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Autor: Eduardo Cartea

En el último programa de la serie “Cánticos del Siervo del Señor”, llegamos al final de estos mensajes admirando la obra maravillosa y completa que se anunció siglos antes, pero se diseñó en la Eternidad. La satisfacción del Señor al ver el fruto de su sacrificio.


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PE3065 – Estudio Bíblico Cánticos del Siervo del Señor (40ª parte)



El Mesías exaltado y satisfecho

Hola, en la culminación del capítulo 53 de Isaías, vemos al Siervo del Señor y los resultados de su sacrificio en la cruz. Ya vimos dos de ellos: Verá, linaje y vivirá por largos días. El tercero de ellos es:

La voluntad de Dios será en su mano prosperada.

Sin duda el Siervo cumplió la voluntad divina al ofrecer su vida

en sacrificio, sabiendo que todas las cosas que le sucederían le llegaban desde la mano de su Dios y que el resultado había de ser grandioso. Él sufrió por su pueblo, en lugar de su pueblo.

Pero, además, el propósito eterno de Dios será cumplido.

Dios “reunirá —dice Efesios 1.10— todas las cosas en Cristo, en la dispensación del cumplimiento de los tiempos, así las que están en los cielos, como las que están en la tierra”. Al fin, el Siervo victorioso y exaltado regresará para consumar el plan divino.  En Su mano de autoridad soberana estarán todas las cosas; se unirá a Su Esposa, la Iglesia, y sentado en Su trono de gloria juzgará a los vivos y a los muertos, triunfando sobre sus enemigos como Rey de reyes y Señor de señores. Entonces entregará el Reino a Dios el Padre. “Luego que todas las cosas le estén sujetas, entonces también el Hijo mismo se sujetará al que le sujetó a él todas las cosas, para que Dios sea todo en todos”.

En verdad, “los cielos y la tierra pasarán”, pero “la salvación de Dios será para siempre”. La palabra “salvación” es en hebreo Yeshû´âh: ¡Ese es el nombre hebreo de Jesús!

 

    Verá del fruto de la aflicción de su alma, y quedará

satisfecho”.

La expresión: “Verá del fruto…”, podría traducirse, según confiables originales como “verá (la) luz”. En ese caso, se podría interpretar de este modo: el Siervo puede ver luz y ser satisfecho por el resultado de su sacrificio; es decir, puede ver la luz en almas redimidas que antes vivían en la oscuridad (Is. 9.2). 

La palabra “fruto”, el fruto de la labor realizada es traducida también como “trabajo”. Se trata de un trabajo arduo, angustioso. Probablemente también recuerda el trabajo duro de una mujer al dar a luz a su bebé. El trabajo del Siervo fue extremadamente agotador, en su vida y especialmente en su muerte.

“Verá”, obviamente indica que el Siervo habría de resucitar, y después de haber pasado por los dolores de la cruz, se levantaría triunfante. Las palabras “Consumado es” dichas desde la cruz, anticipaban el triunfo: la obra concluida, el trabajo realizado.

Tres veces en la Biblia resuenan estas palabras: Al principio, cuando la creación fue terminada, Dios vio que “todo lo que había hecho, era bueno en gran manera”, “acabó la obra que hizo y reposo el día séptimo de toda la obra que hizo”.

En la segunda oportunidad, cuando completó la obra de la redención en la cruz, el Señor Jesús dijo: “Consumado es” (gr. tetelesthai), y “habiendo efectuado la purificación de nuestros pecados por medio de sí mismo, se sentó a la diestra de la Majestad en las alturas”.

Finalmente, cuando ponga en orden todas las cosas: la Iglesia purificada, el remanente fiel de Israel convertido, los enemigos juzgados y condenados. Cuando se inauguren el nuevo cielo y la nueva tierra, y la santa ciudad, la nueva Jerusalén descienda del cielo ataviada como una esposa para su marido, el tabernáculo de Dios se extienda en medio de los hombres para morar entre ellos, toda lágrima sea enjugada, y desaparezcan para siempre el dolor que embarga el alma y la muerte con su horror; cuando haga nuevas todas las cosas, se oirá nuevamente la expresión: “Hecho está (“ya todo está hecho”). Yo soy el Alfa y la Omega, el principio y el fin. Al que tuviere sed, yo le daré gratuitamente de la fuente del agua de la vida”.

