La Vida Cristiana no Consiste en Números
5 abril, 2018Autoestima, correcta valoración
5 abril, 2018[nextpage title=»Cómo vencer el desánimo»]
Autor: Ernest Kraft
Las crisis y dificultades son episodios normales en la vida, que no deben ser motivo de vergüenza. Lo importante es cómo reaccionamos a ellas y en quién nos apoyamos para superarlas.
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PE2398 – Estudio Bíblico
Cómo vencer el desánimo (1ª parte)
¡Qué gusto saludarlo, amigo! Hoy quisiera preguntarle: ¿ha visto usted en su país, calcomanías en la parte trasera de los automóviles, en las que se lee: “Pare de sufrir y de tener problemas: ¡acepte a Jesús!”? A simple vista esto parece maravilloso, pero lamentablemente está muy lejos de la verdad. La Biblia nos enseña todo lo contrario: basta con leer el Salmo 73, o Hechos 14:22 que señala que “es necesario que a través de muchas tribulaciones entremos en el reino de Dios”. No deberíamos avergonzarnos o confundirnos si tenemos dificultades o pasamos por pruebas; es normal e inevitable, le ocurre a todo el mundo. Pero la gran pregunta es cómo nos comportamos cuando estamos atravesando estos momentos de prueba o dificultad. Hay muchos cristianos que están en crisis y sufren por problemas mal resueltos, y salen de estas experiencias amargados y resentidos, decepcionados y agotados; su vida de fe es insípida y la llevan sin entusiasmo o fuego, y así es imposible tener una vida de fe feliz.
Un ejemplo de esto es Noemí, una de las mujeres que aparece en la Biblia, en el libro de Rut. Su nombre significaba “amable”, pero ella se lo quiso cambiar por “amargura” después de varias experiencias difíciles. Ella misma dice para justificar su actitud que “en grande amargura la puso el Todopoderoso”. El salmista que escribió el Salmo 119 también pasó por dificultades pero sin embargo, demostró otra actitud y dice en el verso 71: “Bueno me es haber sido humillado, para que aprenda tus estatutos”. El trató de otra manera las crisis, y así éstas se transformaron en bendición, como también lo dice el Salmo 84:6: “Atravesando el valle de lágrimas lo cambian en fuente”.
Como ya se lo mencioné, amigo, no debe avergonzarse al pasar por crisis o problemas; vemos que 1 Pedro 4:12 nos enseña que los cristianos, aquellos que ya hemos entregado nuestras vidas al Señor Jesús, “no debemos sorprendernos del fuego de prueba que nos ha sobrevenido, como si alguna cosa extraña nos aconteciese”. Aquellos que ya han puesto su confianza en Cristo, han pasado de muerte a vida dice la Biblia, y por lo tanto son blanco directo de los ataques de Satanás. Por otro lado, aquellos que aún no han sido liberados del castigo por su pecado, no son atractivos para el diablo, pues son como una presa muerta, que él sabe que no puede huir a ningún lado.
Amigo, sea que usted ya haya entregado su vida a Cristo o no, debe saber que Dios conoce la historia de su vida y sabe justamente lo que le está pasando. Él sabe dónde tiene sus problemas y cuánto sufre; sabe cosas que tal vez nadie vea ni sepa. Únicamente Dios sabe todo sobre usted y yo, no solo lo que hemos hecho, sino también lo que pensamos y todo lo que mueve nuestro corazón. Por ejemplo, quien observa a Abram, el patriarca de la Biblia, en el libro de Génesis, diría que todo estaba bien con él. Pero Dios sabía dónde se encontraban sus dificultades, Él sabía lo que le estaba ocurriendo y nadie se imaginaba. En el capítulo 14 de Génesis vemos que Abram obtuvo una maravillosa victoria sobre los reyes que habían secuestrado a su sobrino Lot, a sus mujeres y a su pueblo. Lo reconquistó todo, pero sin intención de enriquecerse a costa de los bienes de aquel pueblo. Soberanamente le habló Abram al rey de Sodoma en Génesis 14:22-23 y le dijo: “He alzado mi mano a Jehová Dios Altísimo, creador de los cielos y de la tierra, que desde un hilo hasta una correa de calzado, nada tomaré de todo lo que es tuyo, para que no digas: Yo enriquecí a Abram”. A pesar de su buen ánimo, Abram tenía grandes problemas que ninguno podía ver. Él tenía una crisis que solo Dios conocía. Y por eso Dios se preocupó por su siervo, y procuró ayudarlo. El Señor conoce sus dificultades, incluso aquellas que nadie percibe. Él no solo conoce el lado brillante de nuestras vidas, también conoce los rincones oscuros, y no es indiferente a ellos; quiere ayudarnos a superarlos.
Pero tal vez usted se esté preguntando: ¿De dónde vienen las crisis en la vida cristiana, entonces? ¿No vienen del hecho de que, a veces, no recibimos aquello que tanto pedimos? Tenemos la tendencia a mirar a otros y pensar que en la vida de ellos todo va muy bien; y que solo en la nuestra las cosas van mal. La envidia que nace de estas observaciones, nos paraliza, nos deja inactivos, aunque en otras áreas las cosas estén marchando bien. “El deseo cumplido regocija el alma,” dice Proverbios 13:19. Sin embargo, lo contrario también vale: cuando el corazón está afligido, el ánimo se cae. Percibimos por la actitud de Abram hasta qué punto estas ideas estaban enraizadas en su mente. En los versículos 2 y 3 de Génesis 15, el patriarca se lamenta: “Señor y Dios, ¿para qué vas a darme algo, si aún sigo sin tener hijos, y el heredero de mis bienes será Eliezer de Damasco?”. Y luego insiste: “Como no me has dado ningún hijo, mi herencia la recibirá uno de mis criados”. Lamentablemente la actitud de fe de Abram estaba determinada por las experiencias, y en esa área ya no era capaz de creer. ¿No es esto lo que nosotros también experimentamos, amigo? Que en un área determinada ya no podemos imaginar que algo vaya cambiar, o que alguna promesa será cumplida. Más adelante en esta serie de mensajes hablaremos de las situaciones de Pedro y Elías, y allí veremos que Dios es siempre el que toma la iniciativa para ayudarnos. Querido amigo, tenga la seguridad de que Dios actuará de la misma manera con usted. Él desea ayudarlo en este mismo momento.
¿Y cómo fue que ayudó a Abram? Pues en el versículo 5 de Génesis 15 leemos: “Y lo llevó fuera, y le dijo: Mira ahora los cielos, y cuenta las estrellas, si las puedes contar”. Probablemente Abram estaba en su tienda, es decir, en la morada que él mismo había hecho para sí. Él debía salir y contemplar las obras de Dios. Muchas veces nos movemos en nuestra vida cristiana en torno de aquello que nosotros mismos nos hemos preparado: nuestras ideas, nuestra inteligencia, nuestra lógica. Pero ante esto Dios nos dice: sal de tu racionalismo y ocúpate en las obras y los pensamientos de Dios. En el caso de Abram la idea que tenía era que sería imposible obtener un heredero en su condición y la de su esposa. Este era su razonamiento doméstico, y más allá de ello no podía pensar. Así nosotros también tenemos nuestra argumentación e ideas limitadas que nos llevan a la conclusión: “¡Es imposible!”. Pero Dios nos manda salir, y Proverbios 3:5-6 nos dice: “Fíate de Jehová de todo tu corazón, y no te apoyes en tu propia prudencia. Reconócelo en todos tus caminos, y él enderezará tus veredas”.
