¿Cómo reconozco la voluntad de Dios para mi vida? (2ª parte)

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Autor: René Malgo

En esta segunda parte continuaremos enumerando las herramientas que René Malgo nos recomienda, para la respuesta a una pregunta recurrente entre los creyentes: ¿Cómo puedo reconocer la voluntad de Dios? Esta pregunta puede o bien darnos respuestas claras y sin doblez o llevarnos a la frustración, desorientación y duda.


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PE2821- Estudio Bíblico
¿Cómo reconozco la voluntad de Dios para mi vida? (2ª parte)



Luego de ver en el programa anterior los primeros cuatro pasos que nos ayudan a reconocer si una decisión es la voluntad de Dios o no, seguiremos con tres más. Pero, primero les voy a recordar los pasos que vimos en el programa pasado:

1.      ¿Está mi decisión en armonía con la Palabra de Dios? Es la pregunta que debe ser el filtro de todas las decisiones que tomamos.

2.      ¿Mi decisión promueve el amor? En primer lugar, mi amor hacia Dios, pero al mismo tiempo el amor al prójimo, La voluntad de Dios no es que yo descuide mis obligaciones, ni que haga daño a mi prójimo.

3.      ¿Promueve mi decisión la santificación? ¿Ayuda a que pueda asemejarme más a mi Señor Jesús?

4.      ¿Es mi decisión coherente con los caminos de Dios?  ¿Es coherente con decisiones anteriores? Dios no es caprichoso, no nos guía un día así y otro día asá.

Ahora continuamos con el 5 paso que deberíamos considerar antes de tomar una decisión importante:

5.      ¿Hemos recibido una confirmación?

Con confirmar la decisión, no me refiero a que uno se base en el éxito mundano como respuesta de Dios, pues, de esa manera, los evangelistas de la prosperidad y los charlatanes religiosos podrían afirmar que hacen siempre la voluntad divina, y, por otra parte, Jesús tendría que haber expresado públicamente su fracaso en la cruz. ¡Lejos esté yo de afirmar cosa semejante!

Tampoco se trata de basarnos en señales milagrosas, como en el caso de Gedeón, ¡aunque pueda ocurrir! No, sino que con la confirmación nos referimos, hasta cierto punto, a lo que Pablo experimentó. En Hechos 16, el Espíritu Santo le impidió al apóstol predicar en ciertas regiones, llevándolo hacia otros lugares. El propósito de Pablo fue siempre bueno: predicar el evangelio. No obstante, a través de las circunstancias, de obstáculos o de puertas abiertas, Pablo recibió en cada caso las negaciones o confirmaciones divinas para sus decisiones.

No hay que avergonzarse si al estar cumpliendo lo principios espirituales recibimos un no del Señor, a causa de que tiene algo mejor para nosotros. Pablo experimentó esto y se dejó guiar por el Espíritu Santo. Las confirmaciones pueden ser sutiles. También suelen ser algo que solo tú puedes notar. En el caso de Pablo fue a través de un sueño. No esperes que todo te salga bien o todos estén de acuerdo contigo, precisamente las decisiones buenas y valiosas de la vida suelen ir acompañadas de retos difíciles.

6.      ¿Tengo la paz de Dios cuando tomo una decisión?

Dios es un Dios de paz, no de caos o agitación. Donde Él reina, hay paz: “… porque el reino de Dios no es comida ni bebida, sino justicia, paz y gozo en el Espíritu Santo” (Ro. 14:17).

La paz es un fruto del Espíritu. Cuando nos enfrentamos a una decisión y nos preguntamos: “¿es esta la voluntad de Dios?”, haríamos bien en prestar atención a si tenemos paz delante de Dios. Pablo escribe: “Por nada estéis angustiados, sino sean conocidas vuestras peticiones delante de Dios en toda oración y ruego, con acción de gracias. Y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guardará vuestros corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesús” (Fil. 4:6-7).

Debemos orar con fervor cuando queremos conocer la voluntad de Dios en algún asunto, y si “la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento” llena nuestro corazón durante nuestra súplica, podemos tomarlo como una buena señal. La conexión entre la oración y la paz es importante, pues la oración expresa nuestra relación con el Padre celestial. De hecho, si dejamos la oración de lado, podríamos buscar la manera de sentirnos en paz, aunque de forma temporal y, en muchos casos, fatal. Podemos buscar la paz a través de la meditación o en otros placeres. Contrario a esto, si nos presentamos delante Dios en oración y buscamos tener una comunión con Él y estar en armonía con su voluntad, obtendremos una paz sobrenatural que no depende de las circunstancias.

