El verdadero gozo y el sentido de la vida (2ª parte)
14 marzo, 2016Cielo, allí quiero ir (2ª parte)
14 marzo, 2016Autor: Norbert Lieth
¿Quiere ir al cielo? Escuche cómo llegar, con toda seguridad, al lugar más hermoso de todos los tiempos y de todo mundo!
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PE2170 – Estudio Bíblico
Cielo, allí quiero ir (1ª parte)
Estimados amigos: ¿Quieren ir al cielo? ¿Quieren saber cómo llegar con toda seguridad al lugar más hermoso de todos los tiempos y de todo mundo? Les invito a reflexionar acerca de este tema.
Por lo menos una vez en su vida cada persona se hace la pregunta: “¿Existe el cielo?” – “¿Existe Dios?” – “Después de la muerte, ¿sigue la vida?” – “¿Será que detrás del universo realmente existe algo más, una dimensión diferente?” – “¿Existe la vida eterna?”
Que yo sepa, la mayoría de las personas parte de la base de que existe una vida después de la muerte. Prácticamente todas las religiones, e incluso las así-llamadas religiones naturales, enseñan que el alma y, según sea el caso, también el espíritu, continúa existiendo en alguna forma. Aun muchas personas no religiosas presienten eso, aunque no lo quieran tener en cuenta.
¿De dónde viene ese presentimiento, ese deseo de un mundo mejor? Si somos personas que buscan la verdad, que no sólo la quieren desplazar, investigaremos y nos plantearemos la pregunta: “¿Dónde podemos recibir informaciones fiables sobre el cielo, sobre Dios, sobre la eternidad?”
¿Qué tal una respuesta desde el cielo? Imagínese, que estuviera viviendo en algún lugar pequeño, insignificante, de donde usted nunca ha salido. Pero, ya escuchó algo sobre la metrópolis de Nueva York, sobre el Río Hudson, la Estatua de la Libertad, los famosos vecindarios y parques, los rascacielos, el tren subterráneo y los centros comerciales. Le gustaría obtener más información sobre todo esto, también para ver si realmente es verdad. Nadie de su lugar realmente le puede ayudar, porque nadie ha estado allí.
Cada uno tiene una u otra opinión sobre Nueva York. Siga imaginando que ahora llega alguien de Nueva York a su aldea, alguien que toda su vida ha vivido en esa ciudad. ¿No es cierto que ésa sería la persona que mejor le podría explicar lo que es Nueva York?
Después de todo, la mejor referencia sobre el cielo nos la podría dar alguien que vino del mismo del cielo, que ha vivido allí, que incluso participó en modelarlo. ¡Y ese Alguien existe! Se trata del Hijo de Dios, Jesucristo.
¡Por favor, no haga gestos de negación ahora! Con el hecho de que Jesús ha sido una persona singular y muy especial, seguramente usted está de acuerdo. La historia de Jesús es única, fascinante. Sin embargo, no queremos escuchar a los seres humanos que hablan de Jesucristo, sino más bien queremos dejar que Él tome la palabra. Mi opinión es que todo aquel que es acusado o criticado, tiene el derecho de hablar por Sí mismo.
Cuando Jesús estuvo aquí en la tierra dijo, por ejemplo: “Nadie subió al cielo, sino el que descendió del cielo; el Hijo del Hombre, que está en el cielo” (así leemos en Jn. 3:13). Con esta afirmación, Jesús enfatiza tres cosas: 1. Que Él regresa al cielo, porque 2. Él descendió del cielo a la tierra, y 3. que el cielo es Su patria eterna.
Si no le creemos esto al Señor Jesucristo, ¿a quién entonces podemos darle más confianza?
El cielo siempre lo relacionamos con algo hermoso, de ensueño, un mundo diferente, sin sufrimiento y sin turbaciones. Hace algún tiempo atrás, caminaba alrededor de un hermoso lago en las cercanías de nuestro lugar de residencia. Era un hermoso día de primavera. Yo veía las montañas de los Alpes, en el lago se reflejaba el sol, los juncos se veían hermosos; podía escuchar y observar a los pájaros, los patos, etc. Jóvenes y ancianos estaban afuera, todos disfrutando de ese hermoso día.
Cuando vemos algo así, pensamos que si no existiera el mal, lo maligno, lo destructivo o, como dice la Biblia, el pecado, tendríamos el cielo en la tierra. Pero, ¿por qué no puede existir un lugar donde el pecado no esté presente, y en el que uno pueda disfrutar plenamente, en ausencia del mal y de lo que le entristece?
¡Así como es verdad que existe una tierra, así también es verdad que existe un cielo! Pero, para éste primero debemos ser “ajustados”, ya que ningún pecado, nada malo tiene acceso allí. Si Dios nos llevara al cielo en nuestro estado pecaminoso, el cielo ya no sería cielo. Por eso, vino Jesucristo como Redentor. Recibimos el perdón, somos hechos justos delante de Dios y hallamos el acceso al cielo a través de Jesucristo. Por eso, es también que Jesús dice de sí mismo: “Yo soy la puerta” (Jn. 10:17). Y: “Yo soy el camino” (Jn. 14:6).
En otra afirmación, Jesús enfatiza el objetivo de Su descenso del cielo a la tierra: “Porque he descendido del cielo, no para hacer mi voluntad, sino la voluntad del que me envió” (nos dice en Jn. 6:38). Jesús vino del cielo para hacer la voluntad de Dios. Y la voluntad de Dios era preparar el camino para que los seres humanos pudieran llegar al cielo. Ése fue el camino que Jesús preparó. Él vino del cielo, para llevarnos allí. Por esta verdad, Jesucristo fue a la muerte en la cruz, resucitó de los muertos y regresó al cielo.
¡Qué maravilloso debe ser el cielo! Si Dios ha creado todo lo hermoso, lo que nos hace bien aquí en la tierra, no puede ser menos maravilloso en la presencia del Creador. Al contrario, debe ser infinitamente más hermoso y más benéfico, sobre todo porque, entonces, todo el mal habrá sido quitado.
Pero, lo que está claro es que: el cielo no es un lugar aburrido, etéreo, donde los ángeles sólo tocan el arpa incansablemente. Es más bien un lugar de vida y felicidad perfectas, de gozo perfecto, el lugar en que mora Dios. Allí donde reside el Creador de todo lo que disfrutamos en la tierra, no puede ser monótono.
En este momento, me gustaría citar algunos de los muchos pasajes de la Palabra de Dios que tratan del cielo (por ejemplo, He. 12:22 al 24; y Ef. 1:21 y 2:7):
El cielo es:
El lugar del Dios vivo, del Padre de la gloria,
El lugar donde se encuentran incontables ángeles, de diversos rangos,
El lugar de celebración,
El lugar donde reside Jesucristo, nuestro Redentor
El lugar que se encuentra muy por encima de todo principado, de toda violencia, poder, dominio y nombre,
El lugar de riquezas exuberantes,
El lugar del que dice: “Enjugará Dios toda lágrima de los ojos de ellos; y ya no habrá muerte, ni habrá más llanto, ni clamor, ni dolor; porque las primeras cosas pasaron. Y el que estaba sentado en el trono dijo: He aquí, yo hago nuevas todas las cosas. Y me dijo: Escribe; porque estas palabras son fieles y verdaderas” (Ap. 21:4 y 5).
Se nos acaba el tiempo por hoy, pero en el próximo programa continuaremos viendo que la diversidad en el cielo es infinita, así como Dios el Padre es infinito. ¡Hasta entonces y qué Dios les bendiga!