Cánticos del Siervo del Señor (28ª parte)
26 octubre, 2024Cánticos del Siervo del Señor (30ª parte)
2 noviembre, 2024Autor: Eduardo Cartea
¿Se considera usted una persona rebelde? Tal vez ha intentado seguir las conductas de “Buena persona” o “Buen cristiano” dictadas por la costumbre. Pero en este programa escucharemos que Jesús fue herido por nuestras rebeliones. Las de todos. ¿Cómo puede ser?
DESCARGARLO AQUÍ PE3054 – Estudio Bíblico Cánticos del Siervo del Señor (29ª parte)
El Mesías ignorado
¿Cómo está? Si me pudo acompañar en el último encuentro, recordará que hablamos de los sufrimientos del Mesías, el Señor Jesucristo, en el contexto del capítulo 53 de Isaías, el cuarto de los cánticos del Siervo de Jehová. El versículo en el cual estábamos meditando es el No. 3, que dice: “Despreciado y desechado entre los hombres, varón de dolores, experimentado en quebranto; y como que escondimos de él el rostro, fue menospreciado, y no lo estimamos”. En efecto, eso sucedió exactamente en la vida de Jesús. Vivió haciendo bienes, pero al fin, salvo un puñado de hombres fieles y de mujeres piadosas, el pueblo le rechazó, los dirigentes religiosos le acusaron falsamente, Judas le traicionó, Pilatos lo entregó a la muerte y una turba enfurecida ciegamente le llevó a la cruz, donde le crucificaron en medio de dos malhechores.
¿Dónde estaban aquellos que había sanado?, ¿dónde quedaron aquellos liberados del poder del diablo y los que habían oído de sus labios palabras de vida eterna? Tampoco le acompañaba la multitud que le aclamó en las puertas de la ciudad santa, apenas horas atrás. Se avergonzaron de Él. Escondieron de Cristo el rostro como si fuera un leproso, al que gritaban con mezcla de repugnancia y conmiseración: “¡inmundo, inmundo!”, expulsándolo de la comunidad. Le ignoraron, en una dolorosa manifestación de indiferencia e ingratitud.
El clamor hacia Dios del Salmo 22 nos conmueve: “No te alejes de mí, porque la angustia está cerca; porque no hay quien ayude”. ¿Y qué diremos de los incrédulos? No tenía valor para el indiferente Pilatos, el impío Herodes, los cínicos Anás y Caifás, ni los groseros y crueles soldados romanos. ¿Qué valor tuvo para la multitud que prefirió que soltaran a un ladrón y sedicioso como Barrabás? Entonces la expresión “no lo estimamos”, es la triste conclusión de la evaluación del hombre hacia el Siervo: sin valor alguno.
El autor A. Motyer lo expresa así: “Cuando el hombre sumó todo lo que vieron sus ojos y todo lo que comprendió su mente, el resultado fue cero. Con estas palabras Isaías completa un diagnóstico de nuestra condición humana, que ha estado elaborando durante estos tres últimos versículos: ver al Siervo y no detectar hermosura, en él, revela la bancarrota de las emociones humanas; unirse a quienes le desprecian y rechazan evidencia lo perdida que está la voluntad humana; evaluarle y llegar a la conclusión de que no vale nada, condena nuestras mentes, corrompidas por nuestra pecaminosidad. Así, vemos que todas las facetas de la naturaleza humana son inadecuadas; tenemos cerrado todo camino mediante el cual, por naturaleza, podríamos llegar a la verdad y responder a Dios. Lo único que puede hacer que conozcamos al Siervo y atraernos a Él es la revelación divina”.
Es cierto que para muchos no hay atractivo en Él, ni nada para ser deseado, pero para los suyos, para Su Iglesia son apropiadas las palabras de aquella mujer enamorada del libro del Cantar de los Cantares: “Todo él codiciable”, deseable, encantador, la dulzura misma. El verdadero atractivo del Señor Jesucristo es su muerte en la cruz. Él mismo lo dijo: “Y yo, si fuere levantado de la tierra, a todos atraeré a mí mismo”. Y esto decía dando a entender de qué muerte iba a morir”. Solo aquellos que hemos sido conquistados por Su amor y gracia, y salvados por Su muerte de cruz, podemos hacer nuestras las palabras de 1 Pedro 2.7: “Para vosotros, pues, los que creéis, él es precioso”. Una canción lo dice en hermosos términos: En la cruz moriste por amor; no bastó dolor y humillación; Como flor que alguien pisoteó quedaste tú, y fue por mí… por amor.