Luego de su lamento, Dios le dice a Abram: “Mira al cielo y observa estas maravillas que ya se realizaron. ¿Puedes contar todas esas estrellas?”. Claro que él no podía; sin embargo, todas ellas estaban allí. De la misma manera existe la posibilidad de que haya cosas que usted ni siquiera pueda imaginar. Quien se ocupa de la grandeza de Dios no queda preso en la incredulidad. Dios no solo creó las estrellas, sino también, según el Salmo 147:4, Él las llama a todas por nombre. En Efesios 3:20 nos dice que Él es “poderoso para hacer todas las cosas mucho más abundantemente de lo que pedimos o entendemos”, y por lo tanto, mucho más allá de lo que podemos imaginar con nuestra mente. Luego el versículo 6 señala que “Abram creyó en el Señor”. En Mateo 9:28 hay una pregunta que todos nosotros debemos responder en ciertas situaciones que nos provocan pavor: “¿Ustedes creen que yo soy capaz de hacer esto?”. “¡Sí, Señor!” fue la respuesta de los que estaban presentes en aquella ocasión. Si usted también sale de su raciocinio limitado, y comienza a confiar en Dios, entonces esta crisis se tornará en una nueva bendición. Porque Dios es todopoderoso y Él puede hacer más de lo que nosotros comprendemos. Ocúpese de ver las maravillas de Dios y Su grandeza, y entonces podrá hacer lo que también hizo Abram: creer.
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Autor: Ernst Kraft
Las crisis y dificultades son episodios normales en la vida, que no deben ser motivo de vergüenza. Lo importante es cómo reaccionamos a ellas y en quién nos apoyamos para superarlas.
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PE2399 – Estudio Bíblico
Cómo vencer el desánimo (2ª parte)
¡Hola, amigos! Espero que se encuentren bien. En el programa anterior empezamos a tratar el tema del desánimo. Hablamos de que no deberíamos avergonzarnos por pasar momentos de crisis, porque esto es algo normal, especialmente para aquellos que ya pusieron su fe en cristo. Conversamos también sobre Abram, y cómo él estaba desanimado a causa de su falta de confianza en que el Señor podría cambiar las cosas. Hoy, amigo, me gustaría hablar sobre Pedro y la crisis que él atravesó a causa del fracaso.
Pedro jamás se hubiera imaginado que pasaría por la situación por la que acabó pasando. Había prometido solemnemente a Jesús que aunque los demás lo abandonasen, él no haría tal cosa. En Lucas 22:33 leemos sus palabras: “Señor, dispuesto estoy a ir contigo no solo a la cárcel, sino también a la muerte”. Lamentablemente, sabemos que más adelante él negó estos dichos con sus propios hechos. Si usted fracasó en algo alguna vez, amigo, sabe muy bien cómo nuestros pensamientos nos acusan y cómo muchas veces no se encuentra la salida. Uno se hunde en depresiones y miedos nocturnos, y se ve inducido a actos nada positivos. ¿Ha pensado alguna vez la frase “realmente no sirvo para nada”? Al mirar a los demás empeora aún más la situación. “Ellos lo pueden todo y son bendecidos”, continúa pensando usted.
Pedro lloró amargamente e intentó por sus propios medios recuperarse. En Juan 21:3 él anuncia que va a pescar, como una manera de regresar a su vida normal. Sin embargo, esto tampoco dio resultado, ya que el relato bíblico explica que “…aquella noche no pescaron nada”. Pero Jesús se compadece de nuestras debilidades y nos comprende, y con todo amor en ese momento Él buscó a Pedro. El versículo 4 de Juan 21 nos informa que “cuando ya iba amaneciendo, se presentó Jesús en la playa” y se manifestó a Pedro. Este encuentro transformó a Pedro completamente, luego de que Jesús le pregunta si realmente lo amaba tal como él lo imaginaba. Y en Lucas 24, en el episodio que se dio en el camino a Emaús, también fue así: cuando los discípulos iban tristemente por su camino, Jesús se hace presente y ellos deben reconocer su equivocación. Pero en ambos casos, tanto en la playa como en el camino a Emaús ellos son restaurados; la tristeza se torna en una experiencia feliz y con nuevo ánimo regresan a dar testimonio de la resurrección de Jesús. El desánimo se transforma en nueva dedicación y en coraje para servirle. Donde antes solo había lamentos, ahora tenían un mensaje para sus hermanos.
En Proverbios 24:16 leemos: “Porque siete veces cae el justo, y vuelve a levantarse; mas los impíos caerán en el mal”. Si tratamos correctamente el fracaso, nuevamente percibiremos la gracia y la misericordia de Dios y depositaremos nuestra esperanza en Jesús más que en nuestras propias capacidades. Entonces reconoceremos que en nuestra carne no habita nada bueno, y que necesitamos de Jesús y nada podremos hacer sin Él. Jesús desea encontrarse con nosotros para mostrarnos Su misericordia. Acepte Su llamado en medio del fracaso: solamente Él nos puede levantar y nos ofrece una esperanza futura.
Ahora, amigo, quisiera dar un salto y hablar sobre las crisis que llegan a causa de la envidia, los celos y el orgullo. Para esto tomaré el ejemplo de lo que ocurrió entre David y Saúl. La vida de Saúl nos proporciona elementos de comparación para las crisis que nos tocan a nosotros. En su vida todo comenzó con cosas insignificantes. Cuando Saúl fue ungido rey y su relación con Dios todavía estaba bien, a él no le importaba dejar a un lado los homenajes. Sin embargo, más adelante ya no lo soportaba, y eso lo arrastró al abismo. En 1 Samuel 10:27 leemos que “algunos perversos dijeron: ¿Cómo nos ha de salvar éste? Y le tuvieron en poco, y no le trajeron presente; mas él disimuló”. Pero más adelante, esta actitud cambió drásticamente, y podemos observar que esto va en paralelo con su comunión con Dios. Es durante las dificultades que se revela nuestra verdadera posición. Mire, en Proverbios 24:10 dice que “si en el día de la aflicción te desanimas, muy limitada es tu fortaleza”. La dificultad reveló la posición de Saúl; y cuando su desobediencia a la Palabra de Dios quedó manifiesta, vemos en 1 Samuel 15:30 que dijo: “Yo he pecado; pero te ruego que me honres delante de los ancianos de mi pueblo y delante de Israel, y vuelvas conmigo para que adore a Jehová tu Dios”. Él no dice: “Oh, mi Dios”; ni como David: “Antes que nada ante ti pequé.” Este es el punto decisivo, porque si no tenemos una profunda comunión con Dios, caeremos de crisis en crisis, los demás nos liquidarán y las circunstancias acabarán con nosotros; entrará usted en un círculo vicioso.
Saúl no pudo librarse de los celos. 1 Samuel 22:6-8 relata: “Oyó Saúl que se sabía de David y de los que estaban con él. Y Saúl estaba sentado en Gabaa, debajo de un tamarisco sobre un alto; y tenía su lanza en su mano, y todos sus siervos estaban alrededor de él. Y dijo Saúl a sus siervos que estaban alrededor de él: Oíd ahora, hijos de Benjamín: ¿Os dará también a todos vosotros el hijo de Isaí tierras y viñas, y os hará a todos vosotros jefes de millares y jefes de centenas, para que todos vosotros hayáis conspirado contra mí, y no haya quien me descubra al oído cómo mi hijo ha hecho alianza con el hijo de Isaí, ni alguno de vosotros que se duela de mí y me descubra cómo mi hijo ha levantado a mi siervo contra mí para que me aceche, tal como lo hace hoy?”. Si no tenemos una profunda comunión con Dios ni la buscamos, no nos libraremos de este círculo vicioso y solo estaremos atendiendo nuestro ego enfermizo. Saúl mandó matar a personas para resolver su crisis pero jamás buscó la comunión con Dios. Se hundió en las crisis, porque no tenía a Dios como su fuerza.