El Siervo de Jehová “quedará satisfecho”. Es el descanso que produce la obra concluida, como Él lo había anticipado: “Yo te he glorificado en la tierra; he acabado la obra que me diste que hiciese”. Y el Padre quedará complacido con su Hijo amado. Hebreos 12.2 nos recuerda que Jesús, “por el gozo puesto delante de él, sufrió la cruz, menospreciando el oprobio (la vergüenza) y se sentó a la diestra del trono de Dios”.

“Así como una madre se regocija de ver a su hijo recién nacido, en su ´conocimiento´ el Siervo vio que muchos hijos vendrían a la gloria y Él se siente satisfecho… Ver ahora a esos antiguos pecadores hechos perfectos a la vista de un Dios santo le produce al Siervo una satisfacción perfecta”.

 

El quinto resultado de la obra de la cruz es: “Por su conoci-miento justificará mi siervo justo —o mejor, el justo, mi Siervo— a muchos, y llevará las iniquidades de ellos”.

La frase “por (o, con) su conocimiento” puede tener, al menos, dos significados:

Uno es el propio conocimiento que tendría el Siervo de la obra

que había venido a realizar. Indudablemente en su naturaleza divina, el Señor sabía todas las cosas por anticipado, aunque su naturaleza humana estuviera sujeta al conocimiento que por revelación le otorgaba el Padre. Además, Él sabía bien que había venido para resolver el problema del pecado de la humanidad.

 “En todo el pasaje, el trabajo de Cristo como sacerdote y mediador es desplegado tanto como la perspectiva de Su gloria real. Por la razón de que Él en su propia Persona como en su triple oficio, y porque Su absoluto conocimiento como el Hijo de Dios, Él efectuaría la justificación de muchos. Quiere decir que Él constituirá justo a todo aquel que venga a Dios por medio de Él. Pero solo sobre la base de Su sacrificio vicario, sustitutorio”.

 

El segundo aspecto es, tal vez, más lógico. Por el conocimiento que Él impartiría habría de justificar a muchos, es decir, les constituiría justos para Dios. “Su conocimiento” es el que podemos tener de Cristo y de su obra redentora, por la acción iluminadora del Espíritu Santo, única base para la salvación del pecador. Recordemos que “la fe viene por el oír, y el oír, por la palabra de Dios”. La Palabra, el conocimiento de Dios y de su salvación en Cristo abre el oído, el interés, el deseo de obedecer, y el oído abierto, despierta la fe que alcanza la salvación. La vida eterna es el conocimiento de Cristo.

Pero, además, no solamente les justifica pagando un precio inmenso con Su propia vida para liberar a los hombres culpables, sino que también dice: “llevará las iniquidades de ellos”. Cristo, como nuestro sumo sacerdote, vive siempre para interceder por nosotros. Por lo tanto, no solo llevó nuestros pecados en la cruz. Ahora, siendo ya suyos, es la “propiciación de nuestros pecados”, necesaria tarea para nuestra vida de santificación.

Notemos que en los versículos 10 y 11, y en tan pocas palabras, se esbozan varias grandes doctrinas de la salvación: la expiación (o propiciación, o perdón), la justificación, la redención y la santificación.

 

Permítame terminar nuestras exposiciones sobre esta gloriosa profecía con unas palabras a modo de Doxología.

Concluimos esta sencilla exposición de pasajes en los cuales,   

con sublimes trazos desde la pluma inspirada de Isaías, el Espíritu Santo nos muestra a Aquel a quien siempre glorifica, el Mesías, el Siervo del Señor, nuestro Salvador y Señor Jesucristo.

Que el análisis detallado, con el propósito de extraer en todo lo posible la grandeza insondable de la Escritura, no nos impida la visión de Jesús, de modo que nos inste a seguir sus pisadas en un servicio humilde y consagrado y a postrarnos ante Él para adorarle, recordando sus padecimientos y anticipando sus glorias.

 

“El Siervo de Jehová pasa por el oprobio y la vergüenza para llegar a la gloria, y por la muerte a fin de vivir para siempre. Triunfa por medio de la entrega de sí mismo; gobierna después de servir como esclavo; vive después de muerto; cumple su Obra luego de haber sido anulado aparentemente, Su gloria resplandece sobre las sombras de la humillación más profunda».

Mientras inclinamos nuestro rostro en gratitud a Aquel que nos amó sin medida, hasta la muerte en la cruz, digamos:

Al que está sentado en el trono, y al Cordero sea la alabanza, la honra, la gloria y el poder, por los siglos de los siglos.

Gracias por acompañarme en estas meditaciones. Que Dios le bendiga muy ricamente.

 

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