El capítulo 53 de Isaías continúa diciendo en los v. 4 y 5 lo siguiente: Ciertamente llevó él nuestras enfermedades, y sufrió nuestros dolores; y nosotros le tuvimos por por herido de Dios y abatido. Mas él herido fue por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados; el castigo de nuestra paz fue sobre él, y por su llaga fuimos nosotros curados. El Siervo del Señor avanza en ese sendero descendente que lleva al sacrificio, a la mayor profundidad de dolor y sufrimiento. Como dice Vine: “Los sufrimientos de la cruz están ahora a la vista”.
Por un lado, se aprecian sus expresiones como una verdadera confesión de parte del remanente fiel que un día reconocerá a Jesucristo como su Mesías y Salvador. Nótense los pronombres en primera persona plural (“nosotros”), o los adjetivos posesivos en primera persona plural (“nuestros”, “nuestras”). Por otro lado, las expresiones que indican los padecimientos del Siervo: los verbos, en pretérito profético, que es un tiempo verbal muy usado en la lengua hebrea, referido al pasado, pero que predice acontecimientos futuros que se consideran realizados con certeza. Estos son los verbos tan elocuentes con los que el profeta inspirado habla en estos versículos de la experiencia de Jesús en la cruz: llevó; sufrió; fue herido, molido, castigado; cargó; fue llevado.
Tal vez un día, cuando el pueblo de Israel, en tiempos aciagos para ellos bajo el imperio despiadado del Anticristo, vuelva sus ojos a Jesús y la niebla que embarga sus corazones se torne en clara visión al contemplar al Mesías que por siglos han rechazado, en medio de su llanto de arrepentimiento, pronunciarán estos preciosos versículos que son toda una confesión, a juzgar por las veces que se repite el “nuestros”, y el “nosotros”. Será un día bendito, cuando cada uno de los que integren el remanente fiel le reconocerá y cayendo a sus pies, como Tomás en aquella mañana del día del Señor, le dirán: “¡Señor mío y Dios mío!”.
Qué triste es pensar que, por el contrario, muchos le rechazarán. El Siervo murió por todos y por ello, la salvación es potencial, virtual, para toda la humanidad, pero efectiva solo para los que creen. No creer es total responsabilidad del hombre. Y el único pecado imperdonable es “no creer en el unigénito Hijo de Dios”. Como si quisiera reafirmar el concepto, despejar toda duda, asegurar la veracidad del hecho, el versículo 4 comienza con un “ciertamente”, a pesar de lo dicho en el versículo anterior, que merecería una acción de parte de Dios contra una humanidad que despreció a su Hijo. Su Siervo, en un despliegue de inmenso amor y misericordia, cumplió hasta el final la obra de la redención para la cual había nacido. “Ciertamente llevó él nuestras enfermedades”.
El verbo “llevó”, es un término muy especial. Es utilizado con relación a los sacrificios levíticos. Por ejemplo, cuando el cabrito en el día del perdón, aunque inocente, “llevaba” sobre sí en forma simbólica el pecado del pueblo. Pero también en Éxodo 28 aparece esa misma palabra en un precioso versículo: “Y estará sobre la frente de Aarón, y llevará Aarón las faltas cometidas en todas las cosas santas, que los hijos de Israel hubieren consagrado en todas sus santas ofrendas; y sobre su frente estará continuamente, para que obtengan gracia delante de Jehová”. Sobre la frente de Aarón, en el turbante que cubría su cabeza, había de ponerse una lámina de oro fino con una inscripción grabada: “Santidad a Jehová”, que no solo indicaba la santidad con la cual debía desempeñarse la tarea sacerdotal, sino también —y así se traduce en otras versiones— como “consagrado (o dedicado) a Jehová”.
Aarón aquí es un tipo de nuestro Sumo sacerdote, el Señor Jesús. Aquel que “vive para Dios”, lleva sobre su frente nuestras faltas; nos tiene presentes; sabe que fallamos. “Conoce nuestra condición; se acuerda de que somos polvo”. Y lo hace para que podamos “obtener gracia” delante de Él. ¡Cuántas veces cometemos fallos en las cosas santas, y en la balanza del santuario no alcanzamos el peso requerido!, ¡cuánto necesitamos de la gracia del Señor para ser perdonados! El término hebreo que se traduce como “llevar” aparece en Génesis 18, donde Abraham ruega a Dios que perdone el pecado de los justos que pudiera haber en Sodoma y Gomorra.
Así que, allí su significado es “perdonar”. “Llevar” es tener presente, estimar. La misma palabra se repite en el v. 12 de Isaías 53: “habiendo llevado”. Se puede traducir como “tomó”, y así lo vemos en Mateo 8: “para que se cumpliese lo dicho por el profeta Isaías, cuando dijo: El mismo tomó nuestras enfermedades, y llevó nuestras dolencias”. Cuando dice que Él llevó, está diciendo que Él lo hizo suyo. Amor tan grande, merece nuestro amor, gratitud, devoción, adoración y entrega. Que podamos hacerlo con gozo.