Pero David, quien fue tratado injustamente y pasó por muchas dificultades, las venció todas porque conservó la comunión con Dios. En 1 Reyes 1:29 él reconoce el actuar del Señor en su favor, diciendo: “Vive Jehová, que ha redimido mi alma de toda angustia”. David tuvo la oportunidad de aniquilar a Saúl, lo que incluso sus compañeros le habían aconsejado, pero él se mantuvo en la comunión con Dios, y dijo en 1 Samuel 26:9: “¿Quién extenderá su mano contra el ungido de Jehová, y será inocente?”. En otra circunstancia que se relata en 1 Samuel 30, David llega a Ziclag y se encuentra con que los enemigos habían incendiado toda la ciudad, llevando cautivas a las mujeres y a los niños, y por esto el pueblo quería apedrear a David. Pero el versículo 6 del capítulo 30 nos muestra el camino para vencer cualquier crisis: “Y David se angustió mucho, porque el pueblo hablaba de apedrearlo, pues todo el pueblo estaba en amargura de alma, cada uno por sus hijos y por sus hijas; mas David se fortaleció en Jehová su Dios”. Queda bien claro que él tenía sustento en su Dios. Y esta es la diferencia: si tenemos comunión con Dios, saldremos fortalecidos de las crisis y Jesús tendrá un nuevo significado para nosotros. “¿A quién tengo yo en los cielos sino a ti? Y fuera de ti nada deseo en la tierra”, expresa el Salmo 73, verso 25. Él es nuestro consuelo en todas las decepciones que experimentamos en esta vida. Amigo, lo invito hoy a que se acerque a Jesús, confiese su pecado de envidia o cualquiera sea el que lo esté asediando, y se fortalezca en Dios para superar esta crisis.
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Autor: Ernst Kraft
Las crisis y dificultades son episodios normales en la vida, que no deben ser motivo de vergüenza. Lo importante es cómo reaccionamos a ellas y en quién nos apoyamos para superarlas.
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PE2400 – Estudio Bíblico
Cómo vencer el desánimo (3ª parte)
Amigos, ¿cómo están? Desde hace algunos programas atrás estamos hablando del desánimo. Lo hemos visto en Abraham que tuvo que poner su confianza en Dios, en Pedro a causa de su fracaso, y en David que se fortaleció en Dios gracias a una buena comunión con Él.
Ahora quisiera ver el caso de Jacob, quien atravesó una crisis en la relación con su hermano. La vida de Jacob nos muestra que cuando incurrimos en una ofensa contra nuestro prójimo, sea por traición, defraudación, envidia, celos, maledicencia, o lo que sea, esto crea una crisis tanto para aquel que puso la piedra a rodar, como para quien fue alcanzado por la misma. Luego de haber engañado a su padre Isaac y haber robado la bendición de la primogenitura a su hermano Esaú, Jacob regresa a encontrarse con él. En el capítulo 32 de Génesis se relata el momento en el que Jacob supo que su hermano venía a su encuentro, y quedó aterrorizado. El versículo 7 señala que “entonces Jacob tuvo gran temor, y se angustió”. La falta de comunión con nuestro prójimo siempre crea en nosotros una sensación desagradable: no hay alegría en el encuentro, nos sentimos limitados, evitamos tener contacto con el otro y no lo saludamos. La primera reacción de Jacob fue hacer planes humanos para resolver esta crisis. Él dividió a su gente, las ovejas, los bovinos y los camellos, en dos grupos. Solamente después de eso Dios entra en escena. En Génesis 32:12 Jacob ora y echa mano de las promesas de Dios: “Y tú has dicho: Yo te haré bien, y tu descendencia será como la arena del mar, que no se puede contar por la multitud”.
Sin embargo, en la práctica, esto no hizo diferencia para él. Jacob intentó resolver el problema por medio de regalos. El versículo 20 dice: “Apaciguaré su ira con el presente que va delante de mí, y después veré su rostro; quizá le seré acepto”. Pero esto no bastó para resolver la crisis. A nosotros también nos pasa así: tratamos de resolver los conflictos con “regalos” o cosas materiales, pero la verdad es que un regalo puede ayudar, pero no resuelve el problema ni nos libra de él. ¿Cuántas crisis existen en las familias, aunque los regalos y los bienes materiales no falten? Sin embargo, es necesario que vayamos más a fondo, y es lo que también observamos con Jacob. Él mismo tuvo que ser transformado. Todos nosotros estamos bastante dispuestos a dar regalos y tratar de compensar nuestros daños, pero no a permitir nuestra propia transformación. Jacob primero tuvo que pasar por un proceso de transformación que le dolió pero lo llevó a la solución. El relato cuenta que un varón luchó con él, y él literalmente fue quebrantado, como lo informa el versículo 25 del capítulo 32: “…y se descoyuntó el muslo de Jacob mientras con él luchaba”. Jacob mismo dice después de esta experiencia que su alma sanó. El sol nació para él y su crisis se transformó en bendición. No basta con tratar de compensar los daños exteriormente; es necesario que ocurra una transformación en el corazón, porque solo así podremos evitar caer en los mismos errores. ¡Y eso es lo que Dios quiere hacer con usted, amigo!
Miré, lo ilustraré con una breve historia: había una mujer que tenía el hábito de hablar mal de su vecina. Lo que más la irritaba era que ella nunca lavaba bien su ropa. Por eso se pasaba contando a todo el mundo que su vecina colgaba ropa sucia delante de la ventana de su cocina. Ropa lavada pero llena de manchas y suciedad. ¡Qué vergüenza! Un día ella aquella mujer hizo una limpieza general en toda su casa y limpió todas las ventanas, incluso las de la cocina. Para su sorpresa, luego de la limpieza descubrió que la ropa de su vecina estaba blanca y sin manchas. El problema no era la vecina, sino sus ventanas sucias. En Mateo 7:3-5 el Señor Jesús expresa: “¿Y por qué miras la paja que está en el ojo de tu hermano, y no echas de ver la viga que está en tu propio ojo? ¿O cómo dirás a tu hermano: Déjame sacar la paja de tu ojo, y he aquí la viga en el ojo tuyo? ¡Hipócrita! saca primero la viga de tu propio ojo, y entonces verás bien para sacar la paja del ojo de tu hermano”.
Acepte ser quebrantado y permita que el Señor trabaje en usted mismo; justamente esto es lo que crea soluciones. Muchas crisis se resuelven limpiando la suciedad en la propia ventana de uno. Lo complicado es que muchas veces es más fácil pedir disculpas que aceptar la propia bancarrota. Llegar al punto de bendecir al prójimo que me hirió es mucho más difícil aún, sin embargo, es plenamente posible. Vencer el mal con el bien prueba que yo realmente fui transformado, y esto también incluye el perdón. El que no aprende a humillarse en esta área no se librará de una crisis, porque el que se niegue a perdonar tampoco será perdonado. Por esta razón muchos quedan atrapados en sus crisis y no pueden salirse de ellas, son infelices y no experimentan la transformación que en realidad desean. Amigo, usted puede permanecer en una prisión íntima, o experimentar la bendición de una comunión renovada. ¿Cómo trata con este tipo de crisis? Los frutos lo demostrarán, y no solo las declaraciones de que a partir de ahora todo será diferente. Los regalos y las palabras ayudan por un cierto tiempo, pero no resuelven las crisis. Lo que trae soluciones genuinas y bendición es un corazón quebrantado y transformado: “¡Mirad cuán bueno y cuán delicioso es habitar los hermanos juntos en armonía! Porque allí envía Jehová bendición, y vida eterna”, dice el Salmo 133:1, 3.
El segundo y último caso que quisiera comentar hoy, es el de Asaf, el salmista que atraviesa una crisis por no entender los caminos de Dios. Amigo, quizá sepas que la Biblia nos dice que cada día trae consigo su propio afán. ¡Cuán cierto es esto también en nuestras vidas! Al leer el Salmo 73 nos damos cuenta de que se trata de algo bien diferente de lo que están diciendo por ahí: “Siga a Jesús y todos sus problemas y dificultades se acabarán”. Aquí encontramos lo contrario, es decir, que los impíos, los que desprecian la fe, están bien, mientras que los temerosos de Dios pasan por muchas angustias.
El salmista se queja de que tiene que enfrentar dificultades diariamente. Tenía problemas con la duda, con la envidia, con compararse con otros que estaban en una situación mejor que él. Todo esto lo angustiaba y no lograba comprender por qué las cosas se daban de esta manera. “Ellos no sufren dolores como yo. No tienen preocupaciones, todo les va bien. Miran a los otros con desprecio, presionan a los demás con palabras cínicas, y, a pesar de ello, todo les sale bien”. Tal vez usted también esté siendo despreciado u ofendido con ciertas palabras que le han dicho. Observa cómo algunos cometen injusticias sin perder la felicidad y el bienestar. Sufre dolores y no se siente bien. Todo esto lo hace pensar y usted no llega a entender por qué las cosas suceden así. El salmista también pasó por esta experiencia, y en los versículos 16 y 17 de este Salmo 73 expresa: “Cuando pensaba, tratando de entender esto, fue difícil para mí, hasta que entrando en el santuario de Dios, comprendí el fin de ellos”. Esta frase “hasta que entré en el santuario” es clave: cuando imitamos al salmista, cuando osamos regresar al santuario, es decir a la comunión íntima con Dios, entonces la consecuencia es real e inmediata: ¡soy consolado!
El verdadero consuelo es el que surge de decirle todo a Jesús. Usted puede dirigirse a Él y derramar su corazón. Todo se puede transformar en una oración. Sea cual fuere el problema, sea que tengamos una solución o no, lo podemos llevar a Jesús y todo cambia. Él no comete errores y es el único que tiene la última palabra. Sea lo que sea lo que hiere tu corazón, dilo a Jesús. “Hasta que entré en el santuario”, dice el Salmo, y nos permite ver que ninguna fuente de ayuda lleva a un consuelo verdadero. Solo la comunión con Jesús puede remover sus cargas. Entréguele todo a Aquel que tiene placer en ayudarlo. Cuando todo parece deshacerse, Dios no nos abandonará; y la dificultad no será más grande que la ayuda. Deposite sus preocupaciones y dolores en los brazos de Jesús, quien es poderoso en ayudar. Encontraremos consuelo en las dificultades diarias si buscamos a Jesús y exponemos todo delante de Él.
Amigo: aunque los caminos de Dios y la manera en la que él hace las cosas, a veces le confundan o desanimen, usted puede salir agradecido de las crisis y con la seguridad de que “Dios no comete errores”. Él tiene buenos propósitos para nosotros, y mientras no llega a comprenderlos puede encontrar ánimo en el Señor, como dice el Salmo 138:3: “El día que clamé, me respondiste; me fortaleciste con vigor en mi alma”.
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Autor: Ernst Kraft
Las crisis y dificultades son episodios normales en la vida, que no deben ser motivo de vergüenza. Lo importante es cómo reaccionamos a ellas y en quién nos apoyamos para superarlas.
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PE2401 – Estudio Bíblico
Cómo vencer el desánimo (4ª parte)
¿Cómo están, amigos? En el programa de hoy quisiera dirigirme en primer lugar a aquellos oyentes que ya han puesto su confianza en Cristo, pero que las dificultades y decepciones en el servicio al Señor los desaniman permanentemente.
Este fue el caso de Elías, que se empeñó por servir al Señor y conquistó grandes victorias. Piense por ejemplo en el evento sobre el Monte Carmelo, donde presenció el milagro en el que Dios hizo caer fuego desde el cielo. Elías estaba seguro que después de aquella manifestación de Dios el pueblo pondría su fe en Él. Pero lamentablemente sucedió lo contrario, y Elías expresa su decepción con las siguientes palabras, que se registran en la Biblia, en el Primer Libro de Reyes 19:14: “He sentido un vivo celo por Jehová Dios de los ejércitos; porque los hijos de Israel han dejado tu pacto, han derribado tus altares, y han matado a espada a tus profetas; y solo yo he quedado, y me buscan para quitarme la vida”. “¿De qué sirvió? ¡Todo fue en vano! No tiene sentido seguir con esto”, pensaría Elías. Pero ¿lo ha pensado usted también? “¿De qué sirvió haberme esforzado y dedicado para conquistar a las personas para la causa del Señor? ¡Nada! Todo lo contrario, siguen rechazándolo. Pareciera que todas las oraciones fueron en vano”. ¿Quién no ha experimentado esta decepción que lleva al desánimo total?
Quizá se esté preguntando en este momento cómo fue que Elías pudo superar esta crisis. Bien, él recibió una respuesta divina a sus reclamos. Hallamos la respuesta en 1 Reyes 19:18 y nuevamente en Romanos 11:4. Dios le dice al profeta Elías: “Me he reservado siete mil hombres, que no han doblado la rodilla delante de Baal”. Es decir, el raciocinio de Elías, sobre el cual él basaba toda su actitud, no se correspondía a la verdad de los hechos. El que se encuentra desanimado no ve todo el panorama, ve solo un lado de las cosas, y justamente el lado negativo. ¿Cómo supera Elías su crisis del desánimo? Pues escucha a Dios, y la primera orden que recibió fue: “Levántate y come”. Amigo, usted también: levántese, abandone las ideas equivocadas, y coma el pan de la verdad. Elías pensaba que Dios solo podría actuar por medio de un viento recio, un terremoto, o por fuego; pero Dios también puede actuar por una brisa suave, para realizar cosas que nosotros ni siquiera podemos imaginar. La superación de la crisis del desánimo en el servicio se alcanza poniendo atención al lado divino y reconociendo que Dios puede actuar de una manera que excede a todo entendimiento; confiando en que el Señor hará la obra a su tiempo y según su perfecta voluntad. Amigo, cambie su manera de pensar y recuerde que Dios aún tiene medios para actuar; así su coraje será restituido y podrá continuar con el trabajo que el Señor le encomendó.
Ahora quisiera dirigirme a todos por igual. Sea que usted se encuentre sirviendo en alguna iglesia o no, en algún momento de su vida atravesó o atravesará una crisis a causa de la injusticia. Este fue el caso de José. Primeramente, el muchacho fue tratado injustamente por sus hermanos que lo evitaban por envidia, y acabaron vendiéndolo a los ismaelitas. Sentir rechazo, percibir que uno no es respetado y ser herido, es algo que puede provocar crisis. José fue rechazado, excluido, vendido y llevado a Egipto. “Cuánto más lejos mejor”; “tengo ganas de mandarlo a la luna,” es lo que se dice a veces. Estando en Egipto, probablemente José intentaba sobreponerse a la separación del hogar y a todas las situaciones nuevas. Pero en medio de todo esto fue víctima de otra injusticia y acabó en la cárcel a causa de las mentiras de la esposa del hombre para quien José trabajaba. Todas las acusaciones contra él eran falsas, pero José debía seguir adelante a pesar de tantas contrariedades. ¡Cuántos creyentes quedaron amargados por cuestiones insignificantes en comparación con todo lo que tuvo que soportar este hombre de Dios!
Entonces, ¿cómo pudo José superar todo esto? Cuando sus hermanos vinieron a su encuentro años más tarde, estaban asustados porque reconocieron su culpa. Pero Génesis 50:19-20 registra que José les dijo: “No tengan miedo. ¿Acaso puedo tomar el lugar de Dios? Vosotros pensasteis mal contra mí, mas Dios lo encaminó a bien, para hacer lo que vemos hoy, para mantener en vida a mucho pueblo”.
Aquí tenemos la respuesta de cómo José superó estas contrariedades e injusticias: dejó todo en las manos de Dios, tanto a las personas como a las circunstancias. Amigo, siempre saldrá ganando si se somete a la poderosa mano de Dios. Aquellas personas que yo por naturaleza odiaría, se transforman en instrumentos que Dios utiliza para el bien de aquellos que lo aman. “Y sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien”, dice en Romanos 8:28. No digo que esto sea agradable, pero es provechoso. La manera de superar tales situaciones es dejar todo en las manos de Dios y sostenerse en la comunión con Él. Cuando digerimos correctamente las injusticias de la vida, nuestra relación con Dios se profundiza y nos pone por encima de las circunstancias. Entonces podremos decir agradecidos: “Sus planes y hechos fueron buenos”. Amigo, trate de sobreponerse a todas las dificultades junto a Dios y entonces usted vencerá y glorificará a Dios y solamente podrá agradecerle por haber sido bueno y por tener buenos propósitos para usted.
Para concluir con este programa quisiera que reflexionáramos sobre otro motivo muy común, que es causa de crisis en la fe: ¿cómo está su comunión con Dios? ¿Qué es lo que le quita tiempo de esta parte tan importante de nuestras vidas? Tal vez sea tiempo gastado en actividades superfluas (exceso de relax, como televisión, cine, paseos, bares, y más), incredulidad, pensamientos equivocados, envidia, celos, indisposición para perdonar, resentimientos, comparación con otros, opiniones expresamente contrarias a la Palabra de Dios, abandono del control en las crisis, etc. Amigo, es necesario que nos quede claro que la pasividad en la vida de fe abre las puertas al enemigo y el desánimo con el que él nos acosa; es peligroso permanecer pasivo en la vida cristiana, sin ejercer activamente la fe. Pero si lo enfrentamos activamente el enemigo huye. En 1 Pedro 5:5-9 está escrito que tenemos que poner resistencia, pues, si no, el enemigo avanza para traer destrucción.
En las crisis de la fe necesitamos salir de nuestras cuevas espirituales, y sujetar nuestra mente a Dios. Si llegáramos a fracasar, tenemos que ponernos a cuentas con Jesús y retomar la relación con Él a partir de allí. En la relación con el prójimo necesitamos aceptar ser quebrantados. Cuando no entendemos los caminos de Dios, debemos orar contra la envidia, o los celos y el orgullo que pueden estar en nosotros, para renovar la comunión con Dios. En el desánimo debemos tener en cuenta la capacidad de Dios de poder hacer mucho más allá de lo que pedimos y pensamos. Y en las injusticias, debemos humillarnos bajo “la poderosa mano de Dios”. Estas actitudes contribuirán a transformar las crisis en bendiciones.
Amigo, nuestro deseo humano es que nos ocurra tan solo lo bueno. Pero lamentablemente nunca se da así: primero fue la cruz, luego la victoria; primero la debilidad, después la fuerza; primero la tribulación, después la gloria; primero la lucha de la fe, después la victoria; primero la humillación, después la exaltación. Jamás es lo contrario. Aun después de años de seguir a Jesús, tendemos a tratar de evadir la cruz, la iglesia y los hermanos en Cristo. Nuestras actitudes y hechos lo expresan. Escogemos solamente lo que nos agrada hacer y lo que no nos trae problemas, pero no estamos abiertos a lo que Dios pone en nuestro camino. Las crisis, los problemas, las pruebas y las decepciones pueden llevarnos a nuevas bendiciones si trillamos el camino que nos ha sido designado. Cuando permitimos la humillación, seremos exaltados. La crisis permanecerá si no damos un paso en dirección a la cruz.
Humíllese y entréguese nuevamente a Dios, entonces el fuego podrá arder otra vez en su vida, y el Salmo 84:6 se cumplirá maravillosamente en su crisis, pruebas, problemas y decepciones: “Cuando anden por el Valle del Llanto, se convertirá en un lugar de manantiales refrescantes; las lluvias de otoño lo cubrirán de bendiciones. Ellos se harán cada vez más fuertes, y cada uno se presentará delante de Dios en Jerusalén”.
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Autor: Ernst Kraft
Las crisis y dificultades son episodios normales en la vida, que no deben ser motivo de vergüenza. Lo importante es cómo reaccionamos a ellas y en quién nos apoyamos para superarlas.
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PE2402 – Estudio Bíblico
Cómo vencer el desánimo (5ª parte)
¡Amigos, qué alegría reencontrarnos! En los últimos programas hemos conversado sobre las crisis que atravesaron algunos importantes personajes bíblicos, y vimos también cómo ellos se apoyaron en Dios para superarlas victoriosos.
Pero hoy, amigo, quisiera hacer referencia a la persona que tuvo que soportar la crisis más aguda que alguien alguna vez pudo vivir, y ese es el Señor Jesús. Usted quizá me diga ahora: “Oiga, ¿pero siempre hablando de Jesús? Y yo le responderé que sí, amigo, porque todo se centra en Su sacrificio, en el hecho sucedido en la cruz del Gólgota. Allí encontramos redención para nuestra vida, allí hallamos refrigerio, allí somos consolados y allí somos incentivados a una vida que glorifica a Dios. Con Su sacrificio Dios nos lo regaló todo; Romanos 8:32 señala que “El que no escatimó ni a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no nos dará también con él todas las cosas?”. Si nos acercamos hoy a la cruz y observamos el alto precio del sacrificio de Jesucristo, todo aquello que nos angustia o atormenta, lo que nos parece desesperanzador, nos resultará poco e insignificante. Es muy conmovedor ver cómo Jesús, aun en dolor y aflicción, cuando sus manos y pies estaban atravesados por clavos, se preocupaba por los asuntos cotidianos de aquellos que a Él venían. Por ejemplo, en Juan 19:25-27 leemos que Jesús ordenó que Su madre adoptara a Juan y que este reconociera a María por madre. En la cruz comprendemos que Dios se preocupa por nosotros, tanto como ningún otro lo puede hacer. Nuestra preocupación por los demás depende del tiempo que pasemos junto a la cruz. En la cruz reconocemos que en el fondo somos egoístas y que muchas veces aún no hemos aprendido aquello a lo cual somos exhortados en Gálatas 6:2: “Sobrellevad los unos las cargas de los otros, y cumplid así la ley de Cristo”. La visita al pie de la cruz nos consuela, pero también nos convence, nos hace ver aquello que debemos cambiar.
Como dije, en Juan 19 vemos que María y Juan estaban al pie de la cruz y en esa hora sus vidas se unieron. Lo que ocurrió en la cruz del Gólgota une a las personas que de otra manera nunca estarían juntas. El poder de la cruz lo logra (podemos leer más sobre esto en el capítulo 10 de Hechos). Si una persona se acerca a Jesús, ya sea pobre o rico, lindo o feo, exitoso o miserable, recibe el perdón de sus pecados (que tanto necesitamos todos) y, a partir de ese momento, Jesús pasa a ser su Señor. Lugo, más allá de nuestras diferencias, avanzamos juntos hacia una misma meta, cada uno con una directriz personal de parte de Jesucristo para su vida, tal como leemos en Juan 19: “Mujer, he ahí tu hijo”, y luego “he ahí tu madre”.
En la cruz del Gólgota Jesús pagó el precio por cada uno, para que fuera liberado de culpa y pecado. Todos somos aceptados; no hay diferencias, nadie vale más que otro. Esto nos debe llevar a amar, a aceptar a nuestro prójimo, como está escrito en Romanos 15:7: “Por tanto, recibíos los unos a los otros, como también Cristo nos recibió, para gloria de Dios.” Jesús también perdonó a aquellos que lo habían escupido y golpeado, los que lo habían deshonrado y se habían burlado de Él y le atravesaron manos y pies con clavos: “Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen”, son las palabras de Jesús registradas en Lucas 23:34. ¿No le parece este un fantástico ejemplo de perdón? ¡Cuán diferentes serían las cosas si todos aprendiéramos a personas como Jesucristo!
Roger Campbell cuenta en su libro titulado “¡Tú puedes vencer!” acerca de una mujer que fue tratada injustamente por parte de su iglesia, y que se acercó a él en busca de ayuda. Él comprendió la situación, pero también reconoció que ella no tenía presente conscientemente los sufrimientos de Cristo. “¿Alguien te escupió?”, le preguntó Campbell. “No”, respondió ella, sorprendida por la pregunta. “Fue lo que hicieron con Jesús”, añadió Campbell. Él escribió: “De pronto ella entendió a lo que me refería”. La señora había sido tratada incorrectamente por las personas, pero en esa situación había olvidado el sufrimiento y la muerte de Jesús por sus pecados. Esa sencilla pregunta de Campbell cambió su enfoque y estuvo dispuesta y preparada para perdonar a aquellos que la habían insultado y evitado.
Amigo: ¿alguna vez lo trataron injustamente? ¿Alguna vez fue profundamente lastimado por algún amigo o algún familiar? Si ese es el caso, es necesario que se libere de todos esos sentimientos negativos, y eso se logra perdonando. Es un gran consuelo saber que Jesús nos perdona; pero eso también nos debe llevar a hacer lo mismo. “De la manera que Cristo os perdonó, así también hacedlo vosotros”, señala Colosenses 3:13. Si no perdonamos y no sabemos caminar junto a nuestro prójimo, se evidencia que en algún lugar nos detuvimos; pero seguro que no fue ante el sacrificio de Jesús en la cruz.
Quizás usted esté pensando ahora “ah, pero es tan complicado todo esto para mí. Si supieras todo el daño que yo he hecho también…”. ¡No se desanime, amigo! ¡Fueron nuestros pecados los que llevaron a Jesús a la cruz! Para cada uno de los pecados Él se volvió el sacrificio necesario para la justificación. “¿Quién es el que condenará? Cristo es el que murió…”, dice Romanos 8:34. Éste es el mensaje más maravilloso que hay para corazones atormentados y cargados de pecados. ¡Jesús lo pagó todo! Usted se puede acercar a Él, no importa cuán grande sea el pecado, y hallar paz y salvación. A través de Su muerte, Jesús nos liberó de todo pecado. Escuche lo que señala 1ª Pedro 2:24: “…Quien llevó él mismo nuestros pecados en su cuerpo sobre el madero, para que nosotros, estando muertos a los pecados, vivamos a la justicia; y por cuya herida fuisteis sanados”. Jesús cargó sobre sí el pecado, resolviendo así el mayor de los problemas que hay en el mundo y en cada uno de nuestros corazones. Este hecho nos convence de nuestro propio pecado, y nos exhorta a no servir más al pecado”, como expresa Romanos 6:6.
Si pensamos en el hecho de que Jesús bien podría haber bajado de la cruz eludiendo así esa horrenda muerte, entonces comprenderemos en parte cuán profundo debe ser el amor de Aquel que se sacrificó por nosotros. Por eso Romanos 5:8 expresa que “Dios muestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros”. En ningún otro lugar llegamos a ser tan conscientes del amor de Dios como junto a la cruz del Gólgota. Por medio de esta acción, Jesús nos dice a todos: “Realmente te amo”. ¿Se da cuenta de esto, usted? El sacrificio en la cruz nos quiere llevar a que vivamos una vida tal como lo expresa Pablo en 2ª Corintios 5:14-15: “Porque el amor de Cristo nos constriñe, pensando esto: que si uno murió por todos, luego todos murieron; y por todos murió, para que los que viven, ya no vivan para sí, sino para aquel que murió y resucitó por ellos”. El resultado de la cruz entonces debería ser que vivamos una vida cada día más y más consagrada a Dios, abundando en el amor hacia Él y hacia nuestro prójimo, puesto que este es el distintivo de un cristianismo verdadero. Dios está interesado en nuestro amor. No basta con decir: “Amo a Dios”, si al mismo tiempo no cuidamos de tener una buena relación con nuestro prójimo. 1ª Juan 4:20 señala que “si alguno dice: Yo amo a Dios, y aborrece a su hermano, es mentiroso. Pues el que no ama a su hermano a quien ha visto, ¿cómo puede amar a Dios a quien no ha visto?”.
Por esto es necesario que una y otra vez meditemos en este sacrificio, así podremos estar atentos a lo esencial. Al pie de la cruz recibiremos consuelo, aliento y convicción por parte de Aquel que se entregó por nosotros. Sobre esto Tito 2:14 expresa sobre Jesús, que fue “quien se dio a sí mismo por nosotros para redimirnos de toda iniquidad y purificar para sí un pueblo propio, celoso de buenas obras”. ¿Cuánto tiempo hace que Dios está esperando que la influencia de la cruz, el sacrificio del Señor Jesús nos conquiste enteramente y nos volvamos cartas abiertas de Cristo? ¡Dios nos regala a todos Su gracia para que podamos cada día parecernos más a Jesús!
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Autor: Ernst Kraft
Las crisis y dificultades son episodios normales en la vida, que no deben ser motivo de vergüenza. Lo importante es cómo reaccionamos a ellas y en quién nos apoyamos para superarlas.
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PE2403 – Estudio Bíblico
Cómo vencer el desánimo (6ª parte)
Amigo, titularemos esta parte “los caminos de Dios son perfectos”. Evidentemente mi intención aquí no es explicar los caminos de Dios, pues estos son “más altos que el cielo sobre la tierra”. Proverbios 20:24 dice que “de Jehová son los pasos del hombre; ¿Cómo, pues, entenderá el hombre su camino?”. Y el apóstol Pablo, en Romanos 11:33, agrega: “¡Oh profundidad de las riquezas de la sabiduría y de la ciencia de Dios! ¡Cuán insondables son sus juicios, e inescrutables sus caminos!”.
Una de las dificultades más grandes que se nos plantean cuando tratamos de comprender los caminos de Dios, es cuando aparecen los “caminos de bendición encubierta”. Mientras circulamos por ellos dan la impresión de ser todo, menos caminos de bendición; pero al final, comprenderemos que efectivamente eran caminos de bendición. Por ejemplo, en Éxodo 13:17 leemos que “luego de que Faraón dejó ir al pueblo, Dios no los llevó por el camino de la tierra de los filisteos, que estaba cerca; porque dijo Dios: Para que no se arrepienta el pueblo cuando vea la guerra, y se vuelva a Egipto”. En el Mar Rojo se manifestó la falta de fe, y tres días después de la gran victoria aparecieron las primeras murmuraciones en el desierto: la única agua que tenían para beber era amarga. En Elim le hicieron reclamos a Moisés y Aarón, y en Refidim pelearon con ellos por no haberlos dejado morir en Egipto. A continuación surgieron los acontecimientos del becerro de oro; y su desesperación en Cades Barnea, cuando creyeron que no entrarían en la Tierra Prometida por causa de los “gigantes” filisteos. En Deuteronomio 2:14 leemos así: “Y los días que anduvimos de Cades-barnea hasta cuando pasamos el arroyo de Zered fueron treinta y ocho años; hasta que se acabó toda la generación de los hombres de guerra de en medio del campamento, como Jehová les había jurado”.
A través de todo este peregrinaje, Dios quería enseñar al pueblo lecciones especiales que solo podrían aprender en el desierto. En los caminos más largos muchas veces encontramos aquello que nunca veríamos en el camino directo. Por ejemplo, la paciencia, una virtud que adorna la fe. Para Dios lo importante en todas esas situaciones difíciles era la meta, y no el camino hacia ella. Jeremías 29:11 dice así: “ Porque yo sé los pensamientos que tengo acerca de vosotros, dice Jehová, pensamientos de paz, y no de mal, para daros el fin que esperáis.”
El fallecido obispo de Berlín, Otto Dibellius, recordó hasta el último de sus días una lo que su pastor le enseñó: Un kilo de hierro vale pocos centavos. Si de él se hicieran herraduras, su valor no aumentaría mucho. Sin embargo, si de él se hicieran cuchillos, su valor aumentaría algunas centenas de marcos. Pero si de ese hierro se hicieran resortes para relojes, su valor subiría a algunos miles. Para eso el hierro necesita regresar varias veces al horno y ser trabajado una y otra vez. Y así es con las personas también: quien quiera ser cada día mejor, necesitará ir varias veces al horno del sufrimiento. Es allí donde se moldea el carácter. Dios disciplina a quien ama; aquel que ama a su hijo lo castiga. Y no me malinterprete: no me refiero a un duro castigo físico que alivie su enojo, sino un castigo que discipline al niño y lo ayude a mantenerse en el camino correcto. Dios no actúa en forma diferente: las nalgadas que Él da son “nalgadas de amor”. Él no descarga Su rabia sobre nadie. La Biblia considera bendecidas a las personas disciplinadas por Dios. Así, los caminos más largos tienen bendiciones escondidas en el plano de Dios. Vea que en Deuteronomio 8:2 dice: “Y te acordarás de todo el camino por donde te ha traído Jehová tu Dios estos cuarenta años en el desierto, para afligirte, para probarte, para saber lo que había en tu corazón, si habías de guardar o no sus mandamientos”.
¿Acaso está sintiendo en este momento que sus oraciones no están siendo respondidas? En la Biblia, en el libro de Juan 11 usted puede leer un relato bastante conocido: Lázaro, el hermano de Marta y María, estaba muy enfermo. En Juan 11:5 leemos que esto era así, “aunque Jesús amaba a Marta, a María y a Lázaro”. A pesar de ser amados por Jesús, experimentaron el dolor de la enfermedad que llevó a Lázaro a la muerte. Ninguno de nosotros está libre de este tipo de dolor. Marta y María pidieron ayuda al Señor y no la recibieron. Si bien hay oraciones que no pueden ser contestados porque el pecado lo impide, como dice en Isaías 59:2: “Son sus pecados los que los han separado de Dios. A causa de esos pecados, él se alejó y ya no los escuchará”, este no era el caso de Marta y María. Ellas sentían la decepción de una oración no contestada en una situación tan urgente, y no se imaginaban cuánto amor estaba ligado a esa tardanza de Dios. El versículo 15 de Juan 11, señala: “Dicho esto, les dijo después: Nuestro amigo Lázaro duerme; mas voy para despertarle”. Ellas sabían que Jesús era poderoso para sanar enfermos, pues ya lo habían visto: ciegos que volvieron a ver y oprimidos que fueron libertados; pero nunca habían visto a alguien en descomposición que regresara a vivir. Y exactamente ese milagro iban a experimentar en relación con su hermano. Sin embargo, antes de eso venía un camino escondido: las oraciones no contestadas que se tornaron en una gran bendición y un gran apredizaje.
Mire, amigo: una vez hace tiempo un joven se aproximó a un viejo y experimentado cristiano y le pidió que orara por él. “Soy muy impaciente y no logro librarme de esto. Ore por mí, para que me torne más paciente, por favor”. El anciano y el joven se pusieron de acuerdo. Juntos se arrodillaron y el viejo hombre de Dios comenzó a orar con esas palabras: “Señor, da a este joven tribulación por la mañana y tribulación por la tarde…”. “¡No!”, lo interrumpió el joven. “No ore por tribulación, sino por paciencia!”. “Pero es la tribulación lo que trae la paciencia”, se defendió el anciano. “Si usted quiere saber lo que es paciencia, tiene que saber lo que es la tribulación”. Muchas veces oramos por amor y experimentamos decepciones y heridas, y así aprendemos a amar. Oramos para que no pasemos por tribulaciones y dificultades en este mundo, y no experimentamos la respuesta para esas oraciones, pues Dios persigue un objetivo mucho más maravilloso que una liberación de momento, y nos prepara para la eterna gloria a través de dificultades. Caminos de bendición encubierta.
¿Qué hubiera sucedido si Jesús hubiera contestado la petición de Juan y Jacobo en Lucas 9:54? Ellos solo querían hospedaje para el maestro en una aldea de samaritanos, pero eso les fue negado. Así, los discípulos reaccionaron con estas palabras: “¿Señor, quieres que mandemos que descienda fuego del cielo, como hizo Elías, y los consuma?”. ¡Agradezca a Jesús por no contestar todas sus oraciones, si no usted nunca aprendería lo que es ser manso! Los caminos encubiertos también están cuando Dios no contesta como a nosotros nos gustaría. El apóstol Pablo oró tres veces para ser liberado del aguijón en su carne y no fue atendido, pero, en esa debilidad pudo experimentar el secreto de la fuerza de Dios.
Las diferentes dificultades de la vida siempre traen un “¿por qué?” al que muchas veces no hay respuesta inmediata. ¿No podría ser todo mucho más simple? Sin embargo, esas dificultades, como dice 2 Corintios 4, producen para nosotros un eterno peso de gloria. Amigo, no conozco sus dificultades, pero, sean cuales sean, para ellas también vale lo que señala Deuteronomio 8:16: “…te puso a prueba, para que al fin de cuentas te fuera bien”. Por detrás de todas las vueltas y caminos de bendición escondida, está el objetivo de Dios: hacerte bien al final. Como una piedra preciosa que es tallada, pulida y puesta bajo presión, en esos tiempos en los que Dios trabaja en nosotros, los nervios se contraen, el alma grita de angustia, y todo parece ser una terrible decepción. Pero no lo es, porque para Dios nosotros somos Su joya más preciosa del mundo, y Él es el tallador más habilidoso del universo. Un día nosotros brillaremos en la corona del Rey, y para llegar a eso Él sabe muy bien cómo tratar con nosotros. No asestará ni un golpe a nuestra alma asustada que no haya sido antes planeado y repensado por el amor de Dios. Caminos encubiertos, muchas veces incomprendidos, pero caminos de bendición. No siempre entendemos por qué necesitamos estar bajo tanta presión o por qué debemos pasar por ciertos dolores físicos o pérdidas materiales. Aún así, en todo hay un objetivo: hacerte bien. No ayuda lamentarse diciendo: “¿Por qué estoy en esta situación?” o querer volver el tiempo atrás. Lo mejor en esto casos es confiar en Dios y creer, como dice la Biblia en Romanos 8:28, que si estamos en sus caminos “todo obra para nuestro bien”. Si Dios permitió que estemos en esa situación, podemos tener la seguridad de que Sus propósitos son los mejores. Así es nuestro Dios, Él tiene bendiciones encubiertas en caminos incomprensibles. Alabado sea Él por Su amor y sabiduría que nos acompañan en esas situaciones difíciles.
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Autor: Ernst Kraft
Las crisis y dificultades son episodios normales en la vida, que no deben ser motivo de vergüenza. Lo importante es cómo reaccionamos a ellas y en quién nos apoyamos para superarlas.
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PE2404 – Estudio Bíblico
Cómo vencer el desánimo (7ª parte)
Amigo, ¿cómo le va? Espero que esté bien y que haya podido considerar aquello que estuvimos conversando el programa anterior. Hoy continuaremos tratando el tema de las oraciones en apariencia no respondidas.
¿Sabes? En la Biblia, en el libro de Sofonías 3:17 está escrito: “Pues el Señor tu Dios vive en medio de ti. Él es un poderoso salvador. Se deleitará en ti con alegría. Con su amor calmará todos tus temores. Se gozará por ti con cantos de alegría”. Habiendo leído esto, ¿por qué será que muchas veces pensamos que Dios no se manifiesta en nuestras crisis? O también nos preguntamos por qué Dios permite tantas injusticias. Pensemos en la crucifixión de Jesús, donde parecía que el enemigo conmemoraba una victoria tras otra. Jesús fue crucificado por personas que actuaban con envidia. Nunca en toda la historia del hombre fue cometida una injusticia tan grande como fue la crucifixión de Jesús. No hay nadie en el mundo que no tenga pecado; excepto Jesús, que nunca cometió un solo pecado y, por lo tanto, era inocente. Pero a pesar de eso fue asesinado en forma brutal. Dios se calló delante de todos aquellos hechos, pero por detrás de ellos estaba escondida la mayor bendición que hubo en la tierra. Si Dios no hubiera callado en Su inmensurable amor, no habría redención, ni liberación de pecado y culpa. Si Él hubiera liberado a Jesús de las manos de los hombres (lo cual podría haber hecho en cualquier instante y ninguna fuerza de las tinieblas habría podido impedirle eso) no habría luz ni esperanza para nosotros. Vea cuánta bendición hay en el silencio de Dios. Tal vez usted tampoco entienda cómo Dios traza los caminos, pero recuerde la solución maravillosa que Él creó con la muerte de Jesús.
Un cristiano experimentado confiesa: “Años atrás recibí un consejo que primero me pareció muy poco cristiano, pero después se reveló como muy sabio: ‘Tus enemigos construyen tu grandeza’”. Nuestros amigos muchas veces nos hacen venir abajo, porque su amistad y confianza no nos cuestionan. Pero nuestros adversarios, quienes nos observan críticamente, quienes nos atacan, a veces hasta calumniándonos y perjudicándonos, estos sí nos mantienen despiertos. Ellos nos ayudan para que controlemos nuestras palabras y actitudes, para que reflejemos cuidadosamente nuestras opiniones. Si nosotros nos cerramos a sus críticas y nos defendemos de sus ataques, Dios no podrá estimularnos y bendecirnos. Y esto es porque muchas veces nuestros críticos nos ayudan a reconocer y ver mejor nuestras propias debilidades. Con seguridad este es uno de los motivos por los cuales Jesús nos manda amar a nuestros enemigos. No son solamente ellos quienes necesitan ese amor, sino también ese amor regresa a nosotros con bien. Un cierto pastor pasó por muchas dificultades en su vida. Al quejarse ante una anciana creyente, ella le dijo: “Mientras que el pastor está en la máquina de prensar, la iglesia es la que recibe el aceite”.
En todas estas situaciones Dios muchas veces se calla y nosotros no vemos la bendición encubierta que está por detrás. Pero suele suceder que las cosas que son más desagradables o difíciles para nosotros son las que más bien nos hacen. Los cristianos probablemente no tendrían todas las maravillosas epístolas de Pablo si él no hubiera estado preso. Dios se calló y lo permitió, ¡y cuántas bendiciones y provecho los cristianos hemos obtenido de esas cartas! ¡Cuánta luz han lanzado ellas sobre el camino de tantas personas!
Tal vez John Bunyan habría agradecido más a Dios por su prisión que por cualquier otra cosa que recibiera en la tierra. Si él no hubiera estado preso, hoy no tendríamos el libro “El Peregrino”. El diablo probablemente pensó estar haciendo una gran cosa cuando encarceló a Bunyan por doce años y seis meses; pero ¡qué bendición trajo esto para el mundo! Dios se calló para bendecir. ¿No es eso un consuelo para usted? Si hasta aquí usted no está de acuerdo con Su silencio, medite: Pablo siguió el llamado para Macedonia y predicó allí. La primera cosa que le sucedió fue ser encarcelado en Filipos. ¿Cómo pudo Dios, después de la obediencia de Su siervo, callarse y dejar que él fuera a la prisión? Yo tampoco lo entiendo, pero es necesario reconocer que fueron caminos de bendición encubierta: ¡el carcelero de Filipos se convirtió a Jesús! La historia de Priscila y Aquila también confirma eso: ellos fueron expulsados de Roma por el emperador Claudio porque eran judíos. Tuvieron que dejar su negocio y buscar asilo político en Corinto. Allí encontraron a Pablo, quien también era un fabricante de tiendas, y por medio de Pablo ellos recibieron mucho más de lo que el emperador Claudio les podría quitar. Con seguridad Priscila y Aquila no imaginaban que al sufrir aquella privación les sobrevendría tan grande bendición en su vida. Esto es una muestra más de lo que expresó Jesús, que quedó registrado en Juan 16:33: “Estas cosas os he hablado para que en mí tengáis paz. En el mundo tendréis aflicción; pero confiad, yo he vencido al mundo.”
¿Recuerda lo que le ocurrió a Naamán? Él estaba lleno de expectativas de cómo Dios curaría su lepra. Él también tenía sus propias ideas de cómo eso debería suceder. Leemos en 2 Reyes 5:10-11: “Entonces Eliseo le envió un mensajero, diciendo: Vé y lávate siete veces en el Jordán, y tu carne se te restaurará, y serás limpio. Y Naamán se fue enojado, diciendo: He aquí yo decía para mí: Saldrá él luego, y estando en pie invocará el nombre de Jehová su Dios, y alzará su mano y tocará el lugar, y sanará la lepra”. Aquí llegamos al punto decisivo, donde nos encontramos con caminos de bendición encubiertos, que cada uno de nosotros debe tomar la decisión de transitar para así encontrar la bendición al final. Vemos entonces en 2 Reyes 5:14 que Naamán “entonces descendió, y se zambulló siete veces en el Jordán, conforme a la palabra del varón de Dios; y su carne se volvió como la carne de un niño, y quedó limpio”. Estos son caminos encubiertos, que solo podrán tornarse en bendición si nos sometemos a los pensamientos de Dios y confiamos en que son caminos de amor. De otra forma, resistiéndonos, no veremos el obrar de Dios ni sus propósitos finales.
Otros caminos de bendición que atraviesan el valle de lágrimas tienen un propósito cercano y directo, que usted lo puede encontrar leyendo en 2 Corintios 1:4: “El cual nos consuela en todas nuestras tribulaciones, para que podamos también nosotros consolar a los que están en cualquier tribulación, por medio de la consolación con que nosotros somos consolados por Dios.” A veces las crisis y dificultades están ahí para que podamos ayudar a otros en sus caminos; y qué bonito es cuando bendecimos al otro desde nuestra experiencia de sufrimiento previa, de la cual salimos victoriosos por haber confiado en nuestro Dios.
Una vez, en una semana evangelística, el pastor estaba usando un proyector. La hoja presentaba sólo unos puntos negros que eran proyectados contra la pared. Mirábamos con atención, pero aquellos puntos no tenían sentido. Entonces el pastor dibujó algunas líneas rectas, puso unos símbolos de silencio, dibujó una clave en el inicio de las líneas y, entonces, reconocimos que los puntos eran notas musicales. Él estaba escribiendo la melodía: “Load a Dios, poderoso Señor, Rey de la gloria”. En nuestra vida también hay muchos puntos y manchas que nosotros no entendemos ahora, no sabemos por qué Dios los permitió. Sin embargo, si permitimos que Jesús organice esos puntos correctamente, dibuje las líneas y ponga los silencios, entonces, y solamente entonces, Él hará de los puntos y manchas una maravillosa melodía. ¡Pero procuremos no impedir esa obra!
Amigo, si es que está pasando por una crisis en este momento, o si ha de enfrentarla en el futuro, deseo para usted la misma experiencia de Job: después de muchos caminos incomprensibles, él experimentó la bendición de Dios. En Job 42:10-12 leemos: “Y quitó Jehová la aflicción de Job, cuando él hubo orado por sus amigos; y aumentó al doble todas las cosas que habían sido de Job. (…) Y bendijo Jehová el postrer estado de Job más que el primero”.
5 Comments
Hermoso gracias!
Escucho su programa a través de BBN radio Honduras. Gracias por sus enseñanzas, guía y excelentes meditaciones que son de invaluable ayuda para nosotros los cristianos.
El Señor les bendiga de manera abundante!
Estoy muy interesado en los estudios biblicos que uds emsenan, por medio de la radio, los escucho por la bbn de la paz Bolivia 🇧🇴 dios siempre los bemdiga. Frecuencia 102.1.
BENDICIONES.. AGRADEZCO SUS PROGRAMAS.. QUERÍA SABER SI HABRÍA POSIBILIDAD DE VER PORQUÉ ALGUNOS AUDIOS DE VIAJEROS NO ESTÁN PARA DESCARGAR.. GRACIAS
Estimada Fabiana
Gracias por escribirnos. Nos ayudaría saber cuál viajeros no están disponibles para solucionar el problema. Hace unos meses cambiamos la página web y puede ser que algunos enlaces a los audios no hayan quedado bien.
Esperando tu respuesta me despido deseándote ricas bendiciones!
En Cristo
Alejandro