Es decir, si tengo un determinado asunto que resolver o decisión que tomar, y al orar y suplicar a Dios, pidiendo sabiduría y la guía de su Espíritu, tengo alegría y paz en mi interior –no solo en esa oración, sino cada vez que oro por ese asunto–, puedo asumir con fe que es el Espíritu de Dios quien me guía hacia allí, y no el enemigo. La razón de esto es que cuando oramos, el diablo, los demonios o nuestro propio orgullo, no pueden darnos paz. Por ejemplo, si oro por algo una y otra vez y siento inquietud o enfado, puedo asumir que probablemente el Espíritu de Dios no me esté mostrando ese camino.

Sin embargo, en la práctica no resulta tan sencillo, sobre todo si no somos capaces de identificar lo que sucede en nuestro interior cuando oramos. Nuestras emociones a menudo nos llevan por una montaña rusa. A veces estamos en paz, y por momentos nos vemos confundidos, ¡y todo esto por una misma causa! Es por este motivo que es tan importante la oración constante. Jesús promete que nuestro Padre Celestial dará el Espíritu Santo a todos “… los que se lo pidan…” (Lc. 11:13). Sin embargo, debemos pedirlo.

7.      ¿Qué dice el corazón sobre mi decisión?

Supongamos que tenemos ante nosotros dos caminos posibles. Oramos al respecto, y resulta que la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, dirige nuestros corazones por ambos caminos, pues parece que ambas opciones son buenas. ¿Y ahora qué?

Pablo escribe: “Vosotros, hermanos, a libertad fuisteis llamados; solamente que no uséis la libertad como ocasión para la carne, sino servíos por amor los unos a los otros, porque toda la Ley en esta sola palabra se cumple: ‘Amarás a tu prójimo como a ti mismo’”. (Gá. 5:13-14). Eres libre. Agustín de Hipona dijo una vez: “Ama y haz lo que quieras”. La vida cristiana es la vida de los libres. No es que haya un solo camino, haciendo que, si tropiezas en alguna parte o cometes un mínimo error, pierdas tu destino para siempre, quedando atrapado en un callejón sin salida. No, el salmista nos promete de parte de Dios: “Deléitate así mismo en Jehová y él te concederá las peticiones de tu corazón” (Sal. 37:4).

Prestar atención a las seis preguntas anteriores, sobre todo a las tres primeras, es poner en práctica el “deleite en el Señor”. He aquí la clave, lo que nos libera como creyentes: bajo estas circunstancias, recibirás lo que tu corazón desea. Porque tu corazón anhela la voluntad, el amor, la santidad y la paz del Espíritu Santo. Por lo tanto, también anhelará lo mejor para ti.

Esto no significa que no podamos equivocarnos, tropezar y tener que levantarnos nuevamente, que no tengamos nunca dificultades o que la vida sea un paseo, sino que manifiesta que como cristianos no debemos vivir con miedo. Dios está a nuestro favor, no en contra. Incluso cuando las cosas son desagradables y difíciles, Él nos dará el querer y el hacer por su buena voluntad (Filipenses 2:13). Solo tenemos que buscar con sinceridad esta voluntad. El fruto del Espíritu Santo es gozo y paz (Gálatas 5:22). Así que, si podemos responder afirmativamente a las seis primeras preguntas, y el corazón nos indica que tomemos determinado camino, podemos estar seguros que no nos conducirá a una trampa, sino que será una confirmación de parte de Dios.

La voluntad de Dios no es solo para los neófitos, los iluminados o los casi perfectos, sino que Él quiere, por el bien de SU nombre, guiar a todos sus hijos por el buen camino, con gusto y sin reproches. Estas siete preguntas no son una garantía de que no volveremos a cometer un error. Incluso sin estas preguntas, tenemos la certeza de que nunca estaremos separados del amor de Dios, Pero estas interrogantes, basadas en la Palabra de Dios, pueden ayudarnos a poner en práctica la sabiduría que Dios quiere regalarnos y a andar en aquellas obras que Él preparó de antemano para que nosotros anduviéramos en ellas.

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