazó y aún le rechaza. El hombre vive a espaldas de Dios, enajenado de Dios, sin tenerle en cuenta. El salmo 14 nos lo dice claramente: “Dice el necio en su corazón: no hay Dios”. No solo niegan la existencia de Dios, sino, aún aceptándola, lo que dicen es “No hay Dios para mí”. Así rechazaron a Cristo. Y aún el mundo repite la expresión del evangelio: “No queremos que este reine sobre nosotros”.
Pero Dios le defendió, le resucitó y le glorificó, exhibiendo al mundo su rotunda victoria. Vale la pena que le lea un largo, pero exquisito párrafo de la pluma de F. B. Meyer: “Dijeron que él era el Amigo de publicanos y pecadores. Dios le ha justificado, mostrando que, si se asociaba con los tales, era para hacerlos mártires y santos. Dijeron que estaba loco. Dios le ha justificado haciendo que sus enseñanzas sean la iluminación de los más nobles y sabios de la raza. Dijeron que tenía un demonio. Pero Dios le ha justificado dándole poder para echar fuera al diablo y (en el futuro) atarlo a una gran cadena. Dijeron que destruiría el templo y la república de Israel.
Dios le ha justificado, derramando la influencia del pueblo hebreo por todas las naciones del mundo, y haciendo que su literatura, su historia, sus conceptos sean dominantes. ¿Dónde están los que han condenado al Señor Jesús? Sus libros se pudren en las tablas más altas de las bibliotecas, cubiertas del polvo que nunca se quita. Nunca se recuerdan de sus nombres sino cuando se citan en las apologías de los defensores de la fe cristiana. Su memoria no ha sobrevivido a la destrucción de la polilla. Como a un vestido los consumirá.
Han pasado como un sueño malo: mientras el Salvador exaltado está entronizado diariamente en más corazones, y con más entusiasmo, y con apreciación que siempre va en aumento. Su trono está establecido para siempre jamás. ¡No temas tú la ira del hombre, tú que eres hijo de un Rey! “Porque como a un vestido los consumirá la polilla, y como a lana los consumirá el gusano”. La suerte que ha sobrevenido a los adversarios de tu Rey sobrevendrá a los tuyos (Is. 51.8). Sólo quédate quieto, como lo hizo Él; pon tu rostro como un pedernal; somete tu causa a Dios; no cuentes con tus protestas, sino con sus vindicaciones, y sacará tu justicia como la luz, y tu juicio como al mediodía. ¡Él te ayudará; no temas! No serás confundido”.
Finalmente, el Siervo del Señor es predicado. Dicen los v. 10 y 11 de Isaías 50: “¿Quién hay entre vosotros que teme a Jehová, y oye la voz de su siervo? El que anda en tinieblas y carece de luz, confíe en el nombre de Jehová, y apóyese en su Dios. He aquí que todos vosotros encendéis fuego, y os rodeáis de teas. Andad a la luz de vuestro fuego, y de las teas que encendisteis. De mi mano os vendrá esto: en dolor seréis sepultados”. El mensaje del glorioso Mesías es anunciado. Como siempre, en el auditorio universal hay dos tipos de receptores: uno que anda en tinieblas, sin luz, necesitado de la luz de Dios, y otro que también anda en tinieblas, pero intenta iluminar su camino a la luz de su propio fuego, sin necesidad de que Dios intervenga en su vida. El primer tipo de receptor teme al Señor, oye el mensaje de su Siervo y recibe la invitación del Cielo: “confíe y apóyese”, es decir, ponga la confianza en el Dios Soberano, Todopoderoso. “La fe verdadera es una fe probada”.
Y la fe se prueba confiando en Aquel que salva y guarda poderosamente. Aquel que es “la luz del mundo” prometió: “el que me sigue, no andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida”. Al que la tenga, le es posible vivir “como hijo de luz”, andando en la luz “como él está en luz”. Podrá transitar por el “valle de sombra de muerte” y atravesar las tinieblas de pruebas y tribulaciones, pero la presencia del Señor estará junto a él, dándole ánimo e iluminando su senda con aquella palabra que es “lámpara a los pies, y lumbrera al camino”. Así podrá decir confiadamente: “No temeré mal alguno, porque tú estarás conmigo”. Permítame preguntarle: ¿Carece de luz?, ¿vive en la oscuridad de la duda, de la incertidumbre?, ¿hay temores sobre el futuro? A veces vamos como “a tientas”, cuando tenemos la lámpara del Omnipotente a nuestra disposición, cuando podemos orar como el salmista y decir: “Envía tu luz y tu verdad; estas me guiarán”. La invitación del Señor es a confiar y apoyarse en Él. Podemos hacerlo. Es la roca firme, el cimiento estable.
No es como el mundo, al que gráficamente, en la figura de Egipto, la Palabra lo compara a una caña quebrada: “He aquí que confías en este báculo de caña frágil, en Egipto, en el cual si alguien se apoyare, se le entrará por la mano, y la atravesará”. El mundo es peligroso, traicionero. Dios es fiel. El segundo tipo de receptor, en su autosuficiencia, hará oídos sordos a la invitación, andando iluminado por la luz de su propia capacidad humana, en los caminos de su corazón y en la vista de sus ojos. Pero, como dice el comentario de M. Henry: “Los consuelos derivados de las criaturas son como chispas de corta vida y pronta desaparición”. Al fin, cosechará el resultado de su indiferencia: quedará tendido en medio de tormentos. Lejos de Dios, para siempre, en eterna oscuridad. ¿No es este el mensaje del Evangelio?, ¿no es la gracia divina que se extiende al pecador en acentos de tierno convite? Y la respuesta será, como siempre, la misma: “Unos se burlaban; otros decían: Ya te oiremos acerca de esto otra vez… mas algunos creyeron”. ¿De qué lado está usted? Busque al Señor y ande en su luz. El que cree en él, tendrá la luz de la